terça-feira, 20 de janeiro de 2009

Escribir

Escribir... Es, lo mínimo, fascinante el curso que esta mi vocación fué tomando a lo largo de los años, pues si hay alguna cosa a la que fuí fiel durante toda mi vida, es a mi don de escribir. Es algo superior a cualquier conflicto, a cualquier amor, a cualquier otra opción o realización. Es más fuerte y perseverante, más transformador, revelador y motivo de madurez que todos mis otros dones, tal vez porque en él soy capaz de resumir todos ellos en algo que vá a durar para siempre y que funciona como resultado último de cada experiencia que tuve -y estoy teniendo. Es como el registro final de quien soy, más allá de las acciones, las piezas, las músicas o dibujos, y que puede llegar más fielmente a las personas y hacer que mi misión séa cumplida con más éxito.
Escribir... Ayer en la noche, acostada en la penumbra de mi cuarto silencioso, arrullada por el sonido monótono e hipnotizador del ventilador girando encima de mi cabeza, hice un viaje hasta mis primeras palabras, las primeras frases, las balbuceantes construcciones de historias y personajes que porfiaban para salir de mi mente y desfilar en hojas de papel sin fin, mismo sin saber por qué, para qué o para quién. Aquellas hojas blancas me llamaban, creaban imágenes, emociones, rostros, situacioes, escenarios que tenían que ser imprimidas allí, traducidas a palabras, de lo contrario irían a estallar dentro de mí... Y así, sin ni saber bien lo que hacía, ni por qué, llevada por una especie de ansia incontrolabre y deliciosa, fuí desbravando, penetrando y conquistando aquel universo fascinante e ilimitado de la palabra escrita, del poder de la mente para transcribir en imágenes completas -con sonido, colores, rostros, paisajes, emociones, épocas- lo que en ella nacía y precisaba ser contado al mundo, a las personas... Y me dí cuenta de cómo, con esta vocación, poco a poco, con el pasaje de las experiencias, de la madurez, con la mudanza de perspectivas y oportunidades, con la profundidad del autoconocimiento y el desenvolvimiento de la observación y la reflexión, fué cambiando, creciendo, encontrando su verdadero camino, su "estilo", su línea de expresión. Es como si, habiendo pasado por muchas fases -cuentos, novelas, crónicas, piezas, cartas y diarios- estuviera finalmente llegando a su forma final y más acabada. Sé que todavía falta mucho, pero tengo la sensación casi cierta de que encontré el camino definitivo por donde debo seguir para alcanzar mi objetibo: el corazón de las personas. No sé si esto se debe a que mis crónicas están siendo publicadas y obteniendo excelentes críticas de quien las lée, o si es porque , mismo que no las publicasen, es la creación de estos textos el trabajo que me hace sentirme más realizada y feliz. No sé si voy a continuar escribiendo solamente este tipo de cosa o si me voy a aventurar nuevamente por los cuentos y novelas, pero si lo hago, con certeza no serán como eran antes, pues el propio acto el mero trabajo. Ayer en la noche me dí cuenta de que escribir es ahora, de verdad, algo sin lo cual no podría vivir, una forma de expresión personal capaz de llegar a los otros y brindarles algo positivo, una forma de compartir mis experiencias y tornarlas útiles para quien precise. También, por primera vez, me estoy sintiendo "escuchada", valorada, incentivada en esta área, lo que significa que el momento cierto es ahora, tal como lo sospechaba. Estoy lista para empezar a mostar, a ser interpretada, divulgada, disfrutada... Y no es un final, sino un nuevo comienzo, tal vez el último y mejor, que durará hasta el fin de mis días... El tiempo es sabio porque está en las manos de Dios, y El siempre nos coloca en los caminos que necesitamos recorrer para poder crecer y así mostrarnos en nuestra plenitud cuando el momento llega. Cada uno tiene su propio tiempo y dinámica para efectuar este recorrido y pienso que ahora yo llegué al instante de un florecimiento más. Estoy tranquila, inspirada, segura, con experiencia, paciente, reflexiva y perceptiva, contemplativa lo suficiente como para abrir esta última puerta, penetrar en este nuevo período de mi vida y aprender todo lo que me falta o, por lo menos, lo máximo que pueda antes de irme, dejando una herencia que valga la pena atrás de mí.
Escribir...

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