Casi el último día del año. La última semana... Esperanza? Miedo? Frustración? Tristeza? Emoción?... Lo que fue, ya fue, ahora tenemos la chance de recomenzar, de renovar, de crear nuevos caminos y recorrerlos con coraje y optimismo. ¿Serán diferentes? ¿Serán una nueva versión? No lo sabemos aún, mas hay que intentarlo. Yo ya comencé el mío y pretendo seguir en frente, mismo se existirán tropiezos. No importa, la cosa es estar ahí, vivo y vibrante, conectado. Estar, ser. ¡Eso sí que es un feliz año Nuevo!
Existe
mejor forma de redimirnos, de realizarnos, de encontrarnos que a través de nuestras acciones? Y si este
actuar envuelve el amor, mejor entonces. Amar lo que hacemos. Hacer lo que
amamos... Los tres bailarines em el filme “One last dance”, con Patrick Swayze,
su esposa Lisa Niemi y George de la Peña, em aquella última coreografía em la cual
todas las heridas y frustraciones, los miedos y dolores fueron lavados em el
esfuerzo, em el sudor, em los movimientos sentidos em el alma, me emocionaron
profundamente, pues percibí cómo realizar nuestra vocación puede curarnos,
erguirnos, purificarnos y transformarnos. Nos santifica porque siempre hay un
toque divino em ella. Es donde mejor nos expresamos, donde más nos entregamos, donde
nos donamos sin límites. Aquellos bailarines ya maduros, con menos performance
física, y mesmo así yendo al palco a reencontrar sus verdades, me enseñaron que
siempre hay tiempo, siempre existe una oportunidad, siempre hay espíritu para
alcanzar muestro objetivo de la realización, de la cura, de la felicidad. Porque
ese es o nuestro destino.