sábado, 30 de novembro de 2013

"Nuevas historias"

    Acabé de revisar las visitas en mi blog de cuentos y me quedé realmente feliz. No es que colapsaron la red, pero me dejaron muy animada -recuerden que éxitos modestos a veces son los mejores porque podemos administrarlos equilibradamente- para seguir invirtiendo en esta línea de  texto. Fuera eso, estoy con una cantidad enorme de ideas para desarrollar, inclusive encima de unos cuentos que ya escribí hace más de treinta años a los que, definitivamente, se les puede sacar muy buen provecho... ¡Pero cómo hay material en este país para escribir! Parece que en cada esquina te topas con una historia. La inspiración no deja de fluir... Y ahora que, finalmente -máximo de aquí a quince días- vamos a mudarnos para nuestro propio espacio, en el cual tendré mi pequeño estudio con una vista rutilante del cielo y la cordillera en un vigésimo noveno piso, imaginen si no voy a ponerme a escribir como una loca... ¡Mal puedo esperar! Podré sentarme cómodamente en mi escritorio, tal vez con las perritas (que adoptamos ayer y nos van a entregar luego que nos cambiemos) a los pies, poner mi música clásica o gregoriana -nada que me distraiga ni me haga querer salir bailando por ahí. Eso sólo cuando esté haciendo el aseo o el almuerzo- dar un suspiro bien hondo, echarle una miradita a mi amada cordillera y ponerme a trabajar hasta que se me acalambre el brazo... ¡Porque recuerden que yo escribo los originales a mano! Por no tener mi propio pc y mi hija ocupar constantemente éste, que es de ella, tuve que decidir volver a escribir a mano si quería producir alguna cosa y pasarlo a los blogs los fines de semana y feriados, cuando ella trabaja y me quedo sola el día entero. Pero al contrario de ser una lata, como pensé, resulta que es sensacional. Vuelvo a tener esa intimidad, esa concentración y comodidad (se puede llevar un cuaderno y una lapicera a cualquier lugar sin miedo de que te la roben) que tenía cuando empecé  a escribir, a mis doce o quince años...
    Bueno, la cosa es que me animé mucho con las visitas a mi blog reactivado y estoy toda inspirada para continuar con el trabajo, entonces ¡sigan acompañándome ustedes también! Verán que va a valer la pena... Espero.
    Y aquí va la crónica de la semana:

    ¡Cuántas personas se mudan para iniciar una nueva vida!... Salen de sus casas, de sus barrios y ciudades, de sus países natales y se lanzan a la aventura de conquistar otros territorios, de conocer a otras personas, de lanzar las semillas de sus sueños  en otras tierras, confiando que éstas sean fértiles y los hagan florecer. ¿Pero qué es lo que las lleva a tomar esta decisión tan radical? ¿Dificultades financieras?¿Decepciones amorosas? ¿Sueños materiales, espirituales, sentimentales? ¿Deseos de reencuentros, arrepentimientos, nostalgia? ¿O simplemente el ansia por la aventura, por lo desconocido, por el desafío? ¿La sed de vivir en perpetuo descubrimiento, la incapacidad de sentar raíces?... Supongo que hay opciones para todos los gustos, porque nadie abandona lo que conoce sin un buen motivo, y partir ya no es ningún drama ni una aventura amedrentadora como antiguamente. El ser humano tiene esta capacidad de establecerse en cualquier rincón, no importa lo inhóspito o distante que pueda ser, y construir un hogar para él y los suyos, echar raíces, crear tradiciones, escribir historias y sobrevivir, aprender, compartir en cada lugar donde arriba. Hace amigos, crea comunidades, instala negocios, planta, construye, deja su huella. Estoy convencida de que si el hombre hubiera decidido permanecer en un solo lugar desde su nacimiento hasta su muerte mucha cosa habría dejado de acontecer, la historia habría avanzado más despacio, estaríamos más aislados, la comunicación sería más difícil y habría mucho menos territorio conquistado en el planeta.
    Moverse es una necesidad de la propia existencia. Se mueven los mares y los vientos, las nubes, las manadas, las arenas, las estaciones y el ser humano tiene que acompañar este movimiento, tiene que empezar una y otra vez, necesita ser desafiado, posee demasiado potencial como para ocuparlo o enterrarlo en un solo lugar. Los más viejos pueden permanecer, después de haber vivido sus viaje y aventuras y haber sembrado sus semillas, pero los más jóvenes están destinados a desplegar alas y buscar otros horizontes para escribir nuevas historias y cosechar nuevos campos.

sábado, 23 de novembro de 2013

"Uno de esos viejitos"

    ¡Y finalmente, amigos míos, mañana voy a postar el primer cuento de mi nueva -y ahora periódica, si no me falla la inspiración- producción literaria!... Dicen que más vale tarde que nunca, y espero que ustedes lo consideren así. Es verdad que escribir cuentos puede ser más difícil porque estoy muy acostumbrada con las crónicas, que son más pensamientos o reflexiones sobre personas o acontecimientos, pero la verdad es que estaba examinando mis textos y me anduve dando cuenta de que hay unas crónicas que son harto parecidas a cuentos, entonces tal vez no tenga tantos problemas así. La mayor diferencia será, a lo mejor, que los cuentos tienen un final (o por lo menos a mí me gusta que lo tengan) personajes y escenarios, diálogos y algunas cosas que yo controlaré y que serán bien definidas. Sólo espero que no se transformen en "más de lo mismo", quiero decir, otro blog de crónicas, a pesar de que con las historias nao pretendo hacerlos reflexionar ni nada parecido, sino solamente divertirlos. Ahora, si pueden sacar algo positivo de ellas, como espero que lo hagan al leer las crónicas, estupendo. Pero estos textos son solamente una variación, otro camino de los tantos que ha tomado mi vena literaria, porque ya hice piezas de teatro, músicas, discursos, cursos, monólogos y todo lo que me cayera en las manos y que necesitara ser escrito. Creo que el estilo no cambiará. Será una parte mía que todavía no conocen y sinceramente espero que la disfruten. No lo olviden: mañana, vayan a "pazaldunate-historias.blogspot.com" y vean lo que les preparé. Después me cuentan.
   Y como aperitivo para el gran evento, aquí va la crónica de la semana.


    Me llama profundamente la atención la cantidad de personas de edad que viven solas en esta ciudad. En verdad, no sé si es un fenómeno a nivel mundial o aquí es más notorio, pero el hecho es que hay mucha gente que está tomando la decisión de vivir sola, mismo no siendo tan joven, y si esta decisión antes era vista como algo triste, sinónimo de abandono y soledad, hoy es un símbolo de independencia,, de confianza, de capacidad física y mental para continuar a gobernar la vida con equilibrio, alegría y perspectivas positivas. Los más viejos vislumbran un futuro activo y feliz, lleno de desafíos, de amigos y actividades que los mantienen lúcidos e independientes, y esta es una victoria que tal vez nunca esperaron alcanzar. Buena parte de ellos trabaja, sale con sus amigos, viaja y hace compras sin tener que depender de nadie para esto... Pienso que tal vez es por eso que las personas están viviendo más y no tan sólo por los avances de la medicina. La calidad de vida no ha mejorado solamente para el cuerpo de estas personas, sino también para sus mentes y espíritus y todos sabemos que un espíritu en buen estado hace que el cuerpo funcione mucho mejor. No digo que no tengan sus achaques y limitaciones, pero ellas son mucho menores y menos invalidantes que antiguamente. Creo que los más viejos no se sienten más unos estorbos que deberían ser excluidos de las vidas de sus parientes, sino que tienen derecho a compartir con ellos y a llevar una existencia más larga y mejor, a pasarlo bien, a enamorarse, a viajar y descubrir, a envolverse en nuevos proyectos. Sienten que pueden hacer planos, soñar, realizarse en áreas en  que no tuvieron oportunidad de desarrollar en su juventud, y esto es fantástico porque entonces vemos cada día menos ancianos deprimidos y derrotados, enfermos y vegetando en cuartos obscuros, abandonados en asilos. No, ahora los encontramos trabajando, divirtiéndose, amado, preocupados con su visual, contribuyendo efectivamente para el crecimiento y el progreso de la sociedad en que viven, y encuentro una bendición que esta sociedad les esté dando el lugar y la importancia que se merecen y que ellos estén aprovechando esta oportunidad sin miedo ni prejuicio.
    Sinceramente, me va a encantar llegar a ser uno de estos viejitos.

domingo, 17 de novembro de 2013

"Alguien en quien confiar"

    Bueno, finalmente me estoy poniendo a trabajar en ese asunto de los cuentos, porque ya hace un tiempo que les vengo prometiendo que voy a volver a publicar historias en el otro blog que tengo y todavía nada... Ideas no me faltan, tiempo tampoco, y ahora tengo todos los fines de semana y los feriados enteritos para mí porque mi hija trabaja en estos días, por lo que me quedo sola el día entero y puedo dedicarme todo el tiempo a escribir. Como pretendo empezar a participar en concursos de cuentos a partir de año que viene, tengo que tener material para esto, entonces, fuera entretenerlos a ustedes, voy a poder enviar estas historias a los concursos también. Eso se llama unir lo útil a lo agradable. Como volví a escribir los originales a mano, puedo hacerlo durante la semana y los sábados y domingos los paso al blog o los envío a los concursos... Es divertido, pero mismo teniendo la ventaja de un computador para redactar los textos, he descubierto que aún me siento mucho más relajada y con esa sensación rica de intimidad si lo hago a la moda antigua: en un cuaderno universitario de aritmética y con una lapicera de gel. Y creo que mismo cuando tenga mi propio computador voy a continuar escribiendo a mano. Es una sensación muy especial, pero creo que sólo quien ya lo ha hecho podría entenderlo. Quien aprendió a escribir desde chico en un computador debe pensar que es un esfuerzo y una demora que no valen la pena... Bueno, una de las ventajas de ser más vieja: uno todavía disfruta de lo "artesanal", de esa conexión amorosa, serena y tan coloquial con lo que hace.
    Y aprovechando el silencio de este domingo de votación, que con certeza en la noche será quebrado por la celebración de los ganadores de la elección, aquí va la crónica de la semana:


    Todos los días, como a las ocho de la mañana, él ya está en su lugar, sentado en  el taburete bajo, con el quitasol abierto -no importa si está nublado- leyendo calmadamente el diario, a espera de clientes. A veces hay un perrito saltando y correteando a su alrededor o echado entre sus piernas, y de vez en cuando él lo acaricia y le murmura algunas palabras mientras esboza una sonrisa que le ilumina el rostro rudo y curtido. La dueña del perrito trabaja en un restaurante justo atrás de su puesto y a cada cierto tiempo sale a llamarlo o ver dónde está. Se para con las manos en la cintura del delantal y echa la vista por el lugar en busca del animal. De paso, le sonríe al hombre y lo saluda brevemente. Se queda como esperando alguna cosa, pero él continúa leyendo su periódico y al fin ella se da por vencida y y regresa con paso firme y rápido al restaurante. Todos los días es la misma cosa. Pero parece que el animalito no sirvió como señuelo.
    Cuando van llegando las nueve, nueve y media, horario en que abren las oficinas, comienzan a aparecer los clientes. El hombre se endereza, deja el diario a un lado, hace crujir los dedos y la espalda, y empieza a disponer su material de trabajo: cepillos, latas de cera negra, café, incolora, franelas, escobillas; le da una sacudida al almohadón lustroso donde los clientes se sientan, confiere el quitasol, se amarra el delantal de cuero y se restriega las manos, soltando un corto suspiro de pura determinación... Y llega el primer cliente. Se nota que se conocen hace tiempo. Se saludan como viejos amigos. El caballero toma asiento, arrebujándose en su fino abrigo, y pone el pié en el apoyo. Inmediatamente el hombre empieza a escobillarle los zapatos con gestos diestros y veloces, sin mirarlo. Entonces, el cliente se inclina un poco y le dice algo. El lustra botas le contesta en voz baja, sin erguir la cabeza. El caballero continua hablando, aparentemente contándole algo muy importante y confidencial, a lo que el lustra botas responde con algunos comentarios sueltos. Más parece escuchar que proferir opiniones, manteniendo su atención en los zapatos, que van quedando brillantes y suaves. En realidad, las frases del lustra botas parecen traducirse en el zumbido de las escobillas, el roce rítmico y enérgico de la franela, y el tintineo de las tapas metálicas de las latas de cera. Y realmente suenan como palabras o signos de entendimiento ante la conversa del caballero... Luego, el trabajo está terminado: zapatos impecables, como nuevos, brillantes y olorosos. El caballero sonríe, satisfecho, y se levanta del asiento mientras busca el dinero para pagar. El lustra botas lo recibe con un gesto breve y por primera vez mira al cliente a la cara y sonríe.
    -Que le vaya bien, pues, don Arturo- expresa, guardando el billete en el delantal.
    -A usted también. Hasta mañana.- le responde el señor, empezando a alejarse.
    Y así sigue la lista de clientes, todos elegantes y de voces educadas, que aprovechan el corto tiempo de la lustrada para confesarse con el rudo lustra botas, quien mantiene el diálogo con las cepilladas y restregadas. Yo los miro al pasar y me pregunto sobre qué le hablarán estos señores a aquel hombre, al cual a mí jamás se me ocurriría confesarle ni el nombre de mi desodorante... Sin embargo, algo debe tener que los impele e abrirse, a contarle, a confiar en su discreción y  sabio consejo, pues se alejan del puesto más livianos y sonrientes, más tranquilos, y con certeza no es solamente porque sus zapatos están brillantes.
    ¿Pero quién puede ser nuestro confidente? ¿Quién cumple esos requisitos? ¿Y por qué lo escogemos? ¿Qué es lo que nos lleva a abrirle el corazón a un extraño, a una persona que, aparentemente, puede saber menos que nosotros? ¿Cómo lo encontramos? ¿Cómo lo reconocemos?... El dentista, la peluquera, la colega de oficina, la dueña del mini market, la chica que hace el aseo, la secretaria... ¿Por qué confiamos en ellos? ¿Y por qué ellos acceden a escucharnos, a aconsejarnos, a apoyarnos? ¿Por qué y cómo se crea esta intimidad si no tenemos ningún lazo que nos una?... Supongo que es porque los seres humanos pertenecemos a dos grupos -de entre otros tantos  de los cuales formamos parte-: los que necesitan hablar y los que saben escuchar. Y así como nosotros encontramos a nuestros confidentes y con ellos nos desahogamos, ciertos de que seremos comprendidos, apoyados y aconsejados, otras veces alguien nos encuentra y se confiesa con nosotros con la misma certeza. Por eso debemos estar preparados para desempeñar ambos papeles, porque así como necesitamos aprender a hablar, también necesitamos aprender a escuchar.

domingo, 10 de novembro de 2013

"Tiene que valer la pena"

    En una repisa encima de mi escritorio tengo una tablita artísticamente cortada y barnizada en la cual se lee este pequeño verso en letras negras cursivas: "Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo cambiar y sabiduría para reconocer la diferencia entre estas dos cosas"... Y debo decir que, últimamente, he mirado muchas veces a esta tablita y respirado hondo, porque he enfrentado momentos y dilemas, decisiones y batallas en las que he debido usar estas palabras. La vida no es fácil, pero no por eso tenemos que volverla aún más difícil. Al contrario, tenemos que aprender a ahorrarnos disgustos innecesarios, encuentros desagradables, relaciones inútiles o desgastantes. ¡Es tan breve nuestro tiempo aquí!... Entonces hay que hacerlo rendir, hay que ser feliz, hay que crecer y cumplir nuestro destino; cada uno el suyo, con sus penas y alegrías, para poder llegar al final lo más entero que se pueda, realizado, sin resentimientos o deudas que amarguen nuestra partida. Así la cosa va a haber valido la pena. Y creo que las personas hacen las cosas para que valgan la pena, para tener algún resultado y no para frustrarse o hundirse.
    No se preocupen, no me estoy poniendo morbosa ni pensando en mi muerte o cosas parecidas. Es que los últimos conflictos por los que he pasado -y que están siendo exitosamente resueltos, mismo si duele- me han hecho pensar en cómo nuestra vida debería ser encarada y vivida, para nuestro propio bien. Y también me he dado cuenta de cuánta gente hay por ahí que vive una desgracia permanente, que no consigue ver un futuro y se entierra en la depresión, cuánta gente que sólo reclama y se victimiza en vez de hacer algo por salir adelante... Hay que vivir bien en todos los sentidos, pero nadie dice que esto es fácil. No, tal vez requiere mucho más esfuerzo que vivir mal, echarse a morir o culpar al mundo por una historia en la cual las opciones no fueron las más acertadas. Pero eso tiene remedio, nunca es tarde para levantarse. Lo único que no tiene remedio es la muerte, como decía mi sabia abuela...
    Y dejando estas consideraciones para continuar meditando sobre ellas después de almuerzo, aquí va la crónica de la semana, con una preciosa selección de músicas de Bach como fondo...
 
 
    Pienso en nuestra mortalidad y nuestra brevedad, que son al mismo tiempo una maldición y una bendición, y llego a la conclusión de que si, por un lado pueden llevarnos a cometer locuras en el intento de vivir todo lo que se pueda antes de envejecer, de enfermarnos o volvernos dependientes, de morir, por otro lado pueden transformar nuestra existencia en algo precioso, rico y pleno, que deje un legado valioso... ¿Pero cómo puede ser esto, si la muerte es una previsión tan cruel y traicionera, tan inmutable? Pues justamente por eso, porque el hecho de saber que vamos morir puede ser totalmente deprimente, aterrador o enloquecedor y parecernos arbitrario e injusto... Parece una paradoja, ¿no es cierto?... Pero yo pienso que, ya que es así y no podemos cambiar esta realidad, entonces nuestra vida tiene forzosamente que valer la pena: tenemos que hacer lo posible para encontrar cosas y personas admirables, para hacer que acontecimientos positivos y especiales sucedan -con nosotros y con los demás a través nuestro- tenemos que aprender a valorar cada día, cada momento, cada lección; debemos empeñarnos para crecer y compartir lo bueno que tenemos, lo bueno que aprendemos o que alguien nos enseña. Tenemos que desenvolver nuestros talentos y donarlos a quien los necesite, pues por algún motivo nos fueron dados. Precisamos estar atentos a los milagros -sobre todo a esos chiquititos de cada día- a las lecciones, los descubrimientos y encuentros, porque a Dios le encanta colocar muchos santos y ángeles a lo largo de nuestro camino y si no prestamos atención, podemos dejarlos pasar.
    Si dura tan poco, esta vida tiene que ser, definitivamente, especial, completa, serena, feliz. Vivir lo que no nos corresponde sólo para decir que lo vivimos, para "no perder la experiencia", no nos va a ayudar a sentirnos más realizados, útiles, integrados o felices. Tenemos que aprender quiénes somos y qué es lo que realmente necesitamos para alcanzar el equilibrio, la sabiduría, la paz y, finalmente, la felicidad que merecemos. Esta es nuestra verdadera misión en cuanto estamos aquí, fato del cual no solamente nosotros mismos nos beneficiaremos, sino también lo harán todos los que están a nuestro alrededor.

domingo, 3 de novembro de 2013

"La culpa no es del cerdo, sino del que le dá el afrecho"

    Este título me salió medio largo, pero se me ocurrió que si le ponía solamente "la culpa no es del cerdo...", había gente de otros países que no iba a entender, ya que este dicho es típicamente chileno, entonces intenté "internancionalizarlo" para que no se perdiera el significado. Pero supongo que al leer la crónica, van a entender de qué se trata. He visto muchos así, y dicho sea de paso, esto empieza a parecer una moda que, espero, no cunda, porque el futuro se volvería desastroso con ese tipo de gente andando por ahí y contaminándolo todo. Al mismo tiempo, es un alerta para los padres que, por una razón u otra, crían hijos así. A veces hay que parar y ver qué es lo que se está haciendo y por qué, pues podemos olvidarnos de nuestros hijos por preocuparnos demasiado de nuestros propios conflictos. Estas dos cosas tienen que estar separadas cuando se trata de la educación de los hijos. Nadie está exento de problemas personales, pero tenemos que tener claridad suficiente como para no permitir que éstos echen a perder el futuro de nuestros hijos.
    Como ven, hoy estoy totalmente comprometida con la causa de la educación y el futuro, pero es que realmente me preocupa ver a tantos jóvenes víctimas de actitudes negativas y hasta autodestructivas por causa de una educación deficiente donde el ejemplo de los padres, en vez de ayudar, apoyar, guiar y contener, sólo trauma, aleja, deprime y amarga. Creo que nuestros hijos, que van a comandar el futuro de este país, del mundo, no merecen esto.
 
 
    El muchacho tiene una mirada  entre triste, enojada y desilusionada, de profundo y asustador hastío, de un desprecio tan profundo que parece rodearlo como un aura densa y turbulenta. Despeinado y barbudo, vestido como un mendigo, cargando una mochila hedionda a mil orinas, sudores y restos de comida, usualmente no se sientas en las sillas o sofás, sino en el suelo, tal vez como un silencioso y tácito protesto contra la sociedad hipócrita y consumista en la que está obligado a vivir, o entonces, porque en el fondo, piensa que es allí donde merece sentarse. Sus gestos son desmañados, lentos, siempre medio cansados, indefinidos. Su voz es una especie de lamento que a veces se alza como un ladrido, un sonido ronco, rebelde, ahogado por una impotencia que no consigue expresar y mucho menos aliviar. Su hablar es llorón, irritado, sembrado de palabrones; siempre se refiere a los otros o a los acontecimientos con desdén y una obscura rabia que no se sabe de dónde viene. Observa al mundo desde una suerte de pedestal-prisión que le da la ilusión de que está encima de todo, de que, mismo en su miseria espiritual, es mejor que los demás, a despecho de su negatividad e improductividad... Porque nada hace a no ser criticar, insultar, desdeñar. No aprende, no enseña, no se conmueve con nada. Reclama dinero, pero no trabaja para ganarlo, a pesar de estar en edad de hacerlo. Trata mal al mundo -inclusive a sus padres- porque siente que el mundo lo ha tratado mal y tiene que vengarse de alguna forma. Todo es injusto para él, la roba la iniciativa, los problemas le caen encima como aludes que no consigue esquivar y lo dejan paralizado, sin salidas, sin apoyo... Siente que no tiene salvación, pero quiere llevarse al resto del mundo con él en su  empresa suicida, porque el éxito y la felicidad de los demás le parece ingenuo, inútil, sin valor, una manifestación capitalista, efémero e inalcanzable. No percibe sus talentos, desperdicia las oportunidades, no tiene fe, iniciativa, gratitud. Para él, todo está terminado aún antes de comenzar, porque nada vale realmente la pena...
    Yo lo contemplo en silencio, con el corazón apesadumbrado, y me pregunto de dónde viene todo eso, por qué sus experiencias son tan negativas siendo aún tan joven, por qué tiene esa visión derrotista y lúgubre del mundo que mal conoce y de las personas; por qué no quiere luchar, crecer, salir adelante, ser feliz...Entonces desvío la mirada hacia las personas que están sentadas a su lado: sus padres. Y tengo la respuesta.