sábado, 19 de dezembro de 2015

"Heroísmo"

    ¡Y el año se nos acaba!... Faltan poco más de dos semanas y aquí  estamos, corriendo, comprando, soñando, planeando las vacaciones, pensando en lo que vamos a prometer, en lo que podremos conseguir el año que viene, a quién vamos a invitar para la cena de navidad, para el pasaje de año... Y de repente se nos olvida vivir el día de hoy. Empezamos a complicarnos con el futuro que aún no llegó y este presente -el único tiempo que realmente tenemos para vivir- se nos escapa sin que nos percatemos... Pero es lo que vivimos hoy, aquí, ahora, lo que recordaremos, y no un futuro que aún no llegó y que nos lo pasamos planeando durante este regalo que es el presente.


    Definitivamente, los héroes no están solamente en los cuentos, leyendas o libros de historia, en la series o películas. Todos podemos transformarnos en uno. Es bastante difícil, pero con la práctica, la cosa se va haciendo cada vez más fácil. Y no estoy hablando de matar dragones, desarmar bombas o rescatar víctimas en un incendio. No, hablo de ese heroísmo que se necesita todos los días para encarar jefe tirano, taco en el tránsito, sala de espera en el consultorio, metro lleno, cuentas, dolor de espalda, presupuesto apretado... Luchar y soportar todo esto sin rendirse no es algo que va a aparecer en los noticieros o las portadas de las revistas, es verdad, pero a veces pienso que este tipo de heroísmo tiene más mérito que el de un soldado en una guerra. Las guerras acaban, pero la lucha diaria de cada uno de nosotros por salir adelante, por sostener a una familia, por mejorar el futuro y no dejarse abatir por las interminables dificultades, burocracias, injusticias, el desinterés y la mediocridad debería ganar una medalla... Es que uno se acostumbra tanto a esta rutina que termina por no darse cuenta de todo lo que ella exige de nuestra fuerza de voluntad, nuestra fe y coraje, nuestra creatividad y persistencia. Aguantamos filas, sueldos bajos, precios altos, dolores crónicos, esperas interminables, necesidad, hacinamiento y enfermedades como si tal cosa. Respiramos hondo, sacamos el pecho y seguimos adelante, tratando siempre de sacarle el mejor provecho a la situación, de ser positivos, de encontrar una salida. Y si nos preguntan, respondemos que somos felices. Aprendemos a divertirnos, a hacer fiesta en la adversidad, a soltar volantines imaginando que llevan nuestros sueños hacia lo alto, donde Dios los volverá realidad. Somos heroicos en el trabajo, en la calle, entre las cuatro paredes de nuestra casa, cuando nadie nos ve. Lo somos al gastar nuestro dinero, al empezar un negocio, al tener un hijo. No necesitamos fama, poder o prestigio para serlo. Somos heroicos porque es necesario, porque deseamos llegar a algún lugar, ser alguien, dejar un legado que valga la pena... Y no nos damos cuenta de que la mejor historia que podemos escribir, la más valiosa herencia que podemos dejar es, justamente, nuestro heroísmo cotidiano.

domingo, 13 de dezembro de 2015

"La mama Carmela"

    Hoy es día de escribir: poner al día mi diario, anotar algunas ideas para nuevos cuentos y, quién sabe, desarrollar alguna de ellas para la próxima semana. Hoy me siento excepcionalmente bien, después de algunos días medio atravesada por problemas de colon que me tuvieron a mal traer, entonces tengo que aprovechar y, como estoy a dieta y la sopita ya está lista, mi tiempo está totalmente libre para aprovecharlo como mejor se me ocurra... ¿Y qué mejor forma que escribiendo?... Entonces, aquí va la crónica de esta semana, llena de recuerdos familiares.



    El otro día estaba viendo una película sobre la historia del hombre que se encargaba de los caballos y carruajes de la reina victoria de Inglaterra, así como de su seguridad personal. Fue na persona realmente excepcional, dedicado en cuerpo y alma al servicio de la reina hasta el último día de su vida, humilde, leal, consciente de su papel y de su lugar, insobornable, íntegro, totalmente devoto a la reina, sirviéndole hasta como sabio consejero en más de una ocasión... Y al ver esta historia me acordé de la mama Carmela. Esta señora pequeñita y enérgica, de brillantes ojillos azules y cabello siempre cogido en un moño, que crió a mi papá y a sus hermanos y hermanas. Yo siempre la confundía con mi abuela, porque ambas tenían facciones parecidas, la piel blanca y nariz algo aquilino y se peinaban de la misma forma... La mama era severa, fiel, humilde y digna, y todos le teníamos grande cariño y respeto. Yo la conocí cuando ya estaba de cabellos blancos, pero todavía activa y diligente, corriendo atrás de la "Virginita", una de mis tías, la única soltera, que fue quien se quedó con ella después de que la abuela murió, ya que la mama había vivido toda su vida en la casa de mis abuelos, nunca se casó y no tenía otra familia, como solía suceder con las amas de cría de antiguamente.
    Y hasta era divertido verla para acá y para allá arrastrando los pies y curvada por los años, pero cumpliendo sus deberes con eficiencia y alegría, como siempre lo había hecho. La tía Virginia la retaba y le pedía que descansara un poco, pero al final tenía que dejarla porque la mama no sabía hacer otra cosa. Esa era su vida y se sentía feliz y útil prestándole sus servicios a la tía.
    Vivió hasta casi los cien años y murió pacíficamente en la casa de mi tía, satisfecha de haber cumplido su deber en todo momento, de haber sido útil y leal hasta el fin... Era una cosita diminuta, encogida y arrugada, pero el azul brillante y pícaro de sus ojos jamás se apagó. Era el brillo de una promesa cumplida, de una existencia rica y útil, digna, modesta y honrada, mucho más importante de lo que ella jamás imaginó... Y acordándome de ella en este momento, llego a la conclusión de que esa es la forma correcta de vivir. Lo que se debe dejar atrás no son cosas materiales, que se desvirtúan, se echan a perder y se degradan. La mejor herencia son los ejemplos, los buenos recuerdos, los capítulos de alegría, creatividad, compasión, humildad y amor desinteresado. Eso es lo que nos vuelve eternos.

domingo, 6 de dezembro de 2015

"¡Cómo es fácil!"

    Fin de semana ajetreado guardando definitivamente las ropas y zapatos de invierno, las frazadas y colchas y desempolvando las sandalias, camisetas y shorts, vestidos y pijamas de manga corta porque definitivamente el verano está llegando. Los chilenos ya se tiran a la piscina y se atiborran de helado con 31 grados, pero yo todavía me río, porque en Brasil uno aguanta hasta 34 grados a la sombra sin derecho a reclamar... Fuera eso, con esas temperaturas el helado se derrite antes de la primera lamida y el agua de la piscina ya está tibia antes del medio día, entonces... Por eso estoy tranquila y bien fresca por el momento. Aquí pueden hacer hasta 34 grados, pero si uno se pone a la sombra ya se pasa y no hay humedad, que es la peor cosa cuando hace calor. Aquí se transpira. ¡En Brasil, se derrite, literalmente!...
   Y aprovechando el frescor de la mañana y que todavía no tenemos que bajar a la bodega a dejar las cosas de invierno y buscar las de navidad, aquí va la de esta semana.


    Puedo darme cuenta de lo fácil que es empezar una pelea, ser desagradable, hacer críticas destructivas, tornar los defectos o las fallas humillantes; cómo no cuesta nada ofender, rebajar, ser sarcástico, irritarse y perder la compostura... Convivir íntimamente con otras personas me ha enseñado que si uno no se cuida y no practica la compasión, la caridad y la paciencia, la buena voluntad y la tolerancia, una relación puede volverse un verdadero infierno. Ahora, ciertamente, esta actitud tiene que ser practicada por todos los involucrados. Imagino que las personas que conviven conmigo también se esfuerzan por tolerar, perdonar y sobrellevar todos mis defectos y fallas, que no son pocos.
    Realmente, vivir con alguien cada día -sobre todo cuando no se tiene a nadie con quien desahogarse (lo que a fin de cuentas tal vez sea mejor)- es un verdadero desafío para una persona como yo y mis manías, neurosis, ansiedades e inseguridades. Pero tengo certeza de que a los otros les ocurre otro tanto. Gracias a Dios, he conseguido superar todas las aristas y las diferencias sin grandes dramas, lo que me ha enseñado a tener la misma actitud hacia los demás.
    Ahora que he pasado -y continúo pasando- por esta reveladora experiencia, me doy cuenta, por ejemplo, de que si mi madre y mi hermana hubieran tenido un comportamiento parecido, tal vez no se habrían hecho tanto daño mutuamente. Creo que hay otras formas de hacer que alguien se de cuenta y acepte que necesita cambiar sin tener que humillarla, castigarla o descalificarla constantemente. Puede ser que la persona sea problemática, pero pienso que se pueden escoger otros métodos menos traumáticos y más "ingeniosos" para tratar de hacer que ésta reaccione. El problema es cuando quien exige no es un gran ejemplo y no tiene mucha moral para andar dando sermones y corrigiendo a cada rato por todo, pues lo que sucede entonces es que el otro se rebela violentamente cada vez que se le llama la atención. Lo único que se consigue en ese caso es que se vuelva más porfiado y haga exactamente lo contrario, cosa que deja al otro con los pelos de punta, ya que puede ser que, con tanta crítica negativa y castigo, se vuelva paulatinamente más parecido a lo que no se quiere.
    ¡Cuántas equivocaciones! ¡Cuánta falta de comunicación! ¡Cuánta desinformación!... ¡Cuánto mal, trauma, frustración y resentimiento puede nacer de todo ello! Realmente, creo que podemos sentirnos felices de que nuestros hijos hayan nacido en esta época y que nosotros podamos educarlos sin cometer los mismos errores de nuestros padres. No soy a favor de esta nueva permisividad, de este "miedo" que tienen hoy los padres de disciplinar a sus hijos cuando es necesario, pero tampoco me gusta que la relación padre-hijo sea una especie de tiranía, de abuso de poder y descontrol. Tenemos que encontrar el equilibrio para poder criar personas saludables, creativas, positivas, luchadoras y valientes, que lleven por la vida una herencia no material, sino de nuestros ejemplos de compasión, tolerancia, optimismo y decencia.

sábado, 28 de novembro de 2015

"Ciclos"

    Y finalmente se fueron las lluvias y llegaron las mañanas y tardes frescas y los días calurosos, pero nada de matar todavía... Ciertamente, no importa lo que suceda, el tiempo continúa su marcha, las estaciones cambian, los años terminan, la edad nos empuja, los sueños nos sostienen y la fe y el coraje nos hacen capaces de realizarlos. Supongo que eso es lo que realmente importa, porque nada de material se lleva uno al marcharse y lo material que pueda dejar atrás acaba perdiéndose, deteriorándose, desvalorándose. Ya quienes fuimos, lo que hicimos, los ejemplos que dimos, el amor que entregamos, eso sí queda para siempre y es lo que nos vuelve inmortales. Es mejor ser recordados por lo que fuimos e hicimos que por lo que tuvimos.
    ¡Y antes de que se me olvide! Mañana hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com



    Cada vez más creo que nuestra vida se divide en ciclos que debemos seguir y respetar, pasando de uno a otro para aprender y crecer, para transformarnos en personas mejores. Claro que cada uno tiene su propio tiempo para pasar por ellos, pero una vez que acaba, hay que dar vuelta la página y pasar al siguiente, llevando consigo lo que se aprendió en el que acaba de cerrarse. Si no, uno termina quedándose estancado, perjudicando a otros, de cuyos ciclos hacemos parte. Todos deberíamos movernos al mismo tiempo, dándonos cuenta y aceptando los finales y principios de nuestros ciclos. Sería una buena forma da mantener algún tipo de armonía. 
    El otro día, un personaje en una película dijo algo muy sabio, a pesar de que pueda parecer algo cruel: "Las cosas, personas y situaciones permanecen en este mundo y en nuestras vidas mientras son necesarias". Se lo decía a otro personaje, que se negaba a aceptar la pérdida de un ser querido... Y yo creo que tenía razón, pues parece la mejor forma de aceptar las pérdidas y seguir adelante. Si alguien o algo se va, si una situación cambia, es porque su ciclo en nuestra existencia, en la historia, terminó. A veces puede parecernos injusto o cruel, pero con el tiempo siempre acabaremos descubriendo su razón y su lógica. Pero para que esto suceda tenemos que movernos, tenemos que dar vuelta esa página y continuar el camino. Sólo así encontraremos respuestas. No es fácil -¡yo que lo diga, que soy tan apegada a las rutinas de todo tipo!- pero cuando empezamos a descubrirle el lado positivo a estos cambios vemos que todo el esfuerzo, el coraje, el dolor y el miedo que pasamos en el proceso para dar ese paso hacia lo nuevo valieron la pena.

sábado, 21 de novembro de 2015

"Ser adulto"

    Esta crónica de hoy ya se transformó en una de esas historias cortas que envié al concurso "Santiago en 100 palabras", y como no pasó nada, entonces ahora la publico completa, sin reglamentos ni disminuciones tiránicas que le anduvieron quitando harto la gracia... No hay caso, yo soy capaz de escribir cuentos cortos, de menos de una hoja o un poco más, pero exprimir en solamente cien palabras todo lo que veo, siento, aprendo y quiero compartir es una verdadera tortura. Lo he conseguido, no lo niego, pero siempre me quedo con esa sensación de que la historia quedó manca, o coja, o medio tartamuda... Entonces, para desquitarme -y para que ustedes conozcan el texto original- aquí va la crónica de esta semana... ¡Ah, y la próxima hay cuentos nuevos!...



    El niño iba delante de mí, cogido de la mano de su padre. Tendría unos ocho o diez años, saltarín, cabello negro y parado, jeans, tenis, sweater y parca. Parecía de clase media, agitado, casi tropezando con la multitud que llenaba la calle. El padre caminaba apresurado, celular en el oído, sin prestar casi atención en el hijo  que, a cada rato, se maravillaba con alguna cosa -un edificio, una vitrina, un vendedor ambulante, las palomas, los skates, el aroma tentador y tóxico de las almendras confitadas- y se la comentaba, todo animado... No había reacción de parte del padre. El sólo continuaba andando y hablando al celular. Y cuando cortó, siguió concentrado en algo más allá del paisaje y la voz de su hijo, mirando hacia el frente.
    Yo los acompañé durante algunas cuadras y me admiré al ver cómo aquellos dos, a pesar de estar tomados de las manos, moviéndose en el mismo escenario, al mismo tiempo y siendo padre e hijo, encaraban los acontecimientos de formas tan diferentes. Para el niño todo era una novedad, una aventura, un descubrimiento. Era la felicidad de conocer y experimentar, de compartir, de contar. Para el padre era una rutina, una obligación, lo conocido, lo tedioso, la prisa... Sin querer, me pregunté con cuál de los dos me identificaba, y la respuesta inmediata fue: "Con el chiquillo"... Me sentí triste por su papá porque, fuera estarse perdiendo todo lo que estaba sucediendo a su alrededor, se perdía también el compartir la emocionante experiencia de su hijo.
    ¿Por qué ser adulto tiene que implicar  dejar de lado el maravillarse, el descubrir, el parar y observar, el aprender, el emocionarse, el descubrir lo milagros de cada día? ¿Por qué hay que volverse aburrido, demasiado ocupado, opaco, desilusionado? ¿Por qué hay que perder la capacidad de percibir, de encantarse, de jugar y conmoverse con las cosas simples? Porque ellas son emocionantes -por más tirado de las mechas que suene- si las miramos con ojos de niño. Y esto no nos disminuye ni nos hace ingenuos o ridículos. Al contrario, nos da la oportunidad de renovarnos, de reencontrarnos y hacer más liviana nuestra carga de adultos.
    Decididamente, si queremos ser mejores adultos, tenemos que aprender a ser más niños.

sábado, 14 de novembro de 2015

"Cicatrices"

    ¡Mañana cuentos nuevos! Me tomó un tiempo, pero finalmente quedaron de mi agrado, entonces ahora van al aire para que los disfruten. Y ya estoy preparando otros, porque aquí la inspiración no cesa. Hay demasiadas historias, demasiados personajes y no da para detenerse por mucho tiempo. Pero eso es bueno porque así uno se mantiene conectada, involucrada, viva y siempre aprendiendo y compartiendo.
    Y aquí va la crónica de esta semana, huyendo del repentino calor... pero que sólo durará el fin de semana... Bueno, a final de cuentas, estamos en primavera todavía y ella es muy cambiante y caprichosa, le gusta engañarnos y reírse de nosotros. Pero esa es su gracia: el suspenso.


    Encuentro increíble cómo el ser humano tiene esta cualidad de ser tan destructivo, mismo sin querer. Todo lo ensucia, lo quiebra, lo echa a perder, lo deteriora... Pero no hablo con amargura, sino más bien con un sentimiento como de incredulidad y resignación, porque es la verdad y es ineludible. A no ser que sea un limpiador compulsivo, todo lo que toque terminará indefectiblemente destruido... Lo digo mirando nuestro propio departamento, que estaba impecable cuando nos lo entregaron y apenas siete meses después ya está lleno de "cicatrices" provocadas por nosotras mismas. Manchas, astillas, rayaduras, descascarados... No hay caso, el deterioro parece inevitable, por más amor y cuidado que se tenga. Definitivamente, esas casas que aparecen en las revistas de decoración son irreales, nadie vive en ellas, pero nos dan el deseo y la presión de querer copiarlas, de querer vivir en un ambiente perfecto, impoluto. Me recuerdan los hoteles y sus habitaciones perfumadas e idénticas, calculadamente agradables y perfectas. Claro, no dejan de tener su encanto -sobre todo porque son otros los que se encargan de mantenerlas así- pero yo creo que no conseguiría vivir el tiempo entero en un lugar así. Las "cicatrices" de nuestro hogar cuentan historias, nos traen recuerdos, nos enseñan, nos acogen, parecen comprender nuestras debilidades y defectos, pues son un espejo de ellos. Sin embargo, este espejo no nos juzga, sólo nos acompaña en nuestro recorrido... La habitación del hotel nos entrega su idílica perfección durante algún tiempo, pero nada queda de nosotros cuando nos vamos y nada de ella nos llevamos (a no ser unos jabones y champús). Nuestra casa aguanta la rutina diaria, nos conoce, nos perdona... Podemos destruirla con el paso del tiempo y nuestro modo de vivir, pero ella es nuestra y se entrega a nosotros y nuestras consecuencias sin reservas.

sábado, 7 de novembro de 2015

"Viejos"

    Y después de otro pequeño temblor que hizo mi móbil de campanas danzar un verdadero rock and roll a las cuatro y media de la mañana, aquí estoy con la crónica de esta semana, liberada de hacer almuerzo -porque vamos a comprar unas deliciosas empanadas y la ensalada ya está lista- y con un sueño atroz porque después del remezón me desvelé por completo... Menos mal que tengo la suerte de poder dormir siesta, entonces me aguanto hasta la tarde. Fuera eso, ya estoy preparando unos cuentecitos para el próximo fin de semana. Había pensado publicarlos mañana, pero todavía no estoy conforme con cómo quedaron, entonces me voy a dar el tiempo para corregirlos hasta quedar satisfecha.
   La crónica de hoy es cortita, pero muy querida a mi corazón, quizás porque en un tiempo más voy a ser uno de estos personajes, o entonces porque, en verdad, siempre me sentí conmovida por este tema.


    No sé por qué me conmueven tanto las manos de los viejos, así como sus rostros surcados de arrugas, sus ojos que retornan a la infancia, sus expresiones sabias y serenas, construidas en la lucha, la perseverancia, la fe y la experiencia... Cuando los miro puedo leer todas las historias, puedo sentir los sacrificios, la paciencia, la persistencia, la garra. No siempre son manos blancas, con anillos, piel suave y uñas cuidadas, ni caras maquilladas o protegidas del sol. No, la mayor parte de las veces son manos callosas, ásperas, nudosas, de uñas cortas y sin ninguna vanidad. O rostros curtidos, marcados, resignados o valerosos... Pero cuando empiezan a moverse, a trabajar, a hacer lo que saben, se vuelven casi divinas. Mismo cuando ya tiemblan y les falla la motricidad, continúan enseñándonos, esforzándose, produciendo, y a veces ni lo hacen por necesidad, sino porque aquello es parte de su identidad, es inherente a su existencia.
    Observando las manos y los rostros de los viejos me doy cuenta de que casi nunca es la belleza lo que queda al final, mas los actos, los ejemplos, lo que se produjo material y espiritualmente.

sábado, 31 de outubro de 2015

"El don del alimento"

    Como he andado mucho por las calles estos últimos días me he dedicado a observar y a hacer anotaciones, entonces, como pueden suponer, la próxima semana habrá cuentos nuevos... ¡Esta ciudad nunca deja de sorprenderme, de encantarme, de  inspirarme! Está llena de historias y personajes, de situaciones, paisajes y anécdotas, de lecciones que no me canso de descubrir, aprender y que me encanta compartir. Es realmente imposible para alguien como yo no darse cuenta de todo este universo humano que palpita y se mueve incesantemente a mi alrededor, que me habla, me toca, me enseña. Todo esto lo guardo en el corazón y en unas hojas sueltas, y cuando llega el momento en que está maduro, cierro los ojos para traerlo de mi mente y mi alma a mis manos y de allí al teclado, respiro hondo y me siento a escribir... ¡Y espero que ustedes lo estén disfrutando también!
    Y como hoy es mi hija quien va a hacer el almuerzo, aprovecho para postar las crónicas de la semana mientras ella llora picando cebolla.


    Me encanta ir con mi hija a La Vega a comprar nuestras verduras y frutas y a almorzar. Es un rico ritual de los jueves que, además de todo, me libera de cocinar y lavar platos. Pero no sólo me gusta porque los precios son baratos, la calidad excelente y la comida fresca y deliciosa, sino porque me encuentro con toda esa gente trabajadora y esforzada, siempre de buen humor, que es el mejor retrato de los chilenos... Me gusta especialmente cuando llegamos a nuestro restaurante favorito (uno de los más populares, con comida típica chilena) con sus mesas manchadas y algo grasosas, sus cubiertos destartalados y sus sillas dispares y medio duras, y nos vemos rodeadas por otros comensales -clientes antiguos o nuevos, turistas, barrenderos y trabajadores de la propia Vega- y por los deliciosos y tentadores aromas que se escapan de la cocina. Todos hablan y ríen, se saludan, se echan bromas, trotan de aquí para allá con platos de cazuela, estofado, pescado frito y porotos con rienda, pan, pebre, bebidas... Es un clima alborotado y feliz, atareado, humilde pero limpio y acogedor, y me encanta ver a las personas comiendo, porque lo hacen con ganas, con placer, sin siutiquerías. Se llenan la boca y mastican con satisfacción, con gratitud, sintiendo que su hambre -quien sabe de mucho más que de comida- va siendo saciada cucharada a cucharada. El cuerpo y el alma se entibian, despiertan, agradecen. El plato, más que generoso, parece envolverlos con sus aromas patrios y humeantes, con el cariño y la experiencia de quien lo cocinó...
    Miro a esta gente y siento lo sagrado de este ritual, mismo que ellos no se den cuenta, y el don del alimento me invade con todos sus significados. Todos comemos juntos, en una misma mesa, como una inmensa familia, y cada bocado nos acerca más, nos iguala, alimenta nuestros sueños, nuestra fe, nuestro coraje.

domingo, 25 de outubro de 2015

"Lo mejor que se pueda"

    La crónica de hoy más parece un pensamiento que una crónica en sí. Es que a veces las cosas son tan claras y simples que no sacamos nada con darles vuelta o querer agrandarlas o adornarlas porque son así mismo. Y nada más. No sé por qué a la gente -incluyéndome a mí misma- le gusta echarle leña al fuego y hacer las cosas más difíciles de lo que realmente son. No sé si sería una forma de llamar la atención, de pedir ayuda, consuelo o apoyo de una manera indirecta, porque somos demasiado orgullosos o recelosos como para hacerlo directamente, sin disfraces. Nos cuesta hablar, decir lo que sentimos, lo que queremos, lo que tememos... ¡Si supiéramos cuánto nos ayudaría poder hacerlo!... Porque cuántos malestares no son físicos sino psicológicos o espirituales, de esos que pueden resolverse -o por lo menos verse más claramente- conversando, confesando, admitiendo. El alivio que se siente al expresar lo que nos aflige emocionalmente a veces es el mejor remedio de todos, porque escucharnos a nosotros mismos decirlo en voz alta -o siendo escuchados- es como verlo desde otro punto de vista y a veces, con esto, conseguimos encontrar la salida que nuestro silencio nos impedía avistar....      ¡Entonces, no nos quedemos callados, liberemos el corazón, pongámoslo en palabras, abramos puertas y descubramos caminos a través de ellas en vez de quedarnos solos, atormentados y mudos delante de los conflictos que nos afligen!...
    Y después de este pequeño consejo, basado en la experiencia propia, aquí va la mini crónica de la semana, que también está ligada al consejo de arriba.


   Siempre trato de recordar las sabias y simples palabras de Cleide, mi compañera de gimnasio durante algunos años en Brasil: "Lo que tiene que pasar, pasará"... Sé que es algo bien obvio, pero a veces a uno se le olvida y emprende batallas o se angustia sin ninguna necesidad. Como dice la protagonista de la película "Hotel Merygold": "A final de cuentas uno tiene que levantarse cada mañana y hacer lo mejor que se pueda" Y en verdad, no nos queda otra cosa. No sacamos nada con estresarnos por suposiciones o temores injustificados. Si aparece un problema real, hay que moverse para solucionarlo de la forma más efectiva, rápida y positiva posible. Ir al médico, llamar a alguien, tomarse un remedio, asumir una actitud, hablar, cambiar... Quedarse por ahí dándole vueltas a una situación en vez de hacer algo al respecto (ni que sea analizarla para descubrir su razón y ver posibilidades de solución) sólo acarrea un desgaste inútil y dañino de energía que podríamos aprovechar librándonos de ese problema y estando felices y en paz.

sábado, 17 de outubro de 2015

"Entrenamiento"

    Hoy sol, mañana nubes, después un poco de lluvia y nuevamente el sol, a veces tímido, a veces radiante... Así como nuestra vida, que a veces parece fácil y feliz y otras se nos muestra difícil y sacrificada, en muchas ocasiones requiere de paciencia y fe, nos prueba casi con crueldad, sin que consigamos entenderla o aceptarla... Pero luego la tormenta pasa y el sol brilla nuevamente, todo se aclara, se equilibra y conseguimos comprender el motivo de los reveses que nos asaltan. Son lecciones, pruebas para fortalecernos y hacernos más sabios y compasivos... Es así que ando por estos días, preguntándome un montón de cosas que no estoy entendiendo, pero que trato de aceptar de buen grado, con optimismo y coraje, porque tengo certeza de que luego entenderé todo y este obstáculo será salvado con éxito...
    Y para distraer la atención de esta situación que por momentos puede volverse desesperante y sin salida, incomprensible, me siento aquí para escribir y curar mi alma, mirar a mi alrededor y sentirme agradecida por lo que -a pesar de todos los problemas- tengo...
    ¡Y no se olviden que este fin de semana hay más cuentos!


    Nada mejor que tener un tiempo -sobre todo en la mañana, que es mi hora más productiva literariamente hablando- para hacer el aseo y el almuerzo con calma y poder sentarse a escribir, leer, escuchar música, hacer puzzles o cualquier otra cosa que nos guste... El problema es que, para que esto fuera realidad, en mi caso yo tendría que dejar de salir a trotar en las mañanas y con certeza eso no sería bueno para mi salud... No es que no me guste -dicho sea de paso, en general es un santo remedio para cualquier stress o desánimo- pero hay días en que requiero toda mi fuerza de voluntad para ponerme el buzo y las zapatillas y salir a la calle. Nunca me arrepiento después que lo hago, pero que es rico quedarse en casa (sobre todo cuando hace frío) y aprovechar la mañana en otras cosas, ah, eso no lo puedo negar... El problema es que después de un tiempo de este "descanso" empieza a dolerme todo porque mi cuerpo ya está acostumbrado al ejercicio y la elongación. Tengo sábado y domingo libres de esta rutina y los aprovecho bien, pero los otros días me obligo a salir y hacer mis ejercicios, pues sé que es para mi bien.
    Y así, pienso: ¿cuántas cosas no son así en nuestra vida? ¿Para cuántas situaciones, decisiones y actitudes no necesitamos acudir a nuestra fuerza de voluntad, a nuestra conciencia, a la certeza de que es lo mejor? Tenemos más tendencia a la flojera, a la gula, al ocio, a la auto compasión y la conveniencia propia. Nos cuesta ser buenos cuando no lo practicamos todos los días, porque serlo es como ir al gimnasio. Hay que ponerse las zapatillas y salir al mundo para entrenar, sudar, esforzarse y volverse cada día más fuerte y diestro, hasta que el entrenamiento no sea más un sacrificio, un acto de voluntad sino un placer, un comportamiento fácil y natural.
    Por esos no me dejo vencer por la pereza y continúo saliendo a trotar todos los días, pues tengo certeza de que estoy entrenando y mejorando no solamente mi cuerpo y mi salud, sino también mi capacidad de transformarme en un ser humano mejor.

sábado, 10 de outubro de 2015

"De por vida"

    Bueno, y parece que, a pesar de lo que dicen, creo que podemos afirmar que la primavera decidió instalarse. Días de sol y agradables temperaturas, árboles llenándose de brotes verdes y el aire impregnado de aromas y el canto de los pájaros, que celebran con nosotros el fin del frío y las lluvias. Bueno, los meteorólogos afirman que hasta diciembre tendremos un clima medio raro, todavía con lluvias y algunas bajadas de temperatura por el fenómeno de El niño, pero de todas maneras, hay que celebrar estos días de sol y tranquilidad, no importa si de vez en cuando caen algunas gotas o el cielo se nubla, porque sabemos que el sol volverá. Y eso es lo que importa.
    Y aprovechando este día soleado y tibio, antes de salir por ahí para disfrutarlo, aquí va la crónica de la semana. Y ya les anticipo que la semana que viene habrá más cuentos... Después de todo, ¿quién no se siente inspirado con días así?...



    ¿Quién era más vieja? ¿La mujer o la perra?... Las dos pasaron por mi lado caminando despacito, con cuidado, esquivando lo mejor que podían a la multitud que venía en sentido contrario. La señora cargaba unas bolsas grandes, que conseguía sostener con bastante dificultad, en una de sus manos, y con la otra sostenía la cadena de la perra -totalmente desproporcionada para el tamaño del animal. Parecía más destinada a un rotweiller o un doberman- medio enredada en su falda. Ambas estaban ya completamente canosas y eran frágiles y pequeñas. La mujer vestía un poncho de lana, gorro, unos botines zurrados y una falda de polar. La perra una capa de fieltro y una especie de bufanda cerrada en el cuello. Caminaban medio que tanteando el suelo y el aire, y de vez en cuando, la anciana le dirigía unas palabras al animal, que entonces erguía la cabeza y la miraba, meneando la cola, lo que hacía sonreír a su dueña.
    Yo estaba parada en la puerta de la panadería, esperando a mi hija que había entrado a comprar empanadas, y aproveché para observarlas por un tiempo... Dio la luz verde y ambas atravesaron lentamente, un poco tambaleantes, creo que la mujer por el peso de las bolsas y la perra porque estaba casi ciega y con una evidente displasia. Pero llegaron al otro lado sanas y salvas y continuaron bravamente su camino, desapareciendo entre la gente... Al mirarlas me pregunté cuántas cosas habrían vivido juntas, qué tristezas y alegrías habrían compartido, cuántos encuentros y despedidas, cuántos platos de pobre comida, cuántas noches de frío o soledad, sólo ellas dos, y ahora, cuántas veces una socorrería a la otra en sus achaques y enfermedades. ¿Será que la mujer tenía a la perra desde cachorra? ¿O será que la había recogido de la calle, así como estaba ahora, porque vivía sola y quería compañía?... Para el animal eso no importaba. Ahora tenía a alguien que la cuidaba, que conversaba con ella, compartía su comida y su techo. Su amor y lealtad eran todos para la mujer -y viceversa- por poco o mucho tiempo. Ambas eran compañeras de por vida. ¿Les quedaban bastantes años todavía, o sólo algunos? ¿Serían días difíciles?... Bastaba mirarlas para saber la respuesta: Nada de eso importaba si estaban juntas.

domingo, 4 de outubro de 2015

"La experiencia de la necesidad"

    Y se quedó en el puro pololeo mi resfriado. No hubo casório... ¡Menos mal, porque detesto sentirme enferma y más todavía tener que estar en la cama! Parece que sólo se trató de una  pequeña crisis alérgica debido a la llegada de la primavera que, a propósito, está bien reticente... Hoy, por ejemplo, amaneció lloviendo y el otro día tuvimos hasta una tormenta al más puro estilo brasilero, con relámpagos, truenos y cascadas de agua empapándonos desde un cielo que daba miedo... Bueno, es que aquí la primavera es como una señorita que se hace de rogar delante del novio. Se demora un motón para decidirse, pero cuando lo hace, deslumbra a todos con su belleza.
    Entonces, aprovechando este día delicioso para quedarse en casa al lado de una estufita o con un guatero y una tacita de té, aquí va la crónica de la semana.


    Me encantan esos programas o esos reportajes que muestran la vida de personas que tienen poco más que lo esencial y tienen que esforzarse cada día para llevar sus vidas de la mejor forma posible. Es gente que vive lejos, en lugares casi inaccesibles, que no tiene una estructura decente en la cual apoyarse, que reside en lugares inhóspitos y casi olvidados, que tiene que arreglárselas sola, pidiéndose ayuda mutua, que gana una miseria y trabaja de sol a sol en la tierra o con animales de cría, que disfrutan sus pequeñas y modestas, breves alegrías y fiestas con gratitud y unión... Barro, frío, goteras, calefacción precaria, sin electricidad, agua potable, baños, sin hospitales ni medios de transporte, sin mercados ni tiendas de ropa o farmacias... Y ahí están, sobreviven, resisten, son hasta optimistas y bien humorados. Nos enseñan que nada es capaz de derrotar al ser humano cuando éste tiene la fuerza, la creatividad, la porfía, la capacidad de soñar y de luchar por su futuro.
    Me gusta verlos como ejemplo porque me animan, son como un tirón de orejas delante de mis quejas, de mi ansiedad e impaciencia, de mi ingratitud... Y al verlos, a veces no puedo evitar preguntarme: ¿será que todos no deberíamos pasar alguna vez en la vida por la experiencia de la necesidad, de tener sólo lo básico para vivir, para que aprendiéramos a valorar, a agradecer y compartir lo que tenemos?...

domingo, 27 de setembro de 2015

"Jefes"

    Y empezando a pololear con un resfriado de primavera, aquí va la crónica de la semana, entre muchos estornudos, pañuelos desechables, tecitos con limón, comprimidos verdes y azules, gotitas nasales y muchas, muchas ganas de quedarme en la cama... ¡Pero compromiso es compromiso!


    Hay cosas, situaciones y personas que no tienen precio -tanto negativo cuanto positivo- y una de ellas es un buen jefe. Porque no existe cosa mejor que trabajar bajo el comando de un superior de mente abierta y creativa, que confía en uno, que lo apoya, le facilita el desempeño, lo elogia y lo regaña con justicia y sabiduría. El jefe debe ser el tipo que te estimula, te desafía, que cree en tu potencial, que a abre puertas y trabaja codo a codo contigo... Por desgracia, existen jefes que quieren brillar solos y para esto pisan, humillan, destruyen, apagan cualquier chispa de entusiasmo que el funcionario pueda tener y llegan hasta a matar el amor al trabajo. Nunca encuentran nada lo suficientemente bueno (a no ser que ellos lo hayan hecho) y están siempre rebajando y ridiculizando a sus subalternos. No apoyan, no estimulan, no escuchan, no aceptan que alguien venga con algo diferente a lo que ellos planearon, no importa si es mejor, porque nadie puede competir con ellos y menos aún "derrotarlos". Estos jefes son, en realidad, personas inseguras, que necesitan aplastar a los demás para sentirse felices y brillar. Les encanta ejercer el poder, el miedo, el chantaje, la amenaza, la humillación. No tienen amigos, sino aliados, chupamedias, espías, sometidos por la necesidad de conservar un empleo. No les importa que nadie los quiera ni que hablen mal a sus espaldas, desde que obedezcan, no repliquen, no intenten enfrentarlo, traer ideas nuevas, tener más destaque que él. Están en un pedestal de mentira, siempre peleando con todos para mantenerse allí, únicos, soberbios, déspotas, patéticos... ¡Qué cosa triste e indignante!...
    Gracias a Dios, así como tuve uno de estos jefes, también tuve uno de los buenos, de esos que te hacen tener ganas de levantarte en la mañana y llegar temprano a la oficina, que te hacen querer producir, crecer, vestir la camiseta, hacer hora extra, sacrificar fines de semana. No hay nada mejor que sentir la confianza y el apoyo de tu superior, como verlo involucrarse e invertir en tus proyectos.
    Para rendir, para crecer -y por consecuencia hacer crecer a la empresa- el funcionario necesita sentirse valorado, apoyado, incentivado, escuchado, atendido, comprendido humana y profesionalmente... Nada peor que trabajar descontento... Pena que haya tantos en esta situación.

sábado, 19 de setembro de 2015

"Condena"

    Bastante remecidos y preocupados, todavía mareados, pero de pie. Así somos los chilenos, y aunque de repente se siente una punta de angustia al subirse al ascensor, o al salir a la calle, continuamos con nuestra vida, porque así tiene que ser. No sacamos nada con vivir aterrorizados por el próximo terremoto, porque eso no va a impedirlo, entonces, hay que echarle p'adelante nomás y hacerle honor al cumpleaños de nuestro amado y remecido país. ¡Viva Chile!
    Y entre una réplica y otra (mi móbile de campanitas me avisa cada vez que hay una) aquí está la crónica de la semana, y otros dos cuentos, para olvidarse por un ratito de este suelo tan pícaro. Vayan a pazaldunate-historias.blogspot.com y disfrútenlo!.


    Me pregunto cómo será vivir solo. Me acuerdo que en esos cuatro días en que mi hija estuvo fuera visitando a su pololo en el norte tal vez tuve una idea, pero ella regresó luego y todo volvió a ser como antes... ¿Pero y esas personas que están siempre solas, sobre todo las jubiladas que ya no trabajan? Pues las que tienen un empleo pasan más tiempo en él que en sus casas, entonces tal vez no sientan tanto la sensación de soledad. De repente puede hasta ser un alivio llegar a un lugar vacío y silencioso después de pasar 8 o 10 horas en una oficina, caminando por calles abarrotadas y tomando buses o metros llenos... Veo reportajes en la televisión que muestran a estos solitarios -viejos o jóvenes, por opción o destino- y me quedo pensando en cómo lo pasarán, pues no todos tienen amigos o familiares cerca (sobre todo los más viejos) entonces viven una verdadera soledad. Algunos se muestran resignados, otros valientes y optimistas, otros creativos y alegres, a veces contentos y llenos de proyectos. Ya unos parecen deprimidos o preocupados por la falta de compañía y apoyo... Es verdad que a veces necesitamos estar solos, alejarnos del mundo y su bullicio para encontrarnos con nosotros mismos, para raciocinar más claramente y solucionar nuestros conflictos. A veces puede ser agradable y libertador permanecer solo (yo misma lo he comprobado) pero no sé realmente cómo será estar siempre solo, sobre todo cuando no se tienen muchas actividades. Ocio y soledad no se llevan bien.
    Los hijos crecen y se van, los compañeros y parientes mueren, llega la jubilación, la fragilidad, los achaques, la dependencia... ¿Cómo se encara todo esto solo?... Creo que por eso existe esa ley tácita que dice que los padres cuidan a los abuelos y los hijos a los padres. Pena que ni siempre la cumplimos. La soledad, en esos casos, no es algo que puede ser agradable y positivo, sino una verdadera condena.

domingo, 13 de setembro de 2015

"Incitaciones"

    Vino, revolucionó mi vida, mi rutina, mis horarios y mi corazón, y después se fue... Fueron días preciosos, divertidos, llenos de emociones siempre nuevas, de deliciosos abrazos -acuérdense de que mi hijo tiene el abrazo más rico del mundo- y de momentos sin precio... Ahí, claro, ¡imagínense si iba a tener tiempo o inspiración para sentarme a escribir!... Era demasiada emoción en tan breve tiempo. ¡Una semana apenas en la que me dediqué a puro regalonear a mi hijo y su polola!... Fueron días de absoluta felicidad que luego se repetirán, gracias a Dios... 
    Y pasada la tristeza de las despedidas en el aeropuerto y llena de recuerdos placenteros, vuelvo a mis rutinas y "deberes", entonces, aquí va la crónica de la semana y más dos cuentos cortos. ¡Vayan a pazaldunate-historias.blogspot.com y diviértanse este fin de semana!


    Son las tres. Me desperté de la siesta y ya lavé los platos, trapeé la cocina y le cambié el agua a las perras. No tengo que salir a comprar pan, entonces decido ver un poco de tele, porque no me siento inspirada para sentarme a escribir. Pesco el control remoto y me acomodo en el sofá. Las perras, felices, vienen a ponerse a mi lado. Prendo la televisión... Paso un canal: serial de investigadores forenses, tripas, pedazos de cráneo, balas ensangrentadas, detalles escalofriantes. Otro: una familia disfuncional que trata de no parecer tan patética. El siguiente: agentes con súper poderes contra conspiradores internacionales que pretenden acabar con la civilización. Uno más: los planes de venganza de una joven que no mide métodos ni consecuencias. Y otro: las maldades de los personajes clásicos de cuentos de hadas... Y continúa: asesinos, vengadores poco ortodoxos, seres mutantes, zombies, plagas científicas que transforman a la gente en monstruos, personajes obscuros que esconden y resuelven escándalos y crímenes, médicos que más cambian de cama que atienden pacientes, detectives atormentados, obesos tratando de parecer normales, emergencias médicas, concursos o competencias de todo tipo en las cuales los participantes se transforman en verdaderas serpientes, animadores groseros e impertinentes... Empieza a dolerme el dedo de tanto cambiar de canal y no encuentro nada decente que ver... ¿Pero qué diablos está pasando con los programas de televisión? ¿Dónde quedaron "La pequeña casa en la pradera"?, "Doctora Quinn", "Los Walton", "Pushing dayses", "El show de Jerry Lewis"?... Todas esas seriales que lo dejaban a uno feliz, emocionado, animado, reconciliado con el mundo y la humanidad, con ganas de hacer algo positivo, de volverse alguien mejor? Ahora parece que todos los programas quieren sacar a relucir lo que de peor tenemos, lo perversos e inmorales que podemos llegar a ser, los actos irracionales y egoístas que somos capaces de cometer por orgullo, ambición, poder, "amor", venganza... Los protagonistas son descaradamente ambiguos, pero son cínicamente explicados , justificados y disculpados por sus traumas. Están llenos de armas, de tecnología y planes estrambóticos para obtener lo que desean, y parece que mientras más obscuro y retorcido, más políticamente incorrecto es, más sube en el rating...
    ¿Pero qué nos está pasando?... No digo que en las series antiguas el mal no fuera mostrado (hasta porque sin esta lucha ancestral del bien contra el mal no existirían guiones) pero era un mal cercano, tenía solución, era humano, y en general, uno sacaba alguna cosa positiva para nuestra propia vida al final de cada capítulo. Hoy se termina deprimido, irritado, no pocas veces horrorizado, indignado. El mal se extiende por temporadas y temporadas, y si el público se cansa, ya hay nuevas y más bizarras opciones de substitución. Lo cómico se ha vuelto patético, cruel, ofensivo. Lo dramático es obscuro, aterrador, violento. Nada nos llega al corazón o nos despierta cosas positivas. Sólo atrapa nuestros sentidos más primitivos y los azuza de la peor forma posible. No hay más lecciones, sino sólo incitaciones.

sábado, 22 de agosto de 2015

"Hay que celebrar"

    Bueno, y como la inspiración sigue a todo galope, esta semana hay más cuentos. Esperamos la lluvia y el aire frío y limpio junto con la llegada de mi hijo el próximo fin de semana, entonces ya les aviso que probablemente no habrán crónica ni cuentos ¡porque vamos a estar paseando y pasándolo muy bien!... Pero no se preocupen, porque todo volverá a lo normal la semana siguiente, entonces, ¡ténganle un poquito de paciencia a esta mamy chocha!... Y aquí va la de esta semana, bien cortita, pero poderosa:



    Definitivamente, hay que celebrar, hay que celebrar y alegrarse. Hay que vivir cada día plenamente, y esto no significa hacer grandes cosas, salvar al mundo, descubrir la cura del cáncer, donar una fortuna a alguna causa noble. No, basta vivirlo con consciencia y gratitud, con optimismo y coraje. No hay que andarle buscando las cinco patas al gato, temiendo cosas negativas, dejándose llevar por el pesimismo y las apariencias. Nuestra cuota de problemas ya está llena, ¿para qué malgastar energía y creatividad inventándole más?... Lo que tenemos es lo que precisamos en este momento, y si lo aumentamos o mejoramos es porque era el momento de hacerlo, y vice versa. Donde estamos, lo que somos y poseemos son lecciones aprendidas, procesos. Todo debe llevarnos a la comprensión, en algún momento, para que así podamos dar el siguiente paso en nuestro crecimiento.
    Por eso hay que celebrar y agradecer siempre, hay que estar atento, dos veces despierto, preparado para "el buen combate", del cual siempre saldremos victoriosos.




sábado, 15 de agosto de 2015

"Asuntos pendientes"

    Y después de un breve intervalo por causa de la cirugía de mi hija -a quien hora estoy dedicada a regalonear, por lo menos hasta el mañana- estoy de vuelta, inclusive con cuentos nuevos mañana. Gracias a Dios todo salió bien y ella está empezando a sentirse mejor y eso es lo que realmente importa... ¿Caro? ¿Barato?... ¿Qué es eso para una madre que sólo desea el bien de sus hijos?... Estoy feliz y aliviada, porque no hay nada peor para uno que sentirse impotente frente al dolor de un hijo. Y con esto, la inspiración ha regresado, entonces, ¡aquí voy!...



    Veía el otro día una película sobre la historia de cinco mujeres con cáncer y la manera en que cada una lo enfrentaba. Unas sobrevivieron, otras no. Pero lo que todas tenían en común era el deseo de estar bien con aquellos que los rodeaban: familia, padres, amigos, hermanos. Lo más importante, en un cierto punto, no era lo que poseían, lo que habían hecho o podrían hacer o lograr en el tiempo que les quedaba, sino las relaciones, el cariño, la sinceridad, la compañía y el consuelo y apoyo de los demás.
    No ha sido la primera vez que he visto historias así, y todas coinciden en el mismo punto: la importancia del amor cuando se llega al fin, sea por una enfermedad o por el proceso natural de la vejez. En esos momentos, todo lo demás pierde importancia. Concertar los asuntos del corazón y del espíritu y rodearse de personas que se ama parece ser vital. Es decir, si ellas ya son importantes cuando estamos sanos y somos jóvenes, qué decir si somos afectados por una enfermedad terminal o llegamos a la edad en que empezamos a depender de los otros.
   Es hasta divertido ver cuánto luchamos a lo largo de nuestra vida para tener cosas, para realizar acciones importantes que, al final, pueden no significar nada si estamos solos o tenemos asuntos pendientes con alguien. Hacer y poseer es bueno, desde que tengamos con quien compartirlo, sobre todo al final de nuestra vida.

domingo, 2 de agosto de 2015

"Fachadas"

    Aprovechando este día lluvioso al lado de la estufa, voy a sentarme a escribir porque ya tengo algunos otros cuentos en la cabeza. Hoy habrán otros tres para que ustedes también se sienten al lado de la estufa a leer, con una tacita de té y unas tostadas. ¡Vayan a pazaldunate-historias.blogspot.com y pásenlo bien!
    Y por ahora, aquí va la crónica de la semana, un poco más larga que lo habitual. Debe ser el frío y la lluvia que me inspiran...


    Y al final, era pura fachada... Pero cuando yo pasaba, dos o tres cuadras más abajo, y  miraba, e veía realmente impresionante con sus dos torres coloniales y su campanario coronado por la bella cruz de metal trabajado. Debía ser una cosa linda por dentro, llena de reliquias, conservada como patrimonio histórico de la ciudad, con baldosas, pilares, altares y estatuas originales. Al vez hasta tuviera un púlpito de esos de madera labrada y el techo pintado a mano con imágenes de santos y ángeles... Todas las veces que pasaba por la esquina y distinguía sus torres al fondo, gallardas  e imponentes entre los edificios modernos y el tráfico ensordecedor, me decía que planearía una visita especial, con tiempo suficiente para disfrutar cada rincón y hasta sacar algunas fotos para postear en mi face y mostrarle a mis amigos las bellezas bien conservadas de Santiago.
    Demoré, pero finalmente me organicé, hice la siesta más corta y fui a conocer la iglesia de Santa Ana. ¡Debía ser importante, ya que hasta una estación del metro habían construido, con salida a la puerta del atrio de la iglesia!... Cuando llegué, me encontré con una simpática y florida plazoleta junto al patio de la parroquia, cercado por una reja verde. Viéndola así, más de cerca, parecía bastante maltratada, con la pintura descascarada y las paredes enmohecidas. La puerta por la que entré estaba opaca y arañada, un poco chueca. Tal vez estaba medio descuidada porque era una puerta lateral, pensé, mientras adentraba, finalmente, en aquel baúl de tesoros.
    ¡Pero qué decepción me llevé!... Por dentro daba la impresión de que uno había entrado al lugar equivocado... No había nada: ni santos, ni altares, ni pinturas o candelabros, no había púlpito, obras de arte en el techo, columnas labradas, baldosas originales... Apenas bancos de madera burda, altares vacíos, quebrados, parches de yeso blanco en las paredes, cables eléctricos cruzando la nave entras, unas luces hechizas que le daban un aire tétrico al recinto. No había un altar mayor con una cruz o alguna imagen sagrada, apenas un mesón tosco cubierto con un paño blanco ordinario, sin bordados, sin flores, y al fondo una pared de madera beige que no llegaba al techo -donde estaba pegado un afiche sobre las misiones y las vacaciones. Atrás, aparecía una red negra cubriendo el espacio entre la pared de compensado y la bóveda. Más atrás, las siluetas de algunos andamios... Yo estaba desolada, pero al ver los andamios y las armazones de metal, me di cuenta de que estaban arreglando la iglesia, entonces tal vez todo aquel vacío, aquel desorden y precariedad se debiesen a eso. No era el momento de visitarla, de querer encontrar belleza, historia, arte. Tendría que esperar un poco y, a pesar de la decepción, salí de allí pensando que, con certeza, valdría la pena y toda esta fealdad sería olvidada cuando el trabajo estuviera terminado.
    Pero también salí reflexionando sobre otras cosas. ¿No hay a veces personas que se parecen a esta iglesia?... Una fachada imponente, pero con el interior vacío y remendado, lúgubre, sin nada a ofrecer a no ser lo básico. ¡Qué decepción nos llevamos entonces! Damos media vuelta y abandonamos a esa persona sin pensar que -como la iglesia de Santa Ana-  ella podría estar en reforma, podría tener arreglo, podría quedar bella y acogedora. Todo esto si alguien decidiera invertir en esta remodelación. Las personas a veces pasan por procesos que desconocemos y para los cuales no tenemos la paciencia o la compasión para descubrir y participar. Nadie diría -por la fachada- que la parroquia estaba con tantos problemas. Sólo entrando para darse cuenta y, en vez de retirarse, permanecer para ayudar, como aquellos feligreses que participaban de la misa ese domingo en que yo fui.
    Sí, hay que entrar, hay que asustarse, conmoverse, decepcionarse, pero luego hay que respirar hondo y disponerse a ayudar, pues sólo así la construcción no se derrumbará.

domingo, 26 de julho de 2015

"Las historias por detrás"

    Un poquitín atrasada, pero aquí estoy, cumpliendo con mi ritual de la semana. Es que anduve medio ocupada y entre ayer y hoy tuve un verdadero ataque de inspiración, entonces me dediqué a escribir todos los cuentos que se me ocurrieron -¡y siguen ocurriéndoseme!- antes de que se me olvidaran, porque no hay nada peor que tener una idea y, por no trabajar en ella luego, se te olvide... Eso es la muerte. Inclusive, conseguí acordarme de una que había anotado y no conseguía recordar porque dejé el apunte que hice demasiado tiempo en remojo... Pero hoy estoy feliz, porque quebré mi propio record: ¡11 cuentos cortos en dos días!... Tengo material para dos o tres semanas, porque tampoco quiero atiborrarlos con tanta historia de una vez, verdad?... Entonces, vean si se dan un tiempito y van a pazaldunate-historias.blogspot.com y las leen.
    Por el momento, aquí va la crónica de la semana. Espero que la disfruten!


    Siempre me han fascinado las historias por detrás delas personas y sus actitudes y opciones, porque es en ellas donde podemos descubrir quiénes son y por qué hacen lo que hacen y están donde están... No recuerdo si en Brasil había tanta divulgación de este tipo de cosa, pero sé que aquí en Chile aparecen a cada rato programas de televisión, revistas y periódicos, y todas ellas logran tocarme y conmoverme profundamente porque tienen algo de heroico, de ingenuo, de esperanza y fe que parece mover a sus protagonistas y que los vuelve dignos de admiración.
    El otro día estaba viendo un programa de talentos en el cual se contaba la historia de los participantes y cómo llegaron hasta el escenario. Yo estaba un poco impaciente porque la calidad de los supuestos artistas no era nada buena. Eran personas pobres, ignorantes, feas, mal vestidas, que venían de lugares distantes, de poblaciones, de villas o áreas de la periferia donde vivían al tres y al cuatro con la delincuencia, la falta de estructura y los desastres familiares y municipales. En las filmaciones, los escenarios parecían todos iguales: pasajes con plazas sucias y agonizantes, casas diminutas y atiborradas, con paredes rojas y verde limón, patios desordenados y llenos de cachivaches, veredas quebradas, mercaditos en garages... Pero de repente, no sé por qué, todo esto empezó a cautivarme, a conmoverme, a hacer sentido. Los testimonios, los rostros, las habitaciones, las calles... Y poco a poco me fui envolviendo, empatizando, consiguiendo ponerme en el lugar de estas personas y empezando a entender sus sueños, sus intenciones, sus ansias, sus pequeños e invaluables éxitos... Y de pronto me di cuenta de cuál era la verdadera intención de aquel programa de talentos. Pues justamente lo que yo veía y sentía en ese momento: darle aliento a un sueño -aunque éste no estuviese acompañado de un gran talento- cambiarle la vida y las perspectivas  esta gente, brindarles su pequeño instante de gloria y brillo para que pudieran seguir adelante, para que continuaran creyendo en ellos mismos. Había que tener una cierta capacidad, un nivel mínimo para subirse al escenario, sin embargo, percibí que aquello no era realmente lo primordial para participar. Era más bien una "fachada", la disculpa para entrar en la vida de esta gente y cambiarles un poco su existencia dura y sacrificada, con tan pocos placeres y recompensas. Y lo más genial era que la mayoría de los participantes eran personas así, necesitadas, luchadoras, a su manera idealistas, valientes y optimistas. Entonces, el programa funcionaba como miel para las abejas... ¡Y cómo hay de estas abejas en el mundo!.
    A partir de ese momento, toda mi perspectiva sobre el programa cambió radicalmente. Ya no me fijaba en lo desafinado que cantaban o lo mal vestidos que estaban, sino en la historia de coraje, fe y persistencia de cada uno. Definitivamente, tenía mucho que aprender de ellos.
   

domingo, 19 de julho de 2015

"El bien de los otros"

    Preguntas, muchas preguntas, algunas de ellas con respuestas, otras no, por lo que la incertidumbre y las contradicciones sobre algunos temas continúa, entonces supongo que es momento de practicar la paciencia y la fe, esperar señales, personas, encuentros, revelaciones... Esto nos pasa  a todos, es parte de nuestra condición humana y pasar por estas pruebas sólo nos fortalece y nos vuelve más sabios y compasivos, sobre todo con nosotros mismos. Así, hay que continuar viviendo cada día, uno a uno, con todo lo que él nos trae de positivo y negativo, hay que encontrar salidas, usar la creatividad, el equilibrio, el buen humor y el optimismo, porque no hay mal que dure cien años, ¿verdad?....
    Y con esta chispa de esperanza en una luz al final de este túnel, aquí va la de la semana. No hay desesperación, sólo inquietud, curiosidad, expectativa y a veces, lo admito, algo de impaciencia, pero supongo que es normal. Y para combatirla, esta semana me voy a dedicar a escribir más cuentos cortos, ¡entonces prepárense para el fin de semana que viene, porque habrá novedades!


    ¿Quiero mejorar mi día? ¿Levantarme el ánimo? ¿Mirar la cosas bajo un nuevo angulo? ¿Sentirme optimista, contenta, leve, conectada con todo y todos, en paz?... Pues es muy fácil: basta hacer una buena acción. Puede ser cualquiera, no tiene que ser algo grandioso, que llame la atención, transforme el mundo o nos haga famosos. Es suficiente con que le facilitemos la vida a alguien, ni que sea en algo tan banal como desearle buen día o sujetar la puerta del ascensor... ¡Es tan fácil y nos deja con una sensación tan agradable! Cambia por completo nuestra energía, nuestra disposición, nuestro humor. Nada mejor que salir un poco de nuestro mundo y nuestros problemas para darnos cuenta de la suerte que tenemos, de nuestra capacidad y nuestra compasión para ayudar, de que somos necesarios y útiles, de que tenemos un grano de responsabilidad en la felicidad de los demás, conocidos o desconocidos. Es un momento, un gesto, una palabra, a veces basta una mirada o una sonrisa y ya habremos hecho nuestra parte sin que nos cueste nada. Lo único que necesitamos es estar en esta disposición constante, atentos y accesibles.
    Tenemos que aprender y practicar que el bien de los otros curiosamente, es nuestro propio bien, pues cuando éste se propaga el mundo se vuelve un lugar mejor para todos.

domingo, 12 de julho de 2015

"Sombras invisibles"

    Y después de un pequeño problema con la internet, ya resuelto, aquí estoy de vuelta, en un día obscuro, frío y finalmente lluvioso. Vamos a ver si con esta tormenta (¡50 milímetros en un solo día!) la calidad del aire mejora y dejamos de estornudar, lagrimear y toser. Y también, por fin, nuestra bella cordillera se cubre de blanco y nos brinda ese espectáculo majestuoso y único...


    Es increíble cómo no sacamos nada con engañarnos. Mismo sintiéndonos completamente convencidos de que estamos siendo sinceros y leales, si esto no es realmente verdad, el nudo que nos aprieta no se deshará. A veces creemos que resolvimos todos los puntos de un problema y no entendemos por qué las cosas no funcionan, por qué no nos sentimos mejor, por qué continuamos estancados, sin que se nos ocurra que, si esto está sucediendo, con certeza es porque se nos quedó algo atrás, tal vez tan profundamente escondido o disfrazado que no nos dimos cuenta... Entonces, es momento de parar y reflexionar, observar, viajar más hondo dentro de nosotros mismos y tratar de desentrañar esta parte que está faltando y que impide la solución de nuestro problema. Y para hacer esto con éxito, el secreto es que seamos absolutamente honestos, que no tengamos miedo y que enfrentemos lo que encontremos con valor y voluntad de resolverlo, conscientes de que es la única manera de seguir adelante. A veces son estas sombras invisibles del pasado, esos secretos que preferimos ignorar, la puerta trancada que tenemos que abrir para que nuestro presente y nuestro futuro acontezcan en paz y felicidad.

domingo, 28 de junho de 2015

"Una persona feliz"

    Bueno, este resfriado está bien porfiado y no quiere irse, me tiene medio lacia y con una caja de pañuelos desechables al lado. Más encima, la calidad del aire tampoco mejora, entonces no ayuda en nada. Lo peor es que sólo esperamos lluvia en Julio, entonces, vamos a tener que seguir con los pañuelos, los antialérgicos y las gotas para los ojos y la nariz. Este está siendo el mes más seco de todos los tiempos y la contaminación está realmente dramática. Una nube amarillenta y amenazante se cierne sobre esta linda ciudad y nos tiene a todos tosiendo y lagrimeando, encerrados en casa, mirando por la ventana y con nostalgia de la nieve en la cordillera, que está completamente limpia... Bueno, paciencia. Por lo menos mi inspiración no está resfriada ni contaminada, entonces, aquí va la crónica de esta semana.


   Cada vez más me he ido dando cuenta -aunque supongo que a esta altura ya debería saberlo con certeza- de que las probaciones vienen para que aprendamos, para que crezcamos y nos demos cuenta de lo que somos capaces y de que, en cuanto esto no suceda, ellas continuarán allí perturbándonos, encorralándonos, llevándonos no pocas veces al límite. Sólo cuando hayamos aprendido y superado la prueba, ésta desaparecerá. Es un proceso, como una especie de esquema que veo y entiendo cada día más claramente. Sin embargo, el percibir esta dinámica no quiere decir que puedo hacer  trampa, pues la comprensión y el aprendizaje tienen que ser verdaderos y honestos. No sacamos nada con decirnos a nosotros mismos -y a la prueba- que ya entendimos, que encontramos la salida o que somos capaces de sobrellevarla para aprender y crecer si esto, de hecho, no está ocurriendo.
    Todos estos procesos, en realidad, podrían demorar mucho menos si nosotros no les opusiéramos tanta resistencia, si no les tuviéramos miedo, si aceptáramos con calma, fe y creatividad que la vida está llena de dificultades, tropiezos, decepciones y desafíos que a veces parecen sobrepasarnos. Esto no quiere decir que ella es una porquería o que Dios desea nuestro sufrimiento, sino que es necesario que pasemos por experiencias que nos enriquezcan, nos vuelvan fuertes y creativos, equilibrados y sabios. Hay quien no demora tanto en entender esto y pasar por las pruebas. Hay otros que se quedan atascados y por eso no consiguen que sus vidas avancen, mejoren, alcancen la plenitud y la felicidad. 
    Porque una persona feliz no es aquella que nunca sufrió, sino aquella que pasó por todas las pruebas -grandes y pequeñas- que la vida colocó en su camino y consiguió salir victoriosa.

domingo, 21 de junho de 2015

"¡Gracias!"

    Bueno, esta semana también hay cuentos, a pesar del tremendo resfriado que me pesqué -de mi hija, que anda por ahí arrastrándose- y de la pésima calidad el aire en Santiago, que no se resuelve con ninguna medida, por extrema que sea. No hay caso, si no llueve o hace algo de viento, vamos a seguir estornudando, lagrimeando y tosiendo. Yo creo que mañana me voy a comprar una mascarilla en la farmacia, porque la cosa está realmente seria. Se sale a la calle sólo en caso de necesidad, porque se vuelve de ella con la garganta y la nariz irritada y, los ojos picando, entonces, hoy me voy a quedar aquí adentro -excepto cuando salga con mis perritas- escribiendo mucho, lo que va a ser muy bueno pues así habrán más cuentos el fin de semana que viene. No se olviden: pazaldunate-historias.blogspot.com
    Y ahora, a la crónica de la semana, entre estornudos y toses:



   Los miramos a huevo, les hacemos el quite cuando pasan, les ponemos cara fea al escucharlos hablar. Están mal vestidos, o con uniformes viejos, zurrados y sucios, en general demasiado grandes. Tienen la piel curtida, las manos llenas de callos o zabañones, uñas sucias, carcomidas. Se mueven en lugares donde nosotros no tendríamos coraje de ir, manipulan materiales que nos asquean, nos  asustan, casi nos ofenden. En general -y por eso mismo- no huelen bien y, buena parte de ellos son groseros, toscos, resentidos, callados, andan medio cabizbajos. Otros son escandalosos, risueños, bromistas, como escudándose en esto para soportar su trabajo y ser notados y considerados. No sé si tienen más vergüenza que nosotros, pero la cosa es que necesitan poner comida en la mesa y, como apenas saben leer y escribir, no pudieron conseguir nada mejor... Sin embargo, en un mundo ideal, mismo que nadie fuera iletrado, pobre o ignorante, alguien tendría que hacer su trabajo, sin importar si estudió en Oxford, porque sin él la ciudad se transformaría en un basural, o entonces, las mercaderías no llegarían a las tiendas y ferias, los baños públicos y hospitales serían antros de hedor e infecciones, las plazas y parques se transformarían en selvas, no se levantarían más edificios, no se enterrarían más difuntos, las escuelas y restaurantes no servirían más comida porque no tendrían más platos y ollas limpios. El pescado quedaría en el mar, las vacas en el campo...
    Entonces, la próxima vez que nos encontremos con una de estas personas que hacen esos trabajos que ninguno de nosotros haría, saquémonos el sombrero, hagamos una reverencia y digámosle: "¡Gracias!"

domingo, 14 de junho de 2015

"Sólo para verla sonreír"

    ¡Atención, hay más cuentos este fin de semana! ... Realmente, la inspiración no tiene fin, gracias a Dios, entonces voy a poder seguir produciendo -y ustedes leyendo- muchas más de estas historias, cosa que me tiene absolutamente fascinada. Sobre todo ahora que el invierno se instaló de verdad y no dan ganas ni de poner la nariz para afuera, me lo puedo pasar mucho tiempo sentada delante del computador -y con un guatero en la falda, claro- escribiendo... Realmente, tengo mucha suerte.
    Y, como siempre, aquí va la crónica de la semana, que en verdad, es casi uno de esos cuentos.

    Íbamos a camino de La Vega, mi hija y yo, cuando la vimos. Estaba junto al muro de la tienda de abarrotes, sentada en una vieja y maltrecha silla de plástico al lado de su minúscula banca. Tenía cilantro, ajo, bolsitas de orégano y merkén, ají, hierbas, perejil... Todo poquito, humilde como ella, medio mustio, resignado y paciente en el frío cortante de la mañana. Y ella. Menudita, medio encorvada, envuelta en un chaquetón demasiado grande, las manos secas y enrojecidas, los ojillos castaños perdidos en algún punto lejano, inexpresivos. Boca fina, rostro surcado por mil arrugas que contaban a gritos toda su historia. Un gorro de lana gastado cubcría su cabeza blanca. No ofrecía sus mercaderías, como los demás. Estaba simplemente sentada allí, con las manos sobre la falda, sin mirar a los transeúntes. ¡Y qué expresión tan triste tenía!... Me pregunté si era la abuela de alguna familia que había sido obligada a ponerse allí con su menguada mercancía para ayudar al presupuesto con certeza más que apretado. O tal vez era el único sostén de un esposo enfermo, de un nieto abandonado... Cara de resignación, de algún tipo de rara inocencia que carecía de la malicia y la gracia del comerciante, de la desfachatez seductora del vendedor ambulante gritón y ostentoso. Ojos distantes, apagados, sin más sueños. Tal vez sólo con algunos recuerdos de tiempos mejores.
    Y sólo para verla sonreír, paramos y le compramos dos bolsitas de ajo, un ramito de cilantro y unos ajíes, que estaban grandes y olorosos. Recibió nuestro dinero con una sonrisa que  casi iluminó su cara... Pena que cuando me volví a mirarla antes de dar vuelta la esquina, ella había vuelto a ser la viejita más triste del mundo.

sábado, 6 de junho de 2015

"Así se hace un vencedor"

    Bueno, continúo súper inspirada y ya estoy preparando otros cuentos para la semana que viene. Este negocio está resultándome muy parecido a escribir en mi diario porque, a final de cuentas, se trata de historias sobre situaciones que veo, personas que encuentro, lugares a los que voy, entonces son experiencias auténticas, de las cuales aprendo mucho y que me acercan cada vez más a las personas y sus vidas. Claro que están "disfrazadas" en forma de cuentos, pero son todas basadas en la realidad... En cada esquina encuentro un personaje, en cada lugar imagino una historia, en todas las situaciones con que me deparo surge un texto para desarrollar y contarles a ustedes... ¡Y menos mal que parece que les están gustando!...
    Y ahora, la crónica de la semana.


    "El éxito se mide no sólo por los aciertos, sino también por cómo enfrentamos los fracasos. Cada día nos levantamos y hacemos lo mejor que podemos"... Sabias palabras, que reflejan una saludable modestia respecto a las expectativas, porque tan importante como vencer, es levantarse después de una caída. Eso también es una conquista, tal vez hasta más grande y más valiosa e importante que una victoria, pues  ponerse de pie nuevamente requiere más fuerza, fe y perseverancia que sólo caminar hacia el triunfo sin obstáculos ni errores.
    Los fracasos y derrotas no son para humillarnos, castigarnos o derribarnos, sino para enseñarnos. Siempre es más fácil dejarse caer y quedarse lamentándose, culpando al mundo, al destino, a los dioses, a los demás, pero con certeza esa no es la idea. La intención, me parece, es hacernos parar, analizar, mirar de nuevo nuestras acciones y propósitos, nuestras dinámicas, descubrir los errores para corregirlos, ver nuevos caminos para continuar o revisar nuestros objetivos. Tropezar y caer son señales, pistas de que estamos equivocándonos en algo, entonces, en vez de echarse a morir y desistir, hay que sentarse y recapacitar, estudiar nuevamente, reestructurarse y, si es necesario, recomenzar. Mente abierta, espíritu fuerte, corazón guerrero, fe bien dispuesta, expectativas realistas, compasión y perdón con nosotros mismos y nuestros errores.
   Así se hace un vencedor.

sábado, 30 de maio de 2015

"Tomarse en serio"

    Como pueden ver, ando bastante inspirada este último tiempo. Esta semana hay más algunos cuentos para que pasen un poco del tiempo frío leyendo... Parece que la llegada del otoño y las temperaturas bajas le pone a funcionar a uno la cabeza y se vuelve más observadora, más profunda, más sensible. ¿Es la cordillera empezando a ponerse blanca frente a mi ventana? ¿Es el ambiente tibio y acogedor dentro del apartamento? ¿Son las tacitas de té o la sopa calientita en la noche?... No sé, pero se me ocurren mil ideas a lo largo del día y no quiero desperdiciarlas, entonces... ¡Prepárense! Espero que el invierno y el frío se les hagan más soportables con estas historias, porque a mí se me hacen muy agradables escribiéndolas... No se olviden: pazaldunate-historias.blogspot.com. ¡Que las disfruten!...
    Y ahora, como este es mi blog de crónicas, aquí va la de la semana. Espero que la disfruten también.


    Llego a la conclusión de que, mientras uno no se tome en serio una decisión, todo tipo de tentaciones, obstáculos y desanimadoras coincidencias y situaciones continuarán apareciendo y venciendo nuestra determinación, echando por tierra nuestros propósitos y buenas intenciones. Mientras no queramos de corazón cumpir un objetivo o llevar adelante un propósito (dieta, compras, carácter, trabajo, organización, etc) no nos resultará porque, en realidad, no estamos realmente dispuestos, convencidos de que es necesario. Entonces, no es el destino el que se pone en nuestra contra, sino que nosotros no estamos sinceramente dispuestos a cambiar, entonces le echamos la culpa a cualquier cosa que suceda y que nos sirva para retrasar nuestra  acción. Cuando se quiere algo de verdad, no hay tentación que no consigamos resistir ni obstáculo que no podamos vencer. Y lo digo por experiencia propia. ¿Queremos realmente adelgazar? Entonces no habrá ese negocio de "El Lunes empiezo", o "sólo esta vez, este pedacito". No habrá disculpas ni aplazamientos. Se tomará la decisión con la cabeza y el corazón, con cada célula de nuestro cuerpo y todo el coraje y determinación de nuestro espíritu, y con certeza tendremos éxito.
    Bien se dice que "querer es poder", pero ese querer tiene que ser de verdad, absoluto, adulto. El resto son fachadas, juegos, pose para los otros que sólo nos perjudican. Tretas para engañar y callar por un tiempo a nuestra consciencia, que toca desesperadamente una campana de alarma que nosotros insistimos en ignorar, mismo conscientes de que deberíamos hacerle caso.
    

domingo, 24 de maio de 2015

"Batalla sin tregua"

     Y como se los prometí, esta semana hay una nueva serie de cuentos cortos para que la disfruten... Bueno, en una ciudad como esta, inspiración es lo que no falta. Uno puede sentirse medio desanimado a veces, pero si lo piensa bien, tiene que agradecer que tiene dos blogs donde puede publicar lo que quiera, cuando quiera -y totalmente gratis- y que hay personas que los leen. Y que las visitas están aumentando. Y que ya tengo unos seis o siete bosquejos para más cuentos. Es sólo andar por la calle o sentarse en un banco de plaza que ellos aparecen como por arte de magia. Y no puedo ser desagradecida con todo este aliento, ¿no es verdad?... ¡Entonces voy a aprovecharlo y sentirme feliz porque estoy haciendo mi parte! Y como ya no es más la vanidad o la ambición lo que me mueve, supongo que las cosas cambian bastante de perspectiva. Y estoy muy contenta con eso.
    Y vamos a la crónica de la semana, corta, pero directa.


    Ese ejército regresando a casa al atardecer, haciendo filas eternas en los paraderos, cargando bolsas, paquetes, maletines, mochilas, pasando al mercado para comprar la cena, a la panadería para tener el pan, el jamón y el queso para la once y el desayuno del día siguiente. Algunos serios, tensos, preparándose para enfrentar aseo, cocina, ropa sucia, tareas del colegio. Muchos dormitan en el metro, en la micro, en el calor del colectivo, bajan de uno, se suben al otro, extenuados, y todavía ensayan una sonrisa al llegar a casa... Van rápido, callados, concentrados, tal vez preguntándose de dónde van a sacar fuerza y coraje para volver a hacer esto de nuevo mañana, y pasado mañana, y todos los otros días de sus vidas. Tal vez por los hijos, por las cuentas, por los sueños, por la esperanza de una vida mejor. Salen cuando el sol no aparece todavía y vuelven cuando ya se escondió. Algunos tienen más de un empleo... Y así, se les fue el día en esta batalla sin tregua, sin posibilidad de renuncia, de negociación, de fracaso... Y en la noche parece que la casa queda más lejos, que se demoran una eternidad en llegar...
    Pero llegan, se recomponen, respiran hondo, duermen su sueño mezquino y vuelven a la batalla al día siguiente.

domingo, 17 de maio de 2015

"¡Qué pena que tengamos que esperar!"

    Ya sé que les prometí una nueva serie de cuentos cortos, pero esta semana ha sido medio rara. De repente me siento animada y dispuesta, disfrutando esta nueva soledad y el tiempo extra, y de repente me siento desanimada y medio aburrida. Me volví adicta a las palabras cruzadas y a la sopa de letras (que según dicen, son excelentes ejercicios para la memoria y la actividad cerebral en general) y me lo paso horas sentada en el sofá de la sala resolviéndolas o viendo televisión. Hay unas que son realmente un desafío... Pero de todas maneras, parece que todavía como que no me acostumbro a este "ocio", a esta rutina solamente doméstica y sin sobresaltos, horarios, metas y todo lo que implica un trabajo con horarios, jefes y alumnos, proyectos, montajes, ensayos y toda esa locura que fue mi trabajo en la fundación cultural durante 26 años... Es realmente extraño estar aquí ahora, libre de todo eso -que era fascinante pero demasiado estresante. Mi glucemia que lo diga- y no tener ninguna obligación ni nadie a quien rendirle cuentas... Pero con el tiempo me acostumbro, no se preocupen. También estoy medio preocupada y desanimada porque ya hace 5 meses que no me publican ninguna crónica en el periódico de Brasil. ¿Será que se cansaron? ¿O que hay demasiada gente mandando textos? ¿Será que me volví "mucho de lo mismo"?... No lo sé, pero eso me deja bastante triste. Juntamos a esto el hecho de que entré en contacto con una agencia literaria, envié un cuento y hasta ahora no recibí ninguna respuesta y algunos proyectos en Brasil que parece que no van a funcionar y de repente me siento bien desalentada con esto de escribir y publicar...
    En todo caso, si de publicar se trata, tengo estos blogs para hacerlo cuando quiera, sabiendo que hay gente que los lee y disfruta mi trabajo. Eso es un tremendo consuelo y un aliento extra para continuar escribiendo. Además, el sol está empezando a brillar y eso siempre es un motivo de alegría, inspiración y buenas vibraciones, entonces... ¡Aquí vamos de nuevo!... Juro que esta semana escribo esos cuentos y los publico.


   Creo que ya he hablado alguna vez sobre esto, pero es que es algo bien especial: me encanta observar a los viejos en sus quehaceres y actividades rutinarias como cocinar, comer, comprar, hacer aseo... Tienen un qué de experiencia, de cansancio, de esfuerzo consciente que me conmueve profundamente. Saben de sus limitaciones, pero se esfuerzan por continuar arreglándoselas, siendo independientes y activos. Sus actitudes no tienen disfraces, son ingenuos y transparentes como niños, algo torpes y muy sinceros. Se mueven despacio, sorteando sus achaques, y no hacen cosas innecesarias. Ahorran su energía para vivir lúcidos y activos el mayor tiempo posible... Son  sabios sobrevivientes.
    Curiosamente, todos ostentan el mismo brillo en los ojos, incluso aquellos más enfermos o alienados. Es un algo como líquido e infantil, que parece esperar alguna cosa o ver más allá.. ¿Es la muerte que contemplan y no nos lo cuentan? ¿O será tal vez el paraíso, los santos y los ángeles? ¿O vislumbran al propio Dios?... Son tan frágiles y tan firmes al mismo tiempo, tan precisos mismo dentro de la inseguridad de su condición. Saben tan bien y olvidan tan serenamente. Viven hoy día, comen con la cuchara medio temblorosa, se acuestan y se levantan en silencio, porque ya dijeron todo lo que tenían que decir. Agradecen este tiempo de descanso -o de esfuerzo, en muchos casos, porque la pensión es demasiado mezquina- de falta de consumismo y vanidad superficial, de apuro, de ambición, la sensación de deber cumplido.
    Creo que es un poco de todo esto lo que se refleja en su forma de ser, de moverse, de hablar, de mirar... ¡Qué pena que tengamos que esperar hasta estar viejos para ser y sentir todo esto!... Pero también supongo que si no pasáramos por la juventud y la madurez con toda la carga de experiencia que nos entregan, nuestra vejez no tendría este encanto, este clima especial que yo le veo. Y no lo hago como una forma de consuelo porque yo misma voy hacia allá, pero confieso que me gustaría llegar a mi vejez y sentirme de la forma en que veo a los viejos en este momento.