sábado, 25 de abril de 2009

El elenco

Realmente, cuando las cosas se definen, parece que nuestro espíritu y nuestro cuerpo quedan más livianos, bien dispuestos y listos para enfrentar -y tal vez vencer- cualquier desafío... Es así que estoy sintiendome hoy, después de la primera semana de trabajo de verdad, pues finalmente empecé a ir a las escuelas para dar aulas de teatro y, al contrario de lo que temía, las turmas que conocí fueron simpáticas, bastante disciplinadas y se mostraron sumamente ansiosas y bien dispuestas a comenzar el trabajo, lo que me dejó muy animada (esto, fuera un encuentro maravilloso que tuve con un jardinero de una de las escuelas -y créo que ya sé quién fué que me lo puso en el camino- y que pretendo contarles brevemente). Todavía me falta conocer 5 turmas, y son de barrios bastante problemáticos, pero no quiero aparecer delante de ellos llena de miedos y preconceptos porque tengo certeza de que van a darse cuenta de mi estado de espíritu y esto no me va a ayudar en nada con el relacionamiento y menos aún con el trabajo. La cosa es entrar de frente, con el corazón abierto y toda la fé del mundo, pues ya está probado que el primer paso hacia el éxito es creér que este vendrá... Y yo créo en mí misma y en quien me colocó para realizar esta taréa, pues El debe pensar que voy a conseguirlo, entonces no pretendo decepcionarlo. Puedo reclamar, soltar palabrotas y desanimarme de vez en cuando, pero mientras sienta que hay algo mayor que yo apoyandome, voy a seguir adelante hasta alcanzar mi objetivo (y el de mis jefes, claro)...
Y aquí vá la crónica de esta semana. Espero que no tenga muchos errores de ortografía, mas si los tiene, van a tener que disculparme porque hablando el tiempo entero en portugués, mi español está saliendo bastante damnificado. Imaginen que ahora tengo que usar el diccionario para traducir del portugés al español, cuando antes era ao contrario!...

Poco a poco nos vamos acostumbrando a su presencia en nuestra rutina diaria y familiarizandonos con sus ojos, su manera de andar, su perfume, el tono de su voz, el estilo de sus ropas; empezamos a conocer sus horarios y su trayecto diario, su dinámica y, a veces, hasta su destino o su punto de partida... Todos los días al mismo horario, unos minutos más o menos, y más o menos en el mismo lugar, encontramos los personajes de nuestra vida, gente desconocida con quien cruzamos casi desapercibidamente y con la cual mantenemos una curiosa relación de miradas discretas y silenciosa complicidad... La viejita japonesa, de bastón, condoritos, calcetines y pañuelo de seda en la cabeza, que pasea todos los dias -cuando hace sol- por la cuadra de su casa. Las dos muchachas que van en bicicleta al trabajo y siempre hacen una paradita debajo de los árboles para fumar un cigarro y poner la conversación al día. El hombre que recoge cajas de cartón en su carrito, con el ojo casi cubierto por un enorme abceso que, mientras espera que la usina de reciclaje abra, duerme tendido en el pasto de la casa en frente, al lado de su perro. El muchacho con el uniforme de la gran tienda, impecablemente planchado y su identificación colgada al cuello, que aguarda en el paradero, soñoliento y de cabello todavía húmedo, la llegada del ómnibus. El ciclista de mochila roja que baja por la calle velozmente, seguido por su pequeño y saltón perrito, siempre a punto de ser atropellado por algún conductor descuidado. La mujer que siempre regresa de la féria con un nuevo macetero de flores. El empleado de la carnicería que refriega furiosamente la mugre dejada por los clientes de los anticuchos en la vereda de baldosas blancas mientras la dueña, atrás del mostrador de la caja, toda joyas, maquillaje y tacones altos, lo contempla con aire aburrido. El dueño del pequeño restaurante que, sentado en una de las sillas del local, espera la llegada de la cocinera -inmensa y exhuberante, sujetando su delantal y su toca rojos atrás del motociclista que la tráe- conversando con algún amigo que pasa rumbo a la panadería. El chiquillo flaco y quemado por el sol que llega temprano al lava-coches en su bicicleta reciclada y ruidosa y espera el comienzo del trabajo bebiendo un café y devorando un pan con mantequilla atrás del minúsculo mostrador. Los dos amigos, bien gordos y sudando a torrentes, que salen temprano para caminar por la marginal... Y así, podría colocar aquí centenas de ellos, más o menos importantes, que encuentro todos los días en las calles, en las tiendas, las plazas, los paraderos, en las puertas de las casas, los mostradores de consultorios y panaderías, en el mercado, en los bares... Personas sobre las cuales tejo historias con las informaciones que su rápido pasar por mí me ofrece, hombres y mujeres con quienes establezco un contacto tácito, una especie de encuentro marcado para comprobar cómo vá la vida; gente a la cual, después de algún tiempo, acabo saludando con un breve señal de cabeza o una sonrisa silenciosa... Con algunos hasta me hice más amiga a través de sus perros, lo que en algunos días nos proporciona unos minutos más de conversación agradable.
Y hay de todo en este escenario que es el lugar donde vivimos: personas alegres, personas tan enojadas que hasta dá miedo mirarlas, personas distraidas, tristes y cabizbajas, personas llenas de energía o casi arrastrandose por la vereda, jóvenes y viejas, pobres, abastadas, rápidas, lentas, llenas de motivación o sin ningún sueño, bulliciosas y discretas, sonrientes o profundamente abstraidas por sus preocupaciones. Personas con niños, con perros, con bolsas, debajo de quitasoles, en bicicletas, en autos, en motos, a pié, con taco alto, con zapatillas, con alpargatas, descalzas. Personas receptivas y personas tímidas, gordas, delgadas, bonitas, diferentes, muy feas o terriblemente atractivas... Y yo me pregunto, a veces, cómo sería mi vida si estos personajes no formaran parte de ella, como se quedaría mi caminada matinal, por ejemplo, si no encontrase a la viejita de bastón y pañuelo de seda, o a aquellas dos amigas que chismorrean y rezan el rosário mientras queman calorías, o si no cruzase con la muchacha seria y de uñas rojas a camino de mi trabajo. Será que mi visita a la peluquería sería igual si no encontrara allí a la señora Lucía y a su madre? O entonces, si en la féria no estuviera más la barraca de esa pareja donde compro mi lechuga francesa? De qué modo afectaría mi día no encontrarme con aquel chico que se sienta debajo de la caja de água del supermercado con la mirada perdida en el horizonte?...
Créo que normalmente no le damos la debida importancia a este"elenco" que acompaña nuestra jornada, pero si ellos repentinamente desaparecieran de nuestras vidas, no quedaría un vacío? Pues no forman ellos parte de nuestras experiencias, de nuestro aprendizaje? Su existencia no se entrelaza con la nuestra de alguna manera, ni que séa por algunos segundos, mientras pasan por nosotros? Y nosotros, no formamos parte de su dinámica, del cuadro en el cual se mueven, del paisaje que los rodeia y que se comunica con ellos?... La brevedad no es sinónimo de pobreza o superficialidad, no quiere decir que no pueda acontecer un contacto -un encuentro diario, mismo que breve, puede terminar creando un tipo peculiar de intimidad- una complicidad, una partija. La brevedad puede tener calidad y estos personajes, que mantienen estos cortos encuentros con nosotros pueden, a veces, significar toda la diferencia en nuestra rutina diária.

domingo, 19 de abril de 2009

La primeira ambición

Bueno, y por fin, mañana es el gran día: voy a encontrar por primera vez una de las seis nuevas turmas para las cuales voy a dar clases este año -y los próximos cuatro, creo yo, si mis jefes no cambian de idéa- Ahora, no sé muy bien quién debería estar más ansioso y asustado: si los alumnos, porque soy una profesora bien divertida y creativa, pero también muy severa y exigente, o yo, porque nunca dí clases para alumnos tan jóvenes (la faja de edad es de 11 a 14 años) y no sé si voy a conseguir conquistarlos con mi didáctica, que siempre fué dirigida a adultos, lo que significaria que muchos de ellos podrían abandonar las aulas antes de que termine el primer semestre (que con tanto atraso quedó reducido a dos meses en los cuales yo y todos los profesores del proyecto vamos a tener que parir milagros) porque no consiguen entender ni asimilar mi línea de trabajo, mismo que yo trate de simplificarla, o entonces, porque voy a arrojar a algunos por la ventana, pues ya no tengo más paciencia con los comportamientos típicos de esta edad y época... En fin, créo que voy a tener que pagar para ver. Esta primera semana va a ser más para conversaciones y explicaciones, para presentaciones, entrega y análisis de la apostilla de aula, entonces créo que vamos a tener tiempo para darnos cuenta si las cosas van a correr pacíficamente o si vamos a comenzar la tercera guerra mundial... El problema es que, mismo que alguien lance una bomba atómica, vamos a ser obligados a permanecer juntos hasta el final del año y a realizar nuestro trabajo de la mejor manera posible, entonces, créo que es mejor que yo prepare mi ánimo y mi creatividad para que todo corra de uma forma placentera, entretenida y, principalmente, productiva, que es lo que más le interesa a la "Cúpula del Trueno"...
Y aprovechando este último atardecer de calma, (porque a partir de mañana va a ser esta corrida de escuela en escuela por tres dias consecutivos todas las semanas) posteo la crónica de esta semana:

Por qué será que con el pasar del tiempo nuestras expectativas, nuestras metas, van volviendose más modestas y menos urgentes? Será que nuestro ímpetu y nuestra ambición disminuyen junto con los años? Será que cuando jóvenes superestimamos nuestras fuerzas, nuestra suerte, nuestras metas?... Créo que al principio estamos más preocupados en vencer, en obtener, en aparecer, en ganar un lugar al sol que realmente en vivir una buena vida. Es como, si antes de nada más, necesitáramos establecer una base segura y garantizar un futuro sin preocupaciones para después empezar a preocuparnos con la verdadera calidad de vida, con el equilibrio, la salud, con la paz y la felicidad... Sólo que con el pasar de los años nos vamos dando cuenta de que, sin conquistar primero estas últimas, de poco nos sirve tener las otras, pues somos incapaces de disfrutar de ellas por causa de las preocupaciones que la lucha por ser alguien delante del resto de la humanidad nos trae. No estoy diciendo que no debemos esforzarnos para vivir bien material, social y profesionalmente, pero la mayor parte de las personas acaba colocando esto como una prioridad y al final, percibe que realmente habría ganado más siendo menos ambicioso y más idealista. Es por causa de este tipo de stress que acabamos teniendo infartos, deprimidos, asustados, diabéticos, hipertensos, obesos, tristes y aplastados por exigencias absurdas, batallando con los otros por mas prestigio y poder... La disminución de las expectativas puede ser producto de desilusiones o fracasos, también es verdad, pero créo que en su mayor parte es debida a que, con la madurez, uno empieza a ver lo que es realmente importante y pasa a querer vivenciarlo, luchando para recuperar el tiempo perdido con tantas obligaciones y presiones que en nada enriquecieron la existencia... Cuáles recuerdos vamos a querer traer de vuelta cuando estemos viejos? Los de días modestos pero felices y productivos, llenos de significado y plenitud, o los de años y años de trabajo ingrato y aplastante, hasta con buen salario, pero sin el tiempo necesario para disfrutar ese salario? Nuestra existencia tiene que ser gratificante, inspirada, equilibrada, consciente de quiénes somos y de dónde estamos, debe interactuar con aquellos que nos rodean, conocidos y desconocidos, con la naturaleza y sus ciclos, debe estar abierta a las lecciones que la vida nos reserva e que ni siempre están atrás de un escritorio en una sala de una gran empresa o en un curriculum irretocable. Créo que la primera ambición que debemos tener y desenvolver es la de ser felices. Encuanto este sentimiento nos acompañar y guiar nuestras opciones, objetivos y acciones estaremos en el rumbo correcto y pocas cosas de las cuales nos arrepentir tendremos en nuestra vejez.

segunda-feira, 13 de abril de 2009

Aquella fotografía

Aconteció algo muy desagradable el sábado, cuando fuí publicar esta crónica: me apareció uno de aquellos letreritos demoníacos diciendo que había cometido algún tipo de acto ilegal o algo parecido y la crónica no fué publicada, quedando solamente el título... Completamente ridículo!... Otras veces ya me apareció ese aviso, pero la crónica fué publicada de todas maneras. Bueno, espero que hoy no suceda nada y que pueda postear el texto sin problemas. Entonces, allá vamos:

Otras dos sugestiones inteligentes de mi hermana: comunicar a los lectores del blog en español, que tengo otro en portugués con las mismas crónicas y publicar las crónicas que ya aparecieron en la Folha de Londrina, ya que quien está en Miami, República Dominicana o Manaus no las leyó todavía porque el diario no llega allá. En realidad, ya posteé dos de las que fueron publicadas en el diario, pero pienso que es bueno publicar las demás también, así los lectores no pierden ninguna... Bueno, estoy percibiendo que voy a tener que nombrar a mi hermana como mi relaciones públicas y mi agente, porque sólo a ella se le ocurren estas cosas que hacen que mi trabajo séa más divulgado. Ahora, tengo que confesar que, en realidad, siempre tuve unos tremendos problemas de creatividad cuando se trataba de "estrategias de marketing" porque siempre me dediqué tan solamente a crear. En la Fundación había personas encargadas de este departamento, entonces nunca tuve que gastar tiempo calentandome la mollera con estas cosas. Ahora, por suerte, tengo a mi hermana (A propósito, su nombre es Sofía y también escribe; sólo le falta decidirse a publicar sus textos, que son muy buenos) para preocuparse de esto... Créo que, como dice Paulo Coelho, el universo conspira para que las cosas funcionen cuando somos fieles a nuestros dones, a nuestra misión en esta vida y a nuestros sueños. El pone en nuestro camino todo lo que necesitamos para que seamos capaces de colocar en movimiento las energías que harán posible que nuestros objetivos se realicen... Sin embargo, hay una cosa: tan solamente nosotros podemos hacer esto, es una decisión nuestra y de nadie más, y las fuerzas que podemos mover a nuestro favor son exclusivamente nuestras, hechas para nosotros, entonces, si no hacemos nada, se quedarán estacionadas, inútiles, desperdiciadas en los planes de Dios y en la historia que nos corresponde vivir por causa de su movimiento... Entonces, qué tal abrir los ojos y tratar de percibir lo que nos rodea como un medio de desenvolver y alcanzar nuestros deseos? Está todo allí, sólo hay que tomarlo, y es gratis! Lo que nos pertenece nadie más podrá aprovechar, sin embargo, si no lo tomamos, nuestra existencia se transformará en una infinidad absurda de milagros dejados de lado y despreciados, y eso sería una inmensa ingratitud!... Y hablando de lo que el destino nos ofrece, aquí vá la crónica de esta semana (de nuevo!):

Siempre me llamó la atención el hecho de que sólo caemos en la cuenta de que estamos envejeciendo cuando, hojeando los álbums de familia, de repente nos encontramos con una foto de algunos años atrás y tomamos un tremendo susto, pues es casi como estar mirando a un desconocido, a una flor recién abierta y llena de vigor y esplendor... Y ahí se me ocurre la pregunta: por qué será que en nuestra rutina diaria el espejo no nos avisa sobre esta realidad, permitiendo que veamos una imagen más mental que física? Es como si poseyera alguna especie de magia que hace que no notemos ninguna mudanza en nuestro aspecto mientras nos pintamos la boca en la mañana o al darle una ojeada a nuestra vestimenta antes de salir para trabajar, mientras nos lavamos los dientes o depilamos las cejas en la ventana del cuarto. De la misma forma, cuando encontramos personas que no veíamos hacía tiempo, sufrimos un verdadero choque con su mudanza -a veces para peor, a veces para mejor- pero ni siquiera se nos pasa por la cabeza preguntarnos si ellas también no se llevaron un susto cuando nos vieron, tanta es la certeza de nuestra inmutabilidad. Curiosamente, la edad parece reflejarse en los otros, en el paisaje, en la moda, el lenguaje y en los avances tecnológicos, pero no en nuestra propia apariencia o desempeño. De alguna forma, estos parecen haber parado en el tiempo, impidiendo que nos demos cuenta de su avance inexorable... Las señales están por todas partes, pero nosotros preferimos ignorarlas y no impresionarnos cuando encontramos en la calle a un alumno que estuvo con nosotros una vez y hoy pasa manejando un automóvil, o empujando un cochecito de bebé o, vestido de terno y corbata, nos atiende desde detrás de un escritorio en el banco. Vemos las paredes descascarandose, los árboles extendiendo sus ramas, los edificios irguiéndose en dirección al cielo, los bebés naciendo, los adolescentes dejando las rebeldías para atrás y graduandose en la universidad, las novedades apareciendo sin parar, los números del calendario yendo hacia adelante y, mismo así, no tenemos real consciencia de que nuestro tiempo está pasando, de que estamos viviendolo, de que se está acabando. Las arrugas y las canas, el andar más lento y arrastrado y los achaques quedan para los otros, pues nosotros parecemos vivir en un perenne estado de juventud, como Dorian Gray, y nada consigue traernos a la realidad... a no ser aquella fotografía olvidada en un álbum, cruel, insobornable, inmutable. Entonces, corremos hasta el espejo -ese gran mentiroso- y miramos la imagen actual para comprobar los estragos que el tiempo ocasionó a partir de aquella otra, y toda nuestra historia transcurre delante de nosotros, dejando sus marcas, éstas que forman nuestras facciones hoy y que son llenas de significado, de lecciones, de experiencias buenas y malas, de victorias y fracasos, de regalos y pérdidas... Años de vida. El tiempo paró en esa fotografía, pero continuó corriendo para nosotros, dándonos y quitándonos lo que merecimos, conduciendonos rumbo a lo inexorable... ¿Es triste constatar este hecho? O es gratificante encontrarse con esta imagen de hoy, sabiendo lo que cada arruga y cada cabello blanco significan? La vejez, buena o mala, no es tan sólo consecuencia del transcurso del tiempo o de una decadencia natural, sino de nuestra historia, de nuestras acciones, de nuestras opciones y pensamientos, de nuestra fidelidad a los dones que nos fueron otorgados, del optimismo, de la felicidad vivida y compartida. Pero, principalmente, del amor.

sábado, 4 de abril de 2009

Abrir la puerta

Realmente, con este cambio en mi rutina está sobrandome una cantidad marvillosa y sorprendente de tiempo para sentarme aqui a escribir todo tipo de cosas, enviar e-mails, conversar con mi hermana y otras personas sin esa prisa de antes porque tenía que salir corriendo para almorzar e ir a trabajar... Ahora, tengo que confesar que cuando recibí todas estas novedades me quedé totalmente perdida y furiosa, porque me parecieron una falta de respeto -al final, nadie me preguntó si yo estaba de acuerdo con ellas!- y sentí que, de alguna forma, mi mundo se estaba desmoronando y que tendría un tremendo trabajo para reconstruirlo. Yo sabía que Dios tenía algún plan en su cabecita blanca, pero estaba resultándome muy difícil entenderlo y más todavía aceptarlo. Estaba tan enojada, resentida y humillada con todas estas mudanzas aparentemente tan arbitrarias, que hice una lista de las cosas positivas y de las negativas que esta nueva situación podría traerme y, sinceramente, si fuera a ponerlas en una balanza, el plato con las cosas negativas, cargadas con mi falta de comprensión y rebeldía, se habría venido al suelo de un viaje, porque en ese momento, lo poco de positivo que conseguí encontrar no tenía ningún peso. Cambio de rutina para mí es un verdadero drama -mismo sabiendo que después voy a conseguir acostumbrarme- porque me deja sumamente insegura, pero últimamente estoy aprendiendo a ver estos cambios como acontecimientos positivos y a tener un poco más de paciencia para ver cómo las cosas van a evolucionar (y sé que será para mejor, a pesar de mis recelos). A esto se suma esta enfermedad grave e incurable que desenvolví con los años, llamada "optimismo", entonces las situaciones nuevas ya no me causan un espanto tan profundo ni prolongado. La prueba de este hecho?... Bueno, a medida que fueron pasando los días, y después del primer impacto brutal, empecé a escribir las cosas positivas que iban apareciendo en mi lista y, adivinen? El lado negativo fué quedandose menor, menor, menor... y hoy estoy toda animada con las nuevas posibilidades que van revelándose delante de mí a medida que el tiempo transcurre. El salario es el único detalle que todavía me perturba, pero si me organizo bastante, voy a conseguir pagar mis deudas y aún comprar "algunas cositas"... Y de paso, con certeza esto me vá a enseñar a no andar gastando, confiando en promesas de políticos y otras criaturas similares...
Cuando abrí este blog la intención era postear una crónica -o más- todos los sábados o domingos, pero con tanto trabajo nunca lo conseguía (ya vieron los horarios de alguien que trabaja con arte?). Hoy, tengo la mañana entera para sentarme aqui y escribir con toda calma y placer... Conclusión: las mudanzas, por más radicales o extrañas, inesperadas e irritantes que puedan parecer en un principio, siempre son buenas. Algo de positivo, de renovador y creativo siempre nos aguarda atrás de una nueva puerta.
Y la crónica de hoy:

Vuelvo de la academia y al doblar la esquina me encuentro con aquella chiquillada toda saliendo del portón de dos casas vecinas, con las manitos tomadas, lideradas por una niña un poco mayor que los otros. Están en una alegría sin tamaño, riendo y gritando, saltando, despidiendose con excitados gestos de las madres que, soñolientas y arrebujadas en sus chalecos de lana, sonrien y les dan todo tipo de recomendaciones... Curiosa delante de tanta agitación y felicidad, disminuyo el paso para saber el motivo. La desordenada y ruidosa fila -con la niña mayor al medio, toda seria e importante en su misión- pasa a mi lado, llamando un último niño, de gorro hasta las orejas , bufanda colorida y guantes, que se quedó más atrás y ya se aproxima corriendo, las aletas del abrigo volando como pájaros asustados. Yo me hago a un lado para dejarlo pasar y me quedo parada allí, obervandolos mientras se alejan... Cuánta emoción en sus caritas! Ojos brillantes, corazones acelerados, piernas con una prisa llena de expectativa, brazos y manos agitandose como para apresurar el tiempo y acortar la distancia, murmullos y risas excitados, los cuerpos casi estallando de tanta emoción contenida... "Pero cuál es la aventura?", me pregunto, empezando a sentirme contagiada por toda esa ansiedad. Entonces, escucho a una de las madres avisar: "Si el parque está cerrado se vuelven altiro y no se me quedan jugando por ahí, me entendieron?"... Inmediatamente, la imagen viene a mi mente: el parque de juegos a que ella se refiere es ese que queda en la pequeña plaza al lado del mercado, a dos cuadras, doblando la próxima esquina. Está sucio y descuidado, la arena llena de hojas secas y mugre, los bancos quebrados, la reja de alambre chueca y agujereada por vándalos, y parece que el portón de entrada tuvo un encuentro cercano del tercer tipo con un camión; pero de todas maneras, todavía ostenta con bravura sus viejos y descoloridos juegos de metal que, a pesar de todo, actúan como un anzuelo mágico para los niños de la vecindad, que no quieren saber de belleza, sino de diversión.
Sonrío y me alejo del grupo bullicioso, admirando su coraje y determinación para pasar algún tiempo jugando en aquella tierra de nadie.. Y allá van, rumbo a su aventura, pasando por lugares desconocidos, encontrando personajes extraños, espiando esos monstruos de cuatro ruedas que parecen reinar, amedrentadores y absolutos, en el asfalto negro y brillante. Allá se van, vibrando, tomados por aquella sensación impagable de estar creciendo, enfrentando la vida y sus desafíos, en ese glorioso inicio de independencia de los más viejos, en aquel aliento tembloroso de salir en busca de la felicidad y de la realización... Hoy será en los juegos del parque de arena a dos cuadras de casa. Mañana, en el salón de fiesta del club, hasta media noche. Después, en los corredores de la universidad. Más tarde en un trabajo, tal vez en ciudades aún más lejanas y desafiantes. En el amor, arriesgando el corazón para cambiar los lazos del pasado por una nueva familia... Mientras busco la llave en el bolsillo, me pregunto si conservamos a lo largo de nuestras vidas -ni que séa allá en el fondo- alguna chispa de aquella alegría virgen y original, de aquella emoción risueña y llena de optimismo de nuestra infancia, cuando nos encontramos con la oportunidad de la aventura, de lo desconocido y de la conquista que la vida nos ofrece, o si preferimos encarar nuestro futuro llenos de miedo y pesimismo, sin fé en nuestra capacidad de salir adelante y ganar nuestro lugar en la historia, de ser felices y amados... Meto la llave en la cerradura y la hago girar. Ella emite un chasquéo y la puerta se destranca. Paro y pienso: "Es el sonido del futuro que se avecina y solamente yo tengo el poder y las ganas de hacer que acontezca"... Y mi corazón retorna a la imagen de aquellos niños que, con las manos tomadas, rostros brillantes y llenos de alegre prisa, salen a camino de su aventura. Y concluyo que es así mismo que yo quiero abrir la puerta y entrar en todo aquello que me espera.