quarta-feira, 27 de outubro de 2010

La red

Y como siempre últimamente, estoy atrasada con la crónica de la semana, todo debido al Festival de Teatro Estudiantil que está aconteciendo en la ciudad, y del cual soy una de las juradas; pero, también como siempre, aprovecho cualquier tiempito que me sobra -como ahora en la mañana- para cumplir con mis deberes literarios y así no dejarlos esperando. Por suerte, el festival acaba este fin de semana, entonces voy a tener un poco más de tiempo de vuelta, mismo con todo el trabajo de los espectáculos de final de año que todavía me aguarda...
    Ayer, mientras sufría en silencio sentada en la primera fila del teatro viendo un espectáculo representado por cincuenta niñitos de siete a doce años (encantadores  y espontáneos, como todos los niños de esa edad, pero... Dios me libre!) sobre los cuales tendría que dar alguna opinión más tarde, lo que estaba dejándome aterrorizada, pues no sé casi nada sobre el esquema de teatro infantil, entonces temía juzgarlas demasiado severamente, vino a sentarse a mi lado una muchacha que ya fué mi alumna, mas tuvo que salir del curso por problemas familiares, y de repente, así de la nada, después de tocarme levemente con el codo para llamarme la atención, empezó a hablar sobre teatro,  sobre lo que sentía, sobre lo que soñaba, sobre lo que significaba para ella, sobre cómo pretendía seguir la carrera de actriz... En el primer momento, me quedé medio desconcertada y hasta incomodada, porque se suponía que tenía que prestar atención a lo que estaba sucediendo en el escenario, sin embargo, a los pocos, el entusiasmo, la pasión de sus ademanes y la emoción en la voz y los ojos de la muchacha fué conquistándome, así, medio sin querer, y como ya había tomado una decisión con respecto a la pieza y a los pequeños actores, decidí dejar de lado mi hoja de notas y la lapicera y prestar atención a lo que ella decía... Y de repente, era como si estuviera escuchándome a mí misma hacía algunos años, cuando decidí seguir mi vocación de artista. Era el mismo tono, las mismas palabras, el mismo brillo en la mirada; aquel corazón acelerado palpitando en el pecho, iluminado por el descubrimiento de su propio destino; era su sonrisa idéntica a la mía, sus esperanzas, su felicidad. Era como estarme viendo en un espejo y, de súbito, en medio del cansancio, del ruido, de las luces y la correría en el escenario, del calor y la incerteza sobre lo que debería decir para no herir los sentimientos de nadie, me dí cuenta, una vez más, de cuánto me gusta hacer lo que hago, de cuán feliz y realizada me siento hoy por haber escuchado la voz de mi alma y seguido esta vocación. Percibí que no tengo arrepentimientos o frustraciones en el corazón, que a pesar de ser tan difícil a veces, no cambiaría mi opción por nada de este mundo, y con los ojos súbitamente llenos de lágrimas (menos mal que estaba obscuro!) deseé que aquella muchacha perseverase en la suya, que alimentase su sueño para hacerlo crecer y así, un día, se volviera realidad, que no le diera la espalda a su vocación, que parecía tan clara en aquel momento, pues con certeza no iba a arrepentirse... Son tan pocos los que recibem (o se dan cuenta de que reciben) la gracia de saber quiénes son y lo que deséan hacer en esta vida! Y esta chica era uno de ellos!... Cuando terminó su inflamado discurso, le dí un abrazo apretado y murmuré en su oido, mientras Pulgarcito hacía sus travesuras en el escenario: "No dejes que ese deslumbramiento se apague, no calles esa voz. Lánzate al abismo, porque te aseguro que vá a valer la pena, no importa cuán asustador pueda parecer a veces. Lánzate!"
    Ella me agradeció y, dando un profundo suspiro, como aliviada por haber encontrado a alguien que la entendía y la apoyaba, se recostó en la poltrona y se quedó contemplando el escenario iluminado y agitado con ojos de encanto y felicidad sobrenaturales. Y yo, de soslayo, la contemplaba y le agradecía a Alguien por haberla colocado en mi camino en aquella tarde, pues así como a veces los jóvenes necesitan apoyo y comprensión para perseguir y realizar sus sueños, nosotros, los más viejos, necesitamos vernos reflejados en ellos para no olvidar nuestros propios sueños y evaluar si fuimos capaces de realizarlos o no.
    Bueno, y después de este episodio -que bien podría valer como la crónica de hoy- aquí vá la de la semana pasada. Prometo que este fin de semana me pongo al día!...


    Está haciendo un calor inusitado este comienzo de primavera, un clima pegajoso y mojado que nos deja desconcertados y muy irritados (especialmente aquellos que son alérgicos) Sandalias, camisetas, bermudas, puertas y ventanas abiertas de par em par para refrescar el interior de las casas, sillas en el porche, en la terraza, en la vereda, vecinos azorochados abanicandose con revistas y pañuelos... Todo esto está totalmente fuera de época y hace que nos sintamos perdidos y un poco preocupados. El calor está expulsando a las personas para afuera: televisores en la terraza, piscinas de plástico en los patios, chiquillos descalzos y de traje de baño lambiendo helado en los portones, profusión de botellas de cerveza y refrigerante saliendo en bolsas de los bares y panaderías, hamacas perezozas extendidas debajo de los árboles todavía sin follaje... El día parece estirarse en un desperezar sin fin, sin ganas de nada. Hay otro espíritu, otra actitud, algo como estar disfrutando unas vacaciones fuera de época. Los vecinos están más comunicativos, más sonrientes, más relajados; los niños invaden la calle con sus gritos y juegos; los bares ponen mesitas de metal por la vereda; las sombrillas coloreadas pasean por las avenidas como un jardín en movimiento. La música alegre de los automóviles estacionados se extiende por el aire, mezclando los estilos y las tribus, que juegan  de seducir...
    Paso por todos estos escenarios lentamente, cargando mi mochila y mi bolsa, frente mojada y blusa pegada en la espalda, y no puedo dejar de sonreir delante de la vida que, con frío o con calor, transcurre inalterable, mostrando sus personajes y acontecimientos, cada uno en su lugar, ejecutando su rutina, ajeno al destino, al tiempo, a la muerte, cumpliendo su papele en este instante, creciendo y aprendiendo... Mientras paso, como una mera espectadora y al mismo tiempo profundamente insertada en lo que sucede, siento mi peso, percibo mi movimiento, analiso mis pensamientos, tomo conciencia de mi cuerpo en medio de todo esto como la pieza de un quebracabezas, única e insubstituible, con todas sus peculiaridades, su energía, sus objetivos, su sabiduría, su sed de continuar aprendiendo y compartiendo; y me doy cuenta de que cada uno de los personajes que invaden la calle a lo largo de mi caminada es exactamente igual a mí, que todos formamos una especie de red íntimamente ligada, que todos dependemos de todos y que tenemos el mismo destino y anhelamos la misma cosa: ser amados. Y que es este deséo innato lo que nos lleva a vivir y demostrar toda la grandeza de que somos capaces cuando es necesario.

terça-feira, 12 de outubro de 2010

La puerta del claustro

Y como lo prometí, aquí está la segunda crónica. El día continúa espléndido -mismo si un poco frío por causa del viento- ya dormí mi siesta, no comí ninguna porquería en el almuerzo (zapallitos italianos rellenos con carne molida y un platazo de ensalada de hojas) y las perras están estiradas encima de mi cama durmiendo su siesta, entonces... Vamos a aprovechar!


    Demoró, fué sufrido; habia días en que pensaba que no existía una salida, un final para la obscuridad y, al mismo tiempo, percibía aquel aliento, aquella chispa casi invisible susurrando, apuntando, colocando las pistas en mi camino. Algunas conseguía ver, pero la mayoría se me escapaba, parecía perfectamente camuflada entre las sombras, volviendose invisible para mí... Cuánta ignorancia, cuántas mentiras, cuantas vueltas y revueltas asolaron mi existencia durante tantos años!... Y yo siempre con esa sensación, esa ansia, esa vaga nostalgia arañandome el pecho! Sabía lo que quería? Sabía de dónde venía todo aquello? Tenía alguna idéa del por qué?... Créo que, en el fondo, mismo sin darnos cuenta o admitirlo, siempre sabemos, sin embargo, la mayoría de las veces nos sentimos desconcertados  con estas certezas porque ni siempre son lo que nosotros o los demás esperábamos o planeábamos y, mismo presintiendo que son verdaderas, les damos la espalda y preferimos recorrer un camino más fácil, más "normal", más dentro de los patrones. La verdad es que nos conocemos perfectamemnte, pero ni siempre tenemos conciencia de esto y acabamos actuando de formas que terminan por alejarnos completamente de lo que realmente somos y de nuestro objetivo en esta vida. Siempre estamos pensando que no somos dignos o capaces de realizar nuestros verdaderos deséos, recelosos de ser desaprobados, juzgados y  rechazados por la sociedad, aislados, castigados, y así, acabamos por rendirnos a las expectativas ajenas y frustramos nuestra propia realización... Y no existe arrepentimiento suficiente en el mundo que compense el vacío que nos acompañará por el resto de nuestros días.
    Yo pasé casi cuarenta años en una búsqueda incansable atrás de mis verdades personales, de la comprensión, aceptación y realización de mis ambiciones más caras y verdaderas, artísticas, personales, morales y espirituales, y el punto culminante de esta búsqueda aconteció la noche en que vi a Kazuo Ohno en el escenário. Aquello fué una de las revelaciones más importantes de mi vida -junto con mi encuentro con Marilene de Oliveira, mi sicóloga- Fué una verdadera iluminación, un instante de contacto pleno y conciente con mi destino, con mi divinidad, con mi escencia. Aquel fué el momento de la opción definitiva, de la recompensa después de tanto esfuerzo y fidelidad, después de tantos encuentros y desencuentros, de dudas, batallas, muchos fracasos y tan pocas victorias... No pude dar la espalda y continuar con mi vida de antes. El mensaje era demasiado claro y directo como para dejarlo pasar: mi búsqueda había terminado... Me encontraba nuevamente ante la puerta del claustro, tomando aquella actitud radical, absurda a los ojos del mundo, preparada para atravesar el umbral, cerrarla definitivamente y entrar en un monasterio sin muros y obedecer las reglas de la Orden de la Humanidad... Qué pánico! Qué felicidad!.. Sin embargo -y como ya lo sospechaba- optar no me trajo la paz, la alegría ni sabiduría instantáneamente. Al contrario, pues optar es solamente el primer paso de muchos en un camino lleno de emboscadas, de viejos y perjudiciales hábitos, de inseguridades y desafíos. Pero hay que caminar, hay que enfrentar, hay que creér, hay que sembrar y cultivar la fuerza que nos hace perseverar y alcanzar nuestro objetivo. Y cuando se está allí, mismo que todavía falten todos los otros desafíos para encarar, veremos que ciertamente habrá valido la pena.

Soledad

Bueno, con dos días enteritos de descanso es imposible que no consiga poner mis escritos al día!... Después de dos presentaciones del musical y varios ensayos y trabajos de montaje en una única semana, está explicado por qué los dejé sin crónicas, pero pretendo redimirme en estos dos días, créanme, entonces voy a postear no solamente la crónica que está faltando, sino también la de esta semana, porque de nuevo voy a tener una presentación del musical el sábado, ensayo general el viernes y ensayo de nuestra pieza de fin de año el domingo... Como pueden ver, no voy a estar con mucho coraje para sentarme aquí y escribir algo interesante, entonces, voy a aprovechar esta radiante mañana de sol para escribir. Ayer -otro día espectacular, con viento y sol, como me encanta- conseguí, finalmente, postear la tercera parte del cuento "Silvestre", entonces van a tener otra cosita para entretenerse en este feriado. Si me alcanza el tiempo -porque mi hija viene hoy en la tarde- postéo la parte IV, pero si no, queda para la semana que viene, en algún improbable momento de descanso...
Entonces, aquí vá la crónica de la semana pasada y, en seguida, la de ésta. Espero que las disfruten!


    Me pregunto cómo será viajar siempre solo, sentarse en la mesa de un restaurante sin compañía, acostarse en una cama vacía en un cuarto de hotel, ver televisión sin tener a alguien para hacer comentarios, andar por las calles, salir y entrar de estaciones, aeropuertos, estaciones de tren sin nadie para conversar o compartir las experiencias del viaje. Créo que yo hice esto un par de vecess en mi vida, y tengo que decir que no fué tan deprimente o asustador, tal vez porque tengo este espírito observador y contemplativo que hace que cualquier soledad no séa ningún drama, sino una oportunidad de aprender. Recuerdo que había una cierta e inesperada sensación de libertad, de independencia, de levedad y falta de compromisso (mismo que tuviera encuentros, ensayos o presentaciones agendados u horários de buses que no podía perder) que me dejaban bien relajada. Me sentía casi como un niño en un parque de diversiones; todo era novedad, lleno de sorpresas y  deslumbramiento... Había un qué de ansiedad, de recelo delante de lo desconocido, es verdad, pero nada que empañase aquel genuino contentamiento que llenaba mi pecho mientras me movía de aquí para allá por mi propia cuenta.
    Hubo un tiempo -cuando aún tenía la Gorrión Cia. de Butoh- en que viajaba siempre con la Solange, mi única (y mejor) alumna y performer del grupo, y créo que acabé acostumbrandome con esta sensación de seguridad y tranquilidad que la presencia de otra persona nos provoca, pero esto también podía deberse a las últimas secuelas de aquel período en que desarrollé el síndrome de pánico (mucho después de haber hecho viajes sola) lo que me dejó muy frági y ansiosa con respecto a ir a lugares distantes sin compañía. Sinceramente, no sé si ahora aceptaría hacer un work-shop o montar un espectáculo en otra ciudad o estado -como ya lo hice- si alguien no me acompañara para darme este "soporte" amigo. Recuerdo que la mitad de lo que recibía por las oficinas iba para la Solange -cosa que muchos encontraban absurdo, ya que era yo quien desenvolvía el trabajo- pero no sólo por su compañía o su ayuda en algunos de los ejercicios, mas porque era ella la que conversaba con los alumnos que, a veces, inexplicablemente intimidados por mi imagen de "maestra", tenían recelo de acercarse para contar sus experiencias o hacer preguntas, entonces, su contribución en este punto era extremadamente valiosa para mí... Pero también su presencia fuerte y meridiana me ofrecía un apoyo y una seguridad muy agradables, ya que ella poseía una extremada practicidad y claridad de pensamiento, fuera el extraordinario carisma con los alumnos, lo que parecía quitarme un peso de los hombros.
    No tengo miedo de la soledad en sí -hasta me gusta para meditar y escribir- sino del desamparo que ella podría traer en algún momento. La presencia de la Solange -o de cualquier otra persona en la cual yo confíe- me confortaba de una manera casi física, pues sabía que podía contar con ella en caso de que cualquier cosa sucediera. Créo que pasé por muchos apuros (inclusive imamginarios!) estando sola y no estoy más dispuesta a correr el riesgo de que esta situación se repita, mismo curada del síndrome de pánico y con personalidade bastante como para arreglármelas sola. Esto, ciertamente, no es más que uno de los tristes recuerdos que sobraron de mi época de pánico, porque ahora sé positivamente que poséo voz y poder de decisión, que el mundo a mi alrededor no conspira contra mí ni está lleno de trampas y amenazas de las cuales no conseguiré defenderme... Pero de cualquier forma, si puedo evitarlo... "Y si?", como dice la propaganda.
    Sin embargo, pensando más profundamente en esta cuestión, me doy cuenta de que existe una diferencia enorme entre la soledad espiritual, el desapego voluntario, aquella intimidad solamente nuestra, imprecindible para el crecimiento, la comprensión y la comunicación con Dios y la soledad física, la falta de amparo material y sicológico en momentos importantes. Es de esta soledad que tengo recelo, pues puede terminar resultando muy perjudicial y hasta traumática. A pesar de ello, estoy conciente de que todas las personas están interligadas de alguna forma y son  capaces de auxiliar unas a las otras en momentos de crisis, hasta por una cuestión instintiva; sé que sus acciones forman una red de eventos y consecuencias físicas e inmediatas y a largo plazo que interactúa todo el tiempo en cada acontecimiento. Por eso, en realidad, nunca estamos tan desamparados así. Médicos, choferes, profesores, mecánicos, carpinteros, empresarios, artistas, todos tenemos una función física en la vida de los otros, nuestra presencia material es fundamental en la dinámica de los procesos del funcionamiento de la existencia colectiva. Tal vez seamos un solo espíritu y tengamos el mismo origen, pero es nuestra presencia física lo que nos diferencia y nos dá el papel que iremos a representar en la historia.. Sin embargo, a despecho de esta peculiaridad de cada uno, todos dependemos de todos, en mayor o menor grado, no podemos olvidarnos de esta realidad. Es con esto que debemos contar en las épocas de probación, ya que si uno de nosotros sobrevive y escala otro peldaño, todos nosotros sobrevivemos y escalamos este peldaño junto con él.