segunda-feira, 18 de julho de 2016

"Llamados a la realidad"

    Dos emergencias médicas este fin de semana me dejaron sin ninguna posibilidad de publicar la crónica, pero como ya están a camino de una solución -la de mi perrita y la de mi hija- me siento hoy Lunes, como la semana pasada, para cumplir con mi compromiso... Entonces, aquí va:



    Me fascina, y por alguna razón me conmueve, observar cómo las personas se arreglan y arreglan sus casas. Me encanta ver la ropa, los zapatos, los adornos que escogen, cómo se maquillan y se peinan, no importa si se ven bien o no. El tema no es ese. Siento algo muy peculiar y cálido al ver sus casas y jardines, con los muebles, los colores, adornos, las cortinas y alfombras, las fotos, los recuerdos, ese desorden -a veces hacinamiento- y las cicatrices del uso y el paso del tiempo... ¿Será que veo en todo esto su esfuerzo diario, sus sueños, la satisfacción o la resignación?... Todo lo que las personas usan y el escenario en el cual transcurren sus vidas me habla, me descubre historias, a veces claras, a veces inciertas, y todo esto me fascina, me acicatea la curiosidad, me despierta la identificación, la compasión o el contentamiento, un tipo de conciencia (que ya tenía en Brasil, pero que acá se ha agudizado al máximo) que sinceramente no sé para qué me va a servir fuera provocarme toda esta emoción e inspirar estas crónicas. Es curioso e intrigante... Las personas a mi alrededor parecen de alguna forma actuar como un llamado a la realidad, a la gratitud, a la fe, y mismo no sabiendo si existe un objetivo más grande en esto, no deseo perder esta percepción, porque me hace muy bien... Y si es solamente para esto, ya me doy por satisfecha.

segunda-feira, 11 de julho de 2016

"¡Está bien!"

    Y después de algunos pequeños contratiempos con la internet, aquí estoy, un día atrasada, pero cumpliendo con nuestro encuentro semanal. Y quién sabe si esta crónica sea más útil hoy que ayer, entonces, aprovéchenla!...



    Dejar que las cosas sucedan, simplemente, sin tratar de desviarlas, evitarlas o detenerlas por nuestros miedos y prejuicios, es de veras un desafío... ¿ Pero por qué es tan difícil hacer esto?... Supongo que para la mayoría de nosotros es casi imposible, pues sería como perder el control -fuera la pérdida de este control que se generaliza en el mundo y ocasiona todo tipo de desgracias, tragedias y guerras, lo que deja a cualquiera amedrentado- como estar a merced de un destino que no conocemos y al que, generalmente, le tememos en nuestro pesimismo. El problema es que así gastamos (desperdiciamos, en verdad) una cantidad increíble de energía y creatividad luchando para impedir, atrasar o negar acontecimientos que, al final, pasarán de todas maneras, quien sabe de forma peor, o no tan positiva, debido a toda nuestra resistencia... ¡Cuánto nos cuesta decir: "¡Está bien", y creerlo, aceptarlo, vivirlo! ¡Somos tan porfiados, tan controladores, tan dados a mentirnos a nosotros mismos y a los otros! Queremos saberlo todo, manipularlo a nuestro antojo, no aceptamos que hay fuerzas mayores y más poderosas que, si lo deseáramos, si fuéramos más dóciles y sencillos, podríamos hacer trabajar a nuestro favor en vez de pasárnosla luchando contra ellas.
    Yo misma, que soy tan controladora y ansiosa, libro una batalla diaria para conseguir -y muy malamente- vivenciar este desprendimiento, esta confianza, esta entrega a lo que va a suceder, al aquí y ahora, a la creencia de que, de cualquier forma, todo está bien, todo va a acabar bien, porque nada acontece en vano. Supongo que esta desconfianza, esta ansiedad negativa es pura falta de fe -en Dios y en mí misma- pues a pesar de todas las demostraciones que he tenido de ambas cosas, todavía estoy recelosa, preocupada, irritada, todavía quiero controlar todo en vez de vivir y disfrutar la novedad, la sorpresa, la expectativa, los cambios, que son lo que le da sabor a la vida.
   Pero voy avanzando, esforzándome,  tratando de mantener el corazón y la mente abiertos, serenos, alertas, y así poder cumplir el mayor objetivo de mi vida, y que tengo certeza, es el de todos: ser feliz.

domingo, 3 de julho de 2016

"La llama del calor humano"

    Día de lluvia, cielos obscuros y frío, pero mi alma está tibia, acogedora, como un cuarto con flores y una chimenea encendida, con un sillón y una frazada, una taza de té, una buena compañía: amigo, perro, libro, película... Estar solo y triste no es una opción, aunque el día esté lluvioso, porque todo tiene su razón de ser y nos trae una lección.
    Y después de toda esta reflexión, aquí va la cónica de la semana, ¡y aprovecho para recordarles que hoy hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!



    Definitivamente me es imposible no establecer algún grado de intimidad con las personas con quienes me encuentro cada día: el médico, la cajera del mercado, el guardia del carro fuerte, el conserje, la secretaria, la funcionaria de la tienda, el farmacéutico... No importa quién sea ni por cuánto tiempo vamos a estar juntos (si es más, mayor la necesidad del contacto) yo tengo que crear un lazo, una conexión, un tipo de calor que nos haga sentir relajados, cordiales, comunicativos, confiados. No se puede estar cerca de alguien e ignorarlo... No es que haya que salir metiéndole conversación a todo el mundo, hasta porque ni todos están receptivos a un acercamiento, pero creo que hay que prestar atención a quienes nos rodean y aprender a leer en sus gestos y expresiones cuándo están dispuestos a la aproximación. ¡Es tan agradable saludar, preguntar, hacer una broma, comentar, sonreír!... La intimidad, por más breve o superficial que sea, nos recuerda que somos iguales, que podemos escuchar, consolar, apoyar, aconsejar. La llama del calor humano nos une, pero hay que mantenerla encendida.
    No concibo relaciones frías, distantes, indiferentes. Me siento incómoda, recelosa, y me voy entristecida. ¿Qué cuesta una sonrisa, una palabra, un gesto que sea? No nos va a matar, al contrario, probablemente creará poco a poco una red de apoyo a nuestro alrededor. Podremos contar con otros y otros podrán contar con nosotros.
    Creo que en esto soy igual a mi madre, que hacía amistades (mismo que ellas durasen tan sólo el tiempo que ella estaba en un lugar) adonde iba y siempre dejaba un recuerdo agradable y duradero. Lo aprendí de ella y pienso que esa es la forma cierta de comportarse. Valorar la intimidad, la cercanía, la empatía, y practicarlas, puede ciertamente cambiar para mejor nuestro mundo.