sábado, 21 de janeiro de 2012

"El misterio de las palabras"

Nada muy emocionante a no ser las tempestades que todos estos últimos días desaguan encima de nosotros y nos dan un poco de alívio en medio de este calor infernal. No sé cómo no adelgazamos de tanto sudar!... Dos gloriosas semanas más de vacaciones y entoncers volveré a la fundación, pero como ya les dije antes, lo haré con un espíritu totalmente diferente y sin compromiso, entonces no soy presa de esa angustia existencial que acomete a todos los funcionarios cuando tienen que regresar al trabajo y  encarar a un jefe de parar los pelos, un trabajo estresante o colegas descontentos y de caras amurradas. No, todo esto pasa lejos de mí, gracias a Dios, y si todo nos sale como esperamos y en el plazo que nos pusimos, más cambios radicales vendrán. Prepárense!.
    Y sin más rollos, aquí vá la de esta semana. También estoy contenta porque finalmente -después de casi seis meses de ayuno!-me publicaron una crónica en el diario. No sé si la editora es otra, o la que estaba decidió darme una tregua, pero lo que importa es que allí estaba el texto, lindo y claro, enterito en la página central... Ah, la vida es realmente buena, y basta tan poco para aprovecharla y ser feliz!...


    Es divertido lo que sucede cuando uno se sienta aquí a digitar. Normalmente se viene con alguna idea, una inspiración cruda, básica, algo más o menos definido que tenemos la intención de desarrollar. Sin embargo, no es raro ocurrir una espécie de magia o, mejor, una rebelión en nuestro espíritu, y acabamos escribiendo algo completamente inesperado. Pero supongo que ahí está la gracia de la cosa... La inspiración es algo voluble y caprichoso, con un qué de tiranía encantadora e irresistible, que puede llevarnos a través de territorios sorprendentes cuando menos lo esperamos o deseamos. Delante de sus encantos y misterios no somos capaces de resistir y vamos atrás de ella, sin al menos saber cuál será el final de nuestra aventura. Y de nuevo afirmo que, justamente, ésta es la gracia de la cosa... Sin embargo, puedo asegurarles que cada una de estos viajes vale la pena y siempre nos quedamos con ese gustito de "quiero más".
    Para mí, esta musa funciona como algo externo a mí, a mi voluntad o mis idéas, pues a pesar de que a veces venga a escribir con algún tema perfectamente definido en la cabeza -sobre todo cuando se trata de las piezas que me encomiendan en el trabajo- ella consigue sorprenderme y desviarme del estilo y la historia comunes , transfromando aquello que era para ser redactado por obligación en un placer y un episodio de realización íntima y verdadera. Yo siempre me sorprendí con este fenómeno de "despersonalización" que sufro todas las veces que escribo, pues la sensación clarísima es de que "alguien", y no yo misma en sana conciencia, es quien está creando el texto. Sé que todo viene de algún lugar profundo y misterioso dentro de mí -y estoy convencida de que todos tenemos un lugar así- que es mío, y al mismo tiempo, me parece que no soy yo, mismo reconociendo el estilo, los temas, los personajes, el abordaje de los tópicos como una opción mía. Es como si el raciocinio, la conclusión, la lección, viniesen de algo superior, con un objetivo absolutamente definido que vá mucho más allá de un simple talento, de fama, reconocimiento o una mera diversión... Existe algo en mi impulso de escribir que es más fuerte que cualquier otra cosa en mi vida, algo que me lleva no sólo a conocerme mejor, sino que tambien a descubrir cosas sobre la existencia que, ciertamente, no conseguiría de otra forma. Es como si este fuera al canal, el medio, la manifestación "customizada" escogida por lo divino para enseñarme, para guiarme y colocarme en la historia de la humanidad para que así pueda cumplir mi parte en ella.
    No importa cuán cansada, choreada, atareada o urgida esté, basta encender el computador, sentarme aquí y empezar a digitar, ni que séa  a costo de un enorme esfuerzo inicial, para que aquella magia acontezca y las palabras empiecen a fluir como un río caudaloso, pero sereno y transparente. Y es siempre así, a pesar de que yo todavía dudo sobre el milagro y estoy siempre resistiendo, mismo cuando tengo tiempo y tranquilidad para escribir. Esta es -o debería ser- una rutina sagrada, inquebrantable, mi lección de cada día, mi alimento, mi paz, mi realización, mi principal objetivo espiritual, pues cada texto (inclusive esos en los que sólo reclamo o me cobro por ser tan floja  e infiel) es como una clase particular con algún gran maestro que viene hasta mí solamente para enseñarme. Entonces, perder esta "visita" diaria es casi un pecado, porque no se repetirá y yo habré dejado escapar la lección de este día por pereza, desánimo, futilidades o preocupaciones para las cuales a lo mejor habría encontrado solución si hubiera, por lo menos, tratado de escribir lo que mi corazón estaba pidiendome, mismo sin tener muy claro lo que era al principio. Las palabras siempre, siempre se vuelven comprensibles y entregan su mensaje, ni que séa en la última frase del texto.
    Por lo menos, esto es lo que me sucede a mí y si ellas ni siempre me traen una lección, por lo menos me sirven como un desahogo que alivia mi corazón cuando está demasiado lleno y afligido y clarea algunas situaciones y actitudes, ayudandome a ser paciente y optimista, a pesar de las apariencias, y a tomar decisiones prácticas y equilibradas respecto a algunos problemas diários -de esos que nos dan más dolores de cabeza de lo que merecen- mejorando así mi calidad de vida física y espiritual.
    Entonces, qué es escribir?... Es un don, una compulsión, un milagro, un regalo, un misterio? Es la presencia de Dios en mi existencia? Es mi canal particular con la vida natural y sobrenatural? Es mi destino, mi misión en esta vida? Será mi legado, mismo modesto?... A veces me gustaría saber estas respuestas, otras veces prefeiero continuar ignorándolas, porque así, el misterio de las palabras en mi vida continúa empujandome en la búsqueda de ellas, manteniendome en constante y progresiva actividad a camino de la perfección. Pues es para esto que cada uno recibió sus dones.

segunda-feira, 16 de janeiro de 2012

"Luces"

Um poquitito atrasada, pero acá estoy, llena de inspiración, en el medio de mis vacaciones, animada, relajada, disfrutando estos días de lluvias inesperadas y temperaturas agradables... Sinceramente, estábamos achicharrándonos y derritiéndonos con este calor tremendo;saben ese tipo que no dá descanso ni cuando se está en la ducha? Sudor escurriendo de la mañana a la noche, ropas mojadas e pegadas al cuerpo, cerebro frito e inspiración como un helado en la mano de un niño  en a plaza al mediodía... Ya se hicieron el panorama, no?... Nadie se lo merece! Menos mal que existen los ventiladores -sobre todo los de techo- y el aire acondicionado, si bien que llega una hora en que uno siente que lo único que circula en la habitación es aire caliente y el choque térmico que nos llevamos cuando salimos de un ambiente con aire acondicionado casi nos mata... En fin, y a pesar de todo esto, estoy tratando de disfrutar mis vacaciones al máximo, a pesar de que cuando retorne a la fundación la cosa no va a cambiar mucho porque como me voy a quedar solamente dos meses más, no voy a tener muuuucha cosa que hacer. Es bien extraño pensar en salir, lo confieso, pero también tengo la  certeza de que no es posible continuar. Lo que tiene que pasar, pasa, si lo dejamos fluir llega a su final lógico, sin dramas, mas con la certeza del deber cumplido. Y es así con todo: trabajo, matrimonio, edad, bienes, relacionamientos, vida. Es un proceso al cual no sacamos nada con resistir, porque sería un desperdicio de energía y creatividad. Lo que tenemos que hacer es aprender a disfrutar todo lo que la vida nos ofrece en cada etapa para que, cuando llegue la hora de la despedida, seamos capaces de seguir adelante, hacia la siguiente aventura, con el corazón leve y la mente fresca, virgen, el espíritu abierto a los cambios y encuentros que nos aguardan. Hay que moverse, hay que avanzar si no queremos quedarnos estacionados y morir, no es verdad?
    Y antes de que se me quemen las papas allá en la cocina, aquí vá la crónica de esta semana.

    Aquellas noches, después de las presentaciones en la plaza, volvía a mi casa caminando lentamente por las calles obscuras y silenciosas, cansada pero satisfecha, cargando mi bolsa -que a esa hora parecía pesar una tonelada-  y con los piés palpitandome, imaginando la bienvenida que mis perritas irían a brindarme -aquella fiesta de cabriolas, ladridos y arrullos del más absoluto y sincero éxtasis- y soñando con mi cama suave y fresca esperándome en la obscuridad quieta y perfumada de mi cuarto.... Sin embargo, esas últimas noches todo había ido cambiando a mi alrededor, casi sin que me diera cuenta, y ahora las calles estaban tomadas por sillas en la vereda, vecinos animados, chiquillos corriendo y gritando, fuentes de soda  abiertas llenas de clientes jugando billar o cartas, tomandose su cervecita y con el volumen de la radio del auto rebentandonos los tímpanos. Perros flacos y pedigüeños husmeaban alrededor de la parrilla con anticuchos, ventanas y puertas abiertas de par en par, sin miedo o vergüenza de mostrar la intimidad de sus habitantes, olor a bistec, a huevo, a papas fritas, a queque. E aquellas luces...
    En las terrazas y porches, enmarcando ventanas y puertas, rejas, dibujando tejados, parpadeando, brillando sus colores en la obscuridad como millones de luciérnagas enloquecidas. En las mansiones, en los edificios, en las casuchas y los barrios populares, en las columnas de la iglesia, en los árboles de la plaza, las vitrinas de las tiendas, atrayendo las miradas con su danza frenética y secuencial... Donde quiera que mirase había una fila de luces parpadeando, una guirnalda, un árbol cargado de bolas metálicas, cintas, ángeles, estrellas y lucecitas. Viejos pascueros descendían por los balcones, espiaban por las ventanas, llevando sus bolsas repletas de regalos, renos de neón pastaban en  los jardines y muñecos de nieve inmensos, con sus bufandas rojas y sus gorros verdes saludaban a los automovilistas en la rotonda de la plaza. Los árboles aparecían iluminadas por lámparas invisibles y ángeles de botellas plásticas se colgaban como trapecistas de las ramas y los postes... Aquel era realmente un escenario de sueños! Mirando a mi alrededor me parecía que caminaba por un reino encantado y que cualquier cosa fantástica podría suceder al doblar la próxima esquina!.
   Sin embargo, de repente me dí cuenta de que ese clima todo no era solamente por causa de os adornos, sino de las propias personas. Todos se mostraban completamente diferentes de lo usual. Parecían tomados por una alegría sobrenatural, por una fuerza y un optimismo que llenaban el aire de una vibración eléctrica y calurosa, abierta, sincera. Parecían confundirse con las luces, los colores, con la fiesta y la expectativa de la navidad, del año nuevo que despuntaba en el horizonte de sus vidas. Parecían esperar lo mejor y estar dispuestos a entregarse, a mejorar, a perseverar, a creér... Y mientras caminaba y sonreía, sintiendome envuelta en esta aura de fé y esperanza, me pregunté de repente si mañana, cuando el sol apareciera y todas estas luces estuvieran apagadas, el mundo volvería a parecer triste y sombrío, amenazador, rudo y banal para todas estas personas que hoy celebraban. Me pregunté si la luz del día apagaría la magia, la felicidad, la expectacion, y todos volverían a sus vidas pequeñas y sacrificadas y andarían por las calles de asfalto con la cabeza baja y los hombros curvados, como todo día, sin mirar en torno para percibir que los ángeles, las luces, los muñecos de nieve y los Viejitos pascueros continuaban allí, mismo sin el brillo de la noche anterior. Será que el paisaje ruidoso y apresurado los transfromaría en parte invisible del cuadro? Será que la luz del día cerraría sus corazones para la presencia de la navidad?... Miré a mi alrededor y me dí cuenta de que, para muchos de nosotros, hay cosas que brillan y esparcen su magia solamente cuando está obscuro, cuando la realidad desaparece, cuando la fiesta toma cuenta del ambiente y que no conseguimos verlas cuando el mundo se vuelve real, tangible, prosáico. No hay lucecitas en nuestra oficina, ni guirnaldas en el mercado, no divisamos Viejitos pascueros descendiendo por el tejado de nuestra viaja casa o apareciendo atrás de la puerta de puesto de salud. Lo que brilla es la indiferencia, el egoísmo, la maledicencia, la mala voluntad. Las luces festivas que en la noche esconden nuestra miseria parecen dejarnos desamparados cuando el sol aparece... Sin embargo, ellas continuan ahí! Yo las ví cuando iba al trabajo al día siguiente! Es verdad que, si prendidas bajo el sol, casi no aparecen, pero estarían brillando, sí, de la misma forma que lo hacían bajo las estrellas!... La magia, la bondad, la compasión, la honestidad y la sabiduría no desaparecen sólo porque no podemos verlas, sólo porque la luz de este mundo, a veces cruel, nos ofusca el corazón. La celebración no debe ocurrir tan sólo en la noche, cuando podemos ver las luces y dejarnos contagiar por su brillo colorido, sino también durante el día, cuando la fiesta termina y retornamos al trabajo, al sacrificio, a la banalidad. Es verdad que en la noche las luces aparecen en todo su esplendor, pues fué para eso que fueron creadas, justamente para alumbrar nuestras tinieblas, sin embargo, nada les impide que se enciendan para nosotros, en nosotros, cuando es día pleno, y nos guíen a través de las sombras que el sol proyecta en nuestras vidas.

quarta-feira, 11 de janeiro de 2012

"Los dos lados"

Es lo que sucede cuando se está de vacaciones: los días no tienen horas, sino que se transforman en largos espacios de tiempo de sosiego, libertad y "viajes" de todo tipo. Es el momento de soñar, de evaluar, de meditar, de revigorizar el alma, la mente y el cuerpo en la paz y seguridad de nuestro hogar; es nuestra oportunidad de olvidarnos de los jefes, las reuniones, los proyectos,  de picar el cartón y del salário ridículo... Ah, cómo es rico sentarse en la hamaca para contemplar el paisaje -cuando no hace un calor de matar, claro- balanceandose lentamente, el cuerpo relajado, aquella pereza tomando cuenta, cuchicheando en nuestros oídos que no hay prisa, no hay rutina, no existen obligaciones ni responsabilidades profesionales! Nadie está mirando por encima de nuestro hombro, a no ser aquella paloma gorda en el borde del techo del garage... Y qué es lo que sucede con tanto ócio, tanta falta de compromiso, tanta pereza? Uno termina olvidándose de que tiene un blog y que este blog tiene lectores que aguardan un nuevo postéo cada final de semana. No es que el mundo se vá a acabar si dejo de publicar un texto -mi blog no es TAAAAN importante así- pero encuentro una falta de respeto dejarlos esperando. Al final de las cuentas hay personas a las que les gustan mis crónicas e hicieron del hecho de leérlas una rutina agradable durante la semana. Entonces, voy a dejar de ser floja y voy a retomar el saludable hábito de escribir alguna cosa todos los días, lo que incluye este blog. Por suerte, el año pasado anduve escribiendo un montón, entonces créo que no voy a necesitar más usar textos antiguos y voy a aprovechar estos últimos. Parece que con toda esta reviravuelta en mi vida mi inspiración está a mil por hora y, ya que, mismo regresando al trabajo el dia 8 de febrero, lo haré con una actitud totalmente sin compromiso, créo que voy a poder continuar produciendo con más frecuencia y gusto. En realidad, voy a permanecer en la fundación hasta abril por una pura cuestión de conveniencia, para poder renunciar con algunas pequeñas ventajas, entonces, en verdad, no tendré ninguna ligación con ella o sus actividades, lo que me dejará libre y tranquila para escribir... Y tal vez, brevemente, tengan algunas sorpresas... Desgraciadamente, todavía no puedo contar todos los planes que tengo para este nuevo año porque temo que si las noticias escapan antes de tiempo alguien puede ponerme dificultades para que cumpla mis proyectos. Entonces, como la discresión es un tesoro inestimable para el éxito de nuestros planes, van a tener que esperar un poco más para saber lo que vá a pasar. Mi divorcio está casi saliendo, pero todas esas cosas burocráticas son sumamente demorosas y sólo nos roban la plata y atrasan la definición del proceso. Es duro tener que aguantar una situación por cuestiones legales cuando, en realidad, ella ya terminó hace tiempo... Pero como las cosas funcionan así por aquí, es mejor armarme de paciencia, optimismo y perseverancia. Lo que importa es que el nudo se desate, y que lo haga suavemente, no es verdad?...  
    Bueno, y después de dadas las debidas disculpas y hecha la promesa de mantener el blog actualizado, voy a la crónica de esta semana. También la envié al diario, pero estoy medio desanimada con ellos porque hace mucho tiempo -desde agosto del año pasado- que no me publican nada. No sé si se aburrieron de mí o si no le gusté a la nueva editora, el caso es que, por descargo de conciencia continúo enviando textos, pero con bastante menos frecuencia. No pretendo desperdiciar mi trabajo  enviándolo si no vá a ser publicado. Quién sabe no termino publicando sólo en este blog... Después de todo, hay que ponerse práctica en ciertos asuntos, no es verdad?...

Hay gente que está de vacaciones -como yo- y anda por ahí de shorts y camiseta, condoritos y una expresión sonriente, casi atontada, en la cara. Abren el portón de la casa y salen a la calle con un aire de total deslumbramiento, caminan despacio, mirando el paisaje a su alrededor como si fuera la primeira vez que lo ven; saludan a los  vecinos, llevan a los niños al parque y hasta se divierten con ellos, van al mercado sin reclamar y aprovechan para recorrer largamente cada corredor descubriendo todas las novedades que no tienen tiempo de ver el resto del año, van a la fuente de soda a jugar billar y tomarse unas cervezas con los amigos en plena tarde. Se levantan a la hora que quieren y comen porquerías que no son permitidas en época de trabajo, ven el partido de football o la novela desparramados en el sofá como gatos al sol, sin prepocuparse de la barba, el peinado, el maquillaje, la corbata. Se dan el lujo de sentarse en el porche al atardecer, de salir a pasear con el perro, de conversar con aquellos vecinos con los cuales raramente se cruzan durante el resto del año. Le dan una cortada al pasto, lavan en auto en día de semana o marcan hora en la peluquería... Respiran hondo y cuando se van a acostar esbozan una sonrisa beatífica al percibir que al día siguiente no van a tener que saltar de la cama cuando el despertador toque -sobre todo porque éste NO vá a tocar- para ir a la oficina, a la escuela,  a la tienda, al mercado...
     Pero también hay gente que todavía está trabajando y que entrará de vacaciones cuando los otros retornen a sus labores. Pues la ciudad tiene que continuar funcionando, prestando servicios, vendiendo, transportando, construyendo, creciendo... Y éstos andan por las calles con caras malhumoradas y sombrías, en una mezcla de desesperación y rabia, sudando a torrentes bajo el sol inclemente de este verano, con pasos rápidos y firmes, como queriendo acelerar la jornada, o entonces, con un andar descorazonado y lento, conformados con la eternidad absurda de cada día. Parecen cargar el peso del mundo sobre los hombros y no consiguen ser simpáticos, optimistas o serviciales porque se sienten injusticiados, despreciados, castigados por las fuerzas divinas, que parecen conspirar para estirar el año sólo para atormentarlos. Pasan el día llenos de envídia y frustración al ver a aquellos otros afortunados que pasean de bermuda y alpargatas, sin reloj en la muñeca, ni corbata o uniforme  estrangulandoles el corazón, los sueños, el cansancio... Y cuando sus miradas se cruzan, uno en la tienda tratando de agradar a un cliente, o digitando en el computador de la oficina de contabilidad, cargando cajas en el depósito o aguantando jefes delirantes y sin ninguna consideración; el otro en la vereda mirando las vitrinas o conversando relajadamente como no consigue hacerlo el resto de año, vestido desaliñadamente, tomando sus propias decisiones, sin reglas, inspecciones, reuniones, sermones ni reloj punto ahorcando su día, hay un segundo, una fracción de segundo, en la cual cada uno consigue verse en el lugar del otro: el que está de vacaciones siente un escalofrío recorrerle la espina dorsal y una debilidad en el estómago y las piernas al imaginarse de vuelta al trabajo. El otro, al contrario, se siente tomado por una onda de esperanza, de alivio, un temblor de revancha al imaginarse allí, en la calle, sin rutinas ni stress, sin horario de almuerzo ni omnibuses llenos... Ambos saben que en poco tiempo más ocurrirá el cambio de lugares y, mientras uno continúa sus vacaciones con una puntada de angustia por la repentina  certeza de que su descanso y su libertad serán encarcelados cuando llegue el final de mes, el otro se esmera en un trabajo cansador y mal remunerado con la certeza gloriosa de que su propio tiempo de descanso y libertad llegará brevemente, y entonces será él quien se detendrá a contemplar con ese aire de superioridad y compasión a aquellos otros que están de vuelta a la rutina.
    Sin duda, tener la oportunuidad de estar de un lado y del otro de la historia nos dá siempre la dimensión exacta de los acontecimientos, de las reacciones, sensaciones y sentimientos, tanto de los otros cuanto de nosotros mismos. Por eso, no sólo debemos aprovechar el lado bueno de una situación, también tenemos que aprender nuestra lección del lado malo.