segunda-feira, 31 de maio de 2010

Opuestos

De nuevo el lunes, pero esta vez mucho más relajada... Y por qué ese milagro?... Bueno, en primer lugar, porque hoy es feriado aquí, y en segundo, porque ayer tuvimos el primer ensayo completo de la pieza sobre la historia del café y -fuera las tres coreografías que están faltando (ya montamos las dos más importantes) y que serán relativamente fáciles- me dí cuenta de que, finalmente, está terminada!... Uf, no imaginan el alivio que sentí, porque a partir de ahora puedo dedicarme solamente a limpiar o remontar los detalles, a perfeccionar las performances de actores y bailarinos y a corregir partes del texto que todavía merecen algunas dudas. Lo grueso, que era memorizar el texto y las marcaciones, ya está listo, y bien a tiempo, porque el estreno ya fué marcado para el día 30 de Julio (viernes) y hasta las sesiones de cine serán canceladas para que tengamos todo el tiempo y el escenario a nuestra disposición para los últimos ensayos generales... Putz, sinceramente, hubo un momento en que pensé que no iba a conseguir dar cuenta de la encomienda, que me parecía una cosa demasiado grande para mis capacidades. Ganas tenía -eso siempre tengo!- pero había momentos en que las cosas parecían tan desconectadas y las personas tan sin noción del trabajo que tenía que ser hecho, que pensé que todo acabaría en un inmenso y vergonzoso fiasco... Sin embargo, poco a poco, con la mayor calma y claridad posibles, siempre pidiendo inspiración y fuerza, cada parte empezó a entrar en sus ejes y ahora todo está yendo sobre rieles. Créo que en el instante en que me dí cuenta de que si alguien -yo misma, ya que mi jefe, que había dicho que tomaría la dirección del espectáculo, estaba demasiado ocupado con los otros problemas de la fundación- no tomase las riendas del montaje con firmeza todo el proyecto se iría al hoyo, y que esta taréa estaba en mis manos, fué decisivo para que el trabajo tomara una dirección y una forma definitivas. Hasta entonces, yo estaba medio que en la retaguardia, sólo observando, sin querer interferir en el trabajo de las otras áreas envueltas (hasta porque ya había llevado una tremenda bronca de mi jefe por hacerlo) y dejando la dirección en la mano de mi jefe, pero poco a poco, él fué alejandose y dejando las cosas cada vez más conmigo, entonces, o yo despertaba y pescaba la dirección para valer o entonces no iba a llevar solamente una bronca fenomenal, mas también una patada en el trasero... Entonces él, en una actitud totalmente inesperada, me dió este voto de confianza y dejó todo el proceso de montaje de todas las áreas en mis manos... Guau, eso fué estupendo! Era lo que necesitaba -el desafío y el voto de confianza- para tirarme de cabeza y poner todas mis habilidades, mi creatividad y mi aliento, fuera mis dotes de líder, a funcionar a todo vapor!... Y créanme, no me arrepiento en absoluto de haber aceptado esta responsabilidad sobre mis hombros porque estoy convencida de que el musical vá a quedar sensacional y vá a ser un éxito, no sólo por mi trabajo, sino también por el talento y el esfuerzo de todos los envueltos. Tal vez no quede a la altura de un musical de Brodway -como sueña mi jefe- pero créo que vá a cumplir su cometido y le vá a encantar al público, inclusive porque nunca antes fué montado un espectáculo de esta magnitud aquí, en este teatro. Entonces, me siento sumamente honrada por ser la que vá a "inagurar" la era de las super-producciones en esta ciudad... No es para estar con toda la cuerda?... Esto, junto con el éxito que las clases de teatro están teniendo (todo el mundo quiere entrar en el grupo!) y la calidad de los alumnos de este año, me dejan completamente feliz y realizada... Repito: no es para estar con toda la cuerda?... No es un mar de rosas y el camino está lleno de obstáculos, disgustos y frustraciones, pero créo que esto equilibra la balanza e impide que nos muramos de una vez de pura felicidad... Pero créanme, definitivamente, está valiendo la pena.
Y como siempre, aquí vá la crónica de la semana pasada, en este glorioso y frío feriado de cielo azul.
En el viaje, un curioso contraste de cuadros a través de la ventana del coche: en las encuestas, enormes canteros naturales engastados de azucenas blancas, semejantes a orgullosos príncipes coronados de copos de nieve, y en el acostamiento irregular y carcomido por las matas y la tierra un caballo muerto, las tripas miserablemente expuestas, el cuerpo hinchado y cubierto por enjambres de moscas... Nubes grises obscurecen el cielo en una amenazadora coreografía, sobreponiendose unas a otras, transformando el paisaje encima de la iglesita de donde salen los recién casados, sonrientes y emocionados, para recibir una lluvia de arroz y flores del campo... Villas, casuchas aisladas, chacras, plantaciones semejantes a ondulantes océanos verdes, riachuelos, ganado pastando perezosamente, rocas prehistóricas, aves desconocidas soltando sus trinos insolentes encima da nuestras cabezas y, al lado, como en una dimensión paralela, la carretera por la cual avanzamos, junto con otras centenas de autos que también tienen que regresar a casa, veloces e impávidos, rugiendo sus notas desafinadas y estridentes en medio de este paisaje tan sereno y anacrónico... El zumbido del viento, el pito del tren a lo lejos, los perros de nadie; hombres, mujeres y niños caminando con paso lento por el acostamiento donde el paso de los coches levanta remolinos de polvo. Algunos van bien vestidos y peinados, con bolsas y paquetes, como quien va a hacer una visita o se dirige a la iglesia; otros van sucios de tierra, harapientos, de condoritos o botas zurradas, cargando sacos o herramientas al hombro... Todo pasa como un borr[ón por la ventana: bicicletas arruinadas, sombreros amorfos, rostros morenos surcados por mil arrugas, ropas coloreadas, bolas y chiquillos gritando y corriendo, bares, hombres sentados en cajones fumando o bebiendo, garages, talleres de vulcanización negros y sepultados en neumáticos viejos, gasolineras, restaurantes anunciando del plato del día. Campanarios pobres y silenciosos, cementerios derritiendo al sol, barracas de miel y frutas, de salame casero y queso fresco... Mirando por la ventana, protegida por la sombra y la comodidad del asiento del auto, empiezo a percibir que allá afuera, al borde de la carretera, existen otros universos que, sin embargo, para mí -y tal vez por aparecer tan diferentes y lejanos- no pasan de pasajes, puntos de apoyo, espacios de sobrevivencia que rellenan los kilómetros que separan a las grandes ciudades. Sin embargo, poco a poco me doy cuenta de que, para toda esa gente que vive allí, aquello es un hogar, un lugar lleno de significado, que cuenta sus historias y es testigo de sus fracasos y conquistas, de sus penas y alegrías, y que ellas realmente acontecen, por más insignificantes que puedan parecernos a nosotros, que las observamos apenas durante algunos instantes desde nuestros automóbiles. Puede haber ceguera, ignorancia y falta de opciones, resignación, ansias irrealizables y falta de todo (pues se encuentran en una especie de limbo donde no pueden sere llamados de ciudad, ya que solamente ocupan el espacio entre ellas, como satélites despreciados y olvidados) sin embargo, es el lugar donde viven, donde siembran, donde se casan y tienen sus hijos, envejecen y mueren. Su simplicidad no es un pecado, sino su manera de ser, la oportunidad que la vida les dió... Entonces me pregunto: todo lo que existe está en su lugar, es justo, necesario? Cada uno se encuentra donde pertenece, haciendo lo que le corresponde? Lo que nos rodéa es miseria, opulencia o, simplemente, diversidad? Es esta mezcla, a veces cruel o exagerada, lo que le dá sabor a la vida, expectativa, fuerza, persistencia, poesía, esperanza?... Porque, definitivamente, es de todo esto que es hecho el universo: vivos y muertos, ricos, pobres, viejos y jóvenes, alegrías y tristezas, pérdidas y encuentros, verdades y apariencias; y cada cosa y persona, cada acontecimiento está en su lugar en el presente, ejecutando su parte del plan divinio, despertando cada día para seguir adelante... Sequía e inundación, ignorancia y sabiduría, lluvia y sol, guerra y paz, noche y día, vida y muerte... Los opuestos equilibran los ciclos vitales y nos enseñan sobre las opciones y sus consecuencias y, así como nosotros podemos aprender de las villas, personajes y cuadros a través de la ventana del coche, alguién puede aprender de nuestros autos, nuestras ciudades y nuestro progreso.

terça-feira, 25 de maio de 2010

Esperar el viento

Bueno, finalmente terminé todos los textos para mi colega y sus alumnos de teatro, entonces supongo que voy a tener un poco más de sosiego para dedicarme a otras cosas. Espero que le gusten tanto cuanto me gustaron, porque me divertí -y me emocioné también!- redactándolos. Fué un verdadero desafío, porque mi línea de creación pasa lejos de textos para pre adolescentes o niños, pero mismo así encontré que quedaron bien hechos. Con un toque profundo y algo dramático, como no podría dejar de ser, pero totalmente "montables" por grupos de esa edad. Me encantaría poder dirigirlos también, pero créo que ahí ya sería demasiada interferencia en el trabajo de mi colega, pues, a final de cuentas, son sus alumnos y no los míos. Me voy a morir de celos, pero qué le voy a hacer?... Claro que voy a dar unas opiniones, pero definitivamente no pretendo arcar con esta otra responsabilidad. Confieso que me encantaría, pero créo que no sería éticamente viable.
Y otra vez atrasada, pero cumpliendo mi deber, aquí vá la crónica de la semana pasada.
Espero pacientemente que el viento llegue, mientras el sudor resfala por mi cuerpo, tratando de moverme lo menos posible. No hay cómo esconderse de este calor calcinante, por eso me siento tan agradecida cuando el viento sopla, ni que séa sólo por algunos instantes, y alivia la agonía de este verano que parece no tener clemencia de nosotros... Algunos segundos de su aliento bastan para que me sienta renovada, rescatada de un sofocamiento inminente. La esperanza de su repentina y deliciosa frescura es lo que me hace ser capaz de soportar el aire pesado, el sol ardiente, la ropa mojada, las paredes calientes y el asfalto derritiendo. Existe siempre la certeza de que, tarde o temprano, el viento vendrá a acariciarme, susurrando en mis oídos el secreto de la paciencia y de la perseverancia. A veces este aire parado e tan caliente me asusta, porque parece que me vá a aplastar, me vá a robar el aire; estoy a punto de sucumbir a su castigo insano y entonces, de repente, una brisa leve y sutil anuncia que el viento ya viene: estoy salvada!... Y tengo certeza de que lo que me ayudó a soportar esta espera fué la esperanza, la fé de que, en algún momento, las cosas cambiarían para mejor y yo podría ir un poco más adelante, dar otro paso, hacer otro gesto, decir otra palabra, tener otro pensamiento, divisar mejor el paisaje delante de mí. El propio sudor que me empapa hará que el soplo del viento séa más delicioso aún, entonces paro de maldecirlo e espero, quieta y expectante, hasta que él venga a abrazarme.
Cuando el viento se vá y vuelvo a sentir los rayos del sol incendiando el mundo a mi alrededor, pienso que lo mismo sucede cuando nos encontramos con algún problema, con una pérdida, un fracaso, cuando cometemos un error. En el primer momento parece que seremos aplastados, destrozados, sofocados, que no conseguiremos soportar la presión, la cobranza, al dolor, el desánimo; sin embargo, si mantenemos en nuestra mente y en nuestro corazón la esperanza, aquella certeza de que, en algún momento la situación cambiará y algo de positivo podremos sacar de ella, nuestra noche obscura tendrá un punto de luz que nos sostendrá y nos guiará para que podamos atravesarla con coraje y optimismo. El viento siempre viene -séa como una brisa casi intangible o como un huracán de arranca árboles y desteja casas- y transforma el cielo y la tierra con su presencia. Así también, las situaciones negativas por las cuales pasamos terminan, cambian, se transforman y nos traen lecciones que nos vuelven más sabios y compasivos. Por eso, cuando nos encontramos en el medio de algo que parece no tener salida, tenemos que ser los primeros en creér que algo positivo vá a acontecer, ya que esta es una de las leyes del universo que nunca falla; tenemos que estar preparados y abiertos a los cambios y no dejarnos abatir o desistir de luchar y esperar, mismo que pasemos por momentos de intensa angústia o decepción.
"Quien espera siempre alcanza", reza el dictado, y es verdad. Y si somos capaces de esperar el viento en un día de verano, cómo podemos no esperar la acción de la misericordia divina, que cela por nosotros todo el tiempo, mismo que estemos despeñando en el más profundo de los abismos?...

segunda-feira, 17 de maio de 2010

Enfermos terminales

Otro fin de semana atareadísimo -y hasta con recompensa financiera!- pues tenía que terminar una pieza de teatro para hoy en la tarde, entonces me lo pasé una buena parte de él sentada aquí y, entre el aséo, las camas para hacer, la preparación de ensaladas y algunos programas de televisión que simplemente no podía perder, ensayos y asesoría coreográfica, conseguí dar cabo de la encomienda. Créo que quedó una historia bien interesante y que a mi colega le vá a gustar, mismo si no tiene casi nada que ver con los esbozos que ella me pasó (esto es típico mío: denme un esbozo y yo hago un tremendo viaje!) Resultó una pieza mucho más séria, larga y compleja, pero si ella necesita de ayuda con el montaje, estoy lista para cooperar... Y claro que me va a encantar! En realidad, sólo no me ofrezco para dirigirla porque los alumnos son suyos y yo ya estoy con mi tiempo todo comprometido, y como no puedo hacer hora extra... Tendría que ser en la base de "amor al arte"... Y después, a mi jefe puede no parecerle muy ético que yo haga el trabajo de mi colega, por más que me guste.
Entonces, es por eso que estoy posteando esta crónica hoy en la tarde, antes de ir a trabajar, pero como ya dije: "Más vale tarde que nunca"!... Todavía me faltan dos piezas para escribir para los grupos infantiles de esta colega, pero éstas no tienen tanta urgencia, entonces voy a disponer de un poco más de tiempo... espero. Porque estoy percibiendo que también voy a tener que meter mi cucharita en la parte coreográfica del musical, ya que la chica encargada de montar las danzas todavía no hizo nada -y parece que no está con muchas ganas tampoco- a pesar de estar en poder de las músicas hace más de un mes. Entonces, como no tengo la menor intención de llevar sermón de jefe, voy a marcar una reunioncita con ella hoy en la tarde para ver si resolvemos este impase, mismo que yo misma tenga que entrar con ella en la sala para montar las coreografías. Bueno, la verdad es que ya incursioné en el mundo de la danza muchas veces -hasta tenía mi propio grupo!- entonces no voy a estar para nada perdida. Al contrario, créo que me vá a encantar!
Y antes de que alguien me telefonée para pedirme alguna otra cosa, aquí vá la crónica de la semana -pasada, de nuevo!.
Siempre me llamó la atención el hecho de que algunos enfermos terminales, a pesar de físicamente exhaustos y desfigurados, presos a una cama y llenos de aparatos, o a una silla de ruedas, sin poder hacer casi nada sin el auxilio de alguien y sin ser más capaces de llevar la vida a la cual estaban acostumbrados, tienen un qué de misteriosa fuerza, un aura de gloria que brilla sobre su propia agonía como un farol en medio de una tempestad. De alguna forma, estas personas desenvuelven una energía desesperada, ávida y osada que toma cuenta de ellas por completo, transformandolas en verdaderos leones, en héroes a ser imitados en esta batalla que, al final, perderán honrosamente. Parece una paradoja: el nacimiento de una nueva existencia en un ser que sucumbe al cáncer, al sida, a la tuberculosis, a la parálisis, a la degeneración física y mental -pero no espiritual. Fuerzas extrañas y poderosas parecen comandar sus cuerpos y mentes consumidos. De repente, encarando un futuro que no existirá para ellas, aprenden lo que es la compasión, la alegría, el coraje, la conciencia, la paciencia, la serenidad. Descubren lo que es el tiempo y cómo debe ser aprovechado, lo que es la vida y lo que realmente importa en ella. Irónicamente, comprenden el milagro de la existencia mientras ésta se les escapa inexorablemente, a una velocidad asustadora.... Estos enfermos terminales se permiten, entonces, actos, pensamientos y sentimientos absolutos, plenos, sin miedos o preconceptos; derriban osadamente todo lo que impedía la realización de su felicidad, de su humanidad, de su destino. Cara a cara con la muerte, deciden abrazarla sin recelo, conversar con ella, luchar con ella como dos viejos enemigos que, finalmente, libran su postrera batalla. Del dolor y del miedo brotan poco a poco la sabiduría, la percepción, el perdón, el deséo verdadero de reconciliación y paz; se empieza a construir el verdadero legado... Están partiendo, y tienen una cruel conciencia de ello, el tiempo es precioso. Entonces, es hora de vivir.
Pienso que, en realidad, es así que todos nosotros deberíamos vivir, pues, a final de cuentas, también somos enfermos terminales, también estamos muriendo, mismo que no nos demos cuenta, que no sepamos el día de nuestra muerte y no presentemos ningún síntoma tan dramático, a no ser algunas arrugas, canas y achaques que conseguimos aliviar con remedios o fisioterapia... Pero crecer es aproximarse de la muerte, y envejecer es un síntoma... Por qué pensamos que tenemos tanto tiempo? Por qué insistimos en vivir la fantasía de que son los otros los que mueren y que esto jamás nos sucederá? Por qué vamos dejando las cosas más importantes para después? Y si ese "después" resulta demasiado corto?... Y en este sueño de supuesta eternidad vamos retardando, postergando, dejando de lado, olvidando, renunciando a sueños, afectos, acciones, miradas, gestos y palabras, decisiones, abrazos y sonrisas, opciones y momentos para los cuales la muerte no nos permitirá volver... No hay disculpas para descuidar nuestra felicidad, nuestra realización, nuestros sueños y amores verdaderos. Por qué esperar el cáncer para despertar? Por qué sentir el cuerpo martirizado y sin fuerzas para decidir que es hora de hacer algo efectivo, inmediato? Por qué la faz de la muerte en el espejo para obligarnos a vivir? Por qué la perspectiva del fin para tomar conciencia y empezar?... La fuerza sobrenatural que nos impulsa no yace solamente en la enfermedad incurable. La muerte que nos espía no es solamente física ni está tan distante como queremos creér... Somos enfermos terminales, pero nos recusamos a portarnos como tales. Las ganas de vivir vienen del hecho de conocer nuestra brevedad y fragilidad, nuestra impotencia delante de lo inevitable. La muerte nos ronda a todo instante, disfrazada de mil maneras; somos nosotros los que no la reconocemos. La muerte inminente despierta en el enfermo la conciencia y las ganas de vivir nuevamente... Y cómo es para nosotros? La muerte tiene que ser inminente para que despertemos?...

segunda-feira, 10 de maio de 2010

Um mundo dentro del mundo

Bueno, como dice el dictado: "Más vale tarde que nunca", no es verdad?... Para variar, fué otro fin de semana atribulado, con mucho trabajo y más encima la conmemoración del día de las madres con todo tipo de programaciones extraordinarias e cosas deliciosas para comer -todo fuera de mi dieta, por supuesto!- Entonces, solamente hoy conseguí un tiempo para sentarme aqui y postear la crónica de la semana (pasada) y más tarde, quién sabe, terminar de redactar el cuento que les estoy prometiendo hace dos semanas.
Bueno, como todo lunes, hoy es día de nuevos comienzos, de abandonar - de nuevo- los malos hábitos, los excesos, las flaquezas y la flojera para empezar una vida saludable, organizada y llena de optimismo (porque ayer, a una cierta hora, entre un paquete de papitas fritas y las galletas de nueces, los pedazos de pizza de zapallito italiano con hongos y el sandwich de salame, me pescó una onda de disgusto y desánimo tan grande -probablemente por estar haciendo todo lo que es prohibido para una diabética- que llegué a pensar que hoy en la mañana no iba a conseguir salir de la cama sonriendo, como lo hago siempre) y como la lluvia se fué y amaneció un cielo limpio y deslumbrante y un frío totalmente revigorizador, decidí sacrificar mi caminada matinal para sentarme aquí y retomar mi buen y viejo hábito de escribir en la mañana... Para ser sincera, créo que últimamente ando muy descuidada con mis rutinas, lo que se traduce en un constante y casi imperceptible estado de irritación conmigo misma, lo que invariablemente me lleva a comer todo lo que no puedo para tratar de compensar el desagrado emocional que toma cuenta de mí por haber abandonado mi rutina de trabajo y producción aquí en casa... Pero qué cosa idiota, no?... Realmente, cada día que pasa me convenzo un poco más de que el ser humano es un rompecabezas de lo más complicado, de esos que cuando uno piensa que encontró la pieza cierta y la puso en su lugar, resulta que todas las otras que parecían estar acertadas se desmontan y hay que empezar todo de nuevo... Bueno, pero supongo que es ahí que está la gracia del juego: montar y desmontar, arreglar aquí y allí, cambiar de lugar, descubrir el espacio de aquella pieza que pensábamos ser imposible de encajar. Es verdad que tal vez jamás lleguemos a ver el cuadro completo y perfectamente montado, pero con certeza a lo largo de nuestra existencia vamos a conseguir resolver y disfrutar algunas partes de él. El resto será un misterio fascinante, cuya solución nos mantendrá alertas y empeñados, siempre en busca de la respuesta que complete el rompecabezas; y es a través de esta búsqueda, que tal vez nos lleve la vida entera, que aprenderemos sobre nosotros mismos y sobre la vida, la muerte, sobre la compasión y la paciencia, sobre perdón y aceptación, límites y fé...
Entonces, nuevamente dispuesta e inspirada, aquí vá la crónica de la semana (pasada) No voy a prometerles el tal cuento de nuevo, pero voy a tratar de terminarlo y postearlo lo más rápido que pueda.
Me acuerdo de aquellas pequeñas villas al margen de la carretera, que pasaban velozmente por la ventana del auto mientras hacíamos el viaje de vuelta para casa, una vez terminadas nuestras vacaciones: casitas viejas, de tejas pardas y paredes de madera dascascaradas, calles de tierra y piedras, una única tienda -que se mezclaba con un bar obscuro donde reinaba una arruinada mesa de billar y algunas mesitas de metal con manteles de plástico- que exponía sus verduras y frutas mustias en cajones y cestas deformados, rollos de tabaco colgados del techo, estantes con enlatados, bebidas y frascos con huevos cocidos y pimientas coloreadas en cima del mostrador de tablas pintadas de celeste. No había ningún hospital, ninguna plaza, mercado o farmacia, sólo una iglesia de madera con una cruz chueca en la punta de la pequeña torre y una cerca de madera como atrio, unos canteros llenos de maleza y unos perros echados a la sombra del pórtico... Y las personas que vivían allí, obscuras y pequeñas como la villa, silenciosas, de andar macilento y sin rumbo, sin vanidades, sin futuro, sin noción de los lugares a los cuales aquella carretera podría llevarlos... Yo las miraba y me preguntaba cómo sería su existencia allí, si tendrían sueños, si esperaban alguna cosa diferente de la vida, si les pasaba por la cabeza salir de ahí y probar suerte en otro lugar, pero al observarlos mejor, la sensación que tenía era de que la mayoría había nacido y crecido en esa villa, se habían casado, construido su propio hogar -aquella casita de ladrillo y madera, con la huertecita en el fondo y maceteros esparcidos en el pórtico color tierra- tuvieron hijos, nietos y envejecieron dentro de esos límites, viendo el mismo paisaje por la ventana, regando el mismo jardín desordenado y salvaje, viendo el tronco del limonero engruesar y las margaritas desparramarse entre las azaléas cubiertas por el polvo del camino. Los mismos vecinos, el mismo mercadito, la panadería, la iglesia, el quiosco al margen de la carretera... Y allí continuaban, sentados en el porche, contemplando la misma calle hacía años, fumando sus cigarros de paja, gastando el tiempo alrededor de la mesa de billar, refregando ropa en el lavadero, plantando y cogiendo su menguado sustento... Los árboles se pusieron frondosos, el pedazo de vereda que restaba se partía un poco más con cada lluvia, la reja se deshacía poco a poco por la falta de pintura y el moho... Cuántas generaciones de gatos y perros, de canarios y gallinas habían pasado por ellos? El tejado ya empezaba a parecer otro jardín, pues las semillas que caían allí encima brotaban y se erguían, se arrastraban, deslizaban y colgaban sobre el porche decrépito... Sin duda existía mucha historia en aquel lugar, mas también había pobreza, descuido, ignorancia, una especie de culto o tradición que mantenía a aquella gente sin horizontes, sin progreso, sin ambición... Qué era aquello? Legado, resignación, miedo? Hasta cuándo permanecerían estacionados en ese pedazo de tierra, ignorando el mundo que los circundaba y crecía velozmente, casi devorándolos?...
Cuando dejamos la villa atrás, yo recosté la cabeza en el confortable respaldo del asiento del auto y me quedé pensando, sin conseguir apartar de mi mente la imagen de aquellas personas que parecían estar viviendo en una realidad paralela... Qué es lo que hay en este espacio en el cual habitamos que a veces nos prende con tamaña fuerza, impidiendonos progresar, crecer, descubrir? Será que una parte de nosotros -la biológica tal vez- con el paso del tiempo termina por mezclarse con la madera y las rejas, las plantas, la vereda, las vigas, el paisaje de la ventana de tal forma que no conseguimos más separarnos de esto?... O tal vez sucede que el lugar donde vivimos cuenta nuestra historia, es nuestro refugio y parte de nuestra expresión como seres humanos, pues sin duda estamos impregnados en las luces, la disposición de los muebles, en los aromas de la cocina y de los armarios, en el sonido de nuestras músicas, en el recuerdo de las risas, discusiones, fiestas y lágrimas. Tenemos sus colores y sus formas porque las raíces que nos prenden nacieron de nuestras vivencias, cuyas consecuencias se arrastraron e infiltraron en todo lo que nos rodea. El hombre tiene la necesidad ancestral de construir su mundo dentro del mundo, diferente de éste, pues aquí solamente él vive y dicta las reglas, y es el único lugar donde jamás será un extraño... Y tal vez ese es el motivo por el cual esas personas serán enterradas por muchas generaciones todavía en el minúsculo y pobre cementerio sin flores de la villa al margen de la carretera.

sábado, 1 de maio de 2010

El dolor de la creación

Menos mal que mi jefe cambió de idea y decidió cancelar los ensayos de sábado, si no, no sé cuándo iría a tener tiempo para redactar y postear mis crónicas!... Durante la semana tengo algún tiempo libre, pero casi siempre surge algún imprevisto (tipo: reunión de última hora, ensayo extra, texto nuevo, el jardín que tiene que regarse antes de que empiece a ponerse amarillo, lo que toma una cantidad increíble de tiempo; una llamada telefónica que no tiene fin, una cuenta para ir a pagar o alguna cosa para salir a comprar con la cual no contábamos... Bueno, créo que ustedes deben conocer ese esquema) y termino no escribiendo tanto cuanto desearía, porque como soy tan metódica, si paso de una cierta hora sin haber conseguido sentarme delante del computador, mi inspiración, simplemente, no se digna dar el aire de su gracia y yo me quedo ahí, mirando la pantalla y soltando unos suspiros de agonía que me valdrían la entrada directa en el cielo, mientras voy siendo tomada por un desánimo absolutamente mortal. Fuera que, en realidad, para mí, la mejor hora para producir algo que valga la pena es en la mañana, entonces si tengo que salir o hacer otra cosa más urgente ya puedo dar cualquier intención de escribir como perdida porque sé que en la tarde no será igual. Si consigo algo, será después de mucho esfuerzo y perseverancia... Lo que comprueba, sin lugar a dudas, que soy una persona eminentemente matutina, al contrario de otros que se sienten más animados e inspirados en la noche. Entonces, aprovechando esta gloriosa mañana libre, en la que estoy sintiendome excepcionalmente contenta -a pesar de los disgustos y el stress de estos últimos dos días por causa de personas mezquinas y vengativas- ya voy a postear la crónica de esta semana y, quién sabe, hasta aquel cuento que todavía estoy debiéndoles en el otro blog.


Me dá pena arrancar y botar cualquier planta, por más vulgar y féa que séa, por más que destone en mi jardín. Me siento tomada por un dolor y una compasión que llegan a dolerme en algún lugar, allá en el fondo, cada vez que paso por un perro vagabundo que, carcomido por la sarna y con el espinazo apareciendo debajo del pelo inmundo, trata de calentarse y aliviar sus dolores tendido al sol. Los escrúpulos casi me consumen cuando boto un tallito que todavía está con raíz, pues estoy quitándole -igual a un dios inmisericorde- la oportunidad de vivir, de tener su momento, de cumplir su papel. Se me encoge el corazón al ver una mariposa muriendo y se me hace un nudo en la garganta cuando encuentro algún pajarito que cayó del nido, muerto en la vereda, cuando escucho el maullido de miedo y abandono de algún gatito, al ver un perro atropellado en la carretera... Los miserables rebuscando en las montañas de basura o peleándose por un puñado de arroz desparramado y pisoteado en la tierra sucia, un niño o un anciano siendo maltratados, los mendigos durmiendo en cajas de cartón o mirando con ojos hundidos y brillantes los platos de los clientes del restaurante, el caballo viejo y empapado de sudor tirando un peso mayor de lo que puede soportar y más encima siendo azotado por su dueño, todos cuadros que pasan desapercibidos para la mayoría, y que me llenan de una silenciosa e impotente desesperación que parece cortarme el pecho... Parece que no hay más compasión, voluntad ni eficiencia bastantes para abrazar todo el dolor de la creación, para amenizarla, para darle esperanza, consuelo, solidariedad!... Sé que el sufrimiento y la muerte forman parte de la dinámica de la existencia y que, de alguna forma, contribuyen para el equilibrio, la armonia y la transformación de la humanidad, pero cuando me doy cuenta de que alguna actitud podría ser tomada para evitar parte de este sufrimiento -aquel que no es necesario porque es ocasionado por nuestra indiferencia- mi tristeza es absoluta, desvastadora, pues véo la cobardía, la negligencia, la flojera, el egoísmo y la crueldad tomando cuenta de nuestras acciones, de nuestros pensamientos y decisiones, de nuestras conciencias, que adormecen en la comodidad del sofá de la sala o delante de la mesa pródiga y los cajones llenos de ropa. Cometemos un crimen a cada segundo!... En realidad, éstos acontecen con la misma prodigalidad que los milagros, no es espantoso?... Yo misma tengo conciencia de mi descuido, de mi flojera, de mi recelo, y alegar que no poséo los medios no es una disculpa decente, ya que cualquier acción es válida, no importa cuán pequeña o banal pueda parecer. Disculpa mucho peor es decir que yo sola no voy a salvar el mundo, porque sé que salvando ni que séa una parte microscópica de él, estaré ayudando a salvarlo en su totalidad... A veces me espanta comprobar cuánto amor somos capaces de desperdiciar por pura comodidad. Actuar no es tan sólo una cuestión de inspiración, de dinero o de patrocinio político o empresarial, sino de la determinación, de la fé y del optimismo de cada uno de nosotros. Nos engañamos si pensamos que compasión o voluntad por sí solas son suficientes para promover algún cambio. Para que ellos acontezcan, estos sentimientos tienen que venir acompañados de alguna actitud concreta e inmediata, porque fuera la mano de Dios, existe lo que nosotros mismos podemos realizar para que los milagros acontezcan.