domingo, 28 de dezembro de 2014

"El puente"

    Sinceramente, con todo esto de las fiestas de fin de año y la presencia e mi hijo y su polola ando con la cabeza medio volada, pensando más en lo que voy a cocinar para regalonearlos, adónde vamos a ir a pasear, qué lugares puedo mostrarles, cómo puedo hacer para que se sientan cómodos, relajados y contentos, que en escribir...Pero supongo que todas las madres del mundo me entenderán y me disculparán. Hasta había pensado no postear la crónica de esta semana, pero hoy día ellos se fueron a pasear solos al Pueblito de Los Domínicos, entonces tengo un tiempo a solas y ociosa, por lo que voy a cumplir con mi "deber" semanal y publicar la crónica. De repente tengo la sensación de que ya lo hice, pero como no estoy segura, aquí va. Si es de nuevo, discúlpenme, si no, disfrútenla... Ya saben, madre con el corazón repleto de felicidad es así mismo. ¡De repente hasta se le olvida su propio nombre!...

    Ellos empiezan a montar sus puestos de cajones, cestas y mesas ya en el puente que hay en la cuadra anterior al gran mercado de abastos. Lo pescan a uno medio desprevenido y, a pesar de la cantidad de gente que hay allí, no se muestran muy contentos... Y cuando uno atraviesa al otro lado y entra en el mercado se da cuenta por qué: Claro, es que son como los renegados, los marginados, los que no tuvieron suerte... Cruzo entre ellos y sus voces que se elevan, estentóreas, proclamando sus mercancías, y los imagino llegando bien temprano en la mañana con sus productos y empezando a armar sus puestos, siempre con un ojo puesto al otro lado de la avenida, donde están los privilegiados: "Tirso de Molina", la veguita, ladrillos rojos, techos blancos, terrazas, patio de comidas, baños, boxes con escaños de cemento para acomodar los productos. Las posibilidades de lucro son obvias... Y ellos aquí, de este lado, a la intemperie en verano e invierno, sin ninguna comodidad, con sus mercaderías amontonadas, mustias al sol, quemadas por el frío, no tan bonitas ni abundantes como las de aquellos otros suertudos. Desanimados, ni miran a la gente que pasa, como avergonzados de su derrota. Ellos ya saben la expresión de desdén e indiferencia que tienen algunos, porque sus cebollas no son tan grandes, su cilantro no está tan lozano, las papas y manzanas están medio machucadas y sucias, los limones son chicos, los ajos un poco viejos... Pero también son más baratos, si a uno no le importa demasiado la calidad, lo que hace que algunos venzan su desconfianza y se detengan para comprar alguna cosa. Y ellos los atienden con una sonrisa medio chueca, sin mirarlos a la cara, ofreciendo sus productos con falso entusiasmo. Claro, ¿quién puede estar contento arrinconado en el puente? Son obligados a disminuir su lucro para poder vender y mal pueden pagarse una marmita o un sandwich de algún sucucho por ahí cerca. A veces viran la cabeza -porque, curiosamente, todos los puestos están de espaldas a la veguita, o de alguna forma en que no puedan verla- y le echan una ojeada envidiosa y anhelante al Tirso de Molina con sus techos blancos que parecen pirámides patas para arriba u hojas de volantín que van a salir volando en cualquier momento, mariposas surrealistas con sus agujeros y sus palomas siempre hambrientas... Ah, si ellos estuvieran allá, otro gallo les cantaría. Darse una vuelta por ese mercado es como entrar en el paraíso. ¿Y los restaurantes del segundo piso? Los aromas de sus cocinas parecen desparramarse por el aire y golpearlos con crueles imágenes mientras ellos se comen sus marmitas frías de arroz con brócoli y espinazo de pollo... ¡Huele tan bien, y todos allí parecen tan prósperos y contentos! Nadie pasa a su lado como si no existieran, como si fueran el balde de las sobras de la veguita. No, allí todos se detienen y preguntan, sonríen, conversan, y lo más importante: compran y se van satisfechos. Y los vendedores vuelven felices a sus casas al final del día porque saben que mañana habrán más clientes y su sustento estará asegurado.
    Pero a estos de afuera los espera la incertidumbre y el dolor de ser -y de saberse- los segundos, los que llegaron después y se quedaron con lo que los otros no quisieron, sabiendo que los clientes van a pensarlo mucho antes de sacar sus billeteras para llevarse sus productos, pues saben que ellos son los parias, los que se quedaron afuera... No alcanzó la plata, no les dieron el préstamo, les faltó un documento, otro llegó antes... Entonces sólo les quedó el puente, la bienvenida pobre al palacio de los afortunados.

domingo, 21 de dezembro de 2014

"Esos millones de rostros"

    Y cuando habíamos guardado los abrigos y las medias, he aquí que la primavera nos sorprende con dos días de frío y lluvia cuando, en verdad, el sol debería estar brillando. ¡Hoy es el primer día del verano!... Bueno, pero hoy le estoy perdonando todo a todos porque mañana es el mejor día de este año: mi hijo llega de Brasil para pasar las fiestas -y algunos días más- con nosotros... ¡Cómo lo he echado de menos! ¡No me estoy aguantando en mi pellejo de tanta felicidad! El cuarto está listo, no falta nada en el departamento, ¡tengo hasta el menú de bien venida! (una buena y reconfortante sopita de mamá después de todo un día de viaje)... Ni sé cómo voy a conseguir dormir hoy y aguantar la espera hasta que nos vayamos al aeropuerto. ¡Ni qué decir del momento en que lo vea aparecer por la salida de pasajeros!... Sólo de escribir sobre ello ya me emociona y se me llenan los ojos de lágrimas, pero supongo que las mamás somos así mismo... Quiero sentir su abrazo, escuchar su voz, sentir su perfume, verlo andando por el departamento, comiendo, riendo... Decididamente, esta va a ser una de las mejores navidades de mi vida.
    Y para no volverme loca esperando, aquí va la crónica de la semana.

    ¿A quién mirar en una ciudad donde hay tantos rostros? ¿En quién fijarse en medio de ese océano de ojos, bocas, narices, cuerpos, expresiones? Porque difícilmente te toparás dos veces con una misma persona, a no ser que tengas algún recorrido y horario específicos que hagas todos los días, durante el cual pases por los mismos lugares, como yo cuando voy a trotar a la Plaza de la Constitución (¡si, yo me doy el lujo de hacer ejercicio frente al palacio de La Moneda!)... Pero mismo entre tantas caras que ya identifico como "amigas" y a las cuales saludo, siempre están surgiendo nuevas. Es un desfile sin fin... Yo me cruzo con ellas y me pregunto, abismada: "¿Pero cuánta gente vive aquí?", y luego: "¿Cuántas personas están sólo de pasaje? ¿Cuantas han venido solamente esta vez?"... Cuando nos cambiamos al departamento nuevo hubo centenas de nuevos rostros, pero no fue sólo eso. En verdad, fue como entrar en un nuevo mundo: personas, edificios, tiendas, iglesias, calles, locomoción, mercados, y fue entonces cuando me di cuenta de que esta ciudad alberga miles de pequeños, complejos y completos universos dentro del cosmos que es, y que nosotros formamos parte solamente de uno de ellos. Y ahí me pregunté: ¿Será que este tamaño, esta división provocada por él, es lo que nos aleja, nos separa, nos hace desconfiados, nos rotula? ¿Es este el gran problema de las grandes metrópolis? ¿Si fueran más chicas habría menos violencia, más cultura, menos prejuicio, más unidad, más igualdad?... Pero las ciudades tienen hambre de espacio, de poder, de lucro, y se olvidan de esos millones de rostros que se desplazan por sus entrañas. Ellas no tienen ninguno y, al mismo tiempo, los tienen todos, por eso es tan difícil definirlas, porque cada universo, debido a la inmensidad de ese todo, sólo ve su parte, entonces no consigue identificarse ni sentirse como una unidad con los demás.
    ¿Entonces, hay que disminuir el tamaño de las ciudades? ¿O será que necesitamos aumentar el tamaño de nuestros corazones?

sábado, 13 de dezembro de 2014

"Arrojar una piedra al agua"

    Está todo casi listo para la llegada de mi hijo, entonces me he dedicado a mandarle un mensaje diario haciendo la cuenta regresiva hasta el día en que ese avión aterrice en Pudahuel y finalmente pueda abrazarlo y llorármelo todo... Y debo decirles que mi hijo tiene el abrazo más delicioso que he probado, entonces, imagínense lo que será sumergirme en él, sentir su perfume, su calor, su respiración -que él va a tratar de controlar para disimular que está todo emocionado- escuchar su voz, verlo andando por el departamento, durmiendo en la pieza que le he preparado... ¡Ah, va a ser demasiado bueno!... Les deseo a todos un regalo como este en esta navidad.
   Y parece que el frío decidió rendirse, entonces estamos con unos días preciosos, templados, con viento fresco y perfume, mangas cortas y ventanas abiertas. ¡Parece que todo se conjuga para que nuestras fiestas sean perfectas este año!...


    La programación de navidad de los canales de televisión suele ser bien tirada de las mechas y bastante ingenua y obvia, pero tengo que admitir que de vez en cuando tienen sus aciertos y a veces pasan unas películas preciosas, que lo dejan a uno pensando y revisando actitudes, intenciones y pretensiones. "El ángel de vidrio" es una de mis favoritas. La he visto más de una vez (porque esa es otra tendencia de los canales: repetir los mismos filmes cada año) pero siempre consigue emocionarme y hacerme reflexionar. No es una película pretenciosa, ni muestra alguna cosa sobrenatural o fantasiosa. Son  varias historias, unidas por la imagen de un pequeño ángel de vidrio, de esos que se colocan en el tope del árbol de navidad, con excelentes actores -que, por algún motivo especial, concordaron en participar del filme- que muestran cómo Dios actúa en nuestras vidas en todo momento, de las formas más creativas y encantadoras, a veces desconcertantes, sin importar nuestro grado de fe, ni siquiera si somos religiosos o si ni siempre nos comportamos de manera cierta. El se hace presente, natural o sobrenaturalmente, y nos da la oportunidad de sentirlo, de descubrirlo, aunque no sepamos describir o rotular su presencia, de practicar el amor y la compasión, el desprendimiento, la entrega, la comprensión y la caridad... Claro, Él nos hace sentir su presencia primero, de las formas más sorprendentes y gentiles, y después nos invita a imitarlo. Lo genial es que a Él no parece importarle cuánto nos demoremos en entender y actuar, así como tampoco le interesa cómo decidamos hacerlo. Lo importante es que lo hagamos, porque hacer el bien de cualquier forma es como arrojar una piedra al agua: crea infinitos círculos a su alrededor. Así, una buena acción siempre, siempre tiene eco.
    ¡Ah, si todos estuviéramos más atentos a los gestos de Dios en nuestra vida! ¡Cómo nos cambiaría y cambiaría este mundo!...

sábado, 6 de dezembro de 2014

"Escoger la felicidad"

    Y cuando creíamos que ya podíamos despedirnos de las chaquetas, las medias e los chalecos, he aquí que la primavera nos sorprende con otro día de lluvia y frío... Vamos a hacer sopa, té, a comer sopaipillas y cerrar las ventanas, igualmente contentos, porque esta sorpresa climática sólo aumenta la expectativa por los días calurosos. De todas maneras los pájaros, ignorando solemnemente las nubes y el agua, continúan cantando al amanecer, saltando entre las ramas de los árboles pintados de ese nuevo verde y llamándonos a estar felices y optimistas... ¡E imagínense cómo estoy yo, cada día rayando el calendario con un día menos para la llegada de mi hijo! Le hago la competencia a los chincoles y zorzales con mis canturreos y aleteos de felicidad!...¿Qué otro regalo puedo querer?...
    Y con otra tacita de té de menta al lado, aquí va la de la semana:


    Escoger la felicidad: esta es, sin dudas, una opción que todos tenemos. No voy a decir que no pasamos por malos momentos, que no tenemos experiencias negativas y que no nos encontramos con personas que realmente nos lastiman, que no sufrimos pérdidas, frustraciones y decepciones a montones. Hay acontecimientos que a veces no conseguimos superar u olvidar, pero mismo así -y tal vez con alguna ayuda profesional en algunos casos, como yo lo hice- tenemos la oportunidad de escoger la felicidad. Hay gente que se acostumbra al sufrimiento, se acomoda en la infelicidad, se hace responsable por ella y la esparce a su alrededor, creando un universo sombrío y sin perspectivas en el cual obligan a otros a vivir. Y eso no es justo... Pero, por qué optan por esto? ¿Es porque ser infeliz es más fácil? (y lo es) ¿Para ser feliz hay que luchar contra demasiados obstáculos? ¿Será que existe tan poca gente así que está dispuesta a encarar el desafío de ser feliz? (porque indudablemente es un reto) ¿O será que hay demasiadas personas convencidas de que no tienen derecho u oportunidad de ser felices?... ¿Mas por qué tienen esa tendencia morbosa a pensar que no son dignos, que nacieron para pasarlo mal, que no son capaces de alcanzar la felicidad? ¿Por qué el miedo a buscarla y vivirla? ¿Por qué el miedo a no encontrarla, o a perderla una vez descubierta y experimentada?... Claro que la vida está llena de problemas, desafíos, fracasos, decepciones, despedidas y una montaña de cosas y personas negativas, pero yo estoy convencida de que el hecho de que escojamos conscientemente ser felices hará que esa montaña no sea tan pesada e insalvable y que seamos capaces de levantarnos y seguir adelante, renovados y llenos de coraje, después de tropezar y caer. Escoger siempre la felicidad desarrollará en nosotros a capacidad inquebrantable de recomenzar todas las veces que sea necesario, de no perder la fe ni el espíritu de lucha, de reinventarnos, de crear, de encontrar siempre una salida.
    Escoger la felicidad no es solamente una actitud positiva que redunda en "pasarlo bien", también es una tremenda responsabilidad, pero yo la prefiero a ser responsable por mi propio dolor y el de los que me rodean.

domingo, 30 de novembro de 2014

"Desapego"

    Cuento los días que faltan para que mi hijo llegue. Ya arreglé su pieza unas cien veces, ordené los armarios, dispuse los muebles, coloqué flores y adornos, los cambié de lugar, escogí los cuadros... Y volví a arreglarlo de nuevo. Parece que nunca estoy satisfecha, pero supongo que esto es pura ansiedad, porque quiero que él se sienta en casa, acogido, confortable e tranquilo. En realidad, fue por él que nos compramos este departamento con tres cuartos, porque quiero que tenga su lugar en mi hogar, mismo que él viva en Brasil la mayor parte del tiempo... Además, le sirve a mi hermana cuando se venga a quedar a dormir, entonces tengo dos por el precio de uno... Definitivamente, esta va a ser una feliz navidad  y un comienzo de año genial con él por aquí. Uno nunca deja de ser madre, ¿no es verdad? Y esperamos que ellos nunca dejen de ser hijos.
    Y de ojo en el calendario, aquí va la de la semana.


    Cada día me convenzo más -y tengo pruebas de esto- de que cuando uno se desapega las cosas empiezan a moverse, a funcionar, pues parece que es justamente ese nuestro apego lo que las paraliza. Puede ser físico, emocional o simplemente material, mas esto de alguna forma tranca la energía de los acontecimientos, del cumplimiento de nuestros objetivos. Pedimos, pero a veces lo hacemos con tintes de tanta obsesión e imposición, que acabamos frenando el flujo natural y positivo de las cosas, de aquello que realizaría lo que pedimos. No es que uno tiene que dejar de querer o no querer nada, pero este querer debe ser tranquilo y confiado, pues a veces -en verdad, la mayoría de ellas- pretendemos que lo que deseamos suceda en nuestro tiempo y del modo que queremos, sin pensar que existen otros tiempos y modos más sabios, menos egoístas, que nos traerán muchos más beneficios que si todo ocurriera como nosotros lo queremos. Y a veces también queremos errado y en nuestra porfía y apego no nos damos cuenta. No tenemos -o perdemos en esos momentos- la noción de las prioridades, del proceso lógico que debe acontecer para que todo se de en armonía con los demás acontecimientos de nuestra vida y de la de otros que puedan estar involucrados... Así, sólo nos damos cuenta de que el camino era otro cuando las cosas no resultan. Tenemos la libertad de pedir, de escoger, de equivocarnos, de porfiar y rebelarnos contra lo que hallamos aparentemente injusto o arbitrario, pero también tenemos la oportunidad de darnos cuenta de que deberíamos haber hecho otra cosa o tenido una actitud diferente.
    Por eso -y aunque es tremendamente difícil- pienso que practicar el desapego en todas las ocasiones puede ser una salida para mantener a raya la ansiedad, las falsas o exageradas expectativas, las decepciones que hacen tambalear la fe.Hay que desapegarse, mantener la calma, la claridad y la confianza. Hay que darse cuenta más allá de nosotros mismos y del tropiezo presente. Hay que limpiar la mente y el corazón para entender lo que debemos pedir y cuándo hacerlo. Y lo que debemos pedir tiene que ser positivo, sólo entonces podemos aguardar confiados el resultado de nuestra petición, sabiendo que Dios quiere nuestro bien y nuestra felicidad, lo que nos da la consciencia de que cumplirá todas nuestras expectativas y mucho más.
   La porfía y el apego nunca nos llevarán a nada.

domingo, 23 de novembro de 2014

"Hijos"

    La primavera es como una novia caprichosa: un día sale el sol y nos ponemos camiseta y sandalias, con la ilusión de que el verano ya llegó. Al otro enfría y tenemos que usar nuevamente medias y chalecos, tomarnos un tecito caliente y poner el chamanto de vuelta en la cama... La primavera nos tienta, nos ilusiona, nos da esperanza, nos muestra el sol que vendrá, las vacaciones y las mañanas frescas que disfrutaremos, el sonido del mar, su azul movedizo y frío, los juegos, el delicioso ocio y los pequeños y grandes placeres que son difíciles de disfrutar el resto del año... Definitivamente, la primavera es como una novia: promete todo, se muestra poco a poco, nos seduce y nos llena de esperanza.
    Y aprovechando el frío de hoy, con mi taza de té de menta calientita aqui al lado, aquí va la e la semana:


    De repente, uno para y mira a los hijos, esas personas altas y auto suficientes, de hablar claro y gestos definidos, y los ve saliendo y entrando, tomando decisiones, enfrentando el mundo y sus mil ardides, batallas, tentaciones y opciones sin que le pregunten nada a uno. Observamos los cuerpos desarrollados e independientes y nos llevamos un tremendo susto... Porque ¿dónde están nuestros niñitos? ¿Cuándo fue que crecieron tanto así? ¿Cómo es posible que en tan poco tiempo se hayan convertido en estos adultos que planean irse de la casa y formar su propia familia? ¿En que momento aprendieron a arreglárselas tan bien sin nuestra ayuda?... Claro que los educamos para que esto sucediera y nos sentimos orgullosos de haberlo conseguido, pero ahora que es una realidad, de repente nos parecen hasta unos extraños porque nosotros tenemos una visión de ellos y ellos tienen otra completamente distinta de sí mismos y a veces de nosotros. El concepto "hijo" que los padres tenemos será siempre el del chiquitito que hay que acompañar, consolar, proteger, dirigir y cuidar en todo momento. Es algo casi imposible de arrancar de nuestra mente y nuestro corazón, de nuestro instinto. Funciona durante algún tiempo, pero infaliblemente llegará el momento en que la visión de los hijos empezará a cambiar y cortarán el cordón umbilical para lanzarse al mundo -como es su destino- y salir de nuestro alero... Uno sabe que esto ocurrirá, que es natural e inevitable, pero cuando empieza a notar los síntomas no puede evitar preguntarse: "¿Por qué tan luego?", y en seguida "¿Y qué voy a hacer ahora?"... Y es por eso que nosotros también tenemos que prepararnos -al mismo tiempo que los preparamos a ellos- para esta partida, para esta "soledad", pues no sólo los hijos se vuelven independientes al marcharse de casa y asumir las riendas de sus vidas. Los padres también lo hacen, ya que, a pesar de que el amor no disminuye, termina la responsabilidad, la guía, la dependencia, la vigilancia. Vuelven a ser como si no tuvieran hijos, pues la vida de éstos no está más en sus manos.
    Ver al hijo hecho un adulto trae una mezcla de sensaciones encontradas: orgullo, miedo, alivio, desconcierto, plenitud, felicidad, nostalgia, consciencia de la vejez... Sin embargo, a pesar de todo esto, creo que en la mayoría de los casos la sensación que debe primar es el consuelo, pues ellos están allí, adultos y responsables, para cuidarnos a nosotros ahora. Saber que podemos contar con nuestros hijos a lo largo de nuestra última etapa, así como ellos pudieron contar con nosotros en sus primeros años, da una sensación de gratitud, realización y seguridad que nada paga.

sábado, 15 de novembro de 2014

"El globo y la bolsa plástica"

    A veces me espanta la facilidad que tenemos para ser desagradecidos y tener una auto compasión desmesurada que nos impide ver las cosas buenas que tenemos. ¡Hay tanta gente que no puede ir al médico, no tiene cómo comprar remedios, hacerse exámenes, pagar el arriendo! Gente que, enferma, adolorida, deprimida o asustada, sale todos los días de la cama y enfrenta el mundo porque, simplemente, no puede hacer otra cosa. Gente que vive hacinada, en casuchas de tablas y cartón, que no sabe qué va a comer ese día, que no tiene agua ni luz, que cocina lo que encuentra encima de cuatro ladrillos. Gente que duerme en las calles, en los bancos de las plazas, en los containers, que registra la basura e devora las sobras de los demás, que anda descalzo y con la ropa sucia, rasgada, hedionda... Y nosotros, que ni conseguimos imaginarnos cómo sería vivir así, tenemos el coraje de reclamar, de sentirnos perjudicados, olvidados por Dios. Nosotros, que tenemos agua caliente y la despensa bien abastecida, ropa en el closet y computador, televisión HD, una cama, una estufa... Nosotros, que siempre queremos más y dejamos pasar tantos milagros, que no le damos valor a lo que tenemos, a lo que recibimos, que no aprendemos ni compartimos... Realmente, la raza humana tiene unas cosas maravillosas, pero cuando se trata de su lado obscuro, pocos le ganan en negrura e inconsciencia.
    Y aprovechando esta tirada de orejas, que empieza por mí misma, aquí va la crónica de la semana.

 "El globo y la bolsa plástica".. Parece el nombre de un cuento infantil, de alguna fábula con moraleja, o de una película de Disney. Pero en realidad fue una escena con la que me topé el otro día cuando iba al mercado... Domingo soleado y fresco, ráfagas de viento perfumado barrían la calle casi desierta y yo iba paseando, canturreando alguna cosa mientras me deleitaba por anticipación con el pollo asado que iba a comprar en el mercado, oloroso, dorado, crujiente, bien aliñado con merquén... De pronto, surgiendo no sé de dónde, veo un globo rojo que se acerca danzando graciosamente entre la calle y la vereda. Brillaba y giraba, lanzando destellos, liviano y gracioso. Me detuve un momento para observarlo, preguntándome de dónde vendría. ¿Una fiesta? ¿Un parque? ¿Una tienda? Con certeza debía haber algún chiquillo desconsolado por ahí.. Pensé pescarlo y ver si encontraba a su dueño por allí cerca, pero el viento estaba demasiado antojadizo y yo habría tenido que hacer unas cuantas piruetas ridículas para poder alcanzarlo. Había poca gente en la calle, es verdad, pero mi sentido de la dignidad y de supervivencia pesaron más, entonces decidí continuar mi camino. Ciertamente, la mamá le compraría otro globo al niño, y yo no quería quedarme sin almuerzo. Le sonreí al globo rojo y me dispuse a seguir... Y fue entonces que ella apareció. Tampoco sé de dónde, pero de repente se elevó en el aire esta bolsa de plástico negro, del tipo más ordinario, de esas que ni siquiera tienen brillo, e inflada por el viento, empezó una danza llena de subes y bajas, hinchándose, contorciéndose y arrugándose, y de a poco se fue acercando al globo rojo que, por su parte, continuaba flotando graciosamente... Yo me quedé inmóvil, absolutamente asombrada por el espectáculo con el que estaba siendo agraciada. ¿Era un duelo? ¿Una casualidad? ¿Quizás una lección? ¿Era el viento quien comandaba las coreografías, o el globo y la bolsa se aprovechaban de su paso para exhibirse a los transeúntes? ¿Yo era la única que estaba viendo esto?...
    El show duró unos diez minutos, sin que la fuerza del viento, curiosamente, arrastrara a los bailarines hacia otro lugar ni ellos se enredaran en algún objeto, un kiosko o el entablado de una construcción. Yo me sentía totalmente hipnotizada y poco a poco tomada por una gran emoción. El globo lindo y gracioso, la bolsa fea y vulgar, ambos aprovechando el mismo viento - que era para todos, incluyéndome a mí- para hacer algo igualmente bello... Pensé: "Todos podemos. Todos tenemos la oportunidad, sólo hay que percibirla y aprovecharla". El globo, con su forma perfecta, y la bolsa, descoyuntada y banal, danzaron son idéntica perfección, cada uno aprovechando sus cualidades, sus posibilidades, su individualidad. La diferencia entre ambos no fue un obstáculo, sino una oportunidad de mostrar creatividad y coraje, una diversidad bien aprovechada.
    ¿Será que nosotros podemos hacer lo mismo?...

sábado, 8 de novembro de 2014

"Apariencias que engañan"

    Y se va este mes y ya llega diciembre, la navidad, el año nuevo, las visitas tan largamente esperadas. Se empiezan a terminar proyectos y a hacerse nuevos, siempre con la esperanza de que se podrán realizar. También llega el sol, el viento perfumado, la sombra acogedora, los atardeceres dorados reflejados en los vidrios de los edificios. Se respira el anticipado descanso, la alegría de la fiesta, de los regalos, de las promesas, de la renovación... ¿Y qué se hace de la vida? Pues se vive, no importa dónde estemos, ni lo que hagamos, cuántos años tengamos, qué raza, credo, condición social, opción sexual, si estamos solos o acompañados. Lo importante es vivir, no dejar pasar ni un día en blanco, no despreciar las oportunidades, creer en ellas, en el futuro que nos aguarda a la vuelta de la esquina, lleno de sorpresas y descubrimientos, de las lecciones que tanto necesitamos para crecer y llegar al final libres, realizados, felices, serenos... ¿Qué más se puede querer para celebrar el fin de año?...

    Me estaba acordando de ese muchacho lleno de piercings, tatuajes, ojos delineados y cabello a lo mohicano que conocí en el parque y que recoge y ubica perros abandonados, y de la sorpresa que me llevé al saber de su dedicación a estos animales, lo que me hizo reflexionar sobre cómo las apariencias pueden engañarnos a veces... Pero hablo de aquella parte estética, no de la "primera impresión" psicológica que a veces tenemos al conocer a alguien. Porque puede ser una persona bonita y bien vestida, que hable con educación y tenga excelentes modales, pero que nos provoque escalofríos... No, esto se trata de la pura apariencia, que a veces nos juega unas malas pasadas, nos pone a prueba y nos hace meter las patas olímpicamente... Lo mismo me sucedió con aquel mendigo hediondo y cochino, con costras de mugre en los pies y los pantalones tiesos de orina, que registra los basureros del paseo para comer lo que los demás botan. Pero que comparte lo que encuentra con los pájaros y los perros, tiene largas y profundas conversaciones con hombres y mujeres de clase media, es compasivo con los otros mendigos menos afortunados y lee atentamente el periódico sentado en su banco -tan grasiento y apestoso como él mismo- ayuda a los transeúntes con informaciones y tiene una linda sonrisa y un pulido "buenos días" y "muy agradecido" para quien lo saluda o le da alguna cosa... Y también me llevé una enorme sorpresa con el vendedor de fruta que tiene el rostro lleno de horribles cicatrices -lo que le da un aspecto feroz, casi monstruoso- y un corte mohicano erizado y sucio, ropas de cuero negro, collares, anillos y pulseras de metal con púas, botas de plataforma y uñas largas e inmundas, pero que atiende a sus clientes con una gentileza totalmente inesperada y trabaja duro cada día empujando su enorme carro cargado de fruta fresca...
    Y así suman y siguen estos personajes feos, sucios, mal vestidos, a veces apestosos, de voz ronca y rostros endurecidos por la lucha de cada día. Estas personas extrañas, bizarras, a las que les tenemos tanto miedo, de todas las edades, sexos y clases sociales que consiguen engañarnos con una apariencia nada atrayente, pero que se revelan, si nos quedamos lo bastante como para desenmascararlos, venciendo nuestros recelos instintivos, seres humanos sensibles, decentes, trabajadores, honestos, sabios, con historias conmovedoras, de las cuales podemos aprender mucho.
    Por eso, tratemos siempre de darle a la gente una segunda chance, aunque nos demoremos para tomar el coraje porque, al final, puede valer la pena.

sábado, 1 de novembro de 2014

"El bien que nos gustaría entregar"

    El año ya se acaba y pasaremos otra navidad -nuestra segunda aquí- en compañía de mi hijo y su polola, lo que será el mejor regalo que podría recibir. A mi edad ya no me interesan mucho las cosas materiales. Lo que me hace realmente feliz es la compañía, la música, los paseos, compartir experiencias, cuidar la salud, conversar, escribir... Son los momentos y las personas, las acciones, las lecciones, las sensaciones. Eso es lo que se ha transformado en un regalo para mí ahora que volví. No es que no aprecie un vestido bonito o un restaurante de calidad, unos zapatos nuevos o unas vacaciones en un buen hotel, pero si no tuviera eso no sentiría que me falta algo. Ahora, si no tuviera esperanza, optimismo, creatividad, buena compañía, cariño, respeto, inspiración, salud, ahí sí que me  sentiría muy infeliz y deprimida... Me siento aquí y contemplo el paisaje deslumbrante de la ciudad y la cordillera por la ventana y me digo, admirada y sonriente: ¡Cómo cambian las cosas con el paso del tiempo! ¡Cómo cambiamos nosotros, y para mejor!...


    ¿Qué cuesta sonreír?... Es increíble cómo las personas responden positivamente a una sonrisa, a un gesto amable, a un elogio sincero. Parece que tienen hambre de gentileza, de alabanza -por más simple que sea- de reconocimiento. ¿Y por qué somos tan reacios a hacer esto, si parece tan fácil? ¿Será porque siempre esperamos que los demás lo hagan primero? ¿Pero no nos damos cuenta de que si nosotros tomamos la iniciativa tendremos de vuelta inmediatamente aquello que esperamos?... Las personas anhelan nuestra sonrisa, nuestro apoyo, nuestro consuelo y consideración, nuestra buena voluntad y amabilidad, nuestra comprensión y compasión allí mismo, en la fila del banco, en el metro, en el consultorio, la tienda, el mercado, la vereda. No hay un lugar ni un momento específicos para sonreír o tener un gesto desinteresado y gentileza. Eso debe suceder siempre, porque esa es la forma correcta de vivir. He visto algunos vídeos en los cuales un primer gesto de consideración crea una verdadera cadena de buenas acciones, todas simples necesarias y efectivas en el momento en que son realizadas, y siempre termino con los ojos llenos de lágrimas, pues me doy cuenta de lo que somos capaces si nos esforzamos, si salimos un poco de nuestras conchas de desconfianza y pereza, si prestamos un poco más de atención a lo que nos acontece, con quiénes nos encontramos, a lo que vemos y sentimos. Sí, porque todos tenemos dentro de nosotros esas ganas, ese bien que nos gustaría entregar, esa vocación para ayudar de cualquier forma. Todos queremos ver a los otros felices, prósperos, tranquilos. Esa sonrisa está siempre en nuestros labios, lista para florecer, pero buena parte de las veces en que podría hacerlo, nosotros apretamos la boca y nos decimos que no tenemos tiempo, que no vale la pena, que otro lo hará, que es ingenuo e inútil, que no hace fata, que al otro le va a dar lo mismo... Y en el fondo nos damos cuenta de que eso es una gran mentira, porque sabemos perfectamente lo que sucede cuando sonreímos.

sábado, 25 de outubro de 2014

"Una del montón"

    Días de sol, de calor y esperanza, de suspenso con la salud de mi hija... Pero yo sé que todo tiene solución, la cosa es no desistir. Los milagros suceden cuando parece que está todo perdido, cuando estamos al borde del precipicio, cuando pensamos que todos los puentes se quemaron y no tenemos cómo proseguir. Ese es el momento, la prueba final de fe... Porque los milagros ocurren, sí, pero no siempre como lo esperamos, entonces tenemos que mantener la mirada atenta para no perdérnoslos y agradecerlos siempre. El milagro más grande es la propia vida y todo lo que en ella acontece. Vivámosla, pues, cada día, cada hora, cada instante, porque dentro de este milagro mayor hay infinitos otros, pequeños, grandes, banales, preciosos, lecciones que tenemos que vivir y aprender para crecer y ser mejores.
    Y huyendo un poco del calor en este rincón del departamento, donde se forma una agradable corriente de aire de todas las ventanas abiertas, aquí va la crónica de la semana.


    Estoy casi convencida de que los pequeños éxitos son más valiosos, nos enseñan más y son mucho más fáciles de administrar y disfrutar que los grandes. Cuántas personas se ven por ahí, arruinadas por un éxito con el que no consiguen lidiar, devoradas, desestructuradas por él. Yo siempre pensé que deseaba un gran éxito, con la fama, el dinero, la influencia y todas las ventajas y el prestigio que aparentemente trae, pero con el tiempo he terminado por darme cuenta de que, en realidad, no habría tenido el equilibrio, la serenidad, la madurez y el aliento para lidiar con algo así. No digo que no sea tentador y que no parezca sumamente agradable, pero también tengo que admitir que trae consecuencias y responsabilidades que pocos tienen la estructura física, psicológica y espiritual para sobrellevar.
    Por eso el otro día, cuando estaba viendo en la televisión las historias conmovedoras y casi heroicas de algunas personas y sus modestos pero valiosos éxitos, me puse a analizar los míos y, a pesar de que en un primer momento me sentí un poco triste y frustrada por no haber ido más lejos, por haber tenido siempre logros breves y modestos, al fin llegué a la conclusión de que, en primer lugar, me fue bien en todo lo que emprendí, en segundo lugar, senté algún precedente, dejé una marca, influencié a personas, las cambié para mejor -ni que fuera un poquito- y todos los proyectos que empecé, los terminé. Y en tercer lugar, como ya dije, creo que si me hubiera vuelto excesivamente famosa o influyente  a causa de este éxito, no habría aguantado el tranco. Tal vez esta fama hubiese sacado lo peor de mí, tal vez me habría desequilibrado y me habría hecho perder de vista la pureza y el desinterés de los objetivos. A lo mejor hubiese sacrificado lo que era importante por las apariencias, los favores, las exigencias, los compromisos... No, creo que yo -siendo tan arrogante y vanidosa como soy- no estoy hecha para este tipo de éxito, sino para aquel más modesto, más escondido, más cercano. Pero igualmente efectivo, porque es más "limpio", más sincero y desinteresado. Estoy contenta con mis blogs, con mis crónicas, con las piezas que escribí y dirigí, con las clases que dí, con este pseudo-anonimato, pues gracias a él soy capaz de mantener una mirada limpia,atenta, clara y maravillada sobre el mundo, sus personajes y acontecimientos. Soy una del montón, no miro a nadie desde otro planeta. Mi anonimato me hace capaz de ponerme en el lugar de los otros, me permite mezclarme, conocer y descubrir la riqueza y diversidad fantásticas que existen en el mundo y poder aprovecharlas y mostrarlas a los demás.
    Estoy convencida de que estoy aportando, estoy dejando mi marca, trasformando vidas (nada dramático, sólo lo suficiente) despertando corazones, abriendo ojos... Y ahora sé que para conseguir esto basta sonreír, ayudar en las cosas simples, escuchar, tener compasión, propagar el bien en los acontecimientos de cada día, no ser perezosa ni dejar pasar las oportunidades de actuar correctamente, compartir los pequeños y valiosos milagros y lecciones que recibimos. Y para hacer todo esto no es necesario que seamos famosos, ricos o influyentes. El héroe anónimo hace su parte en el momento presente y continúa su camino, atento a la próxima oportunidad porque sabe que éstas no deben ser desperdiciadas o ignoradas, pues está consciente de que su éxito en esta empresa será bueno no sólo par él, sino para todos.

sábado, 18 de outubro de 2014

"Muñecos de cera"

    Todo puede cambiarse, detenerse, desviarse, controlarse, menos el tiempo. Una avalancha para, el fuego se extingue, el dolor pasa, la herida cicatriza, la inundación seca, pero al tiempo nada lo detiene. Es inflexible, indiferente, ingobernable. Creo que es lo único que el ser humano jamás conseguirá domeñar y manejar a su antojo, pues él viene y se va, tiene sus propias reglas y somos nosotros quienes debemos adaptarnos a ellas, porque es como un río; estamos en sus aguas y no podemos escapar de su acción... Por eso, hay que vivir, no hay que perder el sueño, la creatividad, el coraje y la alegría por cosas que no son realmente importantes. Tenemos que aprovechar cada segundo, cada oportunidad, tenemos que librar todas nuestras batallas y celebrar nuestras victorias, no importa si son pequeñas. Todas son importantes y nos hacen más fuertes y mejores. Tenemos que dar y recibir, amar y ser amados, consolar y ser consolados, porque la moneda siempre tiene dos caras. Tiempo es oro, es un regalo que sólo recibimos una vez, por eso debemos valorarlo y usarlo de la mejor forma posible... Al final, todos iremos a dar al mar, pero nuestro recorrido en el río del tiempo es lo que hará la diferencia y dirá si nuestra vida valió la pena y dejó su marca.
    Y sin perder otro minuto, aquí va la crónica de esta semana.


    Sinceramente, no puedo dejar de espantarme al ver esta batalla insana que tanta gente ha entablado contra algo que no pueden evitar: la vejez. Pueden hacerse un millón de cirugías e implantes, estirarse y ponerse hilos de oro o titanio hasta parecer verdaderos monstruos, que el tiempo no se va a detener por eso y mucho menos volver atrás. El cuerpo y sus funciones continuarán deteriorándose no importa cuán estirada tengamos la piel. No se puede operar ni anular el proceso biológico natural de nuestra existencia. Nos pondremos viejos y moriremos, nos sacamos nada con rebelarnos o intentar engañarnos entrando y saliendo de pabellones quirúrgicos. ¡Cuántos casi monstruos andan por ahí para probarnos las aberraciones que pueden resultar de nuestra porfía y obsesión! Rostros desfigurados, facciones irreconocibles, exageraciones patéticas para tratar de mantener una falsa juventud y lozanía. Parejas más jóvenes, ropas ajustadas, escotadas, fiestas y excesos para demostrar que la cirugía que estiró el rostro operó el "milagro" de rejuvenecer todo lo demás... Pero cuando lleguen a los 80 -si consiguen hacerlo después de tantas excesos- mismo que esté pareciendo que tienen 20 o 30 años a costa de cirugías, van a tener el organismo cansado, desgastado, las fuerzas disminuidas y todos los achaques correspondientes a la edad que tienen y van a morir de igual forma, porque ni el mejor medico las hará escapar de este fato... Y lo peor es que habrán sacrificado toda la dignidad y la serenidad sólo para verse como muñecos de cera en un ataúd.

sábado, 11 de outubro de 2014

"Construyendo santuarios"

    Parece que yo nunca termino de arreglar, de cambiar, de agregar o quitar, de reeditar y evaluar la disposición e importancia de las cosas para lograr que el ambiente donde vivo o trabajo me acoja y yo me sienta equilibrada e identificada con él... Pero no es que sea una inconformista o una eterna insatisfecha, sino que me doy cuenta de que, a medida que el tiempo pasa, voy cambiando, entonces el escenario donde me muevo también necesita cambiar. Todo tiene que acompañar nuestro movimiento interior y exterior, si no entramos en una especie da batalla en la cual nos sentimos siempre extraños, sin identidad, sin un lugar al que podamos llamar de "nuestro", que tenga nuestra cara, nuestros colores, formas y sonidos, nuestra luz e nuestras sombras, que respete y acoja nuestras emociones, sueños y secretos. Todos deberíamos tener algún lugar, en nuestra casa o trabajo, al que pudiéramos llamar "santuario", ya que es imprescindible que podamos renovarnos, reinventarnos, reciclarnos, encontrarnos y analizarnos cada cierto tiempo y este es el único lugar donde podemos hacerlo con calma y claridad. Puede ser bajo un árbol, en un rincón de la pieza, dentro de una iglesia, debajo de la ducha, en una mesita especial en la cafetería... Cualquier lugar en el que nos sintamos nosotros mismos sirve. Lo importante es que lo tengamos y que contenga nuestra esencia. Allí Dios y los ángeles nos estarán esperando...


    Es increíble cómo las personas -empezando por mí misma- suelen repetir o reproducir patrones de comportamiento, rutinas y escenarios a lo largo de su vida para sentirse seguras y tranquilas, "en casa". Lo de los comportamientos y las rutinas es comprensible, pues también se trata de una cuestión de supervivencia, una actitud casi instintiva, pero el hecho de también reproducir escenarios lo encuentro realmente notable y muy decidor.
    Yo me di cuenta de esto por mí misma, a lo largo de todas las mudanzas por las que he pasado, sobre todo últimamente... ¡Recuerdo que antes mismo de cambiarnos ya estaba planeando repetir ambientes en el nuevo departamento!... Y uno de los que más he reproducido en mi vida, partiendo con la primera pieza que tuve yo sola en mi casa en Santa Júlia, ha sido el del escritorio junto a la ventana, con las dos repisas encima, donde están los diccionarios y algunos adornos, fotos y el florerito encima de la mesa. Parece que si no tengo un lugar de trabajo con esa disposición y características no voy a conseguir producir nada. Yo sé que a todo el ser humano se adapta, pero también sé que si puede evitarlo, lo hará a toda costa. Y yo soy una de esas, pues a pesar de que no creo que no pueda escribir en la cama, en el sofá -con un buen apoyo, claro- o en la mesa del comedor, ese rincón con el escritorio y las repisas es como decir: "Ahora la cosa es en serio, este es mi santuario, el "arte final" de mi trabajo como escritora"... Tengo este cuaderno que puedo llevar a cualquier lugar -y lo hago- pero estoy consciente de que el texto definitivo sólo podrá ser producido en ese ambiente... ¡Y la prueba de ello es todo lo que estoy produciendo ahora que está montado!
    Definitivamente, soy na persona de rutinas (acciones, espacios, horarios, dietas, esto último por una cuestión de salud, pero que no me cuesta porque ya soy metódica y afecta a procesos repetitivos) pero a veces me pregunto si es de verdad tan positivo, porque al ser tan apegada a ellas me trae algunas complicaciones cuando debo adaptarme a cambios "obligatorios", sean de lugar o actividad. Sin embargo, la ventaja es que cuando esto sucede y acepto salir de mi zona de confort acabo disfrutándolo inmensamente -hasta tal vez más que los otros- y le saco el máximo de provecho, considerándolo una victoria. Pero también, después de un tiempo, me muero de ganas de regresar a mi pequeño universo conocido. Por eso siempre digo que lo mejor de salir es regresar.... ¿Es esto un retraso, una desventaja, un obstáculo, o simplemente un "modus vivendi" más común de lo que pienso?... No tengo certeza, sólo sé que necesito ese espacio conocido para reciclarme, para evaluar y meditar los acontecimientos, para producir mis textos y sobre todo para serenarme, equilibrarme y sentirme segura, enraizada. 
    En todo caso, de una cosa sí tengo certeza: nuestra identidad no está sólo en lo que somos o lo que hacemos, sino también en el lugar donde estamos.

sábado, 4 de outubro de 2014

"El pasado donde pertenece"

    Puede demorar un tiempo, pero uno casi siempre termina dándose cuenta de que todo sucede por un motivo y que debemos saber esperar hasta que los ciclos se completen y estemos listos para una nueva etapa, otra lección, un paso más en nuestro camino. Lo que demore en transcurrir esta etapa va a depender de nosotros, de cómo nos tomamos la experiencia por la que estemos pasando para alcanzar ese nuevo período en nuestra vida. A veces nos ponemos nerviosos, nos angustiamos o enojamos porque las cosas no acontecen cuando y como lo deseamos, pero si dejamos que ellas sigan su curso, con el paso del tiempo y los acontecimientos, con certeza nos daremos cuenta del por qué de ese "atraso", de esos "inconvenientes", de la espera aparentemente injustificada... ¡Cuántas veces no me ha sucedido a mí misma!... Pero poco a poco, y con mucha fe y persistencia, estoy aprendiendo a respetar y acompañar el paso lógico y sabio del tiempo, no juzgándolo según mi pequeño punto de vista, sino con miras a un bien mayor, al aprendizaje y al crecimiento. Porque nosotros, como el tiempo, estamos siempre en movimiento, grande o pequeño, externo o interno, compartido o en soledad. Moverse es vivir.


    ¡Que linda y emocionante es esa parte de la película de dibujos animados "Up", en la que el protagonista, un anciano cascarrabias y porfiado, encerrado en su pequeño y solitario mundo se da cuenta de que, para poder hacer que su casa se eleve nuevamente y se mueva, llevada por aquella  multitud de globos coloridos, y así poder salvar al niño que lo acompaña en esta aventura- tiene que deshacerse de todo lo que hay dentro de ella, objetos que él ama y que compartió con su fallecida esposa, a quien amaba profundamente, y que son parte del pasado de ambos, que él intenta preservar a todo costo!... Se me llenaron los ojos de lágrimas cuando lo vi tirando para afuera sillones, lámparas, retratos, mesas... y dándose cuenta, feliz y emocionado, de que la casa empezaba a elevarse nuevamente... Dejar el pasado atrás, enfrentar el presente y toda su carga de novedad y superación, preocuparse de las personas que lo necesitaban ahora, de la vida que todavía le quedaba y aceptar todo lo que ésta podía aún ofrecerle no iba a robarle los recuerdos, las experiencias, las lecciones. Al contrario, era imprescindible para que su existencia continuara y diera frutos. No podía continuar preso al pasado...
    Cuando llegamos aquí yo no tenía idea de que también tendría que enfrentarme a esta situación. Pero poco a poco me fui dando cuenta -no sin pena y angustia- de que las cosas, lugares y personas de mi pasado, por más que las hubiera amado, y las amara todavía, tendrían que permanecer allí si yo quería seguir adelante. No era una retomada, sino un recomienzo, allí estaba la clave. Ni siquiera mi antiguo barrio, donde habíamos pensado irnos a vivir en un principio, pareció darme la bienvenida. Todo era extraño, se sentía lejano, como muerto, no me identificaba más con nada allí. Y lo mismo me sucedió con las personas (excepto tal vez con mis primos de Melipilla) y así me fui dando cuenta de que aquello de "empezar una nueva etapa" tenía mucho más sentido y era mucho más real de lo que suponía.
    No se trata, sin embargo, de dar vuelta la página y despreciar todo el pasado, pues si no fuera por todo lo que sucedió allí, no estaría aquí hoy, sino de dejarlo estar donde pertenece, aprovechando todo lo que aprendí en él, y seguir en frente para descubrir y disfrutar todo lo que la vida me tiene reservado de aquí en adelante. No será fácil, porque uno se apega mucho a lugares, objetos, personas y situaciones, pero estoy más que convencida de que este proceso va a valer la pena.
    Yo puedo estar envejeciendo, pero eso no quiere decir que quiero cosas viejas en mi vida. Al contrario, el encuentro y el abrazo de mi vejez con lo nuevo me va a renovar, a reinventar, y va a hacer que disfrute inmensamente más el tiempo que me queda.

sábado, 27 de setembro de 2014

"Los pájaros del parque"

    Realmente, estoy empezando a cansarme de andar con tanta ropa, encendiendo la calefacción y durmiendo enterrada en mil frazadas... Y la primavera, nada de afirmarse... Continuamos con cielos encapotados y los días fríos y ventosos. Sol, de vez en cuando, tímido e breve, como con miedo. Pero los árboles ya están llenos de botones y diminutas hojas verde claro, entonces me animo, porque sé que, a pesar de las apariencias, la primavera ya se está instalando. Es sólo tener paciencia...
    Y mientras espero, aquí va la de la semana:


    Es increíble: paso del suelo pavimentado del paseo al sendero de arenilla del parque al final de mi recorrido y es como si entrara a otro mundo. Parece que el rugido constante y siempre creciente de la ciudad fuera instantáneamente engullido por el pasto, los bancos y los árboles que se yerguen sobre mi cabeza y balancean su frondoso follaje al compás del viento. Es casi como adentrarse en un templo donde no son los ángeles los que cantan, sino los pájaros. Zorzales, tordos, chincoles, gorriones, palomas, todos en una harmoniosa sinfonía que de alguna forma consigue imponerse sobre el concierto feroz y desafinado del tránsito a su alrededor, que los rodea como un ejército a punto de atacar su fortaleza... Pero ellos cantan sin miedo, sin resentimiento, como siempre lo han hecho. Sus trinos, escondidos entre el follaje, ecoan sobre nosotros y nuestra prisa y ambición, como queriendo recordarnos que todavía están aquí, que tenemos oídos para escucharlos y corazón para conmovernos con sus melodías. No es que quieran que nos detengamos, no, ellos nos acompañan mientras pasamos bajo los árboles. Ya saben que estamos apurados, aproblemados, irritados, preocupados. Cantan para todos, y quien quiera escuchar, que escuche. Quien quiera recordar sueños con sus voces, evocar amores, revivir capítulos felices de inocencia y optimismo, que recuerde. Quien quiera alzar la vista para buscarlos y esbozar una sonrisa que la alce...
    Los pájaros del parque cantan, a pesar de todo, del ruido y el smog, de la prisa, del descuido y la violencia. Ellos cantan y nos alegran un momento. ¿No podríamos nosotros hacer lo mismo?...

sábado, 20 de setembro de 2014

"Mantenerse cerca"

    Es divertido, y muy animador, cuando se espera que sucedan cosas buenas, y ellas suceden. Lo hace sentirse a uno como un niño que confía en que su padre nunca le va a faltar y que está siempre atento a nuestras verdaderas necesidades. Porque existen aquellas que nosotros nos imaginamos que necesitamos y esas otras que son las que verdaderamente nos hacen bien y que nuestro padre conoce perfectamente... La felicidad que nos trae la confirmación de nuestra fe en que estas cosas buenas ocurrirán parece que es más intensa, más profunda y verdadera (como un niño que recibe un regalo que deseaba mucho) pues es inmediatamente acompañada por un profundo y sincero sentimiento de gratitud e infantil alegría... Pero ahora yo me pregunto: ¿Cuántos de estos regalos recibimos sin darnos cuenta? ¿Cuántos olvidamos agradecer, disfrutar, compartir?.... No seamos mezquinos con lo que recibimos y permanezcamos atentos, optimistas y abiertos a todo lo bueno que la vida nos ofrece cada día, pues podemos terminar perdiendo las cosas buenas por estar demasiado pendientes de las malas.


    Siempre hablo -y creo que nunca voy a dejar de admirarme- sobre cómo Dios es encantador y se adapta a nuestras particularidades de formas tan creativas y simpáticas, totalmente faltas de ceremonia y reglas. Todo para mantenerse cerca (y, ojo, que no digo "mantenernos", sino "mantenerse") para que podamos comunicarnos con El a nuestra manera y sentirlo realmente como el padre que es.
    Siempre me acuerdo de esos dos relatos -ambos de monjas carmelitas en las biografías de santa Teresita de Lisieux y santa Teresa de Los Andes- que dan una muestra de esta diversidad tan tolerante y empática de Dios para con sus hijos: La primera monjita sufría de un trastorno de déficit de atención (creo yo, por la descripción que da de su problema) y no conseguía concentrarse a la hora del Oficio y las oraciones, lo que le causaba gran angustia y culpa. Muy afligida, fue a conversar con la madre superiora, creyendo que hasta podría ser expulsada del convento por este problema. Sin embargo, Dios ya sabía todo y conocía la virtud y la vocación de su corazón y decidió actuar a través de esta madre superiora que, al escuchar a la compungida religiosa, en vez de llamarle la atención, le sugirió, contra cualquier expectativa o regla, que a la hora de los oficios y rezos, ella se dedicara a pasear con los perros -las carmelitas siempre tienen uno o dos perros en sus claustros- y pensara en Dios y sus maravillas... ¡La monjita no podía creerlo!... La superiora había encontrado una forma de sacarle provecho a su situación, claro, guiada por la misericordia y la comprensión infinita de Dios. Sólo podía ser obra Suya.
    Así también sucedió con otra religiosa que, por ser muy simple, no conseguía acompañar las oraciones en latín y le confesó a la superiora que lo único que hacía en esos momentos era rezar el "Padre Nuestro" muy lentamente, con todo su corazón... ¿Respuesta? La madre la felicitó y la puso como ejemplo delante de la comunidad, pues afirmó que había descubierto la forma más perfecta de oración.
    Y así van las historias -algunas verdaderamente asombrosas- de cómo Dios se adapta, busca, respetando nuestra identidad, nuestras limitaciones y defectos, y encuentra una forma de estar en nuestra vida, de mantener la comunicación sin importar quién somos, dónde estamos, lo que hacemos, qué defectos tenemos, cuáles faltas cometemos. Si somos sinceros y deseamos realmente que El esté con nosotros, nada se lo impedirá, porque para El basta nuestro querer, por menor que sea. Todo lo demás, todo, viene de Su parte.

domingo, 14 de setembro de 2014

"Esta señora"

    La primavera está asomándose, tímida todavía, pero llena de fuerza y de promesas. Todo se llena poco a poco de botones, hojas nuevas, brisas frescas y perfumadas, sonrisas y esperanzas. Los pájaros vuelven a cantar, como heraldos del cambio de estación, y nosotros empezamos a sentirnos más jóvenes, más optimistas, menos mortales y más cerca de la naturaleza... Realmente, la primavera puede operar milagros.
    Después de la lluvia y el frío de ayer, hoy amaneció un día esplendoroso. ¡No parece la misma ciudad! El suelo está mojado aún, pero el cielo está azul, radiante, y un sol cálido entibia nuestros huesos y corazones. Así da gusto sentarse a escribir, sabiendo que en cualquier momento puedo levantarme y salir a la terraza a admirar el paisaje y recibir los rayos del sol...


    Es realmente extraño sentirse joven y, al mirarse al espejo, encontrarse con una señora de 58 años... Llega a ser chocante, y hasta medio angustioso, esta colisión entre lo que se siente y lo que se ve. No digo que no sienta los efectos de la edad, pero mismo así me impacta depararme con esta mujer tanto más vieja de lo que yo me siento... Tal vez  mi juventud "subjetiva" venga de mis ojos -y no sólo de su brillo, sino también de su mirada, de cómo ven el mundo- tal vez del hecho de que tengo tantos planes, objetivos y sueños. Tal vez de mantenerme aún tan creativa y activa (a pesar de que a veces me cuesta un poco, tengo que admitirlo) A lo mejor por sentirme apasionada, entusiasmada, feliz con lo que tengo, lo que hago, lo que he conseguido, con lo que soy. Puede ser también que la juventud que siento en mí venga de esas ganas de ayudar, de aprender, crecer, de buscar y vivir la felicidad, de disfrutar el tiempo, los encuentros, las lecciones. Siento que todavía vive en mí esa niñita atenta y mágicamente sorprendida por los milagros de cada día, que aguarda con fe y conversa con Dios sin fórmulas ni recelos. A pesar de la experiencia, el dolor y una cierta crueldad y frialdad que el tiempo pueda haberme traído, sé que aún conservo un alto grado de inocencia y fantasía, de espíritu lúdico, que tornan mi vida optimista y abierta a la aventura, a la exploración, a la novedad de lo banal y lo pequeño... Entonces, con toda esta carga interior, que sé que se refleja en mis actitudes, es sumamente extraño mirarme  al espejo y ver a esta señora mirándome desde el vidrio con esa cara de sorpresa. Porque mi corazón dice otra cosa, ciertamente. ¿A quién debo creérle, entonces?... Porque sin importar lo que sienta, el hecho es que el tiempo pasa y es así como luzco para el mundo. Y me pregunto, mirando el fondo de mis ojos brillantes en el espejo: ¿quién va a ganar, al final? Claro que no voy a conseguir esquivar a la muerte, pero supongo que lo que importa no es huírle, sino cómo enfrentarla y aceptarla... Entonces, que venga gentilmente y me tome en un abrazo reconfortante y lleno de promesas, con la certeza de un reencuentro con aquellos que amé.
    ¿Será que todos los que se están poniendo viejos tienen este tipo de reflexiones?... Espero que sí, porque son sumamente reconfortantes.

sábado, 6 de setembro de 2014

"Una vida modesta"

    Hoy estoy breve, pero no porque estoy con prisa, sino porque, milagrosamente, conseguí resumir lo que quiero decir en unas pocas líneas. Tal vez sea porque llevo mucho tiempo pensando en ello, o porque el día está precioso y me inspiró a escribir sin muchos rodeos, tal vez porque ayer terminé la corrección de la primera parte de la novela de mi amigo brasilero y a él le encantó mi trabajo, entonces estoy tan feliz que veo las cosas muy claras... No lo sé, pero me gustó la sensación y creo que, fuera los cuentos que he enviado al concurso "Santiago en 100 palabras", este es un record en mi estilo, que es siempre lleno de detalles y explicaciones... No es que no me guste o que esté pensando en cambiar, no, mi estilo ya está definido, pero como es algo inusual ser tan breve, ¡hasta yo misma me sorprendí!... En todo caso, espero que haya alcanzado mi objetivo a pesar de las pocas palabras.


    ¿Qué es una vida modesta, a final de cuentas?... ¡Veo tantas a mi alrededor! La mayoría, para decir la verdad... Vidas llenas de esfuerzo y sacrificio, de sencillez, de optimismo y anonimato, pero de enorme riqueza y fe... ¿Y qué es ser modesto? ¿Es "desaparecer"? ¿Es dedicarse a uno mismo y a los que están cerca, a los que encontramos al acaso en nuestra rutina? ¿Es aceptar lo que nos toca con alegría, sacándole provecho y haciéndolo crecer y mejorar, sin envidiar a los demás?... Tal vez un poco de todo esto. Tal vez sea vivir aquí y ahora, disfrutando lo que Dios pone en nuestro camino y compartiéndolo con quienes nos rodean. Puede ser ayudar desinteresadamente, actuar cuando es necesario y continuar tu camino sin buscar reconocimiento o recompensa. Es como ser todo y nada al mismo tiempo, como estar siempre a disposición, es querer tanto el propio bien como el del otro... Creo que la vida modesta es aquella que ama y aprovecha lo que tiene, que goza un día de cada vez, que desea y posee lo suficiente y no más.
    Esta es la vida que vine a vivir aquí.

domingo, 31 de agosto de 2014

"Conjuros"

    Ya sé que les había prometido un cuento para la semana pasada, pero anduve medio ocupada corriendo atrás de exámenes (los rutinarios de una diabética que se precie) y consultas en el médico lo que, como deben saber, consume una cantidad de tiempo y energía inimaginables. Pero hay que hacérselos si uno no quiere encontrarse de repente con alguna sorpresa desagradable... En todo caso, el tiempo y la energía valieron la pena porque está todo bien. Alguna cosita con episodios de presión alta (pero todavía no soy hipertensa) y unas décimas en el colesterol malo, pero nada que una pildorita y una dieta razonable no arreglen. Lo demás está bien, mi corazón contento y lleno de expectativas, el colon tranquilo, el alma inspirada... Entonces puede ser que esta semana sí salga ese cuento.
    Y aprovechando esa inspiración, aquí va la crónica de esta semana.


    Es divertido cómo, a veces, hay palabras o frases que descubrimos o aprendemos, que nos caen tan perfectamente y que, al decirlas o pensarlas con claridad en ciertas situaciones, parecen actuar como conjuros o fórmulas mágicas. La mía preferida -y que funciona a las mil maravillas- es: "No lo quiero. No lo necesito. No lo merezco". Fue algo que aprendí con mi psicóloga en tiempos muy difíciles y que siempre me ha ayudado a resolver o salir de situaciones complicadas. En el instante en que respondo las tres frases -sea con un "sí" o un "no"- todo queda claro y me siento preparada para actuar. Hay otras también, pero éstas las he ido descubriendo poco a poco, a medida que los acontecimientos y los encuentros han sucedido. "Mi decisión está tomada y sé que es la justa." "Es verdad que me voy a preocupar, pero eso no me va a hacer cambiar de opinión". "He hecho todo lo que he podido, de todo corazón, pero no funcionó"... Todas estas últimas relacionadas con problemas personales que, de verdad, me han tenido con la cabeza -y el colon- hirviendo... Pero en el momento en que estas frases surgieron en mi cabeza, firmes y claras, después de una larga y sincera reflexión, la tranquilidad y la certeza alejaron mi angustia y mis recelos y me sentí confiada para seguir adelante... Por eso, creo que la "receta" para descubrir y aprender a usar estas fórmulas mágicas es, justamente, parar el tiempo que sea necesario y meditar, analizar, ser honesto y firme, realista. Entonces, las palabras irán surgiendo naturalmente, hasta formar la frase final, la respuesta y el apoyo que necesitamos para actuar.
    Creo que todos tenemos nuestros conjuros y fórmulas mágicas que nos ayudan a salir adelante en los conflictos, nos hacen tomar decisiones y actuar para nuestro bien y progreso. Por eso, en  cada problema que enfrentamos hay que zambullirse sin miedo, porque sólo llegando al fondo encontraremos las palabras o frases que nos libertarán y nos llevarán nuevamente a la superficie.

domingo, 24 de agosto de 2014

"Atravesar la máscara"

    Bueno, el invierno volvió definitivamente después de ese inesperado veranillo de san Juan, entonces también volvieron las botas, medias de lana, chaquetones y sweaters... Pero la fría lluvia de los dos últimos días ha hecho maravillas por el aire y por el paisaje: ¡la cordillera está simplemente deslumbrante! Yo no sabía que uno de los cerros más bajos que rodean Santiago ya estaba todo verde, pues el smog no me dejaba verlo, y hoy conseguí divisarlo por la ventana del corredor.¡Fue una auténtica y agradable sorpresa!... Ojalá que lloviera un poco más, para que tengamos la chance de respirar un poco mejor por un tiempo más largo. Esta ciudad es maravillosa, pero como toda gran metrópolis, tiene una calidad de aire pésima. Yo ya ando con unas tocesitas alérgicas y la nariz medio tapada, pero creo que esta lluvia bendita va a darle una mejorada. Y después, cuando llega el verano la cosa se pone más liviana, porque el calor hace que la nube de smog suba y nos deje un poco más de aire más o menos puro para respirar.
   Y tomando un largo aliento de este aire transparente y brillante, aquí va la de esta semana:


    Derribar mitos no es algo fácil, definitivamente, sobre todo cuando ellos están tan firmemente arraigados en nuestra existencia que ya se han hecho parte de ella. Cuanto más tiempo llevan ejerciendo su poder, más difícil se vuelve erradicarlos. A veces se vuelven tan fuertes que uno cree que son realmente indestructibles y que estamos destinados a sufrirlos hasta nuestro último día. Pero creo que esto se debe a que nosotros mismos los alimentamos y los justificamos pensando que les debemos algo o que sacarlos de nuestra vida puede acarrearnos algún mal o provocar inclusive el castigo de Dios. Esto prueba que somos capaces de crear y rendir culto a nuestras propias supersticiones, venidas de experiencias o de la educación que recibimos. Mas, ¿será que realmente las necesitamos para sentirnos seguros, protegidos, controlados, poderosos?...
    Es verdad que hay algunos que hasta pueden ser positivos y darnos fuerza en los momentos difíciles o servirnos de inspiración y darnos coraje. Sin embargo, existen otros a los que, si no les ponemos atajo, son capaces de destruírnos. Y es difícil enfrentarse a ellos, identificarlos como tales -pues estamos acostumbrados a su presencia- y aceptar que poseen una influencia totalmente negativa a pesar de la apariencia "políticamente correcta" que puedan presentar. Pero cuando su cercanía nos hace mal, física o sicológicamente, a veces hasta espiritualmente (y somos capaces de darnos cuenta de esto, sin duda, aunque tratemos de negar esta realidad), creo que no se puede esperar más para alejarlo de nosotros. Si conseguimos atravesar la máscara de sus intenciones y actitudes -que, inclusive, pueden ser inconscientes- y nos damos cuenta de la verdad, entonces será un poco más fácil derribar este mito y alejarnos de él. De una cierta forma, los mitos nos vuelven adictos, dependientes, medrosos, sin identidad, sin coraje para ser libres y vivir nuestros propios sueños.
    Se dice que cosas, situaciones y personas permanecen en el mundo y en nuestras vidas en cuanto son necesarias, entonces, creo que la cosa es aprender a darnos cuenta de cuándo cada ciclo termina y debemos dejarlos ir porque ya cumplieron con su cometido, lo que significa que estamos listos para continuar y empezar a recorrer nuevos caminos, en los cuales necesitaremos otros apoyos, a otras personas, otras reglas, otros comportamientos, otros mitos... Pero siempre dándonos cuenta de cuándo éstos se vuelven dañinos, ya que, a lo que parece, está probado que no podemos dejar de crearlos. Entonces debemos aprender a convivir con ellos y no permitir que nos dominen, dejándolos atrás cuando es necesario.

sábado, 16 de agosto de 2014

"Alguien se arrepiente de una buena acción?"

    Parece que el verano está con prisa este año. ¡En pleno Agosto tendremos 30 grados mañana!... Claro, son 30 grados de invierno, pero la gente ya salió a comprarse poleras, sandalias y shorts, las heladerías están llenas y todos andan por ahí de anteojos obscuros y bermuda. Se les olvida que esta es una situación pasajera y que todavía tenemos un mes de invierno, pero no se puede negar que es muy agradable sacarse las chombas, medias y abrigos un poco y sentirse más liviana y acariciada por el sol (A pesar del smog. Francamente, no sé cómo los rayos del sol consiguen atravesar esta capa gris y parada sobre la ciudad que todos nosotros, desgraciadamente, respiramos cada día)... Mas ya falta poco para la primavera, entonces hay que tener paciencia y sacarle el mejor partido al frío que aún nos queda.
    Y con este optimismo todo y añorando el calorcito y los helados (diet, claro) aqui va la de la semana:

    El joven le abre la puerta al hombre cargado de cajas. La muchacha le cede el asiento a la mujer con el bebé. El señor ayuda a la anciana ciega a atravesar la calle. La señora con el carrito lleno le da su lugar en la fila del mercado al hombre que compró solamente un kilo de pan. El conserje sale de su fortaleza para ayudar a la inquilina con los paquetes... Gestos breves, simples, espontáneas muestras de la bondad que anida en nuestro corazón. ¡Y nos sentimos tan bien cada vez que lo hacemos!... Es como sembrar, iluminar, como contagiar, pues ciertamente quien recibe nuestro gesto de amabilidad se sentirá tentado a repetirlo con otros que crucen su camino. Y así, como un abanico, la gentileza, la compasión, la generosidad y el desprendimiento pueden ir tomando cuenta de  cada espacio, demostrando que somos intrínsecamente buenos.
    Sé que he escrito mucho sobre esto, pero es que no puedo dejar de darme cuenta de que es una actitud que realmente funciona y que podría cambiar el mundo... Yo mismo, el otro día, me sentí una mezcla de heroína, Viejito Pascuero, discípulo, adolescente y profundamente feliz cuando el joven exclamó, sonriendo:
    -¡Qué bueno poder empezar el día así!- sólo porque yo le había cedido mi lugar en la fila del mercado.
    ¡Caramba!, ¿cómo puede ser que algo tan simple, tan fácil y banal le provoque a uno y al otro sensaciones tan buenas, profundas y verdaderas? ¡Y realmente, no cuesta nada!... Practíquenlo y se van a dar cuenta de que lo que digo es la más pura verdad: poseemos la chispa de la bondad espontánea y desinteresada, del deseo de ver bien al otro, de ser caritativo y útil, pero gran parte de las veces nos negamos a encenderla por los motivos más fútiles y porque parece ser más fácil ignorar las necesidades de los demás. Pero, sinceramente, no creo que nadie se sienta mal o se arrepienta de una buena acción. Entonces, si nos hace tan bien, ¿por qué a veces somos tan mezquinos para regalarla?... Puede que al principio nos cueste un poco, que nos demoremos en darnos cuenta de lo que debemos hacer y cuándo hacerlo, pero cuando esto se convierta en un hábito, será deliciosamente compensador.
    Entonces, nosotros, que tenemos esta consciencia, podemos empezar dando el ejemplo. ¡Es demasiado bueno como para ignorarlo!...

sábado, 9 de agosto de 2014

" Desistir, definitivamente, no es una opción"

    Creo que esta semana me voy a sentar a escribir un cuento. Estoy rodeada de tantas y tan variadas historias que me es imposible sustraerme a su llamado. Hay que hacerlas conocidas, hay que revelar a sus personajes, hay que reflexionar y usarlas como inspiración, como recordatorio, como muestra de pedazos de la realidad en que vivimos, mismo que tejamos una fantasía sobre ellas... Entonces, voy a parar, voy a mirar a mi alrededor, voy a recordar, y sé que mi corazón y mi mente despertarán y encontrarán algún tesoro que he pasado por alto en la correría de cada día... Estos son los momentos sagrados e impagables de un escritor, su privilegio -a veces doloroso y solitario, pero nunca silencioso- su misión, su legado. Y no puede hacer otra cosa sino compartirlo, esperando que otros sientan y se inspiren como él a cambiar, a actuar, a sentir, a producir. Para eso estamos aquí.
    ¿Escribir es un don? ¿Una maldición? ¿Una misión? ¿Un castigo?... Tal vez de todo un poco, pero a pesar de lo que cuesta, no se puede dejar de hacerlo. Si no se escribe, se muere un poco cada día. Escribir es vida. Por lo menos para mí, y no saben cómo es reconfortante ver que hay tanta gente que se interesa por lo que escribo. Eso es lo que me impulsa a continuar... Pero tengo que confesar que, mismo que nadie leyera mis palabras, yo continuaría escribiendo. Porque yo soy las palabras.
    

    Aquí hay un programa de televisión que se llama "La jueza", en el cual se muestran los más variados casos legales que involucran a la familia (pensiones, herencias, divorcios, etc) y que son juzgados y resueltos por la conductora del programa, una magistrada de verdad. Empecé a seguirlo hace poco tiempo, medio por casualidad, una tarde en que buscaba algo para ver en la televisión a esa "hora-limbo" que son las tres de la tarde, en la que sólo pasa programa repetido o novela venezolana... Y tengo que confesar que me estoy volviendo adicta al tal programa. ¿Por qué?... Con certeza no es por lo teatral de algunos casos o por la peculiaridad -a veces cómica, a veces trágica,o indignante- de sus protagonistas, sino por las historias en sí, pues allí no se habla solamente de la parte legal, mas también de las circunstancias que llevaron a estas personas hasta el tribunal, del tipo de vida que llevan, dónde residen, qué hacen, cómo es su familia, qué otros problemas tienen... Y es ahí que me doy cuenta de que existen hombres y mujeres que viven -o han vivido- en condiciones que me hacen agradecer tener los pequeños problemas que tengo y que a veces parecen sobrepasarme. Escuchando sus relatos me siento francamente avergonzada -y aliviada, si cabe- de quejarme, de ahogarme en un vaso de agua, de desanimar e impacientarme porque mis asuntos no se resuelven luego y de la forma que deseo. En la mayoría de los casos, estas personas viven amontonadas en casas diminutas y abarrotadas, están desempleadas, residen en barrios lejanos y peligrosos, tienen que vivir contando las monedas para comprar cualquier cosa, hasta lo más esencial, no tienen planes de salud ni una educación decente, completa, pasan todo tipo de necesidades físicas y psicológicas... Y se las arreglan. Y salen adelante. Y se sacrifican de formas que no sospecharíamos ni consideraríamos posibles. Y no desisten. Y luchan cada día. Y trabajan en lo que les aparezca, no importa si es lejos o si les pagan poco... Lo importante es sobrevivir, mantenerse a flote, guardar la dignidad y la esperanza... Son como esas otras personas con las cuales me cruzo cuando salgo a correr en la mañana. Allí están, soy testigo de su lucha diaria, y me llenan de admiración y coraje. Claro que no estoy en la difícil situación en la que ellas se encuentran -y espero no estarlo nunca- y no necesito hacer nada tan extremo para sobrevivir, y por eso mismo, sus relatos me colocan en la realidad de lo afortunada que soy y, al mismo tiempo, me muestran que, cuando las cosas se ponen feas, no hay que dejar de luchar y tener fe.
    Sobrevivir en ciertas circunstancias es realmente una cuestión de garra y persistencia y nosotros, los afortunados que lo hacemos casi sin arañazos, deberíamos prestar mucha atención a estos otros guerreros que, con su ejemplo, nos enseñan -y nos prueban- que desistir, definitivamente, no es una opción.

sábado, 2 de agosto de 2014

"Historias en el suelo"

    A dos días de mi cumpleaños, supongo que estoy pasando por mi pequeño "infierno astral", típico de esta fecha, entonces ando toda saltona con ese negocio de envejecer, de la salud, de la dependencia, de cualquier síntoma diferente (lo que, claro, sólo me estorba y me arruina el día, pero yo soy así, demasiado aprensiva y ansiosa. ¿Qué le voy a hacer?) de la comida que me cayó mal de repente, etc, etc... Bueno, imagino que a la mayoría de las personas debe pasarles algo parecido y el secreto para sobrellevar este proceso inevitable (porque no importa cuántas cirugías nos hagamos o cuántas vitaminas tomemos, la cosa no va a retroceder y mucho menos parar) debe ser, creo yo, hacerlo con gracia, con dignidad -dentro de lo posible- con buen humor y optimismo. También, en una época como esta, tener 58 años, o 60, y hasta 70, no es una cosa tan deprimente y aislante como era antiguamente, entonces, hay que tomárselo con panimávida, como se decía antes, y seguir adelante adaptándose a los cambios y achaques, pero sin dejar de crear, de ser útil, alegre y positiva hasta el último instante. ¿Qué más nos queda por hacer? ¿Sentarnos a esperar la muerte?... ¡Jamás! ¿Para qué morirse antes de tiempo?...
    Entonces, después de esta declaración contra los "infiernos astrales" de los que cumplimos más años de los que nos gustaría, aquí va la crónica de la semana.


    Aquí se juntó un grupo de personas a conversar y tomarse un café, a mirar el paisaje y el cielo sin nubes para huir de la rutina y la presión de la oficina: docenas de colillas de cigarro desparramadas en la vereda... En este banco se sentó alguien a hacer una colación, y debe tener sobrepeso y ser sedentario, porque dejó todo tirado en el banco y a su alrededor: envase de coca-cola vacío, cartucho de papas fritas, de galletas rellenas, una caja de plástico con restos de un sandwich... Por acá hubo una pelea y a alguien se le pasó la mano en la reacción: una botella quebrada en el pasto, unas gotas de sangre en el cantero... Vienen unas hojas de cuaderno rodando por la vereda, sucias y arrugadas, y se juntan a una escuadra verde despedazada: un alumno rebelde, impaciente, que no aguanta más las exigencias de los profesores y el tiempo que pierde en la sala de clases cuando podría estar haciendo algo mucho más entretenido en otro lugar. ¿El futuro? ¿A quién le interesa? Ese tema está súper valorado, lo que importa es el presente y lo bien que se puede pasarlo en él... Allí, una mancha de sangre en el pavimento, un sweater sucio y rasgado apelotonado al pie del poste como un  animal avergonzado bajo su sombra: los muchachos que se creen vigilantes, fuegos purificadores de una raza que ellos mismos inventaron y su moral prejuiciosa, y salen por la noche para atacar a los mendigos y alcohólicos que duermen en el parque. Ni los perros se salvan de su furia y descaro... La caja de remedio vacía, el nido despanzurrado en el pasto, el guante o el zapato huacho en la cuneta, la monedita de un peso, la peineta, unos restos de globos coloridos... Definitivamente, también se pueden descubrir historias en el suelo. 
    Siempre he dicho que hay que levantar la vista para encontrar y conocer a las personas y sus escenarios, para enterarse de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y tener la chance de participar, sin embargo, debo admitir que también encontramos y conocemos capítulos de sus vidas cuando bajamos los ojos.

sábado, 26 de julho de 2014

"Pequeños actos, grandes resultados"

    Ayer se conmemoró el día del escritor, ese loco que sueña y crea otro mundo para los demás, ese héroe que lucha contra de falta de cultura, contra la pereza y los aplicativos de la internet, ese soldado que se aventura por nuestros secretos para exponerlos y exorcizarlos, para hacerlos menos pesados, ese mago que nos une y nos encanta a través de los tiempos contando nuestras historias, nuestras leyendas, costumbres, tragedias y alegrías, nuestros descubrimientos, nuestros fracasos, nuestros encuentros y despedidas. Y lo hace como si todo lo hubiera vivido en carne propia, por eso nos conmueve, nos cala tan hondo y nos hace querer más. ¿Quién es? ¿Qué es lo que quiere? ¿A dónde quiere llegar? ¿A dónde desea llevarnos con sus palabras? ¿A su corazón, a su mundo, sus sueños? ¿A los nuestros?... Para descubrirlo, hay que leer.


    A veces pienso que, en vez de pedir el diezmo en dinero, las iglesias y organizaciones de ayuda deberían pedirlo a sus feligreses  e integrantes en tiempo. Deberían cobrarles acción y no cheques, porque creo que está haciendo más falta gente actuando que plata en el banco, si bien ella también es necesaria. Pero no se trata de billeteras, sino de corazones que necesitan abrirse, mirar a su alrededor, sensibilizarse... Y no hablo solamente de involucrarse en algún tipo de trabajo voluntario, sino de lo que cada uno leva en la consciencia, en el corazón, en la crianza, de lo que se puede hacer a lo largo de nuestra jornada diaria. Sería un diezmo que podríamos entregar cada día con pequeñas acciones e iniciativas y que ayudarían efectiva e inmediatamente a los que lo necesitan. Firmar un cheque o echar algunas monedas en la cesta de la iglesia tiene poco o casi nada de verdadero comprometimiento, de verdadera consciencia y compasión. Es más un acto automático, sin emoción, un alivio para nuestra consciencia. No existe ningún envolvimiento, ninguna proximidad con el necesitado que va a recibir nuestra donación. Y para mí, este es el punto: porque no es solamente el mendigo en la esquina el que necesita nuestra ayuda, sino cualquier persona con la que nos crucemos y se encuentre en alguna situación difícil, no importa cuán banal pueda parecer. Porque las pequeñas cosas también son importantes. Hay que recordar que el desierto del Sahara está formado de minúsculos granos de arena...
    Actuando de esta forma podemos serle útiles a todos, en todo momento, nos mantenemos en un permanente estado de atención, de empatía y servicio. Y con certeza, aquel que recibió nuestro "diezmo" desinteresado, tenderá a repetir esta actitud (esto está probado) creando así una cadena de buenas acciones que puede dar frutos sorprendentes y alcanzar niveles que ni la mejor campaña publicitaria o el cheque más exorbitante conseguiría.
    Definitivamente, sólo nuestras buenas acciones -grandes y pequeñas- pueden cambiar al mundo.

domingo, 20 de julho de 2014

"¡Por Dios, cómo el tiempo vuela!"

    Parece que definitivamente nuestro "Veranillo de san Juan" se terminó. Después de una semana de sol esplendoroso y temperaturas primaverales, hoy amaneció frío y con una niebla espesa que no sé de dónde vino, porque ayer estaba completamente despejado. ¡No da para ver ni el San Cristóbal y mal se distinguen los edificios de la vereda del frente!... Sólo espero que más tarde esto se disipe, porque si no es capaz que me pierda cuando salga a pasear con mis perritas... Es muy raro mirar por la ventana y no ver nada fuera una cortina blanca. Parece que uno está soñando. Es la misma sensación que tenía cuando era chica e iba al colegio en un día así. Para llegar al liceo tenía que atravesar un sitio vacío rodeada por esta niebla, y siempre tenía esa sensación de que nunca iba a conseguirlo, de que iba a ser engullida por aquella nube espesa... Menos mal que, efectivamente, estaba despierta y, al poco de caminar, un poco vacilante, tengo que admitirlo, divisaba los edificios y las rejas del liceo... Pero el susto y la sensación extraña me los pasaba igual.
    Y como hoy ya no tengo que ir al colegio -hasta porque es domingo- puedo sentarme tranquilamente aquí y postear mi crónica de la semana sin preocuparme de ser devorada por esta neblina londrina que toma cuenta de la ciudad.


    Realmente me siento fascinada por esta cuestión del tiempo, de vivir en el presente, de ser como los perros, que disfrutan el aquí y el ahora sin problemas. Porque, si paramos para pensar, eso es todo lo que realmente tenemos. Ni siquiera podemos prever el siguiente minuto de nuestra vida, a no ser que tengamos un don sobrenatural. Toda ella está hecha de un constante presente y nada más. Entonces, se supone que esta consciencia debería preservarnos de toda ansiedad y temor, pero desgraciadamente no es así. No se si se debe a que estamos siempre trazando planes y preparando nuestro futuro -y a veces el de los demás- y la expectativa de que nuestros proyectos tengan éxito nos impide percibir que la única realidad es la que sucede en este momento, entonces nos afligimos por acontecimientos que no existen y vivimos con la cabeza en el mañana, dejando pasar el presente como si no tuviera ningún valor.
    Yo sé que uno necesita tener objetivos y planear las estrategias y caminos para alcanzarlos, pero a veces este trabajo nos consume de tal manera que no nos damos cuenta de que no estamos viviendo el presente, que es la verdadera realidad. Creo que de ahí viene la sorpresa que nos invade cuando un día nos miramos al espejo y exclamamos, asustados: "¡Por Dios, cómo el tiempo vuela!", y nos sentimos perjudicados por su prisa y su falta de consideración... Sin embargo, si hubiéramos vivido nuestro presente al mismo tiempo en que planeábamos el futuro, a lo mejor no nos llevaríamos una sorpresa tan desagradable.
    ¿Pero será que esta combinación es posible? ¿Será que podríamos conseguir el equilibrio entre estos dos estados de consciencia?... Se cree que vivir sólo el hoy puede ser una actitud irresponsable. Pero vivir sólo enfocado en el futuro también lo es. Entonces, ¿qué hacer?... Tal vez planear el mañana y construirlo día a día, sin adelantarse, haciendo que nuestro presente bien vivido sea como un grano de arena -colocado uno de cada vez- en la construcción del edificio de nuestra existencia.
    ¿Será que consigo vivir así?...

sábado, 12 de julho de 2014

"La lista"

    Es bueno, cuando uno se pone demasiado nostálgica del pasado, sentarse y traerlo a la realidad, porque siempre se tiene la costumbre de idealizar, de adornar o hasta cambiar un poco aquello de lo que tenemos nostalgia, lo que sólo nos provoca dolor y frustración... Yo hice este ejercicio el otro día y al analizar y poner todo en la perspectiva de la realidad, resulta que me di cuenta, una vez más, de que aquello pertenecía al pasado, que me había enseñado mucho, pero que era imposible revivirlo o retomarlo. Todo había cambiado y también tenía su parte bastante negativa... Es que cuando uno está medio perdido o frustrado en el presente, tiende a buscar consuelo en épocas que -aparentemente- fueron mejores, sin darse cuenta de que todas ellas tienen su lado positivo y negativo, inclusive la presente que, en algún tiempo, con certeza se volverá ese pasado en el cual buscamos salidas... Pero el pasado está cerrado, los ciclos se han completado (por eso son pasado) las personas y las situaciones han cambiado... Entonces, bajo esa perspectiva, es mejor recordar en buena onda en vez de sufrir por no poder volver atrás. Es mejor traerse las lecciones a este presente y usarlas para convertirlo en algo que nos realice y nos deje felices y en paz.
    Lección aprendida (pero no prometo que no voy a volver a sentirme nostálgica de nuevo, sólo que ahora sé cómo lidiar con ello) vamos a lo que interesa: la crónica de esta semana. Aquí va:


    Le decía la psicóloga a la mujer que sufría de depresión, en un programa de televisión: "Cuando empieces a tener pensamientos negativos o a sentirte muy aproblemada, haz una lista con ellos en una hoja de papel y, al frente, escribe un pensamiento positivo que lo contrarreste o, entonces, una acción que solucione ese problema que te aflige"...
    Yo estaba desparramada en el sofá, pasando distraídamente de un canal a otro, pleno sábado en la tarde, cuando pasan juntas todas las películas y programas que uno ya vio durante la semana, y de repente me topé con este programa de tipo auto-ayuda. En general, no le doy mucha bola a esta clase de cosas (después de las cuales uno se pregunta: "¿Cómo diablos no se me ocurrió eso antes?") pero esta vez saqué el dedo del control remoto y me quedé viendo un poco y reflexionando... Y en realidad, aquello me pareció una estupenda estrategia para combatir no sólo la depresión sino también esos días en que uno se despierta atravesada y lo ve todo negro... La cosa, pensé, es poner para afuera todo lo que nos atormenta, enfrentarlo cara a cara -no importa cuánto miedo nos de- y tratar de encontrar una salida, una solución o, al menos, una manera de lidiar con ello de forma que no nos paralice. Ya sabemos que nada se consigue lamentándose -puede hacerse en el primer momento, pero uno no puede quedarse en eso- culpando al mundo, deprimiéndose o aterrándose. Tampoco vale agachar la cabeza y conformarse y hacerse la víctima. Todo esto sólo nos hunde más, nos cierra las puertas, nos aleja de quien puede ayudarnos, nos impide darnos cuenta de lo que nos está sucediendo y de reaccionar ante esto.
    Por ejemplo, yo misma: ¿Le tengo miedo a las hipoglicemias? Pues entonces ando con una bolsita de terrones de azúcar en la cartera. ¿No quiero tener más problemas estomacales? Hago una dieta sana, sin escapaditas. ¿Me atemoriza perderme en la calle? (soy terriblemente despistada) Bueno, esta ciudad está llena de gente a quien le puedo preguntar y de taxis que me pueden llevar a mi destino. ¿No tengo contactos aún para conseguir un espacio como cronista? Pues tengo mis blogs y la oportunidad de publicar mis crónicas en un diario en Brasil y así consigo que mucha gente las lea... Y así suma y sigue. Para cada cosa negativa hay que hacer el esfuerzo de encontrarle la contrapartida positiva. Es como aquel juego de Pollyanna y, por más ingenuo que parezca, puedo asegurarles que sí funciona y puede llegar a convertirse en un verdadero estilo de vida que nos llevará a descubrir que existe ni que sea una gota de felicidad en todo lo que nos sucede. Nos obliga a mantener la mente abierta y dispuesta en una dinámica que puede sacarle provecho a todas las situaciones. Puede ser que al principio nos cueste un poco y nos sintamos medio tontos, trabados, sin creatividad, pero con el tiempo y la práctica acabará resultándonos la cosa más natural del mundo y veremos que todo el esfuerzo y la perseverancia valieron la pena. No es que nunca más vamos a sentirnos infelices, pero por lo menos seremos capaces de encontrar una chispa de alegría mismo en medio de las mayores sombras. Y esto es algo que no tiene precio.