domingo, 5 de novembro de 2017

"Clara y personalizada"

    Bueno, continúo con estos espacios enormes entre publicación y publicación, esperando que mis lectores no se cansen (cosa que, al parecer no ha sucedido, gracias a Dios) pero la cosas continúan medio complicadas en mi vida. Pero la lucha debe continuar, pues si paramos con certeza la derrota será el resultado final... Y yo no pretendo salir perdedora en esta ni en ninguna batalla. Siempre habrá de restar algo positivo, por pequeño que sea, entonces, ¡vamos adelante, porque vale la pena!
    Y con verdadera nostalgia -y culpa- por este largo silencio, aquí va la de esta semana:



    Al que me diga que Dios -o cualquier fuerza superior divina- no se preocupa de nosotros o ni siquiera existe, voy a tener que responderle categóricamente que está redondamente equivocado. Ya tengo demasiadas pruebas y experiencias personales respecto a esto, entonces estoy totalmente convencida de lo que afirmo. Sin embargo, la última que me sucedió puedo decir que es una de las más claras  y "personalizadas" por las que he pasado.
    Daba yo mi caminata diaria con mis perritas en el Paseo Huérfanos, que a esa hora de la tarde era un mar de gente desesperada por irse luego a su casa, y trataba de distraerme con el paisaje, las voces, la variedad infinita de rostros y expresiones, de aromas y sonidos a mi alrededor... Pero no lo estaba consiguiendo. Mi cabeza estaba llena de preocupación y pesimismo, el corazón pesado, apretado, la percepción nublada, cerrada... ¿Tendría éxito finalmente el tratamiento que estaba haciendo?¿Y sería luego? ¿La salud de mi hija mejoraría? ¿Conseguiría el nuevo préstamo en el banco? ¿El presupuesto quedaría más corto aún? ¿Ese bendito terreno se vendería de una vez por todas? ¡Nos hacía tanta falta esa plata!... Y así caminaba, medio que automáticamente, agobiada por tantas preguntas sin respuesta, por la incerteza, la impotencia y la angustia de sentirme incapaz de afrontar todas estas situaciones, sobre todo en la inestable condición psicológica en que me encontraba. En aquel momento no  veía salida, solución, un final positivo. Me sentía inútil, frágil, indefensa delante del mundo y sus desafíos sin fin.
    Llegué al final de mi recorrido y di la vuelta para regresar a casa. Quería llegar luego, hacerme una taza de té y unas tostadas y sentarme en el sofá a ver televisión hasta la hora de dormir. Viré y me deparé con una pared humana viniendo a mi encuentro. Había que ser artista para esquivarlos... Y de repente, del medio de ese gentío surgió un joven. Vestía humildemente, con jeans gastados y zapatillas viejas. Sostenía un papel en la mano y miraba alrededor como si buscara algo. No sé por qué me fijé en él, por qué pareció destacarse como si tuviera algún tipo de luz propia. Era de piel morena, cabello negro y facciones toscas. Nada excepcional. Y sin embargo, brillaba... Entonces, mis ojos cayeron en su camiseta lila, que quedó bien al frente mío, y vi lo que estaba escrito en ella, ya medio desteñido: "I can and I will" ("Yo puedo y lo haré") Quedé paralizada durante algunos segundos, en verdadero shock. Fue como el estallido de un rayo. Todo lo demás desapareció. Sólo veía estas palabras y ellas entraban lenta y cálidamente en mí, como una caricia, una luz, una puerta que se abría. Una respuesta directa.
    El joven pasó por mí, apresurado, en cuanto yo trataba de asimilar lo que estaba sucediendo. Pues aquello era indiscutiblemente para mí y sólo para mí en ese instante. Este anónimo y banal ángel me había entregado una respuesta, un consuelo, una certeza impresa en una vieja camiseta... No sabía si reír o llorar y lo primero que atiné a murmurar fue un "gracias" emocionado. Después abrí una inmensa sonrisa, sintiendome de regreso a la vida, a la lucha, a la posibilidad de victoria, a la esperanza y el coraje... Cuando entré al departamento y fui a prepararme la once, todavía sonreía.Y cuando ya estaba en mi cama, mirando por el ventanal hacia el cielo estrellado y el enjoyado paisaje allá afuera, aún tenía esa sonrisa de gratitud y optimismo en los labios y el corazón.
    ¿Imaginación? ¿Coincidencia? ¿Intervención divina?... Pueden escoger lo que deséen, pero para mí fue la compasiva y gentil mano de Dios directamente en mi vida... Una vez más.