sábado, 25 de janeiro de 2014

"¡Puchas que nos pusimos viejos!"

Pensé que me iba a quedar algún tiempo fuera del área, pero los tipos de la movistar fueron terrible y encantadoramente rápidos y vinieron el mismo día en que nos mudamos para instalarnos la internet. Pero de todas maneras me lo he pasado la semana entera sacando cosas de cajas y ordenando cuartos, cajones y closets, armarios, estantes y bolsas enormes llenas de ropas, zapatos, objetos -todos mezclados- libros, etc. Estamos llenas de containers llenos de no sé qué que tendríamos que sacar y poner en algún lugar, pero como todavía nos faltan algunos muebles, se van a tener que quedar ahí no más. Mi futura oficina va a ser "la pieza del desorden" por el momento y yo me voy a arreglar en un pequeño escritorio que hay en el corredor... En fin, son las peripecias de quien se muda a una nueva residencia, pero nada de esto me importa porque estoy feliz, tranquila e inspirada. Y ahora que tenemos a nuestras dos perritas -dos quiltritas que adoptamos de una ong- que son dos angelitos que no dan ningún trabajo, entonces todo está perfecto.
   Y en este clima delicioso, con la vista maravillosa de nuestra cordillera y de la ciudad a nuestros pies, estoy lista para continuar, para empezar, para re-inventarme, para tener otra aventura, todas las aventuras que la vida me tenga reservadas todavía. Ánimo, coraje, alegría y creatividad no me faltan para eso... Entonces, volviendo a las rutinas, pero completamente renovada, aquí va la de la semana:


   ¡Puchas que nos pusimos viejos de repente!... Se que han pasado treinta años desde que vi por última vez a mis parientes, mi hermana y mis amigos, pero realmente me he llevado unos tremendos sustos en cada uno de los reencuentros que he tenido... Pero me imagino que todos ellos deben haberse llevado el mismo susto cuando me vieron... El problema -si es que lo es- es que yo me miro en el espejo y no me encuentro tan vieja así. Quiero decir, están esas arruguitas, la flaccidez, la miopía, las canas y manchas en las manos, los dolorcitos antipáticos y aquella disminución de la resistencia física, pero todavía tengo la figura erecta y no arrastro los pies al caminar, estoy delgada, hago ejercicio todos los días, no se me andan olvidando las cosas y tengo bastante aliento para acompañar a los más jóvenes en sus actividades. Puedo conversar con ellos y hacerme entender, soy creativa y tengo ánimo para un montón de cosas... Y yo me pregunto, ¿será que la gente que conocía también se ve a sí misma así, como si el tiempo no hubiera pasado tanto? No sé si el hecho de mirarse todos los días en el espejo hace que uno esté acostumbrada con la imagen y no se dé cuenta de los cambios que va sufriendo con el pasar de los años, pero de cualquier forma no se pueden dejar de notar las limitaciones que van apareciendo junto con la decadencia física, entonces no es que esté tan alienada al respecto. ¿Pero cómo será que los otros me ven? ¿Será que soy yo la que estoy teniendo un problema con mi imagen? (en este caso, positivo) ¿Será que me veo tan vieja cuanto ellos , pero no quiero aceptarlo?... Mis primos están canosos y llenos de arrugas, engordaron y tienen hijos y nietos. Sus hijos son como los recordaba a ellos. Bueno, tal vez cuando ven a mi hija piensen lo mismo respecto a mi. La diferencia entre ellos y otras personas que he reencontrado es que los primeros mantuvieron la chispa, la vitalidad, el brillo de los ojos, ese ánimo siempre positivo, esa especie de ingenuidad encantadora y siempre tallera que tenían cuando éramos chiquillos. Ya estas otras personas se transformaron realmente en unos viejos de mierda, mal cuidados, maniáticos, negativos, aburridos, que parecen cavar hacia abajo y hundirse cada vez más en conceptos atrasados, deprimentes, en mentiras y manipulaciones que no hacen más que alejar a las personas de ellos.
   ¿Cómo nos pusimos tan viejos de repente?... Pues porque el tiempo pasó, mismo si algunos de nosotros no lo sentimos mucho, o lo sentimos benignamente, y creo que no le tuvimos miedo, lo dejamos venir, bailamos con él, jugamos con él, mantuvimos largas y sinceras conversaciones y llegamos a acuerdos sabios que ambos respetamos para que las cosas no fueran tan duras... Me pregunto, ¿será que es así que se debe envejecer?.

sábado, 11 de janeiro de 2014

"Aquí, ahora"

   La cosa está fea por aquí con todo el humo de los incendios forestales cercanos a Santiago. Está invadiendo la ciudad y dejándonos a todos con las narices y gargantas irritadas, la boca seca, sin poder hacer ejercicio al aire libre y echando a perder la vista de nuestra maravillosa cordillera... Justo ahora que vamos a mudarnos finalmente y vamos a tener ese paisaje incomparable todos los días desde todas nuestras ventanas... Pero en fin, supongo que los bomberos van a conseguir controlar los focos (eso si los terroristas paran de andarle tirando gasolina y fósforos a los bosques) y toda esta situación pasará... De todas maneras, hoy nada puede echar a perder mi felicidad. Estamos a una semana de estrenar nuestro departamento propio, nuestras perritas y todas las cosas nuevas que compramos -y las que nos faltan todavía... ¿Quién podría sentirse infeliz en estas circunstancias, mismo con la nariz doliendo y los ojos ardiendo? ¡Esos son detalles para la felicidad!... Ah, y hablando de felicidad: ¡este fin de semana hay cuento nuevo!
   Y aquí va la de la semana, entre estornudos, toses y gotitas lubricantes:


   Es increíble como nosotros tenemos un problema tan grande para entender y vivir el "aquí, ahora". No sé por qué no conseguimos asimilar la noción de "presente", que en verdad es lo único que poseemos si de tiempo se trata, y nos obstinamos en angustiarnos por el futuro o lamentarnos por el pasado. A veces estamos tan preocupados por estas dos cosas que simplemente no vivimos el presente, lo dejamos pasar con la vista en el mañana o en el ayer sin darnos cuenta ni aprovechar lo que tenía para ofrecernos. Se habla tanto de este famoso "aquí, ahora" y se ofrecen mil fórmulas para aprender a apreciarlo y a tener consciencia de él, pero hasta el momento, ninguna de ellas nos ha hecho entenderlo y hacerlo parte de nuestra existencia. Somos criaturas ansiosas e impacientes, controladoras, muy dadas a la auto-compasión, entonces no conseguimos desprendernos de la sensación de poder que nos da planear un futuro y vivir en él a partir de ahora. Pero se nos olvida que ese futuro se construirá de todos los presentes que seamos capaces de vivir y y asimilar y que cada momento del hoy es un paso en esa dirección, un paso que carga su lección, su dirección, su pista para que construyamos ese futuro sobre cimientos firmes y reales. Así también, el pasado no es para ser lamentado, sino tomado como lecciones que necesitábamos aprender para que nos ayudaran en el presente. Lo que pasó, pasó. Todavía no existe una máquina que nos pueda hacer regresar al ayer para concertar nuestros errores; y mismo que existiera, su resultado sería el caos absoluto, pues el presente y el futuro serían moldeados y re moldeados constantemente según nuestros arrepentimientos, caprichos o conveniencias.
   "Aquí, ahora", palabras misteriosas, que más semejan una cábala, una fórmula mágica casi inalcanzable. ¿Qué es "aquí"? ¿Cuál es el "ahora"? ¿Cómo se viven? ¿Son tiempos nuevos, conceptos ideales, imposibles para nosotros?¿Son algún tipo de perfección?¿El ser humano podrá alguna vez librarse de sus ansiedades, de su impaciencia, de su necesidad de controlar? Pues si no lo hace le será realmente imposible vivir "aquí" y "ahora", pues esto implica entrega, fe, confianza, serenidad, constante expectativa y aceptación delante de lo desconocido... Pero no sé si a nosotros nos gustan esos términos.

sábado, 4 de janeiro de 2014

"Todos los días"

   La semana pasada todo era "el último". Último domingo, última compra, última película, último programa, último noticiero... Y esta es todo lo contrario: primer diario, primer sábado, primer espectáculo, primera crónica, y parece que todo es realmente nuevo y está cargado de fuerza y optimismo, de coraje, de ganas. Todo lo que era viejo y estaba desgastado el año pasado, agonizante el 31 de diciembre, hoy ha resucitado y se nos muestra lleno de promesas. Es como si tuviéramos otra oportunidad, esa que deberíamos darnos todos los días; como si todo estuviera perdonado y nuestro corazón se hubiera limpiado de todas las heridas, resentimientos y decepciones, de la carga que acumuló a lo largo de los 365 días que pasaron y ahora estuviera como un campo recién arado. Tenemos que sembrarlo con cosas nuevas, arrancar la cizaña que vaya apareciendo, tenemos que abonarlo, regarlo y tener paciencia para esperar los frutos. Y después  tenemos que repartir esos frutos, para que no se pudran en el árbol, porque así todo nuestro esfuerzo habrá sido inútil. Repartamos para que así tengamos espacio para las otras cosas buenas que vendrán.


   Todos los días, cada día. Horas, minutos, recorridos, entradas, salidas encuentros. Otro día en la vida. Instantes que corren uno después del otro, decisiones, palabras, acciones, miradas, percepciones... Paso por toda esa gente apresurada observando y analizando sus gestos y expresiones. La mayoría de ellos no se fija en mí, pero yo los conozco bien a fuerza de encontrármelos todos los días y de preguntarme para dónde van, cómo amanecieron, si tienen hijos, si les gusta su trabajo, si tienen colegas simpáticos, si ganan un buen sueldo. Su andar me dice mucho, así como la ropa que visten, lo que cargan (maletines, bolsas, carritos, chales, carteras, mochilas, sacos de papel) sus zapatos, a veces sus bicicletas o skates. Son empleados de oficinas, de restaurantes y cafeterías, de farmacias, militares, vendedores ambulantes, lustrabotas, ejecutivos, jubilados, enfermos, ciegos, atletas, mendigos con sus perros y su hediondez, todos viviendo su día de hoy, cumpliendo sus rutinas, encarando el tedio o la novedad, contentos o entristecidos por lo que el destino les depara. Miran los relojes, cuentan las horas que les faltan para regresar a casa mismo si acabaron de salir. ¿Quieren estar ahí, o necesitan estar ahí? ¿Saben lo que les espera o solamente lo suponen de acuerdo al humor con que despertaron? ¿Sueñan, planean, tienen ganas de seguir luchando? ¿Están luchando en este instante, cuando pasan a mi lado con el rostro endurecido por el frío?... ¿Este es otro día, un día cualquiera, o es un día especial?... Pero nada me lo revela, entonces parece otra hilera de horas que corren o se arrastran mientras el sol hace su recorrido, tan imperturbable cuanto el tiempo. Y todo día igual. Cada día, cada semana, cada mes. Todos tenemos nuestro día, nuestro trabajo, nuestras esperanzas y secretos que tejemos a lo largo de estos días, uno a uno, hasta verlos cumplirse o desvanecerse entre las horas que dejamos pasar vacías.
    Por eso cada día, todo día, depende de nosotros que éstos sean productivos, positivos, felices, que hayan valido la pena y que nos dejen con ganas de que llegue el siguiente.