quinta-feira, 28 de maio de 2009

45 minutos

Y aquí vá la segunda de hoy. Espero que la disfruten tanto cuanto yo misma cuando la escribí, porque fué producto de una revelación que me dejó profundamente impresionada y feliz.

Como buena paciente que soy, así que el médico me dijo que debería hacer algún tipo de ejercicio diariamente, me programé para levantarme más temprano y salir a caminar todas las mañanas, antes de empezar con todo el jaléo de la cocina. No pensé en volver a la academia porque, en primer lugar -y para variar- estaba sin dinero( y todavía estoy, por lo menos para este tipo de lujo) y en segundo lugar, porque después de siete u ocho años yendo todos los días a trancarme allá para sudar en los aparatos, encontrar a las mismas personas, aguantar aquella música en el último volumen o la televisión en todos los noticieros y programas femeninos, y perder la concentración con las cabezas de pescado de algunos de los monitores que más querían conversar sobre sus romances que vigilar si estábamos haciendo nuestros ejercicios de la manera correcta para no rebentarnos la columna o las rodillas, simplemente, me cansé. De repente, esa rutina se volvió insoportable, aburrida, absolutamente poco atractiva. Tenía siempre la misma vista por el portón abierto, la misma peléa disimulada por las esteras, las mismas caras, los mismos aparatos, las mismas conversaciones. Era cómodo porque estaba todo en el mismo lugar -inclusive el baño, lo que es vital para mí- y había personas para decirnos qué hacer y cómo hacerlo, pero poco a poco las cosas fueron poniendose tan sin gracia, tan sin creatividad -a pesar del esfuerzo de los profesores y las dueñas, que vivían inventando maratonas, gritos de carnaval, asados, dinámicas sorpresa y aulas gratis de nuevas disciplinas- que simplemente yo acababa rezando para que amaneciera lloviendo y así tuviera una disculpa para no aparecer allá... Tenía certeza de que si no hubiera alguien encima de mí y dirigiendo el trabajo, yo dejaría los ejercicios de lado para quedarme un poco más en la cama (al final, me levantaba a las seis de la mañana para no encontrar la academia llena!) o hacer cualquier otra cosa más interesante. Sin embargo, sucedió que una de las señoras que frecuentaba las aulas, y que estaba aparentemente muy bien de vida, sufrió un revés y perdió buena parte de sus bienes y privilegios, lo que incluyó la academia, el auto y los empleados.Tuvo que conformarse, entonces, con quedarse en la casa para hacer limpieza, lavar ropa y cocinar, andar en micro y hacer sus caminadas en la calle, ya que la academia pasó a ser un lujo, dado su menguado presupuesto actual. Me entristecí con su ausencia, pues ella era una persona siempre alegre y positiva, pero al mismo tiempo, la desgracia de su situación me dió una idea: caminar en la calle. Era lo que ella siempre decía, bromeando, cuando alguien reclamaba sobre las mensualidades. "Caminar en la calle es gratis!", exclamaba mientras aumentaba la velocidad de su estera.... Bueno, ahora era el momento en que ella podía probar su teoría y en que yo podía adherir a ella, pues repentinamente empezó a parecerme sumamente atractiva: escoger el camino (todos los días podía ser uno diferente!) encontrar otras personas, respirar el aire fresco de la mañana, ver casas, tiendas, calles, estudiantes yendo al colegio, perros, ciclistas, operarios, árboles, pájaros, nubes, jardines... Estar en movimiento, pero no ese falso de la estera, sino el real; moverse por el paisaje, sentirse integrado a la vida que acontece a nuestro alrededor, esto sí era algo estimulante, diferente, verdadero!... Así que pesé las ventajas de la nueva rutina -fuera el dinero que iría a ahorrarme- decidí salir inmediatamente de la academia y empezar esta nueva aventura, llena de animación y optimismo. Qué era lo que me esperaba en las calles?A quién encontraría, qué es lo que vería, cuáles serían las opciones?... Había un mar infinito de posibilidades y experiencias abriendose delante de mí! Todo era imprevisto, nuevo, original. No estaba más interesada en perder peso o bajar mi glicemia (a pesar de que el ejercicio realmente, si no la baja, por lo menos mantiene los niveles de azúcar a raya) Lo que quería era experimentar esta nueva aventura. Tenía la sensación de que, finalmente, estaba saliendo de una serie de televisión y entrando en el mundo de verdad.
Camino todos los días desde hace tres años y, poco a poco, fuí percibiendo que este ejercicio me ha traído mucho más que beneficios para la salud o una disposición estupenda para el resto del día. Con el pasar del tiempo, empecé a observar con más atención el mundo que me rodea y a reflexionar sobre él. Sin darme cuenta fuí aprendiendo a conocer a las personas y sus rutinas, sus gestos, sus expresiones, fuí descubriendo lugares, presenciando situaciones, desvendando historias y apreciando todo tipo de novedades, pues cuando se sale de casa no se sabe lo que nos aguarda, entonces, el recorrido siempre es lleno de sorpresas, grandes y pequeñas, agradables o desagradables, de encuentros, lecciones, de imágenes, voces, aromas y colores que están siempre cambiando y dándole al mundo una nuena cara a cada amanecer... Y con certeza, sería un pecado que yo perdiera esto!
Entonces ayer, de improviso, mientras hacía mi camino de vuelta a mi casa por la movimentada avenida principal, me dí cuenta del verdadero motivo por el cual tengo que salir a caminar todos los días en la mañana (y también hacer casi todas mis diligencias a pié): este es el tiempo sagrado en que me encuentro con el mundo y con las personas en sus vidas, es el tiempo en que reflexiono, medito, aprendo, crezco. Es la hora de las revelaciones, de los recuerdos, de los descubrimientos, de la inspiración. Mi caminada diaria es como el renacer de mi alma, el recomienzo renovado de cada jornada, el despertar -una vez más- de la fuerza y de la alegría, de la fé y el optimismo que habitan en mí y son el motor de mi existencia. Es la retomada de la consciencia sobre mí misma y sobre los otros, sobre la historia que estamos viviendo... Esta caminada diaria de 45 minutos es la musa inspiradora de mis crónicas, pues tengo certeza de que no tendría nada que escribir si no fuera por este paséo.
Hace algunos años escribí en mi diario sobre la experiencia de ir andando desde mi casa hasta el convento de los franciscanos, en el centro de la ciudad, y volver de la misma forma, cuando todavía vivía en Chile. Era una distancia enorme, pero me acuerdo de que esto no me importó en absoluto y que hice esta caminada con especial alegría y disposición, llegando a mi casa con la extraña sensación de que había pasado por algún tipo de peregrinación en la cual tuve la oportunidad de aprender y conocer cosas que de ninguna otra manera conseguiría. Caminar por entre los edificios, los buses, taxis, ciclistas y personas, el ruido y el movimiento del mundo siempre fué algo que me fascinó, como si allí hubiese un universo de mensajes y lecciones, descubrimientos e inspiración que no podía ser despreciado y hoy, al entender el verdadero propósito de mis caminadas, percibo que, para mí, ellas funcionan como una verdadera meditación que me proporciona el mejor material para producir mis trabajos y llegar al corazón de los lectores, porque lo que sucede en la calle es lo que le sucede a todo el mundo, todo el tiempo; los personajes y sus historias están todas ahí, delante de mí, en la banalidad que encierra todas las grandezas y las miserias, todas las verdades y las mentiras. El cuadro que se me presenta -y del cual hago parte- contiene todos los elementos que necesito para dar mi mensaje y cumplir mi misión. No necesito paisajes distantes o utópicas para hablar con propiedad y sinceridad sobre los hombres y sus historias, pues ella acontece cada día, aqui mismo, a mi alrededor, mientras recorro las calles de mi ciudad cada mañana... Tenemos que salir al mundo y mezclarnos con él, sentirlo, tocarlo, escucharlo, ver sus infinitas caras, percibir sus tonos, descubrir sus secretos y contarle los nuestros.
No necesitamos dar la vuelta al mundo para aprender sobre el ser humano y su existencia, bastan 45 minutos de caminada todos los días por las calles cerca de nuestra casa.

Mañanas

Hoy día voy a empezar posteando la crónica que salió publicada esta semana en el diario, pero como es muy corta (porque ahora la exigencia es de 30 líneas máximo) en seguida voy a postear otra. No sé cómo conseguí la proeza de redactar un texto tan corto, pero fué interesante y probó que soy capaz de hacerlo, mismo si todavía prefiero los más largos. De hecho voy a tener que acostumbrarme a escribir corto si quiero continuar participando de la columna del diario. No tengo nada contra la brevedad, al final ni todo el mundo tiene el tiempo o la paciencia para leér un testamento cada semana!... Pero voy a postear la segunda porque estaba pensando que mis lectores pueden sentirse medio frustrados con un texto tan corto. Después de todo, esperaron una semana entera para leér mi crónica siguiente!... Entonces, no voy a dejarlos con água en la boca. (Esta es una frase de puro optimismo, pero en el fondo realmente espero que haya mucha gente queriendo leér más de lo que escribo)
Entonces, aquí vá la primera:

Las mañanas son, definitivamente, gloriosas. Gloriosas en cualquier lugar, en cualquier estación, en todas las edades. Mañanas significan nuevos comienzos, nuevas oportunidades, nuevas experiencias, promesas que van a cumplirse, esperanzas renaciendo. Son la luz del arrepentimiento, la acción reparadora, la palabra de aliento, la caricia de la fé, el perdón para nosotros mismos. Los ángeles se transforman en gorriones, zorzales, golondrinas, cuculíes y canarios que cantan al amanecer, llamandonos para que presenciemos otra aurora de expectativas. El sol invade nuestras vidas, hasta ayer miserables y obscuras, sin pedir permiso, y el aire frío renueva nuestros sentidos, remece nuestros sentimientos... Es como si todo sucediera por primera vez. Volvemos a ser niños, vírgenes, valientes, crédulos, alegres e inocentes como el cielo que se anuncia. Nada existe todavía fuera de los límites de nuestro corazón intocado, entonces es tiempo de crear, de planear, de aprender y asumir, de ver y comprender. De comenzar a amar y a ser amados.
Deberíamos vivir todos los días, el día entero, en la mañana, siempre atentos y optimistas, expectantes; deberíamos conservar la frescura, el vigor, la paciencia y la conciencia del amanecer... Cómo Dios y los ángeles están cerca en la mañana! Nada tenemos si no a ellos a esta hora. Si viviésemos en la mañana los sentiríamos siempre junto a nosotros, dentro de nosotros, en todo lo que nos rodea... Como sería morir cuando el día nace? Sería como decirle adiós a la noche, abrir las alas y volar hacia la vida que se avecina? O sería como entrar en el sol y desparramarse por el mundo junto con su luz?...

quinta-feira, 21 de maio de 2009

Alumnos

Y, por fin, la última crónica!.. De aquí en adelante, ellas estarán actualizadas con las que serán publicadas en el diario, si bien créo que cuando esto suceda voy a postear dos textos, porque como el límite de líneas para la columna es solamente de 30 (absurdo!), vá a resultar una crónica demasiado corta. Se dice que las cosas buenas vienen en paquetes pequeños, pero como soy golosa, no me voy a conformar con poco... Bueno, escribir no es nunca demasiado!...

Dá gusto verlos así, en silencio, concentrados, ojos fijos en la hoja de papel, la lapicera deslizando velozmente por las líneas, llenándolas de carácteres, de ideas, de personajes e historias... El sol se pone allá afuera, la ciudad se serena, toma un baño, arregla la mesa para la cena, las cocinas se llenan con los perfumes de la sopa, el bife, el arroz, de los porotos; el viento refresca, murmura. De improviso, un revuelo de gorriones pinta el cielo rosado de flechas obscuras que desaparecen en el palto de la casa vecina, haciendo su algarabía de costumbre, felices porque la jornada termina y preparandose para la siguiente... El móbil colgado en la ventana de la sala toca sutilmente, sin perturbar la tranquilidad del ambiente. Desde mi silla frente a la puerta abierta continúo observandolos y sonrío. Están creando, soñando, inventando, viajando, luchando con los adjetivos, las comas, los puntos suspensivos, los diálogos, la concordancia, la coherencia, la terrible hortografía.... Puedo percibir su esfuerzo por sus expresiones -como de quien penetra a sablazos en una selva espesa. No imagino cuál será el resultado de esta aventura, pero lo que realmente importa es que, por primera vez, están mostrandose, hablando de ellos mismos, osando entrar en el universo de la expresión personal, de los sueños, de las confesiones. Me encanta este coraje que demuestran en cada línea completa, así como me encanta este mismo valor de mis otros alumnos -los de teatro y dibujo- toda vez que aceptan y vencen los desafíos de cada aula. Y esto sucede siempre que su entrega a la disciplina es total y verdadera.
Unos demoran más para encontrarse, otros menos; unos pocos ya vienen listos. Algunos llegan lejos, otros no osan aventurarse más allá de los límites seguros, unos pocos desisten ( y yo me quedo esperando a que decidan intentarlo nuevamente, más adelante) derribados por sus propios fantasmas y expectativas exageradas... Sin embargo, más tarde o más temprano, todos tienen algo que decir, y lo dicen, ni que séa en una frase, pero lo hacen con toda el alma, y por eso su producción es buena y significativa, valiosa...
Los contemplo desde mi silla y aprendo con ellos.

Unión

Todavía no batí mi record diario, entonces aquí vá la tercera de hoy!...

Está habiendo un evento en el cine teatro y yo estoy en la cocina tomando mi desayuno (no tuve tiempo de tomar en casa porque mi despertador se botó en huelga y me hizo salir que ni una loca de la cama) sentada en el único rincón vacío de la mesa con mi vaso de té y mis galletas, y observando el afán a mi alrededor... Están las personas importantes que subirán al escenario para hacer su disertación. Están los organizadores, que corren atrás de las cosas burocráticas y prácticas para que el evento se lleve a cabo sin tropiezos. Está el iluminador, que se queda sentado en la cabina allá encima y pone toda la maquinaria del teatro a funcionar a fin de amparar al disertador. Están las recepcionistas en la puerta, elegantemente vestidas, maquilladas y peinadas, que tienen que entregar los programas y recibir y conducir a las autoridades hasta sus lugares con extremada educación y una sonrisa siempre a flor de labios. Está el decorador que pierde el sueño planeando el visual de los arreglos florales que irá a colocar en las mesas, el escenário y en lugares estratégicos del saguán de entrada, escogiendo el color de los manteles y la disposición de los paneles con fotos y posters. Está la nutricionista que confecciona el menú que será servido en el intervalo y supervisiona al personal de la cocina. También están las cocineras, que están aquí a mi lado, corriendo y sudando, de delantal blanco y toca, que cortan sin descanso panecitos, tomates, lechuga, queso y jamón; mezclan atún con mayonesa, cuelan café, hierven té, llenan jarros y más jarros de jugos coloridos y hielo, enjuagan vasos y tazas, platos, cuchillos, cucharas y bandejas. Y finalmente, están los celadores y fajineras cargando sus escobas, palas, mangueras, hazadones, baldes y traperos mojados, encargados de mantener el local brillante y perfumado, los baños con jabón y toallas limpias, papel higiénico y lavatorios secos... Todo el mundo parece tremendamente ocupado con las cosas que tienen que ver con su área del evento y cada una se vuelve la más importante para quien trabaja en ella. Las cocineras ni piensan en el nerviosismo de las recepcionistas. El disertador no imagina el dolor de cabeza que los organizadores están pasando para resolver los imprevistos que podrían arruinar su presentación. Nadie se preocupa con la agonía del decorador viendo sus arreglos deshechos y sus manteles de lino ensuciados por esa bandada de convidados muertos de hambre que aparentemente no tienen educación alguna. Nadie se acuerda de la espalda rígida y adolorida del iluminador, que está sentado hace horas en aquella silla incómoda...
Véo esta especie de guerra silenciosa y feroz que se desenvuelve a mi alrededor y me pregunto si esto es trabajar en equipo. Hacer solamente su parte, sin preocuparse con la de los otros, vá a facilitar el trabajo? Ocuparse únicamente de su área con eficiencia será lo bastante para que todo vaya bien? Dedicarse solamente a su objetivo hará que el evento tenga el éxito esperado? Núcleos actuando separados pueden ser llamados de un todo perfecto?... Y así mismo, al final, unos van a aprovechar el trabajo y la eficiencia de los otros para obtener el resultado ansiado por todos, entonces, están interligados, lo quieran o no. Unos dependen de los otros -a pesar de pelearse en el mismo campo de batalla- para que todo funcione armoniosamente. No importa cuánto deseémos separarnos, siempre permaneceremos ligados unos a los otros de alguna forma, dependeremos unos de los otros, necesitaremos unos de los otros, pues estar juntos no significa compartir un mismo espacio, mas sí el mismo objetivo y el mismo amor.

Casas

Acabé de escribirle a la editora de la Folha de Londrina que cuando me despierto inspirada soy peligrosa. Bueno, dicho y hecho: créo que, por fin, voy a poner al día las crónicas que salieron publicadas en el diario, entonces prepárense!... Vá a ser bueno para mí y bueno para ustedes porque van a tener lectura para todo el fin de semana. Yo me divierto escribiendo y ustedes se divierten leyendo, así la balanza queda equilibrada. Entonces, allá vamos!.

Las casas, así como nosotros, también van adquiriendo cicatrices a lo largo del tiempo. Se llenan de moho, hendiduras, manchas, descascados y remiendos; el corredor lateral o el pátio trasero van siendo tomados por cajas, muebles viejos, maceteros vacíos o trizados, soportes de metal, restos de material de reforma, herramientas y un montón de cachivaches que no sé por qué uno tiene pena de botar.
La construcción nueva y bien definida en la cual fuimos a vivir hace diez años fué transformandose, adquiriendo nuevos contornos, colores y olores por causa de nuestra permanencia en ella. Surgieron manchas, rincones, estantes, cuartitos, rejas, áreas, canteros y peldaños que poco a poco fueron cambiando su fisonomía original. Un plácido y condescendiente desorden se extendió por los cuartos, pues cada habitante fué arreglando sus cosas de acuerdo con sus necesidades o estados de espíritu (yo ya pinté la ventana de mi pieza con pintura acrílica para que pareciera un vitral!) Así, parece que cada parte de la casa tiene un pedazo de la personalidad de sus moradores, lo que le confiere un aire bien eclético y medio caótico que es tremendamente íntimo y lleno de significado.
La rutina doméstica impone rituales que van ocupando implacable y definitivamente los espacios, volviendolos por eso muy especiales y amados, como puertos seguros en medio de las mudanzas y correrías del mundo allá afuera. Todos los defectos y marcas que nuestra casa fué juntando con el tiempo -secuelas de nuestra existencia en ella- cuentan nuestra historia y muestran nuestra personalidad, uniendonos a ella con lazos de una fuerza que jamás imaginaríamos. Ni siempre son transformaciones planeadas o ocurridas de manera agradable, pero son, ciertamente, inevitables, pues nuestra casa -la construcción de cemento, fierro, madera y vidrio- no es insensible a nuestro existir. Si siempre dejamos nuestra marca por donde pasamos, imaginen cómo será entonces en el lugar en el cual vivimos por años y años!...
Me gustan las casas nuevas que huelen a pintura y argamasa, con sus jardines planeados y cada mueble y adorno en su lugar, pero, definitivamente, prefiero aquellas que tienen una historia que contar, que se enorgullecen -o no- de mostrar sus cicatrices, manchas y remiendos, sus hendiduras y cachivaches, sus puertas que crujen, sus terrazas desordenadas, sus cuartos llenos de personalidad y significado, de objetos queridos.
Hoy, cuando camino por mi casa, siento como si estuviera haciéndolo dentro de mí misma. Es mi territorio, mi refugio, parte de mi identidad, y me enorgullezco de cada marca que en ella dejé y aún voy a dejar, pues se trata de mi vida, de mi historia, que está transcurriendo entre estas paredes, transformándolas en un fiel reflexo de lo que soy. Casas nuevas están muertas hasta que su dueño les imprime su vivencia. Casas viejas están vivas porque ya existieron junto con el dueño y saben todo sobre él, volviendose el espejo de su alma.

El corazón de la rosa

Bueno, y al contrario de la semana pasada, hoy estoy absolutamente animada, lo que prueba que las situaciones negativas no duran para siempre. Solamente es necesario tener el valor de pasar por ellas en vez de huír, pues el dolor aceptado y vivido en la certeza de una mudanza positiva siempre nos enseña algo... Y tan animada estoy, que créo que voy a postear más que una crónica (inclusive porque la de hoy es bien corta) y así aprovecho también para terminar con ese negocio de las crónicas publicadas en el diario... Tengo el día entero para escribir, escuchar música, sentarme en el patio a disfrutar del sol y de la brisa, conversar con mi vieja perra, observar y escuchar este mundo que me rodea y meditar sobre todo un poco. En realidad, tengo hoy, mañana, después de mañana y el domingo para hacer esto, ya que mi semana de trabajo termina los miércoles (muéranse de envidia!), entonces dispongo de cuatro preciosos días para dedicarme exclusivamente a lo que más me gusta. Así compenso los tres primeros días que son medio agitados, razón por la cual no me sobra mucho aliento ni inspiración para sentarme aquí a escribir. Realmente, cada día que pasa me convenzo más de que mi actual situación en la Fundación es mucho más llena de cosas positivas de lo que imaginaba!... Bueno, Dios sabe lo que hace, no es verdad?...

Casa vieja, pobre, de muros descascarados y ennegrecidos por las cascadas de incontables lluvias e recalcitrantes días de sol, rejas enmohecidas, vidrios quebrados, jardín mezquino y sin paredes ostentando una triste huerta , rala y amarillenta, más hierba y piedras que lechuga o repollo. Latas retorcidas y resecadas con algunos raquíticos piés de cebollínes y perejil de hojas mústias y escasas... Ladrillos viejos, pedazos de metal, botellas plásticas, bolsas con basura, tablas, ramas secas, una pelota desinflada, que ya conoció días gloriosos de pichangas en algun campo de la vecindad, junto a un pote de yoghourt, hojas de diario con fotos descoloradas... No dan ganas ni de pasar delante de ella... Y de repente, sin aviso, así de la nada, una sorpresa: al recorrer el corto espacio ocupado por su muro arruinado y solitario, una ráfaga de perfume conocido me envuelve como una caricia.
Disminuyo el paso y miro a mi alrededor, curiosa, pues no imagino de dónde puede provenir aquel aroma. Entonces, mis ojos se topam con un botón de rosa que se yergue, firme y recto, junto a la reja carcomida. Paro bruscamente, totalmente sorprendida, pues ayer él no estaba allí, y me quedo mirando el rosal que despunta atrás de los ladrillos. En otra rama, una flor abierta, de un rosa intenso, fresco, nuevo, con aquella inocencia de quien todavía no vió lo que el mundo tiene de féo y triste. Pétalos de terciopelo, porte imperial, lleno de orgullo y coraje. La reina de las flores adorna gallardamente el jardín pobre y maltratado, cubierto de hierba y basura...
La brisa fresca trae de nuevo el perfume a mi nariz y mis ojos se maravillan con aquella imagen, incrédulos. Permanezco parada allí por un largo tiempo contemplando a esta reina misericordiosa y sin preconceptos, y me emociono con la magnanimidad de su belleza, con su majestuosa indiferencia delante de la fealdad que la circunda, pues pienso: " Y no es así mismo con las personas? Lo divino no reina en todos nosotros, dentro de nosotros, y nos embelleza a pesar de toda nuestra imperfección y miseria? Lo divino no está siempre escondido en cualquier lugar, aguardando para manifestarse y trasformar todo?"...
Podemos ser imperfectos la mayor parte del tiempo, pero esto no afecta nuestra divinidad interior. Ella continúa ahí, siempre, pues es nuestra. Basta tener un corazón como el de la rosa, magnánimo y sin preconcepto -especialmente contra nosotros mismos- que ella florecerá y embellezará hasta el más arruinado de los jardines.

quinta-feira, 14 de maio de 2009

Encuentros

Hoy día estoy sintiendome medio desanimada, tal vez porque me quedé tres días sin escribir por causa de mi trabajo (escribir es un verdadero tónico para mi salud mental, espiritual y física, créanme!), o porque ayer se me ocurrió darle una ojeada a mis deudas -que parecen no tener fin porque, justo cuando uno consigue terminar con una, surge alguna cosa urgente que hay que comprar y gastar de nuevo- y ví que voy a estar ahorcada (de nuevo) prácticamente hasta el fin de año, lo que no es un panorama muy animador. Voy a pagar todo, pero también no me vá a sobrar nada... Bueno, el consuelo que me resta es saber que esta es la situación de la mayor parte de la población de Brazil (y créo que de todo el mundo), entonces no tengo que sentirme la única en desgracia a respecto de plata. Si no hubiera perdido mis horas extras con el cambio de gestión de la Fundación, las cosas serían más fáciles, pero como ustedes saben, con la política es así: las personas, igual que los hombres lobos cuando sale la luna llena, se transforman en verdaderos monstruos que no perdonan nada ni nadie; no le preguntan a uno si uno concuerda, si se siente capaz, si uno va estar bien con las exigencias y cambios. Uno tiene que acatar las órdenes -disfrazadas de "sugestiones o propuestas"- y se acabó. No digo que mi situación respecto al trabajo en sí esté mala -al contrario, está siendo, lo mínimo, un desafío fascinante en el cual estoy depositando muchas esperanzas, a pesar de mi falta de experiencia en trabajar con niños- El problema es que perdí esas horas extras (que eran, cuando menos, 30) y esto significó que mi salário cayó dramáticamente, desequilibrando todas mis finanzas. Realmente, es esto lo que más me incomoda, junto con la certeza de que la situación no va a cambiar en los próximos tres años, sobre todo si consigo desenvolver un buen trabajo en las escuelas. Ahí sí que ni les va a pasar por la cabeza mudarme de lugar!... Y es divertido porque, al mismo tiempo que sería un elogio y una prueba de mi capacidad, va a significar también que voy a tener que continuar haciendo milagros con mi salário!... Pero la vida siempre tiene estas cosas, no?... Ah, si por lo menos esa gente de la Folha de Londrina me llamara para ofrecerme un espacio fijo para publicar mis crónicas y más encima me pagara por esto... Puchas, ese sería un sueño hecho realidad!... A lo mejor tengo que esperar un poco más o, tal vez, a través de este blog, de repente tenga la suerte de encontrar a alguien que se interese en publicar mis textos a cambio de un salario. Amo escribir, es la cosa más importante de mi vida, pero también tengo que comer, vestirme y pagar aquellas malditas cuentas!...
Y con esta nota tan optimista, aqui va la crónica de esta semana, todavía envuelta en la misma duda: "será que ya la publiqué?"...

Un encuentro no es, definitivamente, un hecho cualquiera. Al contrario, puede ser un acontecimiento en la vida de aquellos que lo protagonizan. Me acuerdo de ese barrendero con el que crucé un dia a camino de mi trabajo: bajito, menudo, de piel morena quemada por el sol, ojos rasgados, obscuros y brillantes, y un pretensioso bigotito adornando su sonrisa semi desdentada, sombrero nordestino sobre los cabellos crespos, escobillón de piasaba y aquel uniforme naranja luminoso característico de nuestra Municipalidad.
Hojas, papeles, ramas, embalajes de yoghourt y helado, de papitas fritas e chocolate, latas de cerveza, pedazos de botellas, vasos plásticos e bolsas de supermercado iban formando un enorme montón en la cuneta, vigorosamente empujados por su escoba, hasta llegar a la esquina de la cuadra, donde eran recogidos por otro barrendero y lanzados dentro de una gran bolsa de basura negra que forraba un tonel al cual había sido agregado una espécie de carrito con ruedas. A los lados, en los fierros que servían de soporte, estaban colgadas las bolsas que llevaban un termo con café, otro con água y la marmita de cada uno... Aquel era un trabajo pesado e ininterrumpido, ya bajo el sol calcinante del verano, ya en el frío cortante del invierno; un trabajo sin encantos, sin privilegios, sin futuro, ingrato y desgastante, pero sobre todo inútil, pues en la madrugada siguiente, cuando el camión los llevase para la calle, ellos sabían que iban a encontrarla tan sucia cuanto el día anterior...
Y, sin embargo, él cantaba. Alto y claro, una atrás de otra, canciones antiguas que hablaban de amor, decepción, sequía, soledad y nostalgia, aventuras de campesinos y bandidos enamorados salían de su boca como una cascada... Aquí tengo que aclarar, entonces, que nuestro encuentro -el primero de muchos- no sucedió en el instante en que nuestros caminos se cruzaron, sino bien antes, a casi una cuadra de distancia, y que no fué un encuentro visual, sino auditivo.
De lejos empecé a escuchar el murmullo indefinido de su voz y luego pensé tratarse de alguien en el interior de una casa, alguien feliz y lleno de esperanza, bien al contrario de como yo estaba sintiendome ese día. Pero a medida que fuí acercandome al barrendero -al cual ya había divisado en su nada discreto uniforme- percibí, para mi sorpresa, que quien cantaba era él. Poseía una vocecita tan menuda cuanto él mismo, pero llena de sentimiento e inspiración, que interpretaba las melodías como si estuviera delante de una gran y atenta platéa. Bastante desconcertada con su "osadía" (a final de cuentas, nadie sale por ahí cantando por las puras!) pasé por él de la forma más desinteresada posible, pero no conseguí contener mi mirada y ella, porfiada, se desvió del horizonte y fué a posarse en la figura inclinada sobre la cuneta... Y cuál no sería mi sorpresa y emoción al encontrarme con la sonrisa del barrendero, que se irguió en aquel instante y comenzó a cantar para mí!... El, agachado el día entero sobre la basura de nuestro descuido y falta de educación, metido en aquel overol zurrado y caluroso, ganando salario mínimo y empujando este escobillón como si fuera un caballero que empuña su lanza contra el dragón, sonreía y cantaba para mí, sólo para mí!.. Como por arte de magia, todo lo que me tenía disgustada y triste hasta ese momento desapareció, llevado por la voz melodiosa del barrendero que, después de entonar las primeras estrofas mirandome directo a los ojos, se agachó y continuó su trabajo y su canción como si nada hubiera pasado, pero dejando, sin saber, el resto de mi día lleno de esperanza y buen humor. Me dí cuenta entonces de que esto había sucedido porque, en aquel breve encuentro, él me había brindado lo mejor de sí mismo, a pesar de no conocerme ni pedirme nada a cambio.
Siempre me impresionó la declaración de una monja que convivió con santa Teresita del Niño Jesús, en la cual se refiere a "la sonrisa luminosa" con que la santa la regalaba todas las veces que cruzaba con ella. Nada de extraorodinario encontraba ella en santa Teresita, a no ser aquella sonrisa que parecía dedicada exclusivamente a ella.... Y nosotros? Por qué somos tan descuidados en nuestros encuentros con los otros? Mal les dirigimos un saludo automático, sin sentimiento; no nos interesa saber quiénes son, qué es lo que deséan o si nos traen algun mensaje o enseñanza. Los tratamos, simplemente, como a seres anónimos, invisibles, inútiles, que no forman parte de nuestros planes, en los cuales la única persona que cuenta somos nosotros mismos... Deberíamos hacer como santa Teresita, o como aquel barrendero que cantó para mí: dar lo mejor de nosotros en cada encuentro, porque nunca sabemos lo que él puede traernos, si salvará nuestro día o cambiará nuestra vida.

sexta-feira, 8 de maio de 2009

Atravesar la calle

Todavía sin tener certeza de cuáles crónicas ya posté aqui, continúo publicando las que aparecieron en el diario (cosa que debia haber hecho al principio) entonces, si salir alguna repetida, van a tener que disculparme.
Hoy día estoy absolutamente feliz porque aquella amiga-secretária-cómplice que me había dejado para viajar para Portugal -la Ivonete- volvió a mi casa y como consecuencia, todo tornó a ser organizado, limpio, tranquilo y com um ótimo clima. No hay cosa peor para alguiem como yo -extremamente organizada y sistemática, que necesita ordem y rutina para producir- que no sentirse confortable, contenta y segura en su propia casa. Andar por ahí como una gitana para dar aula en las escuelas no es tan difícil porque, al final, esto va a acabar tornandose una rutina en mi dia-a-dia (hasta porque será imposible escapar de ella) que ya estoy asimilando de forma bastante positiva. Ahora, tener esa sensación de transitoriedad o falta de cimientos en la propia casa es algo inadmisible para mí. Al final, nuestro hogar es nuestro castillo, nuestro universo, es donde guardamos las cosas más preciosas y donde tenemos la oportunidad de ser completamente libres y espontáneos. Y es increíble, mas esta mujer -algún tipo de ángel suelto en la tierra- tiene el poder de hacerme bien, de dejarme serena y feliz, de hacerme sentir que mi mundo está en equilíbrio y armonia y que por eso puedo quedarme sosegada y ocuparme de las cosas realmente importantes. El resto queda por cuenta de ella y sé con certeza que no me vá a decepcionar. Esto es algo que no tiene precio. Personas como ella precisan ser valorizadas, imitadas, escogidas como compañeras y confidentes... Hay veces en que paro para pensar y aún me maravillo con el poder -positivo o negativo- que algunas personas tienen sobre nosotros y nuestro ambiente. Conozco algunas que hacen realmente mal, que son como enfermedades o vampiros que roban todo lo que hay de positivo dentro de nosotros o a nuestro alrededor. Sin embargo, felizmente, conozco criaturas como la Ivonete, que equilibram la balanza y hacen del mundo un lugar mejor para quien cruza com ellas o tiene el privilegio de convivir a su lado.
Y en medio a tanta felicidad y calma, aqui vá la crónica de esta semana:

Siempre me llamó la atención esta frase: "No hay que buscar nuevos paisajes, hay que mirar el paisaje com nuevos ojos."... Me parecía un poco desconcertante, como si el consejo fuese permanecer parado, esperando alguna cosa caer del cielo, no salir del lugar para ir en busca de nuevos horizontes, de mudanzas, de crecimiento. Ahí, yo me preguntava: aquella era realmente una frase digna de ser publicada y celebrada? Y, sin querer, me quedé meditando sobre ella, sobre su mérito, su propósito. Y vengo pensando en ella desde que la leí en una hoja de papel pegada en una de las paredes de las salas de la Fundación Cultural. Quién la habría colocado allí? Con qué intención?... Sin respuesta.
Entonces, aconteció que el outro dia volvía del centro al caer la tarde, caminando por la misma calle por la cual vuelvo todos los dias, cuando, no sé por qué, decidí atravesar y venir andando por la otra vereda. Tal vez el sol cayese com menos fuerza en aquel lado, tal vez los árboles ofreciesem más sombra, tal vez la vereda fuese menos accidentada o, quién sabe, consiguiese un aventón con algún conocido viniendo por la misma calle... Primero no percibí nada diferente, mas, despues de avanzar algunos metros, erguí los ojos y los tendí por la calle arriba... Qué sorpresa! Una visión totalmente diferente, nueva, de la vieja calle, se reveló delante de mí!.
Paré, totalmente sorprendida, y solté una silenciosa exclamación y una sonrisa. La famosa frase vino como una ráfaga de viento a mi cerebro... Como eran diferentes las cosas desde este otro ángulo! Las sombras, los árboles, las casas, la perspectiva de las otras calles perpendiculares, de los jardines, de la panaderia, de la tienda de videos, del bar... Hasta los colores y los sonidos parecian tener tonalidades diferentes, voces nuevas, lenguajes desconhecidos! Estaba pasmada. Mudar el ángulo -la mirada- realmente muda el paisaje. Todo es nuevo, tiene otras dimensiones, otras consecuencias, uno consigue ver lo que no veia de la otra posición. Todos los conceptos se reformulam, secretos son revelados, nuestra propia postura muda, el viento sopla de otros lugares, trae otros mensajes... Viejo paisaje, nuevos ojos: transformación.
Comprendí, entonces, el sentido de aquella frase de la hoja en la pared. No hay que cansarse de mirar, pues el paisaje posée mil variaciones y lecciones que solamente con nuevos ojos, nueva disposición y curiosidad podremos ver y aprovechar. La rutina es una asesina. Nos aplasta, nos embrutece, nos mutila, sin embargo, generalmente somos nosotros mismos quienes permitimos que ella nazca, crezca y se instale en nuestras vidas, aniquilandolas y robandoles todo el placer y la alegria, la frescura, la creatividad, la percepción y la inocencia que son su motor, transformandonos así en viejos y hastiados, sin esperanza, sin luz.
Mirar la vida cada dia como el milagro de diversidad que ella es, es un tónico para la salud y hace crecer el alma y las ganas de continuar y renovarse. Basta una guiñada y todo habrá mudado, inclusive nosotros mismos... Por qué no atravesar la calle?.

sexta-feira, 1 de maio de 2009

Fotografías

En realidad, no tengo certeza de si ya publiqué esta crónica en el blog, pero como quiero dejar al día el asunto de las crónicas que salieron en el diario, la voy a postear de todas maneras y después voy a hacerlo con las otras. Así, voy a poder continuar publicando las más actuales (tengo una pila enorme de anotaciones encima de mi escritorio que se queda mirandome el tiempo entero y me suplica: "Cuándo nos va a tocar a nosotras?"... Bueno, ahora que mi vida está más ordenada voy a poder hacerlo porque estoy empezando a aprovechar mejor los finales de tarde, después que llego del trabajo, para escribir y meditar sobre las cosas que ví, experimenté, descubrí y concluí a lo largo del día, lo que ciertamente vá a rendir muchas crónicas. No estoy caminando todas las mañanas, que es mi horário favorito y el más productivo, porque trabajo lunes, martes y miércoles el día entero, pero aún tengo jueves, viernes y sábados para salir por ahí, entonces ni todo está perdido, pues no importa la hora, mis encuentros con la vida y sus lecciones continúan ocurriendo y enriqueciendo mi vida igualmente. Inclusive las aulas que estoy comenzando a administrar están resultando una fuente de inspiración porque estos alumnos no son, a final de cuentas, esa turba estresante y negativa que yo me temía, sino grupos interesantes y bien dispuestos, obedientes y creativos, como ya dije antes. Los locales donde doy clases son bastante aceptables y todos se muestran bien cooperadores y comprensivos con cualquier imprevisto, lo que hace que esté llenandome de otimismo con respecto al trabajo que vamos a desenvolver. Créo que vamos a entendernos muy bien en este proceso... En realidad, quien está más herido e inconformado con la aparente humillación y rebajamiento que sufrí en mi vida profesional es mi vanidad, pues no acepta ni crée que mi talento pueda brillar en escenarios más modestos y alternativos... Ah, vanidad! Vanidad de vanidades, todo es vanidad!, ya decía el sabio... Pero yo créo que estos nuevos desafíos y cambios tienen una razón de ser y tengo que enfrentarlos de corazón abierto, con buen humor y creatividad. También créo que estaba necesitando mudar mi rutina -tal vez estaba demasiado acomodada- y mismo que séa medio conturbada al principio, que pase algunos disgustos, reclame y me sienta medio insegura, la situación vá a mejorar, con certeza. Al final, Dios sabe lo que hace, no es verdad?... Entonces, yo tengo que hacer mi parte de la mejor forma posible para alcanzar el éxito que espero y que estos alumnos merecen.
Y aquí va la de esta semana, finalmente:
Samuel Becket, con mirada severa y distante, sentado en la mesa de madera rústica de lo que parece ser un restaurante en alguna carretera. Foto en blanco y negro... Bernardette Soubiroux, la niña de Lourdes, rostro rudo, cejas espesas y ojos obscuros y recelosos. Foto granulada en blanco y negro... Antonia Merced, "la argentina", alta y esbelta, expresión extasiada, parece irradiar una luz especial en su postura de danza... Vaslav Nijinsky dando su última pirueta, viejo y gordo, brazos grotescamente levantados, terno obscuro, cabellos blancos y raleados. Imagen surreal en blanco y negro de la locura que lo abatió, robándolo de los escenarios mundiales...
Leyendas, mitos, personajes más que personas. Sin embargo, cuando los miro, descubro cuerpos densos, arrugas, defectos, brevedad, mortalidad. La humanidad de carne y hueso usando ropas, con expresión, cabellos, uñas, pensamientos, hambre, sed, sexo, sueño. Los mitos son, primero y simplemente, personas como yo, y la chispa especial que aparece en sus acciones no brilla en estas fotografías pues, descubro, ella no viene de la imagen sino de la acción... Hay algo de tan banal, real, pesado y opaco en las fotos, algo de tan cercano y conocido que me deja desconcertada, pues percibo que las leyendas son iguales a mí: carne, huesos, cabello, lunares, canas, fealdad, dientes chuecos, labios finos, exceso de peso, uñas comidas... Entonces me doy cuenta de que son las acciones que ellos realizaron lo que transformó su estructura -o nuestra mirada. De la carne efímera y corruptible se puede extraer la manifestación del espíritu, sin embargo, ésta raramente es captada por el lente de una cámara.
Todos somos iguales en cuerpo y alma, pequeños y gigantes, breves como un pestañear, sin embargo, somos también capaces de transcender, de impregnar esta imagen externa con la llama de la divinidad que abrigamos. En la fotografía véo el recuerdo de un cuerpo vivo. La historia de sus actos me muestra el espíritu que sostenía este cuerpo.
Entonces, esta es Teresita del Niño Jesús, tan palpable, tan cercana. Existió de veras, y tenía su cama, sus zapatos, sus ropas, con seu perfume peculiar... Fué en este convento en Lisieux, en este patio, al pié de esta cruz de piedra, que le sacaron esta foto... Y en esta otra, ya estaba enferma. Y en esta, en la enfermería del convento, ya hablaba con sus novicias de todas aquellas cosas que yo leí. Estaba muriendo tendida en esa camilla llena de almohadas... Aqui, Julio Cortázar con la pipa, grandes ojos negros y la mecha rebelde cayéndole en la frente. Me encantan sus cuentos surrealistas...
Todas estas personas existieron -y existen- para mostrar alguna cosa sobre lo que es ser humano. Y hay infinitas opciones!... Podemos ser humanos de las formas más inesperadas, y si conseguimos cambiar alguna cosa y hacer que la humanidad dé un paso más -grande o pequeño- entonces seremos leyenda también.