terça-feira, 13 de março de 2018

"Celebrar y no olvidar"

   Yo tengo una mini tacita que compré alguna vez, después que regresamos a Chile, y que dice: "Yo creo en milagros", y es la más pura verdad... Pues esta última semana he vivido una seguidilla de ellos: nuevo empleo, nueva vida, nuevo presidente (esta vez el correcto), exámenes médicos nada asustadores -cosillas de la edad, nada más, totalmente solucionables- nuevos ánimos, nuevos proyectos, optimismo y mucha gratitud. Y lo más importante: hemos aprendido a encarar y celebrar todo con buen ánimo, sonriendo, como decía el padre Hurtado, hasta esos momentos de incertidumbre y pesimismo, porque ellos nos han vuelto más fuertes y reforzaron nuestra fe... Entonces, con el mar ahora sin tormentas -fuera los préstamos que tendremos que pagar, pero que no nos van a arruinar- vuelvo al teclado y a la inspiración, profundamente optimista y renovada.



    Definitivamente, hay que celebrar. Hay que felicitarse y disfrutar, marcar en el calendario cada triunfo que logremos, no importa si es pequeño, pues dependiendo de la situación o el estado de espíritu, puede significar mucho, eso yo lo sé muy bien. No sé por qué nuestra tendencia es recordar y apuntar lo negativo, el fracaso, la frustración, la pérdida, y estamos tan acostumbrados que simplemente pasamos por alto los éxitos, las conquistas diarias, las ganancias y lecciones positivas. Parece que preferimos vivir reclamando, angustiados, inconformados, con la auto estima en el suelo... ¿Es más fácil sentirse amargado, desilusionado, asustado? ¿Por qué no escogemos la felicidad, la paz, la realización? Porque no es necesario ser rico o famoso para sentirse un vencedor y celebrarlo. El triunfo y la felicidad, el orgullo que esto trae puede ser contagioso, inspirador, entonces ¿por qué no abandonar el derrotismo, el pesimismo, la mirada fija sólo en los errores y fracasos y pasar a darnos cuenta, admitir y conmemorar todas las victorias? Tenemos que darnos esa chance si queremos crecer y avanzar, hacer nuestro entorno mejor, relacionarnos sincera y más profundamente con los otros. No nos juntemos para compartir tristeza y desánimo, sino fe y buenos ejemplos, sonrisas y no reclamos sin fin, proyectos y no lamentaciones. Sólo así nos animaremos y apoyaremos mutuamente, pues son las pequeñas cosas -esos pequeños y a veces banales éxitos- los que nos hermanan y no sólo las grandes causas o tragedias.
    Hay que celebrar, sí, porque merecemos todo lo bueno que nos sucede. Celebrar y no olvidar.