domingo, 27 de novembro de 2016

"Es una vergüenza"


    Descubrí que todo el esquema del blogger dio una cambiada y estoy medio enredada con la novedad, pero aquí estoy, tratando de arreglármelas... Vamos a ver lo que sucede...  Imagínense, para mí ya es complicado manejar estas cosas de computador, entonces cuando cambia, justo cuando uno se acostumbró, ¡es un tropiezo y tanto!... ¡Pero vamos, que se puede! La cosa es que ustedes lo puedan leer...


    Es divertido cómo podemos ser tan contradictorios. Reclamamos hasta por los codos cuando tenemos que hacer algunas cosas como lavar ropa, ir al mercado, hacer aseo o dar una vuelta con las mascotas, sin darnos cuenta de que, sí, podemos hacer todo esto y mucho más, y de que esto no es un castigo o una maldición sino un privilegio. Porque, efectivamente, PODEMOS HACERLO... Es increíble, reclamamos porque podemos. ¿Y qué? ¿Acaso preferiríamos no poder? ¿Estar presos en una cama, en una silla de ruedas, víctimas de alguna enfermedad degenerativa y terminal?... No apreciamos ni nos sentimos agradecidos por el hecho de ser capaces de lavar ropa, ir al mercado o salir a pasear y disfrutar el paisaje con nuestras mascotas. Porque hay mucha gente que no puede. Y a pesar de esto se sienten mucho más contentas y gratas que nosotros, que a todas las ventajas y posibilidades les encontramos un problema.
    Tenemos que aprender a darnos cuenta, a tener consciencia de lo afortunados que somos, de las innumerables posibilidades que tenemos. Precisamos aprender a sentirnos felices por todo lo que podemos hacer, porque podemos hacerlo, porque tenemos la oportunidad de escoger. Podemos darnos ese lujo. Tenemos mucho. En realidad, lo tenemos todo y mismo así necesitamos el ejemplo de aquellos que lo han perdido casi todo para tragarnos nuestras quejas y empezar a agradecer y disfrutar lo que tenemos.
    Realmente, es una vergüenza.

domingo, 20 de novembro de 2016

"Mi camino"

    Hoy hay más cuentos, finalmente, porque junto con el control, la seguridad, la serenidad y el equilibrio que se afirman lentamente en mi vida, la inspiración vuelve, rápida y clara y, a pesar de que aún hay algunas batallas para ser libradas, creo que esta ya está ganada, gracias a Dios... Entonces, aprovechando que el departamento aún está silencioso (mi hija duerme hasta más tarde hoy) y el clima agradablemente fresco, ya me siento aquí antes de ponerme a hacer cualquier otra cosa como picar tomate y freír cebolla, y publico lo que prometí. ¡Espero que lo disfruten!... Vayan a pazaldunate-historias.blogspot.com y tengan algunos momentos de lectura agradable.




    Estaba acordándome del primer -y único- concurso de cuentos en el que obtuve un premio: (bueno, tal vez si participase más tendría más chances de ganar algo más) Mención honrosa con derecho a publicación en el libro del concurso. Y ahora veo que fue, realmente, una especie de crónica, o por lo menos un temprano ensayo de una. Se trataba de la historia del funeral de mi abuelo materno y del dolor callado, profundo y humilde de un hombre que había trabajado para él durante muchos años. No recuerdo si aquella fue la primera vez en que conseguí identificarme tan profundamente con alguien a mi alrededor, pero sí me acuerdo que todo lo demás del sepelio se desvaneció cuando lo vi a él y su expresión de inconsolable e inmensa pena cargando el ataúd a la salida de la iglesia de Melipilla... Entonces me pregunto: ¿será que fue allí el despertar de este don de identificarme con las personas y sus historias que tengo hasta hoy?... Y como es la única vez que he ganado algo escribiendo, ahora pienso: ¿sería eso una señal?... Lo escribí con tanto sentimiento, casi sin fantasear, y recuerdo haberme sentido profundamente realizada cuando lo terminé y envié. En aquella época yo era totalmente adepta a la creatividad alejada de la realidad, a la invención -sin saber que, mismo lo que se inventa contiene partes de nuestra verdad- porque pensaba que escribir para el público era eso. Otra cosa no les agradaría o interesaría... Y me veo hoy, sólo buscando y encontrando -recibiendo- material para mis cuentos y crónicas tan sólo de la vida real, de las personas y situaciones que descubro a mi alrededor. No me imagino inventando personajes e historias como lo hacía en mi adolescencia. Tal vez esto se deba a que estos encuentros con la realidad son los que me han traído las lecciones, experiencias y las recompensas que me han hecho madurar, me han dado respuestas, revelaciones, me han ayudado a tener más fe, optimismo y equilibrio. Han sido como una base para mi formación y por eso tal vez quiero tanto divulgarlas, ya que, si me sirvieron a mí, pueden servirle a otros.
    En ese momento percibí algo diferente con respecto al acto de escribir, de transmitir, pero me llevó un buen tiempo darme cuenta de verdad de cuál era mi camino en el mundo del papel y las palabras.

domingo, 13 de novembro de 2016

"Quedarse callado"

    Finalmente, los días de tempestad empiezan a ser menos frecuentes y más suaves, lo que significa que puedo empezar a concentrarme en otras cosas, como por ejemplo... ¡volver a escribir cuentos!... La felicidad, el equilibrio y el control van tomando cuenta y así, inmediatamente, la inspiración reaparece sabrosa, despierta, conectada, desbordada... ¡Y es una de las mejores sensaciones del mundo! No importa si hoy está frío y mañana nos vamos a asar, si me duele el brazo, si hay paro de los empleados públicos y la ciudad ya empieza a parecer un basural, si la plata está muy corta o me perdí el último capítulo de la novela y mi radio preferida está fuera del aire... Si tengo la inspiración para sentarme aquí y escribir lo que sea, para mí es suficiente. Gano cada día que consigo traducir a palabras lo que aparece en mi mente al mirar a mi alrededor, porque es así que interactúo con el mundo en el que vivo, descubriéndolo y llevándoselo a ustedes cada fin de semana. Es así que aprendo mis lecciones y me doy cuenta de lo maravillosa que es la vida en toda su diversidad trágica, alegre, valiente, milagrosa... Entonces, ¡la semana que viene hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!.



    Decir las cosas, poner para afuera, expresar con palabras -habladas o escritas, compartidas o para uno mismo- desahogarse, sacar de nuestro corazón y nuestra mente esos sentimientos y pensamientos que a veces pueden hacernos tan mal si viven en el silencio. No es saludable quedarse callado. Es bueno y puede aclararnos mucho un problema si lo escuchamos o leemos, si lo conversamos, porque es como tener otro punto de vista, una mirada más fresca, otras posibilidades. Al exponer lo más honestamente posible lo que nos aflige parece que nuestra percepción y capacidad de análisis mejoran y podemos terminar encontrando soluciones inesperadas o percibir algo que estaba justo a nuestra frente y no conseguíamos ver. Nuestra mente tiene mil subterfugios y pistas para apuntarnos nuestros conflictos, y a veces hasta se alía a nuestro cuerpo para hacerse escuchar y ser tendida. Por eso debemos prestar atención, tener coraje y admitir estos problemas, exponerlos y enfrentarlos para lidiar con ellos y así mejorar nuestra calidad de vida. Nada peor que un secreto negativo dando vueltas y asomándose sin aviso en nuestra vida.
    Yo no sé si algún día aún voy  a ganar algún dinero escribiendo, un premio o un empleo, pero de lo que sí tengo absoluta certeza es que escribir ha sido mi salvación psicológica, espiritual y hasta física en innumerables ocasiones, por lo que se ha convertido en mucho más que un hobby, un talento o la esperanza de reconocimiento. Es una necesidad, una rutina vital para mi equilibrio emocional y físico, para mantener mi conexión y empatía con el mundo y las personas. No puedo dejar de escribir, de desahogarme en palabras sobre un papel (porque yo escribo todos mis originales en cuadernos, por más jurásico que pueda parecer. La conexión entre la mano, el lápiz y la hoja en banco es casi mágica) porque solamente así me encuentro a mí misma y soy capaz de resolver -o por lo menos lidiar- mis conflictos, dudas, inseguridades, pérdidas y frustraciones, así como celebrar mis victorias y descubrimientos, las lecciones que aprendo y la presencia divina en cada paso que doy. Siempre que escribo sobre lo que me acongoja, acabo encontrando alguna respuesta, una salida o, por lo menos, algo de paz y consuelo hasta llegar a la solución del problema.
    Por eso, guardarse las cosas, para mí -y lo afirmo por experiencia propia- es casi un suicidio. Y supongo que esto debe valer para todos, pues hay miles de personas enfermas e infelices, que no viven ni prosperan por mantener calladas esas voces y esas imágenes que, quien sabe bajo la luz del exterior, se esfumarían como fantasmas. El secreto nos roba la energía, la paz, la creatividad, el equilibrio... Y realmente, por ese precio no vale la pena quedarse callado.

domingo, 6 de novembro de 2016

"Comida

    Bueno, y ahora sí que parece que el calor llegó para quedarse y vamos a poder guardar definitivamente las ropas de invierno y las frazadas y colchas... ¡Ya era hora!... Me encanta despertar con ese cielo azul y la cordillera lila dibujada en el horizonte de la ventana de mi cuarto. Me dan ganas de saltar de la cama y salir luego a las calles a respirar ese aire frío -mismo contaminado- que hay en las mañanas, esa frescura, ese aroma a renovación, a fuerza y optimismo. Nada como un amanecer soleado para levantar el espíritu de cualquiera, no importa si después hace mucho calor. Para eso tenemos abanicos, ventiladores, la sombra de los árboles, aire acondicionado, ropa liviana y muuuuucha agua... Y después, cuando el sol se esconde, la frescura vuelve y se duerme como un bebé. ¿Puedo desear algo mejor?...


    Sentada en la mesa de un restaurante o una fuente de soda, a veces sólo deteniéndose por algunos momentos delante de la vitrina de una sala -lujosa o modesta- llena de mesas con gente comiendo, se puede adivinar mucha cosa sobre esos comensales.
    Hay los que comen despacio, disfrutando cada bocado, concentrados en el sabor, la textura, los colores, la presentación. Otros se fijan en el local, en los garzones, los otros clientes, los transeúntes, el tráfico allá afuera, como si estuvieran a salvo de algo desagradable, como si fueran muy afortunados por estar allí dentro... Algunos comen aburridos, como que por obligación, otros con verdadero hambre, no pierden una migaja, una gota de salsa, un trago de jugo, ni una hilacha de carne pegada al hueso o al tenedor. Unos pocos comen inclinados sobre el plato, como protegiéndolo de la envidia o el deseo de los otros, lanzando miradas desconfiadas a su alrededor. No faltan los que casi usan el celular como plato o cuchara, tan absortos y distraídos están enviando o recibiendo mensajes, importantes o banales. También hay aquellos asquentos que examinan cien veces el plato, el mantel, los cubiertos y vasos, el pan y la mantequilla y sólo pellizcan un poco de comida, sólo para no ofender al que lo invitó o al dueño del local... Pero también hay gente que come feliz y agradecida, con una sonrisa en la cara. Hay otra que se lleva la cuchara a la boca con rabia, con resentimiento y despecho, porque preferirían estar comiendo otra cosa en otro lugar. También hay quien come angustiado, apurado, con culpa por no estar haciendo algo más "útil". Unos se tragan sus deudas, sus frustraciones, su soledad, mastican las injusticias, las despedidas, o entonces los proyectos, los encuentros, los éxitos y los fracasos...
    Así, la comida del plato no alimenta sólo el cuerpo, mas también revela el alma del que come. Lo que somos se refleja en todo, inclusive en la forma y en lo que comemos, sin duda. Por eso hay que sentarse a la mesa feliz, relajado, agradecido, optimista, para que junto con la cazuela, el asado, los porotos, los tallarines o la ensalada de fruta, el omelette de champiñones o el ciervo con salsa de ostiones, también nos comamos la esperanza, la alegría, la salud, el valor, la compasión y la generosidad que puede alimentar a este mundo y hacerlo mejor.