sexta-feira, 23 de janeiro de 2009

Volantines olvidados

Hago todos los días el mismo recorrido, sin embargo nunca había mirado hacia la copa de aquel árbol, hoy desnuda por causa de la poda de invierno que la municipalidad hace, y tal vez por eso poco atractiva para mí... Venía caminando, sintiendo el viento refrescar mi cuerpo húmedo de sudor, cuando un ruido diferente me hizo disminuír la marcha. Miré a mi alrededor, tratando de descubrir su procedencia, pues a aquella hora de la tarde se destacaba entre los otros murmullos de la calle, que se preparaba perezozamente para la cena. Traté de identificar el sonido, pues no me era extraño... Entonces percibí que venía de lo alto, de algún lugar exactamente encima de mí. Me detuve y levanté los ojos. Ahí estaba: el volantín colorido, nuevecito, enroscado entre las ramas peladas y los alambres de alta tensión. Su cola de flecos se debatía furiosamente bajo el impulso del viento mientras el volantín parecía temblar, desesperado, produciendo aquel sonido que llamara mi atención.
Me quedé un momento contemplandolo. Un pedazo de hilo pendía todavía de él, enrollado en el árbol... Y de pronto aquella sensación de tristeza fué tomando cuenta velozmente de mí. "Ese volantín debería estar en el cielo!",pensé " danzando y haciendo piruetas, desafianto al viento para subir más y más alto, haciendo feliz a algún chiquillo!"... No obstante, alguna fatalidad lo había derribado, condenandolo a morir allí, preso entre las ramas y los alambres... A pesar de eso, aún se debatía, en vano, y reaccionaba con las ráfagas de viento como si no creyese que estaba preso.
Mi corazón se encogió, angustiado, al ver este cuadro, porque de improviso me pareció la representación de nuestros sueños, a veces arrastrados por malos vientos y lanzados al suelo, o al medio de las ramas de los árboles, de los alambres de alta tensión, detenidos en su subida, llorados, pero finalmente olvidados a la intemperie hasta que perdiesen los colores, hasta que el papel se rompiese y se deshiciera, restando tan sólo el esqueleto de varitas... Pues siempre queda esta triste armadura resistiendo, como si dijera que todavía sirve, que si alguien la rescatase y pegase en ella un nuevo papel y una nueva cola aún podría ser capaz de elevarse y de desafiar al viento, de arrancarle una sonrisa a algún chiquillo...
Así, el volantín me traía la imagen de los sueños que, a pesar de abandonados porque sufrieron un revés, persisten en algún lugar dentro de nosotros, semejante al esqueleto de varitas que nos invita a pegarle nuevos papeles coloridos, a esmerarnos para amarrarle una cola bien larga, a comprar otro hilo, más resistente, a mejorar muestra habilidad y a encumbrarlo nuevamente.
Nunca es tarde para los sueños, mismo si quien los soñó ya no es el mismo que cuando los soñó. Pero cuántos de ellos se quedan sí, como aquel volantín, enroscados, abandonados! Tendría que subirse al árbol y libertarlos en vez de darle la espalda y desistir de ellos. Otra oportunidad. Un nuevo esfuerzo. Algunos arañones. Mucho, mucho cuidado. Pues los sueños deberían tener infinitas oportunidades.

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