sábado, 26 de dezembro de 2009

Lo que quiero es ser feliz!

Bueno, pasados los inevitables excesos de la cena con la familia y del almuerzo al día siguiente en la casa de la suegra con ese montón de parientes que más parecen una de las plagas bíblicas, recomenzamos la vida el día 26, entre antiácidos y dietas de desintoxicación, lánguidas y temblorosas miradas al cake de nueces y una total falta de imaginación para reaprovechar las sobras de tanto banquete... Sin embargo, a pesar del estómago en ruínas, el puntero acusador de la balanza y la llegada de una empleada nueva, nada puede abatirme hoy. No tengo la menor intención de no cumplir mis promesas de fin de año, entonces créo que mi cena de año nuevo consistirá en algunas hojas de lechuga y berro, siete tomatitos cereza, pecho de pollo asado con papas cocidas y un potecito de helado diet que devoraré en la más santa alegría. Créo que esto es suficiente para alimentarme ( y todavía tengo el bono del helado) dejar mi espíritu -y mi intestino- leve y prepararme para enfrentar todo lo que me aguarda en 2010. Por un lado, el puntero de la balanza vá a bajar, pero por el otro, el de mi felicidad vá a subir, y espero que séa mucho!....
Y aquí vá la de esta semana, la última de este año, porque la próxima ya será en el año nuevo.



Me gusta que mi día séa ocupado, activo, una hora envuelto con los alumnos, otra con mis textos, o entonces con películas, paséos, meditaciones, ollas, pájaros, perros y plantas; con compras y cuentas, con siestas y mudanzas en la decoración. Me gusta estar en constante contemplación para así aprender, me encanta vivir creando, enseñando, reflexionando. Me gusta percibir todo lo que me rodéa y estar siempre en esta batalla por el perfeccionamiento, por la mejoría de mi salud física y espiritual y, especialmente, por el crecimiento y la conciencia de mi felicidad, pues tengo certeza de que todo y cualquier bien que consiga irá a reflejarse automáticamente en el ambiente y en las personas que están a mi alrededor. En el fondo, todos somos generadores y propagadores del bien, del crecimiento, de la salud, de la sabiduría, del consuelo y de la compasión, pero ni siempre tenemos una conciencia clara de este hecho y por eso lo dejamos pasar como si ni siquera existiese, perdiendo oportunidades únicas y preciosas de experimentar esta sensación maravillosa, mágica, distinta a todas las otras, renovadora y poderosa que es la felicidad... Sin embargo, y a pesar de esto, somos nosotros mismos los que propiciamos y difundimos el paraíso a nuestro alrededor, ésta es la verdad, y el toque de amor con que lo hacemos puede verdaderamente ser capaz de transformar a los otros y de resolver la situaciones más difíciles de las formas más inesperadas... Nosotros poseémos este poder!... Cielo e infierno habitan dentro de nosotros, volviendonos mortales y eternos al mismo tiempo, pero cabe a nosotros escoger y aceptar las consecuencias. Ser feliz o infeliz es, a final de cuentas, una opción solamente nuestra que puede aparecer delante de nosotros a cualquier hora, en cualquier lugar, ya que nada es definitivo y siempre podemos cambiar nuestro camino.
Me acuerdo de cuando era adolescente y todos en la familia me preguntaban lo que planeaba ser cuando terminara mis estudios, tremendamente preocupados con mi aparente falta de ambición y definición en esta área. "Qué es lo que vas a ser? Qué vas a estudiar? Dónde vas a trabajar? Cuánto pretender ganar? Y qué es lo que vas a hacer con tu salário?"... Era la letanía, y yo, invariablemente, tenía siempre la misma respuesta: "Lo que quiero es ser feliz!", cosa que era un disparate de pésimo agüero para los tiempos en que vivíamos, exigentes y ferozmente competitivos, donde lo que valía era el status, la especialización, la post-graduación, la ambición... "Pero ser feliz no es una profesión! No dá dinero! Nosotros estamos hablando de algo concreto y no de esos sueños utópicos tuyos!", arguían, escandalizados. Y yo porfiaba, perpleja delante de su total falta de lógica: "Pero existe algo mas concreto e importante en la vida que la felicidad? Nada vá a valer la pena si uno no es feliz! No quiero un futuro próspero e infeliz!"...
Y todavía créo píamente en esto, hoy más que nunca, sobre todo viendo todo lo que conseguí entregandome sin reservas a esta "utopía", pues mi convicción en esta premisa era tan grande que consiguió cambiar mi vida, trazó mis caminos y dictó las reglas, que no dudé en seguir. Ser y construir la felicidad es lo que realmente nos realiza, no importa dónde, cómo o con quién. La verdadera ansia por la felicidad nos muestra los caminos, nos abre las puertas, nos coloca en los lugares ciertos, nos presenta a las personas y a las situaciones que irán a perfeccionar nuestros potenciales y a acelerar nuestro crecimiento para que así podamos seguir el rumbo cierto y alcanzar nuestros objetivos de vida. Con certeza, las ganas de ser feliz son siempre la luz que podemos encender en la más profunda obscuridad. Créo totalmente que perseguir y alcanzar la felicidad es "el buen encuentro", como diría Spinosa, pues es encontrar a Dios en sí mismo, encontrarse a sí mismo y esto puede cambiar todo dentro de nosotros y a nuestro alrededor. Apoyados en el deséo de ser felices nos volvemos capaces de encarar cualquier desafío o probación, ya que a la felicidad se alian naturalmente el optimismo y la fé, que impregnarán nuestros actos, nuestras decisiones y procesos, facilitando así el descubrimiento de soluciones para los problemas... Y si por ventura fracasamos, la felicidad aún nos sostendrá y nos hará reunir nuevas fuerzas para continuar batallando, haciendo que de este fracaso saquemos una lección valiosa que nos ayudará en otras situaciones difíciles. No existe un solo motivo que nos haga felices, la felicidad no se basa en una única cosa, persona o situación, sino en un conjunto de todas ellas, que están diseminadas en todas las áreas de nuestra existencia. Entonces, si no tenemos éxito en una, todavía nos quedan todas las otras para mantenernos felices y dispuestos a abrir nuevas puertas y recorrer nuevos caminos
No interesa lo que se posée, lo que se hace, donde se vive, quién se es. Viviendo en felicidad, la realización es segura, mismo que ésta no signifique riqueza, fama o poder, porque ser feliz no es una profesión, sino una opción de vida.
"Lo que nos define no son nuestras habilidades, son nuestras opciones." (Dumbledore, Harry Potter)

domingo, 20 de dezembro de 2009

Mañana, tarde y noche

Finalmente de vacaciones (ahora sí que pueden hacer carita de envidia!) y créo que voy a poder empezar a cuidar un poco más de mí misma, que lo estoy necesitando de veras. Para esto pretendo volver a mis caminadas matinales, a la dieta cierta y a la producción literaria, que anda bastante perjudicada con tanto disgusto, tanto trabajo y tanta enfermedad. No voy a esperar el dia de año nuevo para hacer mis promesas, voy a empezar a cumplirlas a partir de ahora mismo!... A final de cuentas, fin de año no es solamente para evaluaciones, cobranzas, arrepentimientos o críticas, sino también -y principalmente, pienso yo- para nuevos comienzos, reciclaje, para una renovación física y espiritual, para una limpieza y la renovación de la fé y del optimismo. Y si puedo comenzar ahora, por qué esperar hasta el día 31?... Mi año nuevo ya está coriendo!...

Es tan diferente sentarse aqui afuera al atardecer para escribir!... Es increíble cómo el escenario cambia desde la mañana hasta esta hora! Al final del día viene la penumbra, rápida y bella, dramática, y en seguida la obscuridad, poblada de sombras, misterios e insectos que sueñan en besar la luz de los postes y los garages y, cual Romeos desengañados, acaban muriendo en el instante en que lo consiguen. En la noche, la ciudad se llena de luces artificiales, de una expectativa sin respuestas, de aquella languidez que llama a la cena, a la ducha, a la novela, a la cama... Los sonidos y los movimientos son otros. Los pájaros, veloces y vibrantes en la mañana, desaparecen, confundiendose con el follaje obscuro y silencioso de los árboles; la frescura es diferente, cansado y denso, impregnado de perfumes y sudor; el paisaje se muestra menos nítido, algo morbosa, sin definiciones... Este no es, definitivamente, el mejor período para que yo produzca cualquier cosa, mismo si, raramente, existen algunas buenas excepciones. Soy una persona totalmente diurna, Me encanta el amanecer, la mañana, el sol, los pájaros y su algarabía, la energía del nuevo día y su frescura -mismo en nuestro verano recalcitrante- la expectativa, los desafíos que nos esperan, esa incomparable sensación de renacimiento constante, de posibilidades creativas, de estar despierta y viva... Ya el atardecer me lleva al reposo, a una cierta letargia, a un qué de inquietud, de evaluación -casi siempre positiva, gracias a Dios- de término. Es un apagarse, desvanecerse, un diluirse en el sueño que empieza a rondar nuestros gestos, palabras y pensamientos, nuestras miradas e intenciones. Es esa flojera deliciosa y llena de remilgos que no quiere saber de nada más. Luego después de almuerzo empiezo a ser tomada por esta sensación de que todo vá parando -pues mi mente ya está llena de imágenes, voces, personajes, acontecimientos, revelaciones y conclusiones, lo que significa que es hora de parar y meditar- adormeciendo, de que el período de actividad fué concluído una vez que la última cucharada de comida cayó en el estómago. Duermo mi antológica siesta y después voy al trabajo, donde soy obligada a producir, a moverme, conversar, tomar decisiones y enfrentar grupos de alumnos inquietos y ruidosos, ansiosos para aprender. Pero estoy convencida de que si me quedara en la casa y tratara de crear alguna cosa, mi cerebro simplemente se negaría a funcionar. necesitaría hacer un esfuerzo enorme para programar mi cuerpo y mi mente para que se acostumbraran a producir en las tardes... En realidad, estoy siempre intentándolo, pero hasta ahora no tuve éxito en mi empresa...
Me gusta la noche para desvestirme de todo y prepararme para el nuevo y constante mañana, para sus desafíos y descubrimientos, sus encuentros y lecciones; para el diario renacer y rehacer. La luz se vá, las imágenes se zambullen en la obscuridad inmóvil del cielo, la definición se desvanece, los contornos se vuelven dudosos... En el aire, olor a cena, duchas abiertas, coches volviendo para casa, música y voces de noticiero, de novela... El mundo se recoje, entra en el silencio de su cansancio y, finalmente, adormece. Todo termina, de nuevo... para recomenzar mañana, y mañana, y mañana de nuevo. Mañana para siempre, ya séa que estemos todavía aqui o no.

sábado, 12 de dezembro de 2009

La experiencia

Y como prometido, aquí vá la segunda crónica para que quedemos al día... Pero la verdad es que estoy tan contenta que sería capaz de postear algunas otras por puro placer, pero como no pretendo que tengan una indigestión, me voy a atener solamente a estas dos este fin de semana.

Llego a la conclusión, después de un año de trabajo duro y ni siempre muy gratificante en todas las áreas, de que lo que realmente importa en esta vida, es la experiencia, la vivencia; son los procesos de descubrimiento, comprensión y conclusión por los cuales pasamos a lo largo de los años, pues es solamente a través de ellos que crecemos y maduramos, que aprendemos a convivir, a interactuar, a aceptar y a donarnos para el bien del otro. Ahora, para medir el éxito de estas experiencias no es necesario que nos hayamos vuelto ricos, famosos o poderosos, pues no es por estos motivos que pasamos por ellas, sino para tornarnos más sabios, compasivos y pacíficos. La experiencia es compuesta por una serie de procesos que pueden ser sumamente enriquecedores, por lo tanto, no debemos subestimarla o tratar de minimizarla, mucho menos esquivarla o descartarla. Es una pena que, con demasiada frecuencia, las personas sólo se preocupen con los resultados, sin que les importe mucho la calidad de la experiencia, los detalles, las señales, los mensajes, el percurso en sí. Lo que quieren sobre todo es mostrar de lo que son capaces, pero yo pienso que no es preciso montar una exposición en el Louvre para decir que pintamos, o publicar un best-seller mundial para llamarnos escritores. No tenemos que subir al escenario de la Ópera de Paris para probar que cantamos ni hacer piruetas asombrosas bajo los reflectores del Bolshoi Ballet para probar que danzamos... Mas, por qué será que siempre buscamos más una experiencia límite, que se vuelva conocida y nos dé prestigio ante la mídia, en vez de invertir en acciones más discretas pero efectivas y que, al final, pueden llevarnos a los mismos resultados? Créo que es así porque este es el comportamiento patrón, aquel que es aceptado por la sociedad, y nadie está dispuesto a correr el riesgo de quedar al margen de ella.... Pero la intención primordial de nuestra existencia es poder compartir la felicidad de nuestra experiencia y así animar a otros para que se aventuren por estas veredas tan gratificantes y llenas de descubrimientos y emociones únicas y transmutadoras. Lo pequeño también tiene su mérito -que, por señal, es enorme- y no podemos olvidarnos de que las grandes cosas son formadas por partículas minúsculas, las obras más célebres por palavras, notas, granos de arena, pasos y frases.
Una experiencia vivida plenamente puede, efectivamente, transformar nuestra vida, abriendo puertas y desvendando caminos inesperados y mucho más duraderos y enriquecedores que los conocidos y recorridos por la mayoría.

La grande performance

Bueno, y para empezar a recuperar el tiempo perdido por causa de virosis, presentaciones, ensayos y reuniones de todo tipo, visitas al médico y al departamento técnico de la tienda de computadores, aquí vá la primera crónica de las dos que les estoy debiendo. Hoy día, mañana y hasta el jueves de la próxima semana todavía voy a estar bastante ocupada porque en vez de salir de vacaciones (pero pueden continuar con caritas de envidia porque salgo el próximo viernes) como yo pensaba, voy a tener que presentar una pieza para recaudar dinero y pagar unas cuentas de la fundación porque la plata no alcanzó este año -cosas de la oposición, dicen ellos- y sobramos solamente nosotros para dar cuenta de esta misión. En todo caso, en vez de esto ser alguna espécie de castigo extra, en realidad, más está pareciendo un tremendo regalo de navidad porque, finalmente, estoy haciendo lo que más me gusta: teatro adulto. Estoy bien cansada (ando por ahí durmiendo en pié) con la glicemia disparada y una anemia medio seria, pero estoy completa y absurdamente feliz por esta oportunidad justo al final de lo que pensaba -y todavía pienso- ser el peor año que ya viví en la fundación. Todo parece estar recomponiendose, volviendo a sus ejes, retomando el rumbo lógico... Sólo espero que la cosa continúe así el año que viene y que todo este esfuerzo valga la pena. En todo caso, de cualquier forma tendré mi grupo de teatro de nuevo, lo que va a compensar cualquier disgusto que pueda aparecer... Entonces, como pueden percibir, mi año nuevo ya comenzó, y de la mejor forma posible!...
Y aquí vá la primera crónica, que fué publicada en el diário esta semana.

Observo a mi alrededor y me doy cuenta -supongo que como artista que soy- de que todo es una gran, interminable y perfecta performance. Escenarios, personajes e historias transcurren sin cesar; algunos son protagonistas, otros co-ayudantes, iluminadores, escenógrafos, maquilladores. Algunas veces somos público, otras actores; otras pocas nos aventuramos a escribir guiones, a crear textos y a vivir personajes e ilusiones que ni siempre acaban en aplausos o elogios, ni nos vuelven ricos o famosos. A veces nos perdemos entre los escenarios, las máscaras y el maquillaje, nos engañamos -y tratamos de engañar a los demás- con palabras y marcaciones que no sentimos, nos olvidamos del diálogo. Nos dejamos seducir por la luz de los reflectores, por el ruido ensordecedor de los aplausos, nos envolvemos en una historia que no es la nuestra.
Casi siempre nos olvidamos de que el actor necesita ser dirigido por alguien más sabio, tiene que aprender, tiene que adquirir técnica, desenvoltura, dominio, equilibrio, tiene que desarrollar su creatividad, su humanidad, tiene que trabajar su talento con ahínco y perseverancia, pues un diamante sin lapidar es tan sólo una piedra y un actor que solamente memoriza y repite palabras y gestos no pasa de un papagayo. La tierra es un teatro de infinitos escenarios por los cuales vamos pasando, como los personajes de un guión, en los cuales interactuamos, crecemos y tenemos la oportunidad de agregar preciosos detalles a la trama. Encontramos en esta historia incontables ayudantes, protagonistas, héroes y bandidos, princesas en peligro, ladrones buenos y reinas malas, nos encontramos con santos y traidores, con sabios e idiotas, somos envueltos por el amor y por el odio, por la codicia, por la compasión, por las mentiras que nos confunden y obscurecen nuestro camino, y por la verdad que todo revela y todo liberta, mismo delante de los mayores desafíos.
Observo a mi alrededor y me siento parte viva y real de esta pieza fantástica que es la existencia, con todos sus altos y bajos, sus incontables finales y recomienzos, sus mil caras y voces, los encuentros y desencuentros, los fracasos y las victorias, la gloria y la miseria, y una inmensa onda de gratitud me arrastra hacia el seno infinito y cálido de Dios que, a pesar de ser el creador y el director, siempre nos brinda la posibilidad de escoger nuestro papel y de improvisar.

terça-feira, 8 de dezembro de 2009

Cambios

Atrasada por fallas técnicas y humanas, pero siempre fiel e inspirada, aquí vá la crónica de la semana pasada y este viernes postearé la de esta semana, lo prometo. Créo que todo va a volver a la normalidad ahora que me mejoré de la virosis - y mi viejo samurai (léase: computador) también- y como estoy a punto de, finalmente, salir de vacaciones (ví alguna carita de envidia?) ahora voy a tener tiempo para escribir, pasear, para observar y reflexionar con calma y profundidad, para renovarme y llenarme de inspiración y paz. Las cosas malas serán olvidadas y esperaré por felices novedades el año que viene, que de desgracias éste ya llenó su cuota y hasta se rebalsó! Entonces, como el péndulo vá y vuelve, créo que está llegando la hora de que vuelva trayendome alegría, optimismo, nuevos desafíos, abriendo puertas y mostrandome nuevos caminos y posibilidades que no pretendo desaprovechar.... Porque, al final, qué sería de nuestro éxito y nuestra felicidad si no conociéramos la tristeza y las dificultades?...

Pantalón social negro, camiseta negra, zapatos cerrados negros y cartera negra... La muchacha rubia, de piel clara, ojos verdes y bastantes kilos demás atraviesa con paso veloz y firme la calle en dirección a su trabajo, una obscura tiendecita de auto-piezas casi al final de la avenida principal de la ciudad, exprimida entre un lava-carros y un pequeño bar siempre lleno de trabajadores ruidosos y sus bicicletas atravesadas en la vereda. No mira el paisaje ni a las personas, no saluda a nadie, nada parece capaz de hacerla mudar el ritmo de su caminar decidido y pesado, sin gracia... Está tan absorta en algún pensamiento grave que el mundo a su alrededor dejó de existir o, simplemente, no está interesada en aquello que la rodéa?...
Todos los días la véo pasar así, rápida, seria e indiferente, siempre vistiendo negro -que no es el uniforme de la tienda, ya lo averigué- a través del portón abierto de la academia mientras sudo y jadéo en la estera, y todos los días no puedo evitar preguntarme por qué usa sólo ropa negra, por qué parece tan seria y por qué anda tan rápido (Será que todos los días pierde la hora y tiene que correr para llegar a tiempo al trabajo?) No me es totalmente desconocida, pues forma parte del coro de la Fundación Cultural donde trabajo -allí también sólo vá con ropa negra- y ya me saludó algunas veces con una tímida sonrisa al cruzar conmigo a camino de su ensayo, pero ahora consiguió despertar mi curiosidad con su comportamiento, pues su presencia pasó a hacer parte de mi rutina diaria, lo que pare mí significa un tipo peculiar de intimidad y cumplicidad, de partija que me autoriza a tratar de descubrir alguna cosa sobre ella y su vida... No sé su nombre y, a pesar de su aspecto algo rudo, en realidad es muy tímida y habla casi siempre en un murmullo que parece pedir permiso para salir de su boca y ser escuchado. Tiene unos dientes lindos, blancos y perfectos, el color de sus cabellos es de un dorado luminoso y, cuando suelto, se desparrama bellamente sobre sus hombros como una cascada de rizos solares. Sus ojos son de un verde en el cual se mezcla un poco de azul y, a pesar de pequeños y de pestañas cortas, se iluminan toda vez que sonríe, lo que es bastante raro... Yo la observo por un largo rato, sin que ella lo perciba, y al mismo tiempo observo el escenário a su alrededor: nadie parece notarla, no hace ninguna diferencia en el cuadro, pasa como el aire, como una sombra huidiza, un bulto ignorado por todos... Será que ella se dá cuenta de este hecho o, en una respuesta inconciente, también ignora al mundo a su alrededor? O entonces, realmente no percibe nada?...
Entonces, de repente, se me ocurre imaginarla usando una blusa con estampas claras, sandalias y blue jeans, unos aritos llamativos, rouge y sombra en los ojos, tal vez una presilla colorida en los cabellos... Pareceria tan diferente, tan más leve y amigable! Realzaría el color de su piel, el pelo, los ojos claros, suavizaría sus facciones tan serias y poco graciosas... Será que nunca nadie le dijo esto? Será que cuando se mira en el espejo todas las mañanas no siente ganas de cambiar, de transformarse, de hacer parte del mundo en que vive?... Bueno, tal vez no. Tal vez ni se mire en el espejo. Pero ciertamente que todo eso sería un estupendo cambio. Sin embargo, el negro continúa prevaleciendo, junto con mi curiosidad.
Falto algunos días a la academia por causa de una gripe y cuando retorno para tomar mi lugar en la torturadora estera me encuentro con una nueva e inesperada visión. He aquí que la muchacha surge en el rectángulo del portón, como todos los días, pero en seguida percibo el cambio: está usando una camiseta café!... No consigo contener una sonrisa e inmediatamente me pregunto qué habrá sucedido para ocasionar esta transformación. Será que conoció a alguien especial? O resolvió aquel problema grave y esto la dejó leve y dispuesta a arriesgarse en algún cambio, mismo que pequeño? Será que algo o alguien la hizo tomar coraje para llevar adelante una actitud hace mucho postergada?... Porque el color de la camiseta es solamente el reflejo de que algo sucedió dentro de ella, haciendola revisar su vida y optar por nuevas actitudes. Y en seguida me pregunto: y los demás? Será que ellos notaron la diferencia? Será que le van a decir alguna cosa, será que van a elogiarla, a incentivarla?... Ah, si yo pudiera saltar de esta estera en este segundo, lo haría, para que ella se diera cuenta de que su cambio no pasó en blanco y dejó a alguien contento. Y me dejó, de verdad, pues me gusta ver cambios positivos aconteciendo en la vida de las personas que me rodean, ya séa que las conozca o no! Me gusta alegrarme con ellas y por ellas, porque siento como si fuesen mías también.
La muchacha desaparece del espacio del portón pocos instantes después (será que también estaba andando más despacio o fué impresión mía?) y yo me quedo sonriendo en mi estera, sudando en cascadas y aguantando las confidencias sin gracia de los monitores, pero con el corazón leve y agradecido, sintiendome de alguna forma importante en el día de esta chica por el hecho de haber notado su discreta pero osada hazaña... Y mientras me seco con la toalla cerca del bebedero, pienso en todos os cambios por los cuales pasamos a lo largo de nuestras vidas, esos que son consecuencia de nuestras propias decisiones, nuestro riesgo y nuestro modo de manifestar nuestra libertad de opción, nuestra responsabilidad, nuestras ansias por mejorar y ser felices, y me pregunto cuántos de ellos son realmente notados e incentivados por aquellos que nos rodean, sin importar su tamaño o su obviedad; cuántos son sinceramente conmemorados por quien nos ama e comparte nuestra vida, cuántos son usados como ejemplo, como puerta para transformaciones mayores. Es tan importante recibir esa fuerza en esos momentos! Cambiar es tan sufrido, tan difícil, requiere tanto coraje y perseverancia, tanta fé y fuerza de voluntad, que cada paso rumbo a la transformación tendria que valer un carnaval!... En verdad, es exactamente esto lo que tengo ganas de hacer. Salir corriendo atrás de la chica y abrazarla, felicitarla y alentarla a continuar, pues con certeza, su cambio personal es tambiém parte de un cambio en la historia de la humanidad, no importa cuán diminuto pueda parecer. No podemos olvidar que es de granos minúsculos que un desierto es formado y que es de ellos que depende su belleza, su forma y su duración... Hoy, la camiseta café, mañana, quién sabe, un rouge transparente, una sandalia verde, o blanca, un arito discreto, y la imagen irá transformandose hasta transformarse en un punto de luz en el cuadrado del portón de la academia.

terça-feira, 1 de dezembro de 2009

Nuestra expresión

Bueno, dicen que las desgracias nunca vienen solas, y es justamente por esto que esta semana estoy taaaaan atrasada para postear mi crónica. Resulta que el jueves pasado me robaron la cartera, con todos los documentos, dinero, tarjetas, medidor de glicemia, llaves y agenda y mi precioso celular nuevo, que ni comencé a pagar todavía!... Imagínense cómo me quedé!... Totalmente desesperada, porque para sacar una segunda vía de mi identidad de extranjera residente es un rollo tremendo y cuesta super caro; y furiosa por la impotencia absurda delante de alguien que se encuentra en el derecho de tomar mis cosas, escoger lo que le gusta o le sirve, y botar el resto por ahí... Confieso que aún tengo la esperanza de haberme topado con un ladrón gentil -si es que eles existen- que se compadezca de mí y me devuelva, por lo menos, los documentos para evitarme un poco de transtorno... Vamos a ver si santa Rita de Cassia me dá una mano en este problema...
La segunda desgracia es un vírus que me pesqué, por causa del calor tremendo que anda haciendo, y que me tiene igual a un pollo mojado, mústio y soñoliento. Como tuve que presentar dos espectáculos para cerrar mi año de trabajo en la fundación, no pude cuidarme bien y acabé deshidratándome y debilitandome, entonces estoy de reposo pos dos días completos... que pretendo aprovechar poniendo al día mis blogs (que ya pasaron de las mil visitas, vieron?) y mis otros escritos... Bueno, y aprovechando el poco de frescor que todavía reina antes de que el sol empiece a derretir nuestras cabezas -con sombrilla o no- aquí vá la crónica de la semana pasada... El viernes postéo la de esta semana, así tienen más para leér. Y gracias por las más de mil visitas!...
Cabecitas agachadas, mirada compenetrada, pinceles o lápices en la mano, espaldas curvadas sobre la mesa... A veces paran, se enderezan, mano en el aire, y ladeando la cabeza permanecen durante algunos instantes apreciando su trabajo. Unos sonríen, otros fruncen el entrecejo, no muy contentos con lo que ven; ya otros se quedan pensativos, buscando el próximo trazo, el color perfecto, la forma que revolotéa en sus cabezas. Unos pocos están tan compenetrados que no prestan atención en nada más. Ya otros garrapatéan distraidamente la hoja blanca del block, sin ganas, o le dan una espiada a los trabajos de los otros para ver cuál es más fácil de copiar o aprovechar como idéa básica (Estos, me pregunto yo, una y otra vez, qué es lo que están haciendo aquí, pero tengo certeza de que su presencia en mi sala debe ser culpa de los padres que quieren un poco de descanso de sus travesuras)...
A cada cierto tiempo, se vuelven y me muestran el trabajo, preguntan mi opinión, me piden que corrija algunos trazos o que pase una línea negra alrededor del dibujo, que les haga el margen, o mezcle un color... Nos reímos, conversamos, escuchamos músicas, chismorreamos, creamos, analizamos. La hora y media de aula pasa a veces rápido, a veces con una lentitud desesperante, y me deja invariablemente muy cansada, pero contenta y satisfecha, pues los resultados están siendo excelentes y elogiados por quienes ven los trabajos. Sin embargo, no es solamente por esto por lo que me siento realizada, sino principalmente por la experiencia sobre la expresión del alma, del lenguaje peculiar de cada uno, que estos alumnos están vivenciando. Esto es lo que realmente tiene valor para mí: la libertad y el auto-conocimiento, el despertar de la consciencia del universo interno y externo en el cual existimos y la expresión de las imágenes y conclusiones a que esto nos lleva. La búsqueda de un lenguaje personal, único, la experimentación sin compromiso, el placer del acto creador, el descubrimiento y desarrollo de las propias capacidades de expresión y la aceptación de la diversidad que existe entre las personas son las matérias más importantes en mi clase. Estas experiencias y sus resultados son lo que hacen que todo valga la pena. Imagino lo que estos alumnos sienten cuando contemplan su obra terminada: son sus proprios trazos allí en el papel, los colores que ellos mismos escogieron, las formas y texturas, la interpretación que le dieron al tema o la libre opción del él... Yo las véo colgadas en la pared o encima de los estantes y me parecen maravillosas, a despecho de cualquier "defecto técnico", pues tengo certeza de que son el fiel reflejo de una experiencia única y verdadera. Son brillantes, espontáneas, graciosas, originales, osadas, puras. Poséen una belleza intrínsica que desafía cualquier patrón establecido o crítica, porque fueron creadas con amor, con cuidado, sin miedo, siempre atrás de la expresión más íntima. Así, son tan valiosas cuanto aquellas que están expuestas en las paredes de los grandes museos, protegidas por vidrios, rejas, lazers y alarmas, valoradas por una iluminación especial y con confortables poltronas o bancos en frente para que el público pueda tomar su tiempo en contemplarlas, copiarlas o analizarlas.
Sin embargo, lo más importante en la producción de estas obras es la adquisición de la conciencia de que cada cosa que producimos é una parte vital de nuestra existencia, inclusive la más banal y breve, pues expresa lo que somos y lo que queremos decir, lo que soñamos, lo que deseamos compartir con el mundo. Comida, ropa, decoración, jardines, objetos, textos, cuadros, músicas, poesias, palabras, gestos, todo es parte de lo que somos, todo lo que producimos nos revela delante de los otros, por eso todo acto de expresión es tan valioso y debe ser llevado en cuenta, no interesa si viene de un niño, de una dueña de casa, de un viejo, de un mendigo o de un príncipe... Estos alumnos en mi sala están dando los primeros passos no sólo en el camino del arte, del dibujo, sino también de la expresión personal, y no importa si van a tornarse grandes artistas o simples albañiles, ejecutivos, vendedores o dueñas de casa. Lo importante es que tengan esta experiencia y se vuelvan capaces de llevarla adelante en sus vidas, enriqueciendo la historia de la humanidad de la cual forman parte.

sexta-feira, 20 de novembro de 2009

Personas y animales

Hoy día estoy extraordinariamente contenta, llena de nuevas y positivas resoluciones -por qué ser desagradable y destilar resentimiento cuando se tiene la capacidad de ser amable y sembrar gestos de simpatía y solidariedad, de comprensión y aceptación?- muy animada por la posible vuelta a las actividades de mi grupo de teatro (voy a saberlo este domingo) inspirada, segura respecto a las presentaciones de mis alumnos en los espectáculos de fin de año (el viernes, día 27 y el lunes, día 30) y muy feliz porque mi hija viene este fin de semana, cosa que no esperaba porque está de turno en la televisión... Sin embargo, lo que me dejó más contenta y hasta me emocionó fué ver, al abrir este blog para conferir si había comentarios, que mi hijo había leído mi última crónica y posteado un comentario lindo... Es la primera vez que visita mi blog! Imaginense mi alegría! (A propósito, él escribe muy bien también. Créo que es cosa de familia) Me quedé sonriendo que ni una boba y estoy muerta de ganas de encontrarlo para darle uno de esos abrazos de oso!... Como ven, la opinión y participación de la familia es siempre lo que más importa. Créo que si el propio presidente de la república elogiase mis textos, no me sentiría tan contenta así... Miren mi cara de boba!...
Y después de esta montaña de felicidad, amor, ánimo y optimismo, aquí vá la crónica de esta semana, más inspirada que nunca.

Créo que aquello que le hacemos a los animalels, bueno o malo, puede ser un reflejo de lo que somos capaces de hacerle a los seres humanos, lo admitamos o no. Pegarle a un perro o tirarle unas migajas a los pajaritos demuestra lo que tenemos en el corazón y lo que estamos dispuestos a hacer por los otros... Personalmente, yo le doy galletas a perros que ni conozco, pongo pan encima del muro para los pajaritos y hasta compré un bebedero para que beban y se refresquen en este calor asesino... Meditando sobre esto, llego a la conclusión de que me gustaría hacer lo mismo por las personas, pero no con pan y água, claro, sino con acciones, con palabras, con paciencia y creatividad, con persistencia y humildad, con optimismo. Si no desisto de un perro bravo hasta conseguir su amistad, por qué desistir de acercarme a un ser humano, mismo que éste séa lleno de problemas o completamente fuera de los patrones?... Bueno, en este punto, tengo que confesar que tengo más exito con gorriones y boxers, pues son bien menos complicados de satisfacer que los hombres, y que cuando los véo posar en el muro o bajar hasta el bebedero, o entonces acercarse hasta la reja meneando la cola de alegría, no sé por qué, me siento tomada por nuevos bríos para actuar amorosamente con mis semejantes, por eso pienso que las dos cosas están ligadas. Lo que me conmueve especialmente en los animales es la simpleza de sus necesidades y su ilimitado agradecimiento, entonces, por consecuencia, también busco en las personas la misma necesidad primordial. Pero ésta, para nosotros, es más difícil de satisfacer: el amor. Así como para el animal domesticado, la necesidad más urgente y vital del hombre es el amor, entonces, siempre trato de guiar mis acciones en esa dirección, preocupada de que mis gestos y palabras séan destinados a despertar, a tocar, a compartir el amor que a veces siento transbordar en mí... El pan no cuesta caro -o entonces podemos usar el de ayer, que es gratis- El bebedero tiene que ser lavado una vez por semana y el água cambiada todos los días. El perfume de las galletas para perros en mi cartera no es de los mejores... Pero es el precio para mantener pájaros y perros cerca, para entrar en contacto, para desenvolver una relación. Algunos sacrificios valen la pena... Y para amar a mis hermanos? Cuál es el precio? Será que es necesario mucho sacrificio?...
Bueno, sin duda tenemos que hacer algunos. Es un ejercicio diario que requiere perseverancia y optimismo, cosa que a veces es difícil de mantener, sobre todo tomando en cuenta cuán complicados, desconfiados e ignorantes somos. Pero si yo pico pan todos los días, cambio el água, desparramo las migajas en el muro y silbo; si pongo galletas en mi cartera y tengo siempre una sonrisa y un saludo alegre para los canes, haga frío o calor, no podría hacer el mismo esfuerzo cuando se trata de los hombres? Tal vez la misma beatitud que me invade al tenderme en la hamaca para observar a los pajaritos tome cuenta de mí al contemplar a aquellos por quienes me esforcé hoy día, mismo no viendo el resultado de mis acciones, pero estando casi cierta de que mi pequeño acto de amor puede haber pintado una sonrisa -mismo que medio sin gracia- en la cara de alguien o apartado las nubes sombrías en algún ambiente.
Pan y água: alimentos escenciales. Amor, amar: estado escencial.

sábado, 14 de novembro de 2009

Semillas

Como hoy es el día mundial de la biabetes y yo formo parte de este contingente devorador de dulces y refrigerantes diet, agujereadores de dedos y horarios rígidos para cada refección -incluyendo porciones bien específicas de cada alimento- y, más encima, estoy de un humor estupendo porque finalmente mi glicemia está donde quería y mi hija viene a visitarme este fin de semana, decidí postear otra crónica en honor a los posibles diabéticos que léen estos textos... Hermanos, la lucha continúa! Vamos a ser fieles y honestos, perseverantes y optimistas porque, al final de cuentas, existen los productos diet! El mundo no se olvidó de nosotros! Entonces, vamos a hacer nuestra parte y vivr más y mejor porque, realmente, vale la pena!.
Y después de esta manifestación cívica, aquí vá la otra crónica, que es la misma que envié para el diario la semana pasada.

Semillas caídas en el suelo, centenas de ellas desparramadas alrededor del árbol formando una crujiente alfombra de galletitas café con manchitas rojas... Las noté porque empezaron a estallar debajo de mis zapatos como pequeños fuegos artificiales cuando pasé bajo aquel árbol. Entonces, curiosa y sorprendida, me detuve y observé a mi alrededor: las bolitas achatadas cubrían casi completamente el cemento de la vereda alrededor del tronco, haciendo que pareciese que yo estaba en el medio de una isla perfumada... Permanecí algunos instantes contemplándolas, mientras un pensamiento me venía a la cabeza: "Qué desperdicio estas semillas cayendo en la vereda! Ciertamente van a ser pisoteadas y trituradas o se van a quemar bajo este sol inclemente. Qué destino diferente tendrían si cayesen en la tierra y fueran regadas y adubadas! Cuántos nuevos árboles perfumarían el aire! Probablemente un bosque entero! Sin embargo, tiradas en esta calzada, no fructificarán, qué pena! Todo el trabajo de la naturaleza perdido!"...
Continué mi camino, siempre con la imagen de las semillas en la cabeza, y de repente se me ocurrió que sucede lo mismo con nuestras acciones, palabras y pensamientos. Si son sembrados en suelo fértil, regados y cuidados, prosperan, florecen y dan frutos. Mas, si lanzados al asfalto, de cualquier manera, sin água ni adubo, acaban por morir y desaparecer, transformandose en una pérdida de tiempo y energía. Entonces, con cuánto cuidado tendremos que escojer el terreno en el cual sembraremos nuestra existencia para que, de esta forma, ella séa valiosa y deje un legado a los que vendrán después de nosotros! Caso contrario, seremos como aquellas semillas que fueron aplastadas en la vereda alrededor del árbol. Hicieron mucho ruido, pero nada produjeron.

sexta-feira, 13 de novembro de 2009

El corazón de los hombres

Bueno, a no ser por algunas mañanas brevemente frescas y nubladas, por aquí continuamos cocinando sin piedad, mismo bajo guardasoles, con los ventiladores y el aire condicionado prendidos, muchos duchazos, litros de água, jugo, té helado y refrigerante, toneladas de helado y ropas leves y casi escandalosas... Estoy realmente preocupada con lo que va a ser de nosotros cuando llegue el verano. Créo que me vá a dar miedo salir a la calle y transformarme en una mancha en el asfalto hirviente, incapaz de resistir el calor calcinante de los rayos solares... A no ser, claro, que ocurra algún tipo de desarreglo climático (otro!) y el verano se convierta en un otoño o un seudo-invierno de temperaturas más agradables. Eso sería extraño, pero también un punto favorable en este apocalipsis climático que estamos viviendo.
Y aprovechando antes de que las cosas se pongan más calientes aquí -porque el computador prendido emite un calor desgraciado- vou a postear la crónica de esta semana. Después puedo derretirme tranquilamente en algún rincón de la casa junto com mi perra y mis plantas...

El corazón de los hombres puede, a veces, parecer seco, endurecido y obscuro y llenarnos de desánimo y pesimismo, tentandonos a desistir de amarlo y luchar por él y su redención... Sin embargo, todas las veces que esto suceda, lo que tenemos que hacer es dar una ojeada a nuestro alrededor y percibir las infinitas manifestaciones de amor, de renacimiento, de perdón y fé que Dios coloca delante de nosotros, demostrándonos de esta forma que El mismo todavía crée y espera de nosotros una señal, una palabra, un pensamiento, la mera intención del bien. Es como si El supiera que somos capaces de esto y por ello estuviese a todo instante ofreciéndonos esta oportunidad... Yo créo que nos envía estas muestras de su fé en nosotros imaginando que, ciertamente, en algún momento de nuestras vidas, encontraremos en ellas las respuestas y el coraje para continuar creyendo en el hombre y su corazón potencialmente perfecto, a pesar de tantas pruebas en contra... Pero yo pienso: si hasta en el medio de las rocas crece musgo y de las grietas del asfalto se yerguen pequeñas flores, si el desierto de Atacama guarda en sus entrañas resecadas el milagro del florecimiento, por qué no puede ocurrir lo mismo en el corazón del hombre? No es para esto que él existe, para transformarse y florecer, para dar frutos que pueden alimentar a todos?... Observando la historia de la humanidad podemos comprobar que el corazón del hombre es la raíz de todos los milagros, de todas las mudanzas, de todas las conquistas, de toda la felicidad, mismo que a veces esté recubierto por la amargura y la codícia, por la ignorancia y el miedo, por la vanidad, por el ódio... Entonces, por qué él es un tesoro tan grande, un bien tan inestimable, un don tan precioso? Pues, simplemente, porque es en él que está plantada la semilla de Dios. Y si la raíz sobrevive, de cualquier tronco mutilado nacerán, con el tiempo, nuevos brotes, ramas y hojas que tal vez crezcan en otras direcciones, con otras formas y tamaños, pero que serán siempre más fuertes, más resistentes y bellos, pues fueron generados contra todas las expectativas. Así también, de la aparente maldad que domina el corazón de tantos, puede surgir el milagro de la transformación, de la redención, de un amor aún más fuerte y fiel porque emergido del dolor y de la obscuridad. Nuestra raíz es el amor y ella es eterna, nunca nos abandona, ni permite que la olvidemos, por más relegada que esté. Es a ella a quien tenemos que acudir cuando nos sintamos secos y exhaustos, vacíos, abandonados bajo el sol de tantas probaciones. Ella nos ayudará a producir el perenne milagro de la renovación, del recomienzo.
En la naturaleza y en la vida del hombre es la manifestación del amor divino lo que vuelve posible la existencia.

sexta-feira, 6 de novembro de 2009

Perlas

Bueno, al contrario de la última vez en que me senté a escribir, hoy día no está cayendo el segundo dilúvio; en vez de eso estamos, simplemente, friendo, derritiendo, cocinando. El calor de 38 grados nos deja a todos afligidos, desanimados, irritados, casi enfermos, cobre todo si empezamos a imaginar cómo será el verano llevando en cuenta estas temperaturas absurdas para la primavera. Definitivamente, este es un país de extremos. O será que el planeta entero está transformandose en un lugar de extremos?... Estamos pagando el pato por nuestro descuido y abuso con él?... Con certeza, y ahora vamos a tener que aguantar las consecuencias de boca cerrada o salir por ahí inventando aire acondicionado portátil, ventiladores portátiles o ropa con refrigeración incluida en las fibras del género, zapatos con zuelas aislantes y ventilación extra y guardasoles que críen un agradable clima templado debajo de ellas cuando séan abiertas, mismo en medio del más calcinante día de verano... Parece absurdo, no es verdad? Pura ficción científica, exageración, fatalismo, pero, sinceramente, créo que es lo único que nos vá quedando por hacer, ya que echamos a perder todo lo demás.
Como pueden ver, hoy estoy medio fúnebre, pero créo que ya se me pasa. Es que la situación en mi trabajo continúa saboteando todos mis intentos de coraje y optimismo... Pero a lo mejor escribir esta crónica me devuelve un poco la fé y la alegría que necesito para seguir adelante y hasta dejar de insultar a mi pobre ángel de la guarda. Menos mal que es muy paciente y comprensivo, mismo que yo esté dejándole las alas chamuscadas de tanto disgusto... Hasta el propio Dios anduvo llevando unas miradas mías rencorosas este último tiempo!... Pero luego, luego hacemos las paces, no se preocupen.
Y aquí vá la crónica de esta semana. No estoy muy segura de si ya la publiqué, porque mis textos están en total desorden y y no consigo terminar de corregir los diarios antiguos para poder arreglarlos en orden cronológica, entonces pesco de aquí y de allá y, como no anoto cuáles textos ya mandé al diario o posteé en los blogs, puedo acabar publicando el mismo dos veces... En fin, a quien no lo leyó, le vá a gustar. Y a quien lo leyó, puede gustarle de nuevo.

Sentada sola en la sala pequeña y calurosa donde doy mis clases de dibujo, me inclinaba sobre un plato de cerámica pintado por uno de los alumnos en aquella misma tarde, pasando cuidadosamente una fina línea negra alrededor del dibujo -cosa que solamente yo consigo hacer porque la mayoría de ellos no posée todavía la coordenación motora suficiente como para ejecutar esta taréa- ventilador prendido, ruidoso y casi inútil, luz prendida, olor a tinta y greda en el aire... Estaba totalmente concentrada y muy satisfecha al percibir cómo algunos detalles o pequeñas correcciones que había hecho en los trabajos los habían mejorado bastante, dándoles más definición y calidad. Había varias piezas encima de la mesa, de diferentes formas y tamaños, con los más diversos dibujos y colores, que todavía necesitaban algunos retoques. La cosa iba a prolongarse, ciertamente, pero los propios alumnos me habían pedido que hiciera aquellos retoques usando mi creatividad y habilidad motora, para que así quedaran más bonitos en vista de la exposición que montaríamos brevemente... Algunos casi no necesitaban mejoras, ya otros, eran un verdadero desafío. En éstos, mi empeño y mi cariño eran mayores, mismo si mi creatividad era duramente puesta a prueba, pues debía buscar formas y colores que dieran la harmonia que faltaba a los trazos originales, pero sin desvirtuarlos, de lo contrario, dejarían de ser obra del alumno... Ambiente sofocante, dolor de espalda, banquillo incómodo, dedos sucios, ojos comenzando a lagrimear, nadie más en el edificio... Y yo ahí, sin que nada de esto me importara, fascinada, tomada por aquella emoción que me hacía olvidar todo lo demás, feliz.
Entonces, de repente me detuve, con el pincel en el aire, y me quedé mirando fijo el trazo incompleto, negro y brillante, en el fondo del plato que sostenía. Por qué estaba sintiendome así, tan contenta? Muchos estarían irritados por tener que quedarse después del horario de trabajo para corregir trabajos -a veces francamente catastróficos- en vez de irse a sua casas, tomar una buena y refrescante ducha, ver la novela y sentarse a la mesa con la familia para disfrutar una deliciosa comida. A pesar de eso, allí estaba yo, sola y con un tremendo dolor de espalda anunciándose, tomada completamente por esa sensación de paz y alegría, de realización, hasta de triunfo, a pesar de saber que, al llegar a mi casa, tendría que lidiar con los pavores, inseguridades, el desánimo y la autocompasión que, día tras dia, minaban el cuerpo y el espíritu de mi esposo y que me dolían tanto... Entonces, cuál era el motivo de esta alegría, de esta tranquilidad, de esta sonrisa que se estampaba en mi rostro como un vientecito juguetón?... Deposité lentamente el pincel sobre la mesa cubierta con el mantel plástico, mientras sentía alguna cosa formandose em mi mente, abriendo una puerta, balbuceando palabras todavía inconexas, y contemplé por un instante el plato en que estaba trabajando, percibiendo de una forma totalmente conciente los cambios que estaba provocando en él solamente con algunas pinceladas... Entonces, me dí cuenta de que todo mi sentimiento, toda la revelación que se abría delante de mí en ese instante, estaba ligada al término "transformación" y a mi capacidad instintiva e incontenible de mejorar las cosas, de buscar y encontrar la belleza que en ellas se esconde para hacerla transparecer, manifestarse hasta en los trabajos más comprometidos. Y esta sensación se transformó, poco a poco, en una espécie de confirmación, en la certeza incontestable de que siempre existe un medio de encontrarla y ponerla en evidencia, de que séa percibida y apreciada por todos. Y como consecuencia de esta conclusión, me quedó todavía más claro que aquella era mi taréa: la búsqueda, la enseñanza, la revelación y la partija de la belleza, la demostración de que ella siempre existe, no importa cuán contrarias puedan ser las apariencias, y que posée una diversidad infinita de expresiones, sin reglas o patrones establecidos. Entendí en ese momento que el alumno, al verla surgir en su trabajo -que antes podía parecer féo, y sin gracia, indefinido, mal acabado o sucio- al constatar que estaba efectivamente allí y que era necesario tan sólo un poco más de trabajo y buena voluntad para hacerla aparecer, se sentiría incentivado a practicar este ejercicio -que tiene un gratificante e inspirador retorno espiritual- esta búsqueda de la belleza en todo lo que existe, a desenvolver la habilidad de revelarla y disfrutarla no sólo en sus obras, sino también en su vida personal.
Nunca me voy a olvidar de una historieta que leí un día en alguna revista y que trataba justamente sobre esto: Iban Jesús y sus discípulos por un camino, riendose y comentando los acontecimientos del día cuando, al doblar una curva, se encontraron con un perro muerto, ya en avanzado estado de descomposición, tirado entre unas piedras. Inmediatamente, todos se apartaron, cubriendose la nariz y maldiciendo al can y su hedor. Jesús, sin embargo, en vez de reaccionar como ellos, permaneció parado delante del cadáver, contemplandolo con una sonrisa en el rostro. Escandalizados, los discípulos se acercaron, exclamando: "Maestro, cómo te quedas parado ahí, delante de ese animal muerto, ya hinchado y apestando, sin sentir náuseas?" Y otro agregó: "Los cuervos ya le arrancaron los ojos y las fieras le devoraron casi todas las tripas, cómo te quedas ahí mirando esa carniza?"... Entonces, Jesús se volvió hacia ellos, sonriendo todavía, y apuntando los restos del perro dijo: "Ustedes ya le observaron los dientes? Juro que nunca ví perlas tan blancas!".
Encontrar la belleza es un don, una vocación, una cualidad que todos poseémos y necesitamos cultivar y practicar. Tenemos la misión de desenterrarla, no importa cuán escondida se encuentre, de despertarla no importa por cuántos haya estado adormecida, de colocarla delante de los ojos del mundo, no importa si tan solamente unos pocos consiguen percibirla o comprenderla. Hacer que las personas créan que está siempre allí, y que es real y poderosa es algo que puede conseguir que la humanidad séa capaz de dar un paso un poco mayor, escalar un peldaño más alto, acercarse más de prisa a la felicidad... Entonces pensé, respirando hondo mientras extendía los ojos sobre los trabajos de mis alumnos diseminados encima de la mesa: "Pues mientras yo séa capaz de encontrar la belleza hasta en las menores cosas, seré también capaz de encarar todos los desafíos de la vida, pues la belleza tráe felicidad cuando es descubierta y manifestada en nosotros mismos, en nuestros pensamientos y acciones (porque ella no es solamente física, sino también espiritual) y la felicidad es una de las mayores fuerzas de la vida.
Mal sabía yo que en las sencillas obras de mis alumnos se escondía semejante revelación!.

sexta-feira, 30 de outubro de 2009

Ave Fénix

Estaba revisando mis diarios corregidos (que es de donde saco estas crónicas) y me dí cuenta, no sin una cierta preocupación, de que estoy empezando a quedarme sin material... Y por qué está ocurriendo esto?... Pues simplemente porque he estado demasiado ocupada sintiendo pena de mí misma y reclamando, peleando con Dios y pidiendole todo tipo de explicaciones, y sumergida en los más absurdos y desgastantes planes para recuperar mi lugar y mi prestigio en la Fundación; fuera esas invencibles crisis de flojera y desánimo que a veces me arrasan en este último tiempo por causa de mi frustración y resentimiendo profesional, lo que significó que ni produje nuevos textos -tan sólo los apuntes básicos que todavía tengo que desenvolver- ni corregí todos los que podría. Entonces, como las vacaciones están casi llegando, ya que mi trabajo termina oficialmente el dia 27 de noviembre con la presentación de los espectáculos del proyecto en el que trabajamos a lo largo del año, pretendo parar con toda esta frescura y dedicar todo el tiempo que tenga disponible -bueno, casi todo, que tampoco soy de fierro- a poner al día todo esto. No sé exactamente cuándo me van a mandar para casa, pero como ya no voy a sufrir más la presión y el cansancio de dar clases y ensayar, vá a ser más fácil llegar a la casa y sentarme aquí para producir. Además, como ya lo tengo comprobado, el acto de escribir, la energía y el tiempo gastados en esto y la entrega total a la inspiración son absolutamente capaces de arrancar cualquier frustración, amargura o desánimo de mi corazón, no existe mejor cura para mí que producir un texto.
Por lo tanto, allá vamos!...

Todavía me acuerdo del terrible temporal que derribó mis enredaderas, arrancó un montón de tejas, me inundó el entretecho y enchuecó la antena de la televisión; desgajó y derribó sin piedad árboles y muros con su fuerza rabiosa y descontrolada, desparramó mugre por las calles y cambió para siempre el paisaje en el cual nos movíamos. El viento, como un gigante enloquecido, rugía estruendosamente, azotando con furia los árboles y los cables de alta tensión, y los rayos iluminaban el cielo casi negro con sus explosiones de luz, seguidas por el sonido horrible y ensordecedor de los truenos. Anocheció súbitamente y la lluvia cayó con una violencia asustadora, borrando por completo el paisaje. Poco después el granizo, del tamaño de bolas de ping-pong, caía también, aplastando las plantas y atravesando las hojas y tejas como proyectiles mortíferos... Ramas, hojas, papeles, flores, tierra y hierba volaban por los aires y caían en el suelo, confundiendose en un enmarañado de formas y colores impregnados de lama...
Entonces nosotros, los hombres, poderosos y arrogantes, que todo lo sabemos y en todo queremos mandar, nos encogimos y nos callamos, impotentes delante de esta naturaleza sin gobierno. Perdimos nuestro poder y nuestra arrogancia, nos volvimos pequeños e ignorantes, frágiles, inválidos; estábamos paralizados. Nuestro coraje se desvaneció, enmudeció, inútil ante el poder de los cielos. No teníamos más control sobre nada. Tuvimos que dejar que aconteciera mientras permanecíamos como meros espectadores impotentes... Y mientras estábamos así, paralogizados e incrédulos, tuvimos el vislumbre de una revelación distante y nos preparamos, juntamos fuerzas, medimos posibilidades, nos cuestionamos... Y decidimos, en vez de rebelarnos y salir peleando como siempre lo hacemos, mismo sabiendo que seremos derrotados o que no tenemos razón, rendirnos y aguardar mansamente, llenos de expectativa, el final del temporal. El paisaje que tan bien conocíamos iba transformandose poco a poco, de manera radical y definitiva, delante de nuestros ojos, sin que pudiéramos hacer nada para impedirlo. Sabíamos que las cosas no volverían a ser como antes, sabíamos que tendríamos que adaptarnos otra vez, encontrar y recorrer otros caminos, aprender nuevos procesos y tal vez mudar muchos de nuestros métodos y objetivos... Sería como morir y resuscitar, como virar la página y no mirar para atrás. Y después, todavía tendríamos que proseguir con nuestra existencia, retomar rutinas, encontrar personas, hablar, comer, dormir, trabajar, comprar, ir adelante. Ese era el gran desafío, al fin del cual nos esperaba la revelación que, en aquel momento, nos parecía tan lejana.
El temporal me enseñó esta lección: en las enredaderas derribadas, en los tocones que sobraron, en los muros desnudos y descascarados, en los pájaros ausentes, en la lama amontonada en las veredas y los jardines, en las ramas trágicamente colgadas de postes y tejados ví la transformación que nuestras vidas sufrirían después de aquel temporal que trajo la pérdida, el miedo, la enfermedad, la confusión, la revuelta y el dolor, la impotencia y la inutilidad de todos nuestros esfuerzos para preservar lo que era nuestro... Cuando la lluvia se fué y el sol volvió a brillar para calentar nuestro nuevo escenário, todavía desestructurado, empapado y lleno de basura, ví que, poco a poco, los pájaros fueron regresando, el pasto y las flores despuntaron de nuevo, tímidamente; el muro pelado todavía tenía el encanto de sus ladrillos armoniosamente colocados, la calle podía ser barrida, la antena enderezada, las tejas recolocadas o substituídas. La ciudad, el mundo, el universo continuaban su existencia, pues la vida es más fuerte que todo, y nosotros fuimos bendecidos con la maravillosa capacidad de adaptarnos, de recrearnos, de reerguirnos y florecer después de cada temporal. Ahora tengo certeza de ello. Somos capaces de resurgir a despecho de todo, tal cual el Ave Fénix, transformados, revigorizados, puede ser que deformados y con innumerables cicatrices, pero vivos y persistentes, siempre em busca de salidas, encendiendo luces, generando nueva vida y esperanza, dispuestos a recorrer los nuevos caminos que Dios pone delante de nosotros con un coraje que desmiente nuestro tamaño.
Es de esta forma que me descubro hoy, después de todo lo que sucedió, y me siento feliz y agradecida por ello.

sexta-feira, 23 de outubro de 2009

La certeza de cada momento

Bueno, por el momento parece que san Isidro está de buen humor y deja que el sol brille sobre nuestras cabezas. El cielo está de un azul radiante, sin ni una nube en el horizonte y ni olor de lluvia. El techo de mi cuarto continúa goteando -una gota cada media hora- pues el entretecho está completamente inflitrado y voy a tener que esperar algunos días más de sol para que se seque y pueda volver a poner los muebles en su lugar. Por el momento, la extraña sensación de que hay algo totalmente errado en la decoración de la pieza -la cama, el velador y la cajonera estám fuera de centro- me invade todas las veces que entro allí, pero créo que esto no vá a durar mucho, espero...
Y con la esperanza de algunos días de sol y calor y el fin de las goteras en cámara lenta, aquí vá la crónica de esta semana.

Había acabado de llover. Final de tarde, aquella hora en que el sol, para despedirse, lanza sus colores más bellos, dándole al paisaje una luminosidad única, dulce y serena. El aire fresco parecía brillar a mi alrededor, vibrando como una suave sinfonía... Volvía para mi casa después del trabajo, respirando hondo esa frescura que habia disipado el tremendo calor del día. El cielo sembrado de blanquísimas nubes reflejado en las pozas de água. Gotas brillando entre el follaje de los árboles. Tierra obscura y olorosa, en beatífico reposo... Empecé a caminar más despacio, a pesar del cansancio y de las ganas de llegar a mi casa, tomar un baño y beber un vaso de té helado. Y me fuí dando cuenta poco a poco, en lentas y profundas oleadas, que había alguna cosa en aquel paisaje que me llenaba el alma de alegría y paz. Pero, qué es lo que era?... La calle, las casas, los árboles, los autos, las personas regresando a sus casas, como yo: esa era una escena banal, que veía todos los días. Entonces, qué felicidad inesperada era aquella?... Me pillé sonriendo, tomada por una íntima satisfacción que me desconcertó, pues nada diferente había ocurrido ese día como para despertar tales sensaciones dentro de mí. E de pronto, la pregunta surgió en mi mente, así, de la nada, nacida del último suspiro, de la sonrisa sin razón, del aroma en el aire: "Qué es lo que me basta para ser feliz?"... Y la respuesta vino inmediatamente, como si hubiera estado esperando hacía mucho tiempo: "Pues me basta saber que después de la lluvia el paisaje lucirá así, limpio y claro, el aire fresco y transparente, suavemente perfumado."... Me quedé tan sorprendida y admirada con estas palabras que me detuve, deslumbrada, y miré a mi alrededor como si fuera una primera vez, pues eran la más pura verdad! En aquel preciso momento de mi existencia saber aquello, tener conciencia y vivenciarlo era bastante para sentirme completamente feliz, viva, plena, santificada. Amada. No existía nada mejor, nada más importante, nada que deseara fuera aquello. No existían las angustias ni las expectativas del pasado y del futuro. La certeza del acontecer de ese instante era suficiente para entender el universo entero y sentirme parte vital de él!... "Esta certeza me basta!", pensé, estupefacta, "La certeza de cada momento y de lo que ocurre en él es lo suficiente, no necesito nada más!"... Y me dí cuenta, más admirada todavía, de que todas las certezas son simples y directas, visibles, suceden a cada momento. No es cuánto voy a ganar, cuánto voy a gastar, qué es lo que voy a vestir, qué es lo que voy a comer, con quién voy a estar. La certeza es lo que de hecho sucede, es la realidad que nos rodea y nos habla, nos toca, interactúa con nosotros... "A lo mejor, al final de cuentas, no hallan preguntas!", me dije a mí misma, sonriendo, "Tal vez no necesitaríamos preguntar sino tan sólo escuchar las respuestas!".
Es algo extremadamente simple: lo que debe ser hecho debe ser hecho pues es necesario, hace parte de un plan, de la sustentación de la existencia. Nada es inútil, pérdida de tiempo o substitución. Hay tiempo para todo. Vivir "ahora" significa hacer justamente lo que estamos haciendo en este momento, porque tiene que ser hecho ahora y no después. Cada acontecimiento tiene su momento exacto. Por qué angustiarse porque estamos haciendo esto y no aquello, que parece más importante?. Esto es negar la realidad. En ella hay espacio y tiempo para todo lo que es necesario para nuestro crecimiento. Lo que sucede es que, usualmente, nuestra vanidad agiganta nuestras expectativas y nos desvía de nuestro verdadero camino, volviéndonos entonces intransigentes e irritados, impacientes y amargos, pues pasamos a creér que estaríamos mejor realizando grandes cosas por la humanidad en vez de hacer y disfrutar con perfección las pequeñas que, en el fondo, son la base de las grandes. La trampa del inconformismo está siempre al acecho, haciéndonos desear siempre otras cosas, otros lugares, otras personas, a veces totalmente incompatibles con lo que somos; desviandonos del presente y su importancia. Pero lo que tiene que ser hecho -barrer, cocinar, ir al mercado, ver una película, lavar la terraza, digitar una carta- forma parte de lo que somos, de lo que vinimos a hacer, y nadie hará jamás estas cosas como nosotros mismos, así como nosotros nunca seremos capaces de realizar cosas que no son de nuestra competencia. Pues todo es parte de la inmensa y perfecta iluminación que es nuestra existencia. Las monjas también lavan ropa, trabajan en la huerta, pelan papas, y dan clases! Los santos siempre nos hablan acerca de la sobrenaturalidad que existe en nuestra rutina. Y, de hecho, es un desafío fascinante permanecer en unión con lo divino durante los quehaceres cotidianos. Los hermitaños rusos abandonan prestamente sus retiros siempre que son llamados para ayudar en los campos o para recibir a las personas que necesitan sus consejos. Esto es una buena muestra de la docilidad con el acontecer de la existencia, pues ellos no se rebelan por tener que abandonar su misión de oración, ayuno y soledad por el mundo y su salvación para arremangarse la camisa y andar el día entero atrás de un arado bajo el sol. Y es de esto mismo que se trata: no despreciar ni dejar de cumplir ninguna ninguna acción, ningún momento, ningún encuentro que por ventura surja en nuestro camino. Porque todo es enseñanza, todo es crecimiento, es iluminación.
Quién sabe la revelación de nuestra existencia no nos asalte lavando una pila de ropa sucia en vez de en una profunda meditación!...

terça-feira, 20 de outubro de 2009

El poeta

Todavía viva después de otro temporal y con la internet milagrosamente funcionando, aquí estoy de nuevo, lista para otra, a pesar de atrasada... Puchas, ayer llegué a pensar que iba a tener que empezar a sacar los botes inflables del armario!... Mirando el río de aguas obscuras y llenas de ramas y hojas que el viento había arrancado sin piedad de los árboles, realmente llegué a sentir miedo (yo, que adoro la lluvia porque me relaja y me inspira!) pues podía ver y escuchar a la tempestad debatiéndose y golpeando la casa, tratando de invadirla por cualquier rendija, las piedras de granizo chocando contra los vidrios y las persianas y el paisaje ejecutando una especie de danza frenética, como si quisiera huir de la furia vengativa de los cielos... Me quedé imaginando cómo encontraría la ciudad hoy, cuando fuera a trabajar. Aquí ya están diciendo que Dios, por algún motivo inexplicable, está irritado con nosotros, pues ya van quedando pocos árboles y tejados intactos y, mismo así, El continúa enviando unos temporales casi apocalípticos por lo menos una vez por semana. A este paso, no van a sobrar árboles para protegernos del sol calcinante del verano -eso SI tenemos un verano, claro- ni casas o negocios en pié... Bueno, supongo que es justo que la naturaleza se rebele contra las cagadas que andamos haciendo, pero estoy empezando a creer que va a cobrarnos un precio mucho más caro y cercano de lo que nos gustaría admitir...
Bueno, y dejando un poco de lado el pesimismo con respecto a este pobre planeta asolado por sus propios habitantes, aquí vá la crónica de esta semana. Espero poder concluirla antes de que caiga el próximo temporal -ya empezó a llover y a relampaguear- y nos quedemos sin luz nuevamente.

Todo el mundo daba aquellas miradas de disimulada burla y tedio cuando él aparecia con sus ropas gastadas, sus zapatos viejos y su decrépita cartera de aquel café desteñido, ya sin forma, para hablar de esas cosas que a nadie le interesaban. Todos cuchicheaban a sus espaldas y soltaban unos interminables suspiros de impaciencia y falsa cortesía así que él empezaba a hablar pidiendo esto y aquello: más espacio en el periódico local, la divulgación de uno de sus consursos de poesia de cordel, la colocación de un afiche -creado e impreso por él mismo con sus parcos recursos- sobre los males del tabaco en el mural de la secretaría, una entrevista con los jefes para marcar una noche de trovas en el teatro, disertaciones sobre los poetas nacionales y regionales en las escuelas, encuentros de trovadores, discusiones entre los profesores sobre la divulgación y los rumbos de la poesía entre los jóvenes y oportunidades para que éstes mostraram sus trabajos, tal vez una modesta revista para darle espacio a los talentos desconocidos... Su rostro flaco y surcado por mil finas arrugas (con certeza producto de todas las negativas, demoras, promesas no cumplidas y humillaciones que había sufrido por causa de su lealtad a la vocación) de ojos cansados pero todavía brillantes, su cabello teñido de negro azabache y su vocecita afónica y sin autoridad, siempre tomada por ese entusiasmo enfermizo que nada parecía disminuír, tenía el poder de irritar a todo el mundo que, a la primera señal de su presencia, se cerraba como un solo cuerpo, semejante a una pared de concreto dura e insensible, delante de la cual él hablaba y hablaba, como si no se diera cuenta de nada, tratando de envolver a una sociedad hastiada y superficial en sus cruzadas poéticas... Desde mi lugar yo lo observaba y no podía evitar preguntarme, llena de lástima y una extraña vergüenza: "Será que él realmente crée que vá a conseguir alguna cosa de esta gente?"...¿No percibía sus miradas, sus gestos, las espaldas viradas, aquella súbita actividad que tomaba cuenta de la sala así que él cruzaba la puerta?...
-Ay, Dios mío, prepárense! Ahí viene el poeta!...- avisaba alguien desde la ventana, con voz de auténtico pavor -Qué diablos será que esta criatura quiere esta vez?...
Y todos se reían, sintiéndose superiores y más importantes que aquel pobre poeta alienado y mal vestido, siempre cargando esa montaña de viejos papeles dactilografiados -porque ni siquiera tenía un computador- y discurseando sobre cosas que nadie estaba con ganas de escuchar, mucho menos de entender. Hasta hacían apuestas sobre cuál sería la lata del día y se empujaban unos para otros el ingrato placer de atenderlo y mendigarle algunos minutos de hipócrita atención... Será que él presentía lo que le esperaba? Sería que su corazón infantil y desprotegido creaba una coraza de fé y porfía todas las veces que doblaba la esquina y se aproximaba a nuestro edificio? Sería que era capaz de percibir la hipocresía, la burla, la falta de atención, y mismo así, continuar en su misión, engullendo las falsas sonrisas, las disculpas, las miradas de menosprecio y las mentiras porque su cruzada, su vocación, eran mayores que todo aquello?.
-Cuándo será que este tipo vá a desistir, hey? Aqui nadie está interesado en poesía.- comentaban, impacientes con su persistencia -Tenemos cosas mejores que hacer!.
Pero él escribía, no se cansaba de escribir, y soñaba, y divulgaba sus versos en las esquinas, en las plazas, en los bancos y mercados, en la feria, encuadernados con cordel y papel reciclado, escritos a mano con nankin, con ilustraciones salidas de su propia imaginación. Por algunas monedas, las personas podían llevarse un pedacito de su vida para sus casas que, con certeza, terminaría en la basura sin siquiera haber sido abierto. Algunos ni esperaban y ya lo tiraban al suelo, pensando que lo que le importaba al poeta eran las monedas que pagarían el pan al día siguiente y no la lectura de su arte, la partija de sus sentimientos y experiencias, la aceptación de las lecciones que tenía para ofrecerle al mundo... Este mundo ingrato y superficial, de corazón vacío y mente cerrada, de sentimientos aturdidos, deformados, breves y egoístas... "Será que el poeta debe vivir en él?", me preguntaba muchas veces, "Será que su misión no está destinada al fracaso? No será mejor que desista y permanezca en su propio mundo para que no continúe sufriendo con la indiferencia y la ferocidad de los hombres?"...
Sin embargo, para estupor y tal vez una gota de admiración del mundo -inclusive de mí misma- el poeta continuaba entre nosotros, desparramando sus hojas baratas y sus discursos utópicos sin dar señal de cansancio o decepción; continuaba invadiendo nuestras oficinas y corazones pidiendo más espacio, más entendimiento, más humanidad, más esperanza, más justicia. El persistía, igual a una hierba dañina, picoteándonos con sus palabras rimadas, sus trovas y hai-kais, sus afiches, sus composiciones a veces tan ingenuas, tan obvias, tan verdaderas... El persistía y, en vez de considerar el favor de jubilar al envejecer, parecía tomado por un fervor mayor a cada año que pasaba, por una fuerza que no sabíamos de dónde venía, porque su cuerpo encogía, sus cabellos raleaban, su voz enronquecía, sus manos perdían la firmeza y su piel más parecía un pergamino del Mar Muerto, pero toda vez que alguien le preguntaba por qué no sosegaba y se iba para su casa a descansar, él invariablemente respondia, abriendo esa sonrisa suya ya medio desdentada:
-Yo soy un poeta, mi amigo, un hijo del grande arte, y el arte nunca muere!... Sólo se transforma...- y mostrando sus manos artríticas y arrugadas agregaba: -Mira, estoy transformándome en un árbol! Mira mis ramas! Mira mis hojas!...- y riéndose, abría los faldones de su chaqueta y sacudía los bolsillos, donde se podía oír el sonido alegre de los lápices chocando unos contra otros. Entonces, pescando uno de ellos, lo aproximaba al rostro de su interlocutor y decía, bajito: -Estas son mis semillas. Toma una. A lo mejor la conviertes en otro árbol.
Y se alejaba por la calle, su silueta curvada, de andar medio desequilibrado, siempre con la prisa de quien tiene donde llegar, con la cartera en una mano y los faldones de la chaqueta revoloteando como dos alas desharrapadas, dejando atrás de sí a alguien con un lápiz y tal vez algunos pensamientos más.
El poeta no se hizo famoso, no ganó dinero, no publicó ninguna colección, no recibió ofertas de grandes editoriales, no dió autógrafos ni promovió una revolución en el mundo. Murió, simplemente, en la aurora de un día cualquiera, ya muy viejo, rodeado por los pocos y fieles amigos, por su mujer y sus hijos, que sabían que el total de su herencia no sería contado en billetes o monedas, sino en versos y rimas. Murió mientras el sol nacía, y tengo certeza de que con su último suspiro compuso una poesía dedicada a aquellos rayos dorados que entraban por su mezquina ventana para besarle la frente y entibiarle el corazón por última vez... Y dejó que aquel oro se lo llevara con la docilidad y la paz de quien siempre fué fiel a un ideal e hizo todo lo que pudo para que éste se volviera realidad. Porque el poeta nunca deja de creer, de desear, de hablar, de esperar.
Quisiera yo ser como él, que nunca desistió, que a cada instante se dejó iluminar y calentar por su inspiración, siguiéndola por doquier, que consideró su don algo divino por lo que valía la pena luchar, que descubrió en sus propias palabras mensajes que tenían que ser sembrados, compartidos, legados; que no le importó lo que el mundo pensaba y fué fiel a su vocación, a su misión... Quisiera yo ser como este poeta, de quien aprendí que toda transformación empieza dentro de nosotros mismos y, poco a poco, vá extendiendose a nuestro alrededor y puede llegar a ser capaz de mudar una partícula del mundo, lo que es suficiente para que la existencia de una vida valga la pena. Pues yo soy la partícula que él transformó, dejándome como herencia el compromiso de de ser fiel a mi vocación y de transformar otra partícula.


sábado, 10 de outubro de 2009

Maestros de la vecindad

Cuatro días de descanso!... Es mucha bondad de los cielos! Casi no me lo créo!... Cuatro días enteritos aquí, relajada y sin preocupaciones, dedicada exclusivamente a escribir, ver televisión y comer mucha verdura y fruta. Es verdad que ayer terminé perdiendo una buena parte del día porque surgieron algunos imprevistos - entre ellos un tremendo dolor de diente que, por lo que parece (Dios me libre!) vá a terminar en uno de aquellos escabrosos tratamientos de canal, y un principio de crisis de rinitis que me obligó a tomar un antialérgico lo que, claro, me dejó soñolienta y imbecilizada por algunas horas- pero hoy ya estoy recuperada y lista para producir, producir y producir. A final de cuentas, no es común que aparezca un feriado el lunes para estirar al fin de semana y darnos un poco más de aliento para encarar los ensayos, eventos, aulas, reuniones y toda esa agenda enloquecida de fin de año. Entonces, aprovechando este tiempo delicioso (el sol está esplendoroso, acompañado de un vientecito frío que dan ganas de salir por ahí caminando de brazos abiertos y cabeza para atrás) voy a empezar a trabajar. Sólo espero que el diente no se ponga pesado y se quede quietecito hasta el martes -día de la consulta con la dentista- para que así pueda tirar el máximo de provecho de este feriado maravilloso.

Nunca cuestioné esa regla de oro que dice que, para que alguien séa capaz de ayudar a los otros, tiene que llevar una vida ejemplar, saber las respuestas correctas de todo lo que le preguntan, no puede romper reglas o equivocarse, no puede fracasar ni tener dudas. Según esta regla, una persona que posée la sabiduría y la inspiración para guiar a otros, para despertarles la conciencia y mostrarles salidas, caminos o nuevas posibilidades, para enseñarles la compasión, la justicia, el equilibrio y el valor de la existencia no puede, en ninguna hipótesis, demostrar ni una gota de mezquindad, envidia o vanidad. No le es permitido sentir ira, resentimiento, desprecio o remordimiento. No forma parte del ícono de "maestro" ser alguien sin cultura, con un comportamiento dudoso o sin una percepción absoluta y clara de las cosas. Aquel a quien acudimos em busca de respuestas debe ser inmaculado, mejor que el resto, no tener ni una mancha que empañe su figura o su don, no puede ser impulsivo o tener actitudes mediocres, confusas o reprobables... Prácticamente un santo!... Sin embargo, en este último tiempo me he encontrado con una cantidad absolutamente sorprendente de personas que, mismo débiles e imperfectas como yo misma, demostraron en ciertos momentos una percepción, una bondad y una sabiduría perfectas y totalmente inesperadas; personas a las cuales nunca se me habría ocurrido acudir en busca de auxilio me han dado las respuestas que estaba necesitando, me han dado consejos acertados, me han abierto los ojos y el corazón para acontecimientos y actitudes que no estaba consiguiendo percibir, me han mostrado caminos y soluciones para encrucijadas de las que pensaba que no conseguiría salir... Entonces, de repente soy obligada a parar y dar una mirada a mi alrededor, a todas estas personas a las cuales, generalmente, no les damos ningún crédito porque son pobres, ignorantes, están llenas de problemas o tienen un comportamiento poco usual, y empezar a reflexionar sobre quién realmente merece nuestra confianza, nuestros oídos y espíritus abiertos y, contradiciendo todo lo que aprendí hasta hoy, llego a la conclusión de que esta regla no es tan válida como parece, pues he descubierto, admirada y con no poca alegría, que no es en absoluto imprescindible cualquier tipo de perfección para tener la oportunidad o la capacidad de ayudar a los demás. Ni un tipo de superioridad o propaganda es un pasaporte inapelable para solucionar un problema ajeno o dar una respuesta sábia a quien está perdido. No existen condiciones, méritos o requisitos para esto; a pesar de estar asolados por la indisciplina, la vanidad, la envídia, los celos y todo tipo de tropiezos y fracasos, nada impide que dejemos que nuestra divinidad hable a través de nosotros y haga sus pequeños milagros...
El constante y casi siempre sorprendente encuentro con estos "maestros de la vecindad" acabó por convencerme de que, sin excepción, todos tenemos nuestra cuota de sabiduría, de compasión, de percepción y, mismo que estemos lejos de cualquier perfección, hasta hundidos en las más negras tinieblas, tenemos en algún momento mágico nuestra oportunidad de hablar, de actuar, de tocar los corazones, de calmar los dolores y cicatrizar las heridas. Aún podemos, mismo en medio de todos nuestros problemas y conflictos, de nuestros errores y fracasos, de nuestras debilidades e ignorancia, encender una luz en la obscuridad de alguien, mostrarle un camino, abrirle una puerta y hacerlo percibir lo que realmente importa para que así pueda dar el próximo paso. Todos podemos ser fuertes, generosos e iluminados cuando es necesario, sin importar lo que hacemos, dónde estamos o cuántas veces ya tropezamos y caímos por tierra, pues es justamente de la conciencia de nuestra propia fragilidad, de la experiencia del error, que nace la solidaridad con los otros, la paciencia, la sabiduría y la comprensión que nos vuelven capaces de extenderle la mano. Los pecados que todos cometemos nos vuelven hermanos y maestros unos de los otros, y nos hacen mantener vivas la fé y el deséo de alcanzar la felicidad a lo largo de esta breve y a veces tan confusa caminada por la tierra.

sexta-feira, 2 de outubro de 2009

El árbol chueco

Bueno, creo que finalmente estamos volviendo a la normalidad, a pesar de algunas caídas esporádicas y altamente irritantes de la internet, pero si consideramos la catástrofe que asoló a la región la semana pasada (todavía hay camiones recogiendo pedazos de tronco, tejas y ladrillos en las calles!) creo que podemos disculparla y ejercitar un poco nuestra paciencia y nuestra buena voluntad. Mis horarios en el trabajo fueron, una vez más (y espero que séa la última) modificados y ahora mi tiempo está mejor distribuído, empecé a trabajar con los bailarines de la fundación y a ensayar para los espectáculos de fin de año, cosa que me encanta hacer. Montar, ensayar y presentar hace que valgan la pena todos los disgustos que uno pasa el año entero con alumnos insoportables, salas de aula apocalípticas, directores a los que no les importa nada, injusticias, persecuciones morales, renuncios, exigencias y cobranzas absurdas... Pero cuando uno ve en el escenario a esa chiquillada toda presentando casi exactamente el espectáculo que uno idealizó -perdonando las pequeñas fallas de la inexperiencia, del nerviosismo o la simple y total falta de talento para la cosa- y escucha el aplauso fuerte, feliz y sincero del público (y a veces uno que otro elogio de los jefes) parece que el fracaso, la frustración, los resentimientos, el cansancio y la glicemia escalando montañas hasta el cielo no existen más y que todo el proceso que lo llevó a uno hasta ese instante de felicidad y gratitud era necesario para el crecimiento de todos... Siempre reflexiono acerca de cómo somos ciegos, porfiados y tenemos berrinches cuando estamos pasando por alguna situación difícil, pues no conseguimos percibir su significado y nos dedicamos a maldecir y a resistir, a lamentarnos y a morirnos de ganas de desistir para, al final, darnos cuenta de que las cosas no eran nada de lo que pensábamos y que toda la experiencia sólo nos enriqueció, nos volvió más sábios y compasivos, pacientes, dóciles y, sobre todo, humildes. En el último instante descubrimos a las personas y los acontecimientos con nuevos ojos y sentimientos, y ahí no nos queda sino agradecer y prepararnos para la próxima aventura, ahora más maduros y conscientes... A final de cuentas, es así que se aprende y se vive, no es verdad?.
Y antes de que piensen que ESTA es la crónica, aquí va la de verdad.

La primera vez que la ví no pasaba de una varita raquítica y desnuda, con unas cuatro hojas minúsculas de un verde pálido, casi transparentes, en la punta de su única rama. Indefensa de dar pena y ya levemente chueca, parecía buscar apoyo y protección en las barras blancas de la reja de metal que la rodeaba para defenderla del viento, de los perros y de los vándalos que, en esta ciudad, suelen divertirse quebrando las mudas de árboles o plantas que la municipalidad o los dueños de las casas plantan para sombrear y adornar calles y plazas. De lejos casi no era posible distinguirla, tan fina y descolorida era, y si no fuera porque el propietario estaba regándola el día en que pasé, con certeza ni habría notado su presencia, pues la reja de protección la escondía casi por completo. A la primera ojeada, me recordó a una princesa prisionera en una torre esperando a su príncipe libertador, agitando sus hojitas flacuchentas para llamarle la atención... Al verla así "enjaulada", pensé sobre lo que somos obligados a hacer si queremos preservar un poco del verde que la naturaleza tan generosamente nos ofrece, a despecho de nuestra inconsciencia y nuestras agresiones.
Las semanas pasaron y la muda progresaba un poco más a cada día. Nuevas hojas surgieron, esta vez más fuertes, de un verde promisorio y gruesas nervaduras, formando pequeños montoncitos en las puntas de las ramas que, por su vez, también crecían y aparecían con progesivo entusiasmo y robusteza.
-Ah, qué bueno!...- me decía a mí misma cada vez que pasaba delante de ella -Menos mal que esta aquí escapó de los chiquillos y de los perros! Vá a ser un árbol lindo que nos vá a salvar del sol asesino del verano con su sombra.
Sin embargo, poco a poco, empecé a notar que, a pesar de la reja, la muda estaba enchuecandose, casi imperceptiblemente, como si no quisiera que nadie se diera cuenta, en dirección a la casa en la vereda. Pasados algunos días el dueño, con certeza percibiendo lo mismo que yo, colocó un pedazo de bambú alto y fuerte, muy recto, a su lado, amarrándolo en el tronco en varios lugares con tiras de género para no lastimarlo, esperando que esto resolviese el problema... "Bueno", pensé al ver la armazón, "Por lo menos no usó alambre. Eso acabaría degollando el tronco."
Aquella tarde me quedé observando de lejos esta "operación rescate", con una sonrisa de solidaridad y simpatía por el hombre corpulento y calvo que sudaba a mares bajo el sol calcinante mientras cortaba y amarraba las tiras alrededor del tronco y del bambú. Realmente le importaba aquella muda!... Y era casi cómico, pues el arbolito prácticamemnte desaparecía entre la armazón de metal, la vara de bambú y los pedazos de género, pero el hombre parecía no estar en absoluto dispuesto a tener un árbol chueco frente a su casa. A final de cuentas, se dice que solamente a los poetas, a los pintores y a personas morbosas y depresivas -y a buena parte de la población japonesa- les gustan los árboles retorcidos que parecen luchar contra la propia naturaleza para seguir inclinaciones inexplicables que resultan en formas nuevas y exóticas, desconcertantes y, a veces, inconvenientes... Y como fuí comprobando a lo largo de los meses, ésta parecía ser una de ellas. Vuelta y media, el arbolito insistía en soltar unas ramas de formas excéntricas y nada armoniosas que escapaban por los agujeros de la reja y terminaban enroscandose en algún transeúnte desprevenido. Entonces, el dueño venía con más género o las tijeras podadoras y domeñaba esta manifestación de rebeldía de su protegido. Sin embargo, algunas semanas más tarde, allí estaba otra rama retorcida asomándose desafiante a través de la reja, casi llevando el bambú junto con ella.
Se estableció entonces un tipo de guerra silenciosa y obstinada entre el árbol y el propietario: así que el primero comenzaba a querer huír de la verticalidad que el segundo estaba tratando de imponerle, era inmediatamente admonestado y corregido con un bambú más grande o tiras más gruesas y, a veces, hasta con el serrucho. Yo pasaba todos los días delante de este silencioso y encarnizado campo de batalla y no conseguía evitar preguntarme quién saldría vencedor, y la primera respuesta que me venía a la cabeza era ese viejo dictado: "Árbol que nace chueco no se endereza jamás"... Ciertamente, el árbol conseguiría burlar al hombre con su interminable creatividad y capacidad de regeneración y, al final, él tendría que conformarse con la visión de un árbol chueco exhibiendose con insolencia frente a su casa... Y siempre me alejaba de allí con una sonrisa en los labios.
Los meses transcurrieron y yo cambié mi recorrido, pues en la avenida había más sombra, y dejé de acompañar la guerra entre el hombre y el árbol. Sin embargo, cuando el verano acabó, volví a mi antiguo camino y, cuál no sería mi sorpresa al encontrarme con la mudita, ahora un árbol alto y esbelto, de follaje obscuro y vigoroso, irguiéndose recto y majestuoso un par de metros por encima del borde la reja de protección. La vara de bambú todavía estaba ahí, junto a él, amarrada con las tiras de género, como un apoyo, una certeza y un alerta en caso de que cualquier idea de rebeldía pudiera por ventura insinuarse en la imaginación del árbol. Me quedé pasmada. El hombre había vencido, entonces, contradiciendo el viejo dictado!.
Justo en ese momento, el propietario surgió de la casa y vino a abrir el portón para salir con el auto, me vió parada allí contemplando su obra de arte y, todo orgulloso, se aproximó, sonriente.
-Pero cómo creció esta mudita!.- exclamé -Y está pareciendo una regla de tan derecha! Cómo lo consiguió?- le pregunté, genuinamente curiosa -Porque ví cómo era porfiada...
-Fué difícil, pero al final conseguí enderezarla. Gasté metros y metros de género y muchas varas de bambú, pero no la dejé crecer chueca.- me respondió el hombre, alargando una mano para acariciar las ramas finas y fuertes de su árbol.
-Pero por qué no lo dejó crecer solo?..- indagué entonces, queriendo saber la razón de su porfía, que a primera vista podía pasar por un gesto de represión, una pura demostración de poder y manipulación del proceso natural de las cosas.
El hombre cogió una hoja entre los dedos y la acarició, mirando hacia la copa que se erguía allá encima, balanceando suavemente al viento del atardecer.
-Ah, m'hija...- dijo, soltando un suspiro -Se yo lo hubiera dejado crecer de cualquier manera e invadir la vereda con las ramas, con certeza la municipalidad habría aparecido para cortarlo, no importa cuánto me gustara o quisiera tenerlo frente a mi casa. Si un árbol está estorbando o dañando la vereda o poniendo en peligro a las personas, ellos vienen y la derriban sin pestañear y ni siquiera ponen otra en su lugar.
Lo contemplé, admirada, y una sensación cálida me invadió, como si me encontrase delante de un verdadero héroe.
-Pero le tiene tanto cariño así a este árbol?...
-Es que me traje la muda de mi hacienda, allá en el sur, y es de un tipo que me encanta, porque dá unas flores perfumadas y una sombra bien fresca... No iba a dejar que lo cortaran porque estaba chueco si podía hacer algo al respecto!...- me respondió el hombre, riendo -Imagínese, uno tiene que pelear por lo que es correcto y tiene que esforzarse para proteger lo que ama!.- agregó, con aire convencido.
-Es verdad, ví que usted usó todos los medios posibles para mantenerlo derecho.- dije, ahora mirando al árbol con una sensación diferente, como si el susurro de su follaje estuviera confirmando las palabras del hombre.
-Y resultó!.- exclamó éste, orgulloso -Yo no iba a largar mi árbol, que me costó tanto traer de tan lejos, para que creciera solo, de cualquier manera, corriendo el riesgo de tener que ser cortado!... Usted ya vió? Está dando las primeras flores!.- agregó, empinándose y separando las hojas de una rama cercana. Pequeños brotes de color lila y amarillo aparecieron, y un tenue perfume dulce penetró por mis narices -No es lindo?...- inquirió él, respirando hondo -Usted vá a ver el próximo año, esto vá a ser un cuadro!.
Sintiéndome tomada por una avalancha de sensaciones y pensamientos, concordé con él y le aseguré que todo su esfuerzo había valido la pena, pues seguramente aquel árbol sería un regalo para los ojos y el olfato. En seguida, me despedí y fuí caminando lentamente calle arriba, mientras escuchaba el rugido del motor del auto del hombre saliendo del garage... Me acordé de la primera imagen que tuve del árbol, aquella muda raquítica y desnuda, con algunas hojas pálidas y asustadas temblando en la punta de su única rama. Entonces, me detuve nuevamente y viré la cabeza para ver su imagen actual: un árbol recto y orgulloso, frondoso, susurrante, que seguramente se volvería abrigo de pájaros y refresco de hombres, que había sobrevivido incólume a la reja y al bambú, a las tiras de género, a los vándalos y a los perros... Y cuando el viejo dictado vino de nuevo a mi mente, pensé: "Este hombre, con su amor y su dedicación, desafió y quebró la tradición. Ahora puedo afirmar -porque fuí testigo- que ni todo árbol que nace chueco, no se endereza jamás."... Sonreí y retomé mi camino, y de repente se me ocurrió que si pudiésemos usar el mismo amor y la misma perseverancia, la misma lealtad, rectitud y paciencia que este hombre demostró con su árbol cuando se trata de personas, sobre todo de aquellas que parecen no tener remedio, que están chuecas o sueltan ramas sin propósito, hasta peligrosas, que insisten en desafiar a las reglas, a los objetivos, a la bondad y a la propia vida retorciéndose en busca de ilusiones que solo las decepcionan y las lastiman, no tendríamos tantos perdedores en nuestra historia. Si tuviésemos la misma creatividad y comprensión, el mismo cariño y confianza de aquel hombre, si las considerásemos como seres preciosos que merecen ser enderezados y guiados para que no sean derribados, podados, mutilados, arrancados y dejados de lado, cuánta tristeza y fracaso serían borrados de nuestra vida! Cuántas lágrimas y angustias serían ahorradas!... El hombre no había sido aquiescente con los caprichos del árbol, sabiendo lo que ellos podrían acarrearle, y había hecho de todo para mentenerlo recto, salvandole así la vida, pero en ningún momento había olvidado cuánto lo amaba y cuánto deseaba verlo crecer y fructificar... No podemos convenir con los errores, claro, pero tenemos que entenderlos -hasta porque nadie erra intencionalmente- perdonarlos y abrir nuevas puertas, mostrar otros caminos y soluciones para quien parece no tener salida. Pues este árbol y este hombre me enseñaron que un ser humano "chueco" no es un caso perdido y que no podemos abandonarlo a su suerte... Varas de bambú y tiras de género no faltarán para darle una nueva oportunidad.