domingo, 1 de outubro de 2017

"Maravilloso e inalienable poder"

    Demasiado tiempo en silencio, lo sé, pero he tenido tiempos difíciles porque una de mis mejores amigas descubrió que está con cáncer avanzado, entonces me lo he pasado tratando de ayudarla, de apoyarla, de estar a su lado y animarla. Pero ese tipo de cosas terminan afectándola a uno, aunque trate de evitarlo y de mantenerse firme y positiva, entonces, claro, cero inspiración... Pero me doy cuenta de que, a pesar de todo, nuestra vida continúa y no podemos detenernos, enfermarnos o morir cuando alguien a quien amamos lo hace. Hay que continuar, hay que escarbar en el fondo y traer a la inspiración de vuelta, hay que escribir y contar, porque esa es una misión que no podemos abandonar. Hay que seguir mientras se puede, sino, nuestra vida pierde el sentido, porque la vocación no se puede enterrar, olvidar, ignorar...
    Entonces, regresando, herida y apenada, impotente, aquí va la crónica de la semana, y espero poder continuar siendo regular, porque escribir es mi mejor medicina.



    ¿Por qué será que a veces nos cuesta tanto deshacernos de ciertas cosas? Personas, situaciones, hábitos, dinámicas que nos hacen mal y nos impiden crecer, avanzar, alcanzar el equilibrio y la felicidad, la paz... Y toda vez que aparece una oportunidad de dejar esto atrás, aparece también la excusa para aplazarlo: estoy ocupado, tengo que salir, mis hijos me necesitan, hoy es día de lavado, de ir al mercado, a la feria, al médico... Las disculpas son infinitas y les damos una absoluta y convincente validad y así continuamos por un tiempo más cargando ese lastre inútil y nocivo, más acostumbrados al sufrimiento que nos provoca que a la expectativa de algo nuevo, no importa si es positivo.
    Creo que no podemos afirmar que no reconocemos las emboscadas que nuestro inconsciente nos tiende para que continuemos en esta dinámica en la que él gobierna, y mismo así lo dejamos manipularnos, pagando como precio la tristeza, la enfermedad física y espiritual, la angustia, la inseguridad, la fragilidad y la dependencia, sin admitir -o sin darnos cuenta realmente- que todo este sufrimiento es pura fantasía, costumbre, miedo de cambiar, miedo de ser feliz... Sí, eso mismo. Porque ser feliz conlleva una gran responsabilidad: la de amarse a sí mismo, cuidarse, respetarse y perdonarse. Todos queremos ser felices, pero buena parte de nosotros tiene miedo o piensa que no lo merece por los más diversos motivos y así escoge un castigo que no tiene fin, manteniéndose anclado a viejos hábitos, recuerdos, procesos y relaciones que van destruyéndonos lenta e implacablemente.
    No es fácil -¡yo que lo diga!- tomar esta decisión, esta actitud radical positiva, pero hay que hacerlo, paso a paso, un día de cada vez, despertar con la firme y optimista resolución de meterse en el "basurero" emocional y empezar a botar todo eso que nos hace tan mal, no importa que esto nos asuste. No vamos a quedarnos vacíos, al contrario, vamos a ser finalmente libres y tendremos un espacio vacío y limpio para llenarnos de nueva vida, experiencias y relaciones positivas, de paz y equilibrio. Nosotros vamos a ser los gobernantes de nuestras propias existencias en vez de un inconsciente tirano y amarrado al negativismo.
    Todo el presente está construido por lo que pasamos, sin embargo, esto NO es una sentencia irrevocable. Nosotros, gracias a Dios, tenemos el maravilloso e inalienable poder de cambiar esto.