sábado, 27 de abril de 2013

"Un lugarcito"

    Sí, ya sé, la crónica de la semana pasada quedó bien rara, ¿no es verdad?... Es que estaba aprendiendo a cortar, copiar, pegar y todo eso para evitarme el trabajo de estar transcribiendo del diario cada vez que posteo una crónica. El problema fue que, al copiarlo en el blog, la cosa se comió todo el prólogo que ya había escrito y la letra salió del mismo tamaño que está en mi diario, que es enorme (como ven, soy bien cegatona) lo que hizo que el texto quedara kilométrico y muy, muy extraño... En todo caso, creo que voy a continuar con mi sistema -más complicado y arriesgado, pero más estético también- porque si quisiera copiar directo del diario tendría que empezar a escribir en este tamaño de letra allí y, sinceramente, no quiero tener dolor de cabeza porque no veo bien la letra... Como pueden notar, a veces me encanta complicarme la vida... Pero escribir dos veces el texto me ayuda a corregirlo, mejorarlo y quitarle o agregarle algunas cosas... Bueno, es bien sabido que los artistas nunca están satisfechos por completo con sus obras y continuarían retocándolas hasta su último aliento si no fuera por los agentes que se las quitan y las publican o las exponen... Entonces, como también tengo esta manía, supongo que puedo considerarme entre esta lista de neuróticos perfeccionistas...
    Y aprovechando que no tengo las manos muy heladas porque ya encendí la estufa, aquí va la de esta semana:


    Todos tenemos aquel espacio, aquel rinconcito, ese sofá, esa puntita del jardín donde da el sol o sopla una brisa refrescante y perfumada, donde nos sentimos como dentro de un lugar sagrado, una especie de templo personal en el cual conseguimos pensar con absoluta claridad y honestidad, resolver nuestros problemas, planear el futuro y prepararnos para las batallas, poner en orden las ideas y las cuentas, analizar situaciones, entrar en contacto con algo íntimo y divino y sentirnos consolados y seguros, inspirados para continuar enfrentando los desafíos de nuestra vida. Es un espacio indispensable, un tiempo irreemplazable, solamente nuestro, como ese escondrijo que teníamos cuando éramos niños... Y cuando lo  encontramos inmediatamente podemos reconocerlo porque, de alguna forma misteriosa e irresistible, nos invita a acercarnos, a entrar a él, a sentirlo, a hacer amistad... Y si aceptamos la invitación, poco a poco nos vamos a dar cuenta de que este lugarcito empieza a parecerse a nosotros, pues casi sin querer lo vamos adornando, lo vamos volviendo acogedor, bonito, cómodo, vamos poniendo en él no sólo elementos externos, estéticos, sino todos los secretos de nuestro corazón...
    Yo ya creé aquí en nuestro departamento un rinconcito donde puedo sentarme a escribir y meditar, junto a la frutera perfumada y con vista a los maceteros de la ventana. Todavía no es el lugar perfecto, pero funciona bastante bien. De cualquier forma, ya planeé comprar mi escritorio, la silla topline, el computador fijo, la impresora, el porta lápices, el florerito, los cuadros y todas esas cositas que harán mi estudio personal ser eficiente y acogedor. Yo necesito espacios fijos, seguros y ordenados, pues es en ellos que consigo crear el clima para producir,  la atmósfera para meditar y llegar a conclusiones importantes. Pasamos a conocer el paisaje de la ventana, los colores, sonidos y olores de cada hora del día, y no sentimos serenos y confortables con ello. Yo dependo de este ambiente familiar y controlado para poder escribir, así como para muchas otras cosas, y estoy convencida de que los demás también necesitan esta armonía para poder producir y tener paz... El caos sólo nos traba, nos dispersa, nos irrita. Pero el equilibrio y la certeza de estos lugarcitos sagrados y personales puede ser el mejor inicio de cualquier aventura.


    

quarta-feira, 17 de abril de 2013

"Una oportunidad de triunfar"


Me encanta levantarme temprano y salir a la calle para respirar el aire frio de la mañana y encontrar a esa multitud apresurada que se dirige a sus trabajos… Expresiones de las más diversas, mil atuendos, diferentes velocidades y pensamientos pasando por sus cabezas. En todo lugar se respira esfuerzo, determinación, creatividad, persistencia. Todos se preparan para la batalla diaria, para cumplir sus metas y abonar otro día para el salario de fin de mes… Mientras camino con paso firme por el paseo Bulnes, esquivando ciclistas y trabajadores, estudiantes y turistas con sus cámaras y acentos divertidos, veo cómo la ciudad despierta, las personas van llegando a las tiendas, oficinas, restaurantes, a sus esquinas y bancos con sus bolsas, periódicos, teléfonos, maletines, carritos, mangueras y escobillones, y van tomando sus lugares, empezando a formar parte del inmenso rompecabezas que es la rutina en este pequeño pedazo de la ciudad. Y veo que en cada rincón existe ese impulso, esa fuerza, esa creatividad que busca la sobrevivencia, el servicio, la oportunidad de encontrar un lugar en el quehacer de la metrópolis. Pero para eso, hay que distinguirse, hay que ser ingenioso, tener una receta mejor, un local más atractivo, una sonrisa más brillante y acogedora, las palabras simpáticas, la atención más rápida y eficiente. Y lo que más me emociona de este desafío diario es que parece que todos tienen la sensación de que existe una oportunidad de triunfar, de construir un futuro, de crecer y ser felices, entonces trabajan sin descanso para conseguirlo, venciendo todas las adversidades y desafíos, con un optimismo y una perseverancia a toda prueba… Y esto acaba resultando tremendamente contagioso, se siente con perfecta claridad al pasar delante de cualquier diminuta cafetería llena de gente comprando su desayuno, de las mesitas del restaurante que son estratégicamente distribuidas debajo de los inmensos plátanos orientales, de las tiendas y quioscos, de los vendedores ambulantes que acomodan sus mesitas o manteles en el pasto o la vereda y arreglan cuidadosamente sus mercaderías para atraer a los clientes… Todo bulle, se mueve, respira ese anhelo de conquistar, de superarse. No encuentro personas soñolientas en mi caminata, sino gente animada, despierta, lista para enfrentar otro día, y no sé por qué esta energía me deja feliz, orgullosa y con ganas de participar, de contribuir… El clima me envuelve mientras recorro el paseo, llena mis pulmones de un aire vigoroso y optimista, me invita a observar, a reflexionar e integrarme, pues parece que a mí también me espera algo grandioso, una sorpresa positiva a la vuelta de la esquina, algún encuentro importante –si bien todos lo son, en realidad- algún detalle que va a contribuir para que mi vida sea mejor y más feliz.

    Este es el efecto que mis compatriotas me producen, es la fuerza que tiene este país.

sábado, 6 de abril de 2013

"Ejemplos"

    Definitivamente, este ha sido un día delicioso. El clima se está poniendo frío, pero los cielos continúan deslumbrantes y el perfume, el sonido y los colores de este país me abrazan a cada paso... Definitivamente, no hay cómo sentirse infeliz aquí. No digo que no se tengan problemas, pero hay algo indefinible y poderoso que mantiene el ánimo y la esperanza como rocas contra el viento y la marea. Pueden quedar cicatrices, pero ellas siguen allí... Fuera eso, la cosa de la entrevista para el diario de Brasil -via e-mail- para una materia sobre los escritores que han colaborado en la sección de crónicas me dejó más feliz, si cabe. ¡Imagínense, yo envío mis textos desde 2007 y tengo el record de crónicas publicadas! Me siento muy honrada de que todavía me consideren, a pesar de estar viviendo aquí ahora. Bueno, desde que empecé y tuve mi primera crónica publicada (que fue mismo la primera que envié) nunca más dejé de escribir. Convertí esto en una deliciosa y motivadora rutina semanal, y he sido ampliamente recompensada, gracias a Dios, porque me encanta llegar a la gente, tocarla, conmoverla, inspirarla, ayudarla de alguna forma a percibir la belleza de la vida, el milagro que se esconde en las aparentes banalidades de cada día. No pretendo ganar el Pulitzer. Me conformo con ayudar un poquito a la felicidad de los demás, porque yo me siento tan feliz que pienso que puedo compartirlo con todos los que quieran.


    Así como los malos ejemplos se evitan, se olvidan y se barren de nuestras vidas, los buenos, al contrario, perduran, se esparcen, se repiten, se transmiten y nos hacen crecer y mejorar como seres humanos. Buenos y malos ejemplos son legados y nos toca a nosotros el deber o la maldición de perpetuarlos.
    A mi padre le encantaba la música clásica. Mi madre siempre tenía un elogio sincero a flor de labios. A mi tío le encantaba una buena conversación. Mi abuelo adoraba la historia y se pasaba horas contándonos episodios emocionantes y describiendo a sus protagonistas. Mi madrina era fanática del teatro y vivía confeccionándonos mil disfraces, construía ciudades con cajitas de fósforo y nos dibujaba historietas en cuadernos viejos. Mi abuela materna amaba enseñar, amaba el campo. La tía Virginia era una estupenda anfitriona y decoradora, que hacía sus propios helados de café con leche, a la moda antigua, para ofrecerle a sus convidados y era capaz de colocar una única rosa en un jarrón de cristal e iluminar toda la habitación. Mi profesora de inglés de la secundaria estaba siempre impecablemente vestida, con elegancia y discreción. Mi profesor de castellano era un luchador, un idealista a quien realmente le importaban sus alumnos. Si no fuera él, yo no estaría escribiendo hoy... La empleada que trabajaba en nuestra casa que era el retrato de la buena voluntad, la disposición y la paciencia, del esfuerzo y la modestia. Mi colega, profesora de música, que me mostró que, a pesar de nuestros defectos y problemas, somos capaces de apoyar y ayudar a los demás... Y así, tantos que pasaron, pasan y, con certeza, continuarán pasando por nuestra vida, dejarán su marca en ella y siempre las recordaremos y pasaremos adelante sus ejemplos porque éstos no solamente nos hicieron bien a nosotros sino que son para el bien de todos y al final formarán parte de la historia no solamente de uno, sino de la humanidad
    Buenos ejemplos son semejantes a semillas sembradas en buena tierra: florecen y se esparcen, dando flores y  frutos eternamente. Vamos a tratar de repetir todo lo bueno que vimos o que nos sucedió y vamos a tratar de crear nuevos buenos ejemplos para dejar un legado concreto, positivo, para cumplir nuestro propósito en esta vida. ¿Y quién sabe si, después que nos hayamos ido alguien en algún lugar, en una rueda de conversación, no dice: "Y fué por causa de su ejemplo que decidí ser enfermera" O :"Ella me enseñó a ser siempre positiva, creativa, a seguir mi inspiración, porque era eso lo que ella hacía."
    Revisemos nuestra vida y con certeza descubriremos que poseemos ejemplos fantásticos en ellas. Sin embargo, tenemos que ser lo suficientemente humildes y gratos para reconocerlos y aceptarlos, para darles su crédito y repetirlos, para que así formen parte de nuestra historia y la de los otros a nuestro alrededor. Si no lo hacemos así, todos estos buenos ejemplos se perderán y le habremos robado una parte de su propósito a la herencia de aquel que nos lo dio.