sábado, 25 de setembro de 2010

Nuestro destino

Bueno, esta semana puedo anunciar con challa y serpentina, banda y fuegos artificiales que, finalmente, posté la segunda parte del cuento "Silvestre", entonces ya pueden visitar el blog y saber cómo sigue la historia de este monje y su encuentro con Francisco. Como ya hace bastante tiempo que publiqué la primera parte, les aconsejaría que la releyeran para que no se pierdan... Las cosas están más calmadas ahora -menos mal, porque les juro que no hay ni una parte del cuerpo que no me duela- entonces dispongo de un poco de tiempo para dedicarme a las otras cosas que me gustan, como escribir, tenderme en la hamaca para meditar, ver televisión y jugar con mi dos perritas loquitas. Todavía tengo mucho trabajo, pero como todo el stress del estreno del musical ya pasó, parece que las cosas caminan más sosegadamente. Sé que voy a tener algunas dificultades para conciliar mis horarios, pero créo que voy a conseguir continuar posteando los textos en los dos blogs porque, como ya dije, si no le doy continuación al trabajo, ustedes van a terminar cansandose y no van a visitarlos más, cosa que no tengo la menor intención de que suceda. Entonces, aquí vá la crónica de esta semana, y no se olviden de visitar el otro blog para que sepan cómo sigue la historia. Hasta estoy pensando que voy a poder postear otra parte hoy en la tarde!...


    Es el espíritu lo que nos sostiene? Es alguna fuerza divina lo que mantiene nuestro corazón palpitando -ya que no está ligado a ningún enchufe- y nuestro cuerpo funcionando? Es un soplo mágico lo que nos enseña a percibir, a escuchar, a hablar, lo que pone nuestro cerebro en acción y nos ayuda a madurar y a escoger nuestros caminos? Qué factores influyen en nuestras opciones profesionales, sentimentales, morales? De dónde vienen nuestras intenciones, nuestras decisiones, nuestros ideales, nuestra fé y la garra para luchar por ellos? Quién nos dice lo que es cierto y lo que es errado, lo que hiere y lo que cura, lo que aniquila y lo que revive?... Es tan sólo una cuestión de educación, es consecuencia del ejemplo de la familia, es una submisión a patrones socialmente aceptables?...
    No suelo parar mucho tiempo para cuestionarme sobre estas cosas y tratar de encontrar alguna respuesta, pero a veces ellas permanecen rondando mi mente como polillas atraídas por la luz del poste, y no puedo evitar sentirme desconcertada y maravillada delante de ellas, de su alcance y profundidad. Pues, de dónde viene lo que somos? Cómo escogemos volvernos quienes somos? Y será que siempre conseguimos esta hazaña? Será que todos llegamos a ser quien deseábamos? Será que no estamos más que viviendo la continuación de una historia sin fin a través de reencarnaciones en busca de la perfección, del perdón, de la transformación e del equilíbrio?... Cuando me miro al espejo, me oigo hablar, o percibo mi cuerpo moviendose, las manos gesticulando, el tronco inclinandose, tengo la nítida sensación de que, en realidad, hay dos personas actuando al mismo tiempo: aquella que observa y aquella que se mueve. Ambas son una sola, sin embargo, se dividen para que yo pueda tener una visión más amplia y profunda de mí misma e pueda comprender lo que me motiva y las consecuencias de mis acciones. Es fascinante y un poco asustador a veces y, usualmente, me lleva a las próximas interrogaciones: Será que todos pueden tener esta experiencia? O será que es una característica únicamente mía y así, cada uno tendría también la suya?... Pero por que poseeríamos esta peculiaridad? Forma parte de lo que es necesario para que nos volvamos lo que escogimos ser? Qué o quién está guiando nuestros pasos? Qué fuerza misteriosa  dirige nuestras opciones, abre nuestras puertas y construye nuestros puentes y navíos? Es el destino? Es NUESTRO destino, aquel que escogimos antes de nacer?... Entonces es así que la fidelidad divina funciona? Es de esta forma que ella trata de mantenernos leales a nuestros propósitos primeros, esos todavía sin mancha ni desvíos, sim errores ni dudas? Es esta la manera más perfecta de respeto, poder y al mismo tiempo submisión de Dios con sus criaturas? Las cría, las libera, les permite escoger y, después, hace todo lo posible para guiarlas hasta la realización de esta opción, de esta vocación que ellas mismas asumieron? Sostiene cuerpo, mente, espíritu, fé, valor, persistencia. Dá la voz, los medios, los caminos, los encuentros. Desvenda secretos, procesos, leyes; ilumina, acoge, consuela, empuja, desbrava para nosotros  la selva de la existencia y os protege de sus trampas a traves de todas sus manifestaciones... Somos, por esto, en verdad, unos con El en todo instante y, tal vez, séa esta la respuesta para todas las preguntas que revolotéan a mi alrededor. Estamos vivos y actuamos simplemente porque nuestro Padre está vivo y actuando en nosotros.

segunda-feira, 20 de setembro de 2010

La experiencia del amor

Medio atrasada y sobreviviendo bastante bien a los imprevistos del pre-estreno (por que será que algunas personas escogen justamente los momentos más cruciales para tener ataques de estrella, conflictos sicológicos o éticos, para ponerse exageradamente sensibles o críticos con respecto a sus colegas? Hasta parece un ritual de pasaje obligatorio antes de todo estreno que se precie!) aquí estoy con la crónica de la semana pasada, de la cual pasé buena parte tratando de resolver estos problemitas internos, sin mucho éxito... Bueno, por lo menos todas las cartas fueron colocadas sobre la mesa y las posiciones de todos quedaron definidas y bien claras. No tenemos más actitudes dubidosas, malos entendidos, situaciones de stress inútiles y gratuitas o caras feas por los rincones. No fué nada agradable, mas por lo menos ahora sabemos a qué atenernos y cuáles actitudes tenemos que tomar para solucionar las cosas para que el espectáculo continúe siendo presentado sin mayores sobresaltos y disgustos. Lo que queda de antipático después de todo este lío es la decepción, el resentimiento y la pérdida, que van a demorarse un poco para sanar; sin embargo, como nadie es insubstituible -incluyendome a mí misma- la cosa es seguir adelante y esquivar de la mejor forma posible las sorpresas que el destino nos reserva todavía, siempre con espíritu positivo y la creatividad funcionando a mil por hora, no es verdad? No serán algunas dificultades -perfectamente solucionables- o algunas personas -que pueden ser substituídas- que van a estorbar el desenvolvimiento de esta historia. Me entristece el hecho de percibir que algunos no entendieron muchas cosas y actuaron de forma egoísta y pretensiosa, melindrandose por errores que ellos mismos cometen a cada instante, pero que no le perdonan a los otros; personas estupendas, con un potencial gigantesco, mas con algunos conflictos ítimos que van a tener que resolver antes de que ellos afecten sus vidas en asuntos mucho más serios que un musical... Voy a echarlos de menos, no sólo artísticamente, sino también como parte de este grupo excepcional con el que estoy trabajando este año, y porque habíamos hecho un montón de planes juntos, pero... Nunca me gustó amarrar a nadie a la pata de la cama para que se quedara conmigo, mismo que fuera alguien especial.
Entonces, es dando un profundo suspiro de resignación y luto por esta pérdida que me siento aquí a digitar esta crónica.


Puede parecer una blasfemia, un tipo de paradoxo ou inclusive una apostasía decir esto, pero estoy convencida de que, mismo que ningún profeta, santo, ángel o iluminado hubiera jamás existido, y que Jesús y sus hechos no pasaran de una historia para manipular algún tipo determinado de comportamiento en la sociedad, nada cambiaría nuestro destino, nuestras ansias, la calidad de nuestro espíritu o nuestras ganas de amar y de hacer el bien. Mismo que no hubiese paraíso ni resurrección, o ningún tipo de recompensa, créo que la experiencia del amor sería nuestro norte, nuestro objetivo, el motor de todo lo que hacemos. Con certeza escogeríamos el amor como el motivo que haría que nuestra existencia valiese la pena y él continuaría siendo la razón de las grandes transformaciones en nuestra existencia. La semilla del amor ya está plantada en nosotros -de alguna forma misteriosa e inmutable- y lo único que tenemos que hacer es cultivarla, multiplicarla y esparcirla a nuestro alrededor. No se espera otra cosa de nosotros, ya que el amor es la grande fuerza creadora -no importa el nombre que le demos, cuál séa su apariencia ni como séa la historia de su aparición en nuestra existencia- y por eso nos atráe irresistiblemente, pues sabemos que su acción es capaz de despertar nuestros deséos más sinceros, de volvernos extraordinariamente fuertes y determinados, de hacernos pacientes, humildes y solidarios, y es con este tipo de actitud que la historia acontece, que avanzamos y maduramos como raza, que nos volvemos mejores y construimos sociedades duraderas, justas, que dejamos para los que vendrán lecciones valiosas, legados sobre los cuales podrán continuar edificando un mundo verdadero y de cimientos seguros.
Si hubo o no encarnaciones del amor entre nosotros, esto no tiene importancia porque, en realidad, todos somos encarnaciones suyas y por eso, porque tenemos su chispa viva dentro de nosotros, en verdad no necesitaríamos un rostro, una doctrina ni milagros para creér en lo que él es capaz de realizar y seguirlo de todas las formas, por todos los caminos, a través de todas sus expresiones. Es algo innato, instintivo en nosotros, más fuerte que cualquier otra de nuestras inclinaciones, lógico, inevitable, incontestable. El amor está realmente en mí, en lo que de más verdadero y hermoso poséo, y su llama se debate, desde mi primer aliento, para estallar y volar al encuentro de su fuego creador. Mi origen y mi destino es el amor, y esto no es una metáfora, es algo completamente real y presente. Es mi motivo, mi guía, mi alimento. Es la percepción, el gesto, la palabra, la mirada, el pensamiento, la intención primera. Todo es generado y dirigido por el amor, mismo que no nos demos cuenta de ello o que no sepamos interpretar sus movimientos; sin embargo, así mismo es él quien siempre prevalece sobre todas las atrocidades y equívocos que podemos llegar a cometer por causa de nuestra ignorancia y fragilidad, de nuestra impaciencia y vanidad... Créo que nuestra vida puede ser definida por esta espécie de juego en el cual el amor trata de todas las maneras posibles de vencer nuestras debilidades -empezando por perdonarlas- para que podamos alcanzar la felicidad y las realización, mostrandonos que, a pesar de humanos, efímeros y destinados a errar, podemos vencer los desafíos y volvernos personas mejores.
En realidad, no necesitaríamos seguir a alguien determinado, practicar rituales o adherir a movimientos, sectas, religiones o hermandades (lo que no deja de ser útil, pues sirve para que seamos más fuertes y dedicados en nuestro propósito de vivenciar el amor, pues todos los envueltos tienen un mismo objetivo, y esto torna las acciones y pensamientos mucho más poderosos y persistentes, ya que existe un apoyo tácito y constante de todos para que se tenga éxito en la empresa) Bastaría creér y asumir sincera y completamente el amor que ya traemos en nosotros. No es una persona ni una doctrina lo que realiza el milagro, sino el propio amor en acción a través de nosotros... El es "el camino, la verdad y la vida", como dijo alguien...
Es del amor que vinimos, trayendo con nosotros sus semillas, y estamos aquí para plantarlas, cultivarlas y verlas crecer y dar frutos. Jesús, Alá, Budah, Francisco, Gabriel, Teresita... son todos nombres, rostros, voces, mentes y corazones que de alguna forma consiguieron ir más allá, probando que esto es posible, que existe una puerta y un camino que todos podemos abrir y recorrer, desde que permitamos que el amor tome cuenta de nosotros. Entonces, el mérito de sus vidas no es fruto solamente de la pura voluntad, sino del amor que impregnaba todas sus acciones y del hecho de que fueron dóciles lo suficiente como para permitir que éste los guiara. Pues el amor no es una personificación, sino una acción.

terça-feira, 7 de setembro de 2010

Dos ciclistas

Bueno, conseguí un tiempito para sentarme aqui a escribir hoy en la mañana porque es feriado, entonces no vamos a trabajar. Pero esto no significa que no vamos a ensayar, eso está totalmente fuera de cuestión. A final de cuentas el estreno es este viernes!... Entonces, mismo con la empleada en São Paulo en el casamiento del hermano -se supone que vendría hoy, pero tengo certeza de que no consiguió pasaje, a pesar de que yo le aconsejé a comprar el de vuelta antes de salir- la casa para limpiar y el almuerzo para preparar, todavía me sobran un par de horas y quiero aprovecharlas para cumplir con este deber sagrado: postear la crónica en el blog. La semana pasada no lo conseguí porque tuvimos que resolver un montón de problemas -de esos chicos pero antipáticos- sobre el espectáculo, ver las ropas y darle un sermón a los contra-reglas que más conversan y pierden la hora de mover los escenários o jalar las cuerdas de lo que ayudan. Pobres, es que no están acostumbrados a ese tipo de rutina llena de marcaciones, músicas y otras sutilezas por el estilo, entonces estamos tratando de ser pacientes con ellos. A final de cuentas, su trabajo siempre se redujo a cortar, aserruchar, pintar, clavar, raspar y trasladar cajas y fierros, nunca tuvieron que lidiar con aparecer en el escenario para agradecer, vestir figurines, quedarse callados en las bambalinas y ese tipo de cosa. Pero como estamos en la semana del estreno, las cosas están poniendose medio tensas, porque no puede haber ni un tipo de error en la presentación, lo que significa que se espera de todos nosotros nada menos que la perfección. Las expectativas son gigantescas, así como las perspectivas, entonces tenemos que ser exigentes y no aceptar disculpas para faltas de disciplina... Bueno, como a mí me encantan los desafíos, no me incomoda para nada y estoy segura de que a mis alumnos tampoco. Sé que van a dar lo mejor de sí y que el resultado será magnífico, lo que puede traernos a todos cosas muy positivas en el futuro.
Bueno, y sin más demoras, aquí vá la crónica de la semana:



Apresurada, fuí a atravesar la calle, con la cabeza llena de problemas que resolver, llamadas que hacer, reuniones a las cuales comparecer, listas, relatorios, fechas y horarios, y casi fuí atropellada por un muchacho en una bicicleta azul. Frenó abruptamente, haciendo chirriar los neumáticos y, mirandome con una expresión en la que se mezclaban la reprobación y el descaro, exclamó en un tono insolente, alto lo bastante como para que los transeúntes que pasaban pudieran escuchar:
-Hey, tía, mire por donde anda! La calle no es suya, sabía?.
Yo me quedé paralizada durante algunos segundos, mirándolo como un ratón preso en una trampa, sintiendome impotente delante de su agresiva superioridad, que él exageraba frente a los otros, que contemplaban la escena con curiosidad y un destello de conmiseración. Yo tenía la sensación de que ninguno de ellos arriesgaría el cuello para defenderme o siquiera darle una mirada severa al muchacho que, sabiéndolo, se sentía el rey del mundo, el propio Al Capone de bermudas, condoritos y tatuaje de calavera en la pantorrilla. Su cara era tan tosca, su expresión tan amenazante y su tono tan imponente y descarado, que todos preferían ignorar el incidente a intervenir y llamarle la atención porque, en realidad, debería haber parado, pues yo estaba en la faja de peatones. Pero su talante era igual a tantos otros, que aparecían en el noticiero después de un tirotéo, un asalto, un secuestro, un acierto de cuentas entre cuadrillas, que nadie tuvo el coraje de acercarse para apoyarme. Ni yo misma osé abrir la boca para reclamar o cobrar un poco de educación, pues me sentí impotente y sola ante su baladronada y sus ademanes intimidantes... No tenía más que quince o dieciseis años, cuerpo esbelto y musculoso, forrado de tatuajes y cicatrices, rostro de facciones angulosas, boca gruesa, una ceja raspada en un dibujo, piercing en la lengua, el lábio y el párpado. Vestía bermuda, condorito y camiseta descolorida, unas mechas de cabello castaño apareciendo debajo de su gorra, los ojos obscuros y fríos, con el brillo feroz de quien es obligado a defender todos los días su territorio con una única mirada. La bicicleta que montaba era demasiado pequeña para él, mal conseguía sentarse en el sillín, y el azul cromado estaba casi cubierto por adhesivos y flecos de plástico. A cada movimiento suyo podía escuchar el barullo irritante de las cuentas subiendo y bajando por el aro de las ruedas... Amedrentada, desvié los ojos de él y traté de retomar mi camino, pero él puso la bicicleta delante de mí, riendo burlonamente, y agregó en un tono ronco y agresivo:
-Disculpe, madame, pero estoy medio atrasado, con permiso.- y subiendo de un salto en los pedales, salió a toda velocidade por la calle, riendose a carcajadas.
Yo me quedé para ahí, igual a un perro que llevó una patada, mirando su silueta que disminuía velozmente, el corazón desbocado, la boca seca, temblando de rabia y miedo, pero sin conseguir reaccionar, sintiendome idiota, ultrajada, abandonada... Pero qué estaba sucediendo con esta juventud? Todos ellos se habían vuelto locos? Habían apagado de sus vidas las buenas maneras, las palabras inteligiblels, la compasión? Nadie les había enseñado respeto, consideración? No sabían lo que era una sonrisa?... Tragandome la revuelta y el miedo, dí un paso hacia la otra vereda, cuando divisé, viniendo del otro extremo de la calle, otro ciclista, y paré instantáneamente. El se aproximó, pedaleando a toda velocidad. Era asustadoramente parecido con el anterior: bermuda jeans, camiseta, zapatillas, cabeza raspada en un dibujo tribal, piercing en la ceja, guantes de cuero negro... Eu estremecí y empecé a retroceder... Sin embargo, para mi sorpresa, cuando llegó más cerca, el muchacho disminuyó la velocidad, mirandome con una chispa de simpatía y la sombra de una sonrisa distendiendo su faz morena, y acabó parando como a medio metro de mí. Hizo un gesto con la mano para que yo pasara y, mientras yo obedecía, totalmente desconcertada por semejante cortesía, él dió una mirada hacia la iglesia que se erguia al fondo y, cerrando los ojos, se persignó con profundo respeto. Hasta me pareció que habia murmurado una rápida plegaria y, viendo que ya me encontraba al otro lado, me sonrió fugazmente, montó en su bicicleta nuevamente y se alejó atrás del otro ciclista, zigzagueando entre los buses y los coches.
Me quedé observandolo durante alguns minutos, tomada por un alud de sentimientos que chocaban entre sí. Porque hacía mucho tiempo que no llevaba una sorpresa así... Pues quién diría? El muchacho de cabeza raspada y piercing en la ceja, tatuaje de sirena en el brazo y pulsera de metal con clavos, se persignó respetuosamente, murmuró una oración mínima pero profunda, como un chico bien educado, anticuado, ingenuo, crédulo, hasta devoto, quién sabe -de aquellos que ya no existen más, por lo menos no con ese aspecto de rebelde- y aún tuvo la caballerosidad de cederme el paso a la hora del rush haciendo ese gracioso gesto con su brazo fino y nervudo... Mientras retomaba mi camino, pensé, admirada: "Cómo pueden dos personas tan parecidas, que talvez viven por la misma ideología, desenvuelven los mismos comportamientos y lenguajes, actuar de maneras tan diferentes?"... Me pregunté qué habría sido lo que provocó esa diferencia en sus actitudes. En qué punto del camino y por cuál capricho del destino escogieron, uno asumir su lado obcuro y peligroso, y el otro continuar cultivando la bondad y la fé? Eran tan parecidos que podrían pasar por hermanos, con certeza provenían de poblaciones de la periferia, pobres y abandonadas, asoladas por cuadrillas y violencia, y no se hacían ilusiones respecto a sus futuros; y a pesar de esto, uno de ellos había conseguido, de alguna forma, mantener los valores, la fé, em comportamiento cierto para poder convivir en paz con el resto del mundo. La esperanza y unas gotas de inocencia y optimismo todavía brillaban en su mirada, se adivinaban en sus gestos. Ya en el otro muchacho pude observar un abismo, un túnel sin salida, una puente que había sido quemada; algo sin vuelta, sin futuro. Ni en sí mismo ele creia, a pesar de su pose y sus baladronadas, que daban la impresión de que era el dueño del mundo y podía hacer lo que quisiese en él y con las personas que vivían allí.
Llegué a mi trabajo todavía pensativa, preocupada, y me senté en mi oficina en silencio, meditando, reevaluando aquella máxima que dice que lo que vale es la primera impresión. pues aquel incidente la había derribado nuevamente. Porque no era la primera vez que comprobaba esto y, percibir que podemos, a veces, ser fácilmente engañados por una cara fea, una ropa zurrada o un lenguaje deficiente, siempre reencendía mi esperanza de que todavía tenemos salvación, de que podíamos creér los unos en los otros sin importar lo que pareciésemos a primera vista... Pena que estemos tan ligados a la imagen, al status, al poder -y este error crece cada día más- y nos séa tan difícil ver el verdadero ser humano que está delante de nosotros. No estoy excenta de este pecado y lo cometo una infinidad de veces, pero hay días en que, como en aquella mañana, la verdad surge de repente frente a mí como para recordarme de no juzgar ni condenar sin conocer, para convidarme a dar una oportunidad. No que esto va a hacer desaparecer la maldad o a las personas negativas, mas por lo menos, nuestras conciencias quedarán tranquilas si le concedemos, ni que séa por algunos minutos, otra oportunidad a aquel que Dios coloca en nuestro camino.