sábado, 19 de dezembro de 2015

"Heroísmo"

    ¡Y el año se nos acaba!... Faltan poco más de dos semanas y aquí  estamos, corriendo, comprando, soñando, planeando las vacaciones, pensando en lo que vamos a prometer, en lo que podremos conseguir el año que viene, a quién vamos a invitar para la cena de navidad, para el pasaje de año... Y de repente se nos olvida vivir el día de hoy. Empezamos a complicarnos con el futuro que aún no llegó y este presente -el único tiempo que realmente tenemos para vivir- se nos escapa sin que nos percatemos... Pero es lo que vivimos hoy, aquí, ahora, lo que recordaremos, y no un futuro que aún no llegó y que nos lo pasamos planeando durante este regalo que es el presente.


    Definitivamente, los héroes no están solamente en los cuentos, leyendas o libros de historia, en la series o películas. Todos podemos transformarnos en uno. Es bastante difícil, pero con la práctica, la cosa se va haciendo cada vez más fácil. Y no estoy hablando de matar dragones, desarmar bombas o rescatar víctimas en un incendio. No, hablo de ese heroísmo que se necesita todos los días para encarar jefe tirano, taco en el tránsito, sala de espera en el consultorio, metro lleno, cuentas, dolor de espalda, presupuesto apretado... Luchar y soportar todo esto sin rendirse no es algo que va a aparecer en los noticieros o las portadas de las revistas, es verdad, pero a veces pienso que este tipo de heroísmo tiene más mérito que el de un soldado en una guerra. Las guerras acaban, pero la lucha diaria de cada uno de nosotros por salir adelante, por sostener a una familia, por mejorar el futuro y no dejarse abatir por las interminables dificultades, burocracias, injusticias, el desinterés y la mediocridad debería ganar una medalla... Es que uno se acostumbra tanto a esta rutina que termina por no darse cuenta de todo lo que ella exige de nuestra fuerza de voluntad, nuestra fe y coraje, nuestra creatividad y persistencia. Aguantamos filas, sueldos bajos, precios altos, dolores crónicos, esperas interminables, necesidad, hacinamiento y enfermedades como si tal cosa. Respiramos hondo, sacamos el pecho y seguimos adelante, tratando siempre de sacarle el mejor provecho a la situación, de ser positivos, de encontrar una salida. Y si nos preguntan, respondemos que somos felices. Aprendemos a divertirnos, a hacer fiesta en la adversidad, a soltar volantines imaginando que llevan nuestros sueños hacia lo alto, donde Dios los volverá realidad. Somos heroicos en el trabajo, en la calle, entre las cuatro paredes de nuestra casa, cuando nadie nos ve. Lo somos al gastar nuestro dinero, al empezar un negocio, al tener un hijo. No necesitamos fama, poder o prestigio para serlo. Somos heroicos porque es necesario, porque deseamos llegar a algún lugar, ser alguien, dejar un legado que valga la pena... Y no nos damos cuenta de que la mejor historia que podemos escribir, la más valiosa herencia que podemos dejar es, justamente, nuestro heroísmo cotidiano.

domingo, 13 de dezembro de 2015

"La mama Carmela"

    Hoy es día de escribir: poner al día mi diario, anotar algunas ideas para nuevos cuentos y, quién sabe, desarrollar alguna de ellas para la próxima semana. Hoy me siento excepcionalmente bien, después de algunos días medio atravesada por problemas de colon que me tuvieron a mal traer, entonces tengo que aprovechar y, como estoy a dieta y la sopita ya está lista, mi tiempo está totalmente libre para aprovecharlo como mejor se me ocurra... ¿Y qué mejor forma que escribiendo?... Entonces, aquí va la crónica de esta semana, llena de recuerdos familiares.



    El otro día estaba viendo una película sobre la historia del hombre que se encargaba de los caballos y carruajes de la reina victoria de Inglaterra, así como de su seguridad personal. Fue na persona realmente excepcional, dedicado en cuerpo y alma al servicio de la reina hasta el último día de su vida, humilde, leal, consciente de su papel y de su lugar, insobornable, íntegro, totalmente devoto a la reina, sirviéndole hasta como sabio consejero en más de una ocasión... Y al ver esta historia me acordé de la mama Carmela. Esta señora pequeñita y enérgica, de brillantes ojillos azules y cabello siempre cogido en un moño, que crió a mi papá y a sus hermanos y hermanas. Yo siempre la confundía con mi abuela, porque ambas tenían facciones parecidas, la piel blanca y nariz algo aquilino y se peinaban de la misma forma... La mama era severa, fiel, humilde y digna, y todos le teníamos grande cariño y respeto. Yo la conocí cuando ya estaba de cabellos blancos, pero todavía activa y diligente, corriendo atrás de la "Virginita", una de mis tías, la única soltera, que fue quien se quedó con ella después de que la abuela murió, ya que la mama había vivido toda su vida en la casa de mis abuelos, nunca se casó y no tenía otra familia, como solía suceder con las amas de cría de antiguamente.
    Y hasta era divertido verla para acá y para allá arrastrando los pies y curvada por los años, pero cumpliendo sus deberes con eficiencia y alegría, como siempre lo había hecho. La tía Virginia la retaba y le pedía que descansara un poco, pero al final tenía que dejarla porque la mama no sabía hacer otra cosa. Esa era su vida y se sentía feliz y útil prestándole sus servicios a la tía.
    Vivió hasta casi los cien años y murió pacíficamente en la casa de mi tía, satisfecha de haber cumplido su deber en todo momento, de haber sido útil y leal hasta el fin... Era una cosita diminuta, encogida y arrugada, pero el azul brillante y pícaro de sus ojos jamás se apagó. Era el brillo de una promesa cumplida, de una existencia rica y útil, digna, modesta y honrada, mucho más importante de lo que ella jamás imaginó... Y acordándome de ella en este momento, llego a la conclusión de que esa es la forma correcta de vivir. Lo que se debe dejar atrás no son cosas materiales, que se desvirtúan, se echan a perder y se degradan. La mejor herencia son los ejemplos, los buenos recuerdos, los capítulos de alegría, creatividad, compasión, humildad y amor desinteresado. Eso es lo que nos vuelve eternos.

domingo, 6 de dezembro de 2015

"¡Cómo es fácil!"

    Fin de semana ajetreado guardando definitivamente las ropas y zapatos de invierno, las frazadas y colchas y desempolvando las sandalias, camisetas y shorts, vestidos y pijamas de manga corta porque definitivamente el verano está llegando. Los chilenos ya se tiran a la piscina y se atiborran de helado con 31 grados, pero yo todavía me río, porque en Brasil uno aguanta hasta 34 grados a la sombra sin derecho a reclamar... Fuera eso, con esas temperaturas el helado se derrite antes de la primera lamida y el agua de la piscina ya está tibia antes del medio día, entonces... Por eso estoy tranquila y bien fresca por el momento. Aquí pueden hacer hasta 34 grados, pero si uno se pone a la sombra ya se pasa y no hay humedad, que es la peor cosa cuando hace calor. Aquí se transpira. ¡En Brasil, se derrite, literalmente!...
   Y aprovechando el frescor de la mañana y que todavía no tenemos que bajar a la bodega a dejar las cosas de invierno y buscar las de navidad, aquí va la de esta semana.


    Puedo darme cuenta de lo fácil que es empezar una pelea, ser desagradable, hacer críticas destructivas, tornar los defectos o las fallas humillantes; cómo no cuesta nada ofender, rebajar, ser sarcástico, irritarse y perder la compostura... Convivir íntimamente con otras personas me ha enseñado que si uno no se cuida y no practica la compasión, la caridad y la paciencia, la buena voluntad y la tolerancia, una relación puede volverse un verdadero infierno. Ahora, ciertamente, esta actitud tiene que ser practicada por todos los involucrados. Imagino que las personas que conviven conmigo también se esfuerzan por tolerar, perdonar y sobrellevar todos mis defectos y fallas, que no son pocos.
    Realmente, vivir con alguien cada día -sobre todo cuando no se tiene a nadie con quien desahogarse (lo que a fin de cuentas tal vez sea mejor)- es un verdadero desafío para una persona como yo y mis manías, neurosis, ansiedades e inseguridades. Pero tengo certeza de que a los otros les ocurre otro tanto. Gracias a Dios, he conseguido superar todas las aristas y las diferencias sin grandes dramas, lo que me ha enseñado a tener la misma actitud hacia los demás.
    Ahora que he pasado -y continúo pasando- por esta reveladora experiencia, me doy cuenta, por ejemplo, de que si mi madre y mi hermana hubieran tenido un comportamiento parecido, tal vez no se habrían hecho tanto daño mutuamente. Creo que hay otras formas de hacer que alguien se de cuenta y acepte que necesita cambiar sin tener que humillarla, castigarla o descalificarla constantemente. Puede ser que la persona sea problemática, pero pienso que se pueden escoger otros métodos menos traumáticos y más "ingeniosos" para tratar de hacer que ésta reaccione. El problema es cuando quien exige no es un gran ejemplo y no tiene mucha moral para andar dando sermones y corrigiendo a cada rato por todo, pues lo que sucede entonces es que el otro se rebela violentamente cada vez que se le llama la atención. Lo único que se consigue en ese caso es que se vuelva más porfiado y haga exactamente lo contrario, cosa que deja al otro con los pelos de punta, ya que puede ser que, con tanta crítica negativa y castigo, se vuelva paulatinamente más parecido a lo que no se quiere.
    ¡Cuántas equivocaciones! ¡Cuánta falta de comunicación! ¡Cuánta desinformación!... ¡Cuánto mal, trauma, frustración y resentimiento puede nacer de todo ello! Realmente, creo que podemos sentirnos felices de que nuestros hijos hayan nacido en esta época y que nosotros podamos educarlos sin cometer los mismos errores de nuestros padres. No soy a favor de esta nueva permisividad, de este "miedo" que tienen hoy los padres de disciplinar a sus hijos cuando es necesario, pero tampoco me gusta que la relación padre-hijo sea una especie de tiranía, de abuso de poder y descontrol. Tenemos que encontrar el equilibrio para poder criar personas saludables, creativas, positivas, luchadoras y valientes, que lleven por la vida una herencia no material, sino de nuestros ejemplos de compasión, tolerancia, optimismo y decencia.