terça-feira, 28 de fevereiro de 2012

"Angeles"

    Los nudos se van deshaciendo, los caminos clareando, las puertas abriéndose y Dios está siempre allí, en el umbral, velando para que todo salga de la mejor forma posible. Bueno, yo no tengo de qué reclamar porque las etapas de mi propia historia están yendo de viento en popa, con momentos difíciles, claro, porque las pérdidas y los cambios nunca son fáciles -como la salida definitiva de mi esposo de la casa-  pero si no pasamos por ellas nos quedaremos estacionados y moriremos. Hay una cuota de sufrimiento en todo proceso, pero ésta no tiene que ser insoportable, interminable ni insuperable, sobre todo si lo encaramos con optimismo y fé, como una nueva oportunidad de crecer y encontrar la felicidad. Por lo menos, yo estoy llevando las cosas así y me gustaría que mi esposo hiciera lo mismo, pero, por el momento, no parece estar lidiando muy bien con los acontecimientos. Créo que todavía está en choque... Está portandose como un caballero, eso es verdad, lo que me deja muy contenta, pero nada le saca la angustia y la incredulidad de la cara... De cualquier modo, espero que el hecho de firmar los últimos y definitivos papeles del divorcio -esta semana, ojalá- lo traiga a la realidad y lo haga reaccionar para que empiece a buscar nuevos horizontes y vaya atrás de su felicidad.
    La casa está medio vacía y quieta, pero  tranquila, sin tensión ni resentimiento. El aire parece más claro y leve, no hay nada que esconder, que cuchichear, que disputar. Todo está claro y definido. Avanzamos otro paso rumbo a la nueva vida.
    Entonces, aprovechando esta mañana libre y serena, aquí vá la crónica de esta semana -o de la pasada, porque el fin de semana voló y ni tuve tiempo de sentarme aquí a escribir.


    A través de los años y de las experiencias he aprendido -no sin cierta sorpresa- que los mensajes divinos ni siempre vienen envueltos en lindos colores, con música, ángeles y luces, o arrobos espirituales. Para ser sincera, son pocas las ocasiones en que ellos nos llegan en momentos que podríamos llamar "adecuados" (meditando, rezando, contemplando una puesta de sol...) y a veces son tan desconcertantes que nos demoramos algún tiempo para darnos cuenta de que efectivamente se trata de un mensaje divino directo para nosotros y que tenemos que comprenderlo y ponerlo en práctica... No, a veces, y para que no nos olvidemos de que el mal y la desgracia caminan lado a lado con el bien y la felicidad, y que todos podemos ser víctimas de ellos, los recados de Dios interceptan nuestro camino mostrandonos el dolor, la soledad, la pobreza, el hambre, la muerte, pero no para asustarnos o amenazarnos, sino para que sepamos ser compasivos, pacientes, humildes y generosos con aquellos que pasan por estas dificultades, venciendo las aperiencias, pues lo que los otros necesitan de nosotros hoy, también podremos necesitarlo de ellos un día.
    Definitivamente, los ángeles no son todos criaturas celetiales a salvo de todo mal o contrariedad; por el contrario, créo que les gusta asumir nuestra forma humana, falible y débil, sujeta a los errores y la maldad, para acercarse sin asustarnos y así darnos los recados de Dios de una forma más próxima y comprensible, pues de esta forma recibimos as palabras divinas de alguien como nosotros en vez de una criatura perfecta e inalcanzable, lo que podría hacernos desconfiar o desanimarnos... Entonces, vamos a prestar más atención a nuestro alrededor, porque quién sabe no hay un ángel justamente a nuestro lado ahora? Quién puede decir si el empleado que nos atendió ayer no era uno? Con cuántos de ellos cruzamos todos los días, en medio de nuestros quehaceres, distraidos o preocupados, y los dejamos pasar en blanco? ... Quién sabe, Dios mío, yo misma no soy un ángel escondido dentro de esta persona tan imperfecta, a pesar de llena de buenas intenciones? Será que las buenas intenciones son un síntoma, una pista?... Entonces, como tal vez yo le traiga un mensaje a alguien, voy a tener mucho cuidado con mis palabras y acciones, porque ellas  pueden volverse ejemplo o inspiración para los demás, tal vez hasta la llave de la libertación de alguien...
    Y es así que empiezan las verdaderas "corrientes del bien" que pueden, un día, transformar este mundo y esta vida en algo muy parecido al paraiso.
   

quarta-feira, 22 de fevereiro de 2012

"Tendría el coraje?"

    Y después de la fiesta, el regreso a la realidad, desgraciadamente... No es que yo haya disfrutado el carnaval propiamente dicho, sino los cuatro maravillosos días de descanso, que realmente estaba necesitando, entonces para mí también es una lata tener que regresar a trabajo, sobre todo encontrándome en esta situación de "casi-saliendo", lo que significa que no tendré nada muy específico que hacer. Menos mal que mi jefe me consiguió esta substitución en la tienda de artesanía porque la señora que trabaja allá vá a salir de vacaciones, si no me lo iba a pasar estos dos últimos meses hibernando en mi sala vacía. Y esto solamente hasta que empezaran las clases de teatro, y como no tengo la menor intención de quedarme viendo las aulas de los nuevos profesores, me iba a quedar sin un lugar para pasar el tiempo... Bueno, pero como todo es para un bien mayor, me lo estoy tomando com mucha calma y buen humor, optimismo y paciencia. Sólo espero que después de toda esta fiesta los papeles de mi divorcio vuelvan a correr y resolvamos de una vez por todas este asunto... No es que esté desesperada -ya pasé esa etapa- pero estamos con esta historia hace algunos meses, y cuanto más tiempo pasa, más caro sale y, sinceramente, no estoy con ganas de gastar más de lo necesario porque voy a necesitar todo el dinero que pueda reunir para poder empezar mi nueva vida. Paciencia no me falta, ni fé o persistencia, y quiero que todo se solucione de la mejor forma para todos, entonces no me angustio más con las demoras... Pero que preferiría que todo se resolviera luego, bueno, eso es verdad...
    Entonces, aprovechando esta última mañana libre, aquí vá la crónica, medio atrasada, pero... Cosas del carnaval!.


    De lejos reconozco su silueta delgada, de andar resoluto y zigzagueante, las abas del chaleco flotando al lado del cuerpo como dos alas quebradas (y usado tanto en el frío inclemente del invierno cuanto en el calor insoportable del verano) cabellos largos y erizados como una esponja de acero zurrada e barbudo, rostro cavado y quemado por la intemperie, espaldas curvadas hacia el suelo, acompañando los ojos obscuros y medio alienados que recorren con obcecada porfía cada centímetro de la vereda en busca de colillas que, sin la menor ceremonia y con una vaga expresión de deleite, va recogiendo, limpiando cuidadosamente y guardando en el bolsillo de la camisa. Pasa por los transeúntes medio que esquivándolos, siempre apresurado, con gestos pesados, como queriendo avisar para que nadie lo perturbe o lo interrumpa en su misión. Como un can de caza  experimentado, parece olfatear la nicotina a distancia, ya séa al pié de un árbol, en medio del pasto, en la salida del bar, debajo de las mesitas de la fuente de soda, junto al banco en el paradero del bus... No es la primera vez que cruzo con él durante mis caminatas, y siempre trato de no establecer contacto visual, pues la primera vez que lo hice pareció sentirse profundamente insultado y agredido y me devolvió una mirada al mismo tiempo tan furiosa y avergonzada, que a partir de entonces decidí desviar los ojos todas las veces que me aproximase... Sin embargo, a pesar de esto, no consigo ignorarlo, tan fuerte es la impresión que me causa.
    Un poco antes de cruzar conmigo, pasa frente a una panadería y, de repente, se detiene delante de la lata de basura colocada en la calle y, agachándose bruscamente, no pesca una colilla, sino un pote de yoghurt descartado que, con un gesto intempestivo, casi automático, se lleva a la boca, bebiendo de un trago lo que sobró en él. En seguida, lo arroja de vuelta  a la lata y continúa su camino, dando una furtiva mirada a su alrededor como para verificar si nadie estaba observándolo.
   Al ver esto casi me quedo paralizada, porque hasta ahora lo había visto recoger puchos, nunca comida, lo que significa que no sólo le encanta fumar y no tiene plata para comprar cigarros, sino que también pasa hambre... No consigo evitar que el corazón se me encoja cuando pasa a mi lado dejando ese rastro que huele a miseria y desencanto, a obscuro resentimiento e indiferencia contra todo y todos y que penetra por mi nariz hasta mi cerebro y dibuja imágenes sombrías y sin esperanza. Porque a pesar de su expresión de orgulloso disgusto puedo adivinar la locura sin destino que lo rodéa y un extraño sentimiento de culpabilidad me invade, porque en ese instante recuerdo mi mesa llena, mi armario bien surtido, el techo que me abriga, la cama que cada noche me acoge... Y de repente me pregunto qué es lo que este hombre pensaría si yo lo llevase hasta mi casa y le mostrara mis posesiones, si le ofreciera  una parte de ellas. Será que me creería? Será que aceptaría? Será que conseguiría adaptarse?... Pero hay otra pregunta más importante todavía: Será que yo tendría realmente el coraje de llevarlo allá y abrirle las puertas? Y las puertas de mi corazón?...
    Entonces bajo la cabeza, avergonzada.

domingo, 12 de fevereiro de 2012

"Ataques de felicidad"

    Bueno, tengo que admitir que el regreso al trabajo no fué tan traumatizante así, principalmente porque, como no me voy a quedar por mucho tiempo, no seré incluída en ninguno de los proyectos de la Fundación, lo que me salva de reuniones interminables y discusiones donde siempre el que gana es mi jefe, plazos, fechas, cobranzas desmedidas y todo ese tipo de burocracia y correría que implica entrar en estos proyectos. De lo único que creé que no voy a conseguir escaparme vá a ser del maldito carnaval -una fiesta brasilera que nunca conseguí entender- que es esa semana en la cual todos empiezan a enloquecer y a querer hacer desfiles, montar bloques de payasos, bailarinas, picaflores y cosas por el estilo para salir haciendo escándalo por las calles, a coser disfraces esdrújulos, comprar cajas de cerveza y serpentina, pasajes para Rio de Janeiro o Salvador, a planear matinés en la plaza para ese bando de niñitos enloquecidos que lo único que quieren es hincharle las pelotas a todo el mundo, y así por delante... Y, claro, la Fundación no vá a escapar de esta tradición, entonces ya estamos preparándonos para un fin de semana infernal (el próximo) entre desfiles, barracas, foliones, bandas ensordecedoras tocando hasta la madrugada, borrachos queriendo pelear con cualquiera y un montón de gente con ganas de irse a la casa (estos somos nosotos, los funcionarios de la fundación) Pero es la tradición y tenemos que respetarla y entrar en el juego, por más que nos cargue, no es verdad?
    Bueno, y antes de que se imponga la locura  en esta ciudad, aquí vá la crónica de esta semana, posteada el domingo y no el lunes, porque no sé qué será de mi vida la semana que viene.  Están a punto de suceder cosas importantes, vitales para el comienzo de mi nueva vida, cosa que espero hace tanto tiempo que ni me había dado cuenta. Está  todo en las manos de Dios y tengo certeza de que, como siempre, El no me abandonará. Estará conmigo y con todos los envueltos a cada momento, cuidando para que todo salga de la mejor forma para todos en este capítulo tan importante de nuestras vidas... Y no se preocupen, que ustedes van a saberlo todo brevemente, ok?.

    Pueden ocurrir en los momentos más inesperados, casi siempre banales, cuando estoy totalmente desprevenida (y parece que mientras más desprevenida mejor!) y duran apenas algunos segundos, pero me dejan una sensación tan buena, mi alma y mi corazón se llenan de tal alegría, leveza y gratitud, de un optimismo tan brillante que parecen limpiar por completo todo lo que pueda haber de malo dentro de mí. De hecho, cuando se desvanecen parece que me vuelvo capaz de ver el mundo, a las personas y las situaciones -inclusive las más problemáticas- con nuevos ojos, frescos y claros. Parece que una ráfaga de aire perfumado y poderoso barriese todas mis angustias, todas mis ansiedades y pesimismos y yo me quedara libre, desnuda e iluminada delante de mi propia existencia, tomada por la más absoluta gratitud. De repente, cuando esta  sensación de invade, consigo percibir la simplicidad y la maravilla de la vida, los detalles preciosos, los milagros que me rodean, la suerte que tengo, los éxitos que alcancé, el futuro feliz que puedo constuir si me mantengo en este estado de espíritu positivo y confiante, sin complicaciones innecesarias; me doy cuenta y agradezco por mis talentos, por las experiencias por las cuales pasé y estoy pasando, por reconocer claramente las lecciones que cada una de ellas contiene y me siento feliz por conseguir  absorver la mayoría de ellas -mismo que a veces demore un poco-por aprovecharlas y pasarlas adelante a través de mis textos o de las aulas que ministro. Estos son instantes de claridad y seguridad absolutas, de una certeza sobrenatutral sobre las verdades que deben guiar mi vida, de una felicidad tan intensa, profunda y real, gratuita, que sólo puedo creér que vienen de Dios, o de mi ángel de la guardia, o entonces del propio corazón de la creación que en ese segundo escoge conectarse conmigo y revelarme sus secretos... Sé que parece bien ingenuo, pero piensen un poco: Por qué no? No somos por acaso parte de una misma manifestación? No poseémos unos las cualidades físicas y espirituales de los otros? No existe un lenguaje que hace posible nuestra comunicación e interacción?... Por qué, entonces, sería algo tan improbable?...
    Estos son lo que yo llamo de mis "ataques de felicidad", pero créo que no debo ser la única que los sufre, pues todos tenemos la oportunidad de abrirnos, de entregarnos, de optar sentirlos y disfrutarlos para después guardar en nuestros corazones y mentes esa sensación magnífica de dicha y claridad, de optimismo, de gratitud plena, que nos servirán de soporte y consuelo cuando vengan días difíciles. Basta alejarse por algunos momentos de nuestros problemas, dudas y recelos y permitir que el viento nos acaricie, el sol nos caliente, los pájaros canten para nosotros, el água sacie nuestra sed, el cielo se abra o la lluvia nos arrulle a la hora de dormir... La felicidad está aquí, a nuestro lado, rodeándonos, hablándonos constantemente, en la simplicidad de nuestra rutina diaria, de nuestros quehaceres cotidianos, en los encuentros que tenemos, en los actos, miradas y palabras positivas que distribuimos o recibimos a lo largo de cada jornada. Todas estas buenas acciones, de las cuales tenemos tan poca conciencia, son recompensadas, pero tenemos que prestar atención para no perderlas, porque casi siempre están escondidas en aquellos detalles que solemos dejar pasar, pensando que sólo podremos encontrar nuestra cuota de alegría en la grandiosidad, en el exceso, en la notoriedad, en las grandes empresas y éxitos. Algunos tienen realmente esta misión y es así que se realizan, pero, y nosotros, simples mortales que llevamos nuestra vidita modesta y anónima? Será que no tenemos esta oportunidad?... Pues yo estoy convencida de que nosotros, más que aquellos que tienen tanta responsabilidad y sufren tantos ataques justamente por ser demasiado conocidos, tenemos muchas más oportunidades de encontrar y disfrutar la felicidad, de ser asaltados por ella a cualquier hora, en cualquier lugar, por los motivos más simples... La felicidad es semejante a un cimiento que sostiene nuestro vivir todo el tiempo, basta que, de vez en cuando, la dejemos aflorar y tomar cuenta para que podamos renovarnos, reciclarnos y aprender a ver el mundo con más compasión, paciencia, optimismo y confianza. Porque esto es lo que el mundo necesita.


 

terça-feira, 7 de fevereiro de 2012

"La Brasilia del albañil"

     Y con las idílicas vacaciones casi terminando -vuelvo al trabajo mañana!- y simplemente aterrada con estas temperaturas infernales, sofocantes y despiadadas que andan haciendo, aquí estoy, escribiendo un martes en vez de haberlo hecho el viernes o el sábado, pero en fin, por lo menos escribiendo... Es que la simple idéa de volver a la Fundación me deja desanimada, sobre todo porque ésta ya no significa nada para mí y porque, ciertamente, no voy a tener mucha cosa que hacer, ya que dudo que mi jefe -otro motivo para estar deprimida- me ponga a trabajar en algún proyecto, ya que dejaré el trabajo en abril. En verdad, conociéndolo bien, no sé si se vá a dedicar a atormentarme hasta mi último día en la fundación, o si me vá a ignorar solemnemente, cosa que yo preferiría... No le quito si un segundo de aprendizaje, realización y felicidad que viví  allí, pero ahora las cosas cambiaron tanto que no hay nada más que me haga querer quedarme. Créo que, como todo en nuestra existencia, el ciclo aquí terminó, entonces llegó la hora de seguir adelante y buscar nuevos caminos, experiencias y realizaciones que continúen enriqueciéndome y enseñándome, pues sin esto estacionamos, nos pudrimos, morimos, y yo estoy demasiado joven todavía (sólo 55!) para permitir que algo así me suceda!.
    Entonces, aquí vá la última de las vacacioes. También es laaaarga, pero espero que tengan paciencia y la disfruten.


    Salí para dar mi caminada vespertina por la vecindad (ahora que estoy de vacaciones camino en la mañana como ejercicio y en la tarde como paséo) aprovechando que había llovido y estaba un poco más fresco, y decidí hacer un trayecto diferente, yendo por calles por las cuales no suelo pasar, para descubrir las novedades en las casas y jardines. Escogí una calle menor, viré la esquina y me encontré con varias residencias en reforma, todas con altos de ladrillos, tablas, fierros y montañas de arena e rípio ocupando la vereda y albañiles yendo de aquí para allá con mangueras, tambores, palas y carretillas con cemento y piedras, hablando alto y riéndose. El sonido chicharriento de una radio ecoaba por el aire y los perros de las otras casas acompañaban la cumbia con sus ladridos impacientes... En el primer instante pensé volver atrás. Permanecí algunos momentos parada en la esquina, contemplando aquel campo de batalla y sus soldados desharrapados y ruidosos, pensando que no era un ambiente muy apropiado para mis meditaciones, pero al final, concluí que si había escogido ese percurso distinto no era para huír de él, pues las novedades siempre son revigorizantes y llenas de sorpresas. Retomé la caminada entonces, y me fuí acercando a los albañiles y carpinteros. Casi llegando junto al primer grupo y por estar distraída mirando hacia el interior de la casa que reformaban, metí la rodilla en un auto estacionado, probablemente de alguno de ellos: una Brasilia vieja y estropeada, de un amarillo desteñido, lleno de remiendos, con sólo dos asientos al frente, de un vinil café blanquecino todo rasgado y sucio, neumáticos gastados y vidrios llenos de tierra. La trasera estaba tomada por todo tipo de cachivaches: palas, rastrillos, sacos de cemento, espátulas, cajas con baldosas, frascos de clavos y líquidos turbios, latas de cerveza, botines viejos, trapos, diarios y algunas tablas combadas. No tenía parachoques ni retrovisor... Alejandome dignamente del auto -y esperando que nadie hubiera visto mi encontrón con el parachoques- le dí una mirada a los albañiles, tratando de adivinar de quién  sería  aquella reliquia del siglo pasado. Tal vez de ese más viejo, que parecía ser quien comandaba el trabajo. O entonces de ese otro encima del tejado, con la cabeza envuelta en la camiseta para secarse el sudor, que se reía y hacía payasadas con un par de tejas en las manos. Podría ser el típico auto de segunda (en este caso de tercera o cuarta) que alguien como él compraría sólo para tener como moverse y dar aventón a los coegas o llevar a la familia a la misa o al almuerzo en la casa de la suegra... Miré el automóvil, decrépito y de neumáticios pelados, y pensé que con certeza el joven gastaría más de lo que ganaba haciendole reparaciones y cambiandole piezas a ese dinoosauro amarillo, pero créo que más importante que ese tipo de gasto, era el status que ele le proporcionaba. Era el único carro estacionado al frente de la casa, entonces era óbvio que solamente uno de ellos era el orgulloso propietario... Todavía tratando de adivinar quién sería el afortunado, pasé por el auto y le dí una última ojeada. Fué entonces que reparé que el parabrisas tenía coladas unas palabras, y decidí disminuir el paso para leerlas. Eran solamente dos, muy simples, de un color dorado ya medio grisáceo, pegadas medio chuecas: "Gracias Senhor"... Y en el primer momento me parecieron medio  absurdas, casi cómicas, entronizadas luego allí, en lo alto del vidrio de una Brasilia cayendose a pedazos. Cualquiera podría pensar: "Qué es lo que este tipo tiene que agradecerle a Dios? Mira el estado de ese auto!"... Y a pesar de esto, las palabras estaban allí. El dueño había gastado algunas monedas de su salário para comprar el adhesivo y colarlo bien al frente, para que todo el mundo lo viera. Era su modesto testimonio, su ingenua gratitud estampada en el vidrio del coche decadente... Pero, por qué estaba tan agradecido? Y por qué insistía tanto en mostrar esta gratitud a todos? El coche era realmente un chiste y la casa donde él y su familia vivían no debía ser gran cosa también, tal vez ni tuviera água potable y, con todo, ahí estaba él, agradeciendo, contradiciendo las apariencias...
   Suspiré profundamente y continué mi camino, no sin antes echarle una última ojeada al auto y esbozar una sonrisa medio sin gracia y emocionada, porque de repente pensé en cómo somos tan frívolos e ingratos, cómo no aprovechamos lo que conseguimos, cómo no le damos mérito a los pequeños éxitos -nuestros y de los demás- y nos olvidamos de agradecer por ellos, de disfrutarlos y compartirlos solamente porque son modestos, simples, porque no aparecen en los diarios o no son el comentario de la ciudad. Pensé cómo ese auto arruinado era un tesoro para ese hombre y lo imaginé cuidándolo, lavándolo, encerándolo, protegiéndolo de la intempérie, manejándolo por las calles de la ciudad como quien maneja un BMW. Me dí cuenta, otra vez, de cómo necesitamos poca cosa para ser felices y sentirnos agradecidos a la vida... Entonces, si este humilde albañil podía agradecer las bondades de Dios en el parabrisas de su carro de tercera, por qué no podría yo sentirme grata también por todo lo que tengo, por todo lo que soy por todo lo que puedo conquistar?...
    Quién podría imaginar que delante de una casa en reforma, acompañada por la música chicharreante de la radio y los ladridos de los perros, iría a encontrar este recado de Dios? Y si hubiera decidido volver atrás y hacer un camino diferente? Habría otro mensaje, o simplemente habría perdido éste?... Pero Dios está mucho más atento que yo, y me hizo meter la rodilla en una Brasília vieja y enmohecida para que despertara y empezara a prestar realmente atención en los bienes -materiales y espirituales- con que soy agraciada cada día, porque cada uno de ellos es un tesoro que merece ser cuidado, amado, disfrutado y compartido con los otros.

quarta-feira, 1 de fevereiro de 2012

"El nos ama"

Por lo que estoy percibiendo, las cosas caminan hacia un final feliz con calma, lógica y claridad, como tienen que suceder los grandes cambios, entonces estoy sumamente tranquila y confiada, más segura cada día que pasa, más cerca de la felicidad y la paz. No digo que todo vá a ser un mar de rosas, pero créo que todo vá a valer la pena si consigo vivir mi vida a mi manera, con mis reglas, opciones e iniciativas, por lo menos en esta segunda mitad. Las tormentas pasaron, así como las vanidades, las futilidades y esos delírios que agotan nuestra energía y creatividad para no llegar a ninguna parte fuera una enorme decepción o resentimiento... Esta es una de las cosas positivas de hacerse más vieja, y si uno es inteligente y presta atención en las señales y las oportunidades, uno empieza a darse cuenta de qué es lo que realmente importa y a correr atrás de ello para vivenciarlo. Es entonces que la existencia se vuelve rica, feliz y productiva, completa. Ahora sé lo que deséo, estoy dispuesta y preparada para luchar por ello y, lo mejor de todo, tengo certeza de que lo conseguiré. Todas las señales, los encuentros y los acontecimientos me lo dicen. Y ciertamente no importa cuánto demore -si bien espero que podamos hacer todo dentro del plazo que nos pusimos- esto no vá acambiar. Las decisiones ya están tomadas, los planos trazados, entonces -y gracias a Dios- no hay cómo ni por qué volver atrás.
     Ya sé que estoy bien misteriosa con este asunto de mi futuro y que ustedes ya deben estar empezando a impacientarse, pero créo que, si las cosas continúan a este ritmo, brevemente podré contárselos todo... Paciencia!
    Y mientras esto no sucede, aquí vá la crónica de la semana que, irónicamente, es enoooorme!

    Desparramada en el sillón, de shorts e camiseta, dominada completamemnte por la flojera, incapaz de raciocinar como un ser humano, con ganas de la más absoluta alienanción de los sentidos, y sin nada para ver en la televisión... Hace más de diez minutos que los canales pasan sin parar frente a mí y no consigo decidir cuál programa es menos malo para ver. La mayoría son repetidos (típico de las vacaciones!) o entonces películas dobladas de quinta categoría con las cuales ni siquiera se puede esbozar una sonrisa de lo malas que son, con esos efectos especiales de computador viejo... Paso una y otra vez los números del control remoto, para atrás y para adelante, y nada... Hasta toparme con una escena en la cual un coro nada convencional se prepara para hacer una presentación. No reconozco a ningún actor (lo que es una pésima señal, digase de paso) a no ser al que interpreta al director que, más encima no es uno de mis preferidos, pues excepto por un par de filmes medianamente simpáticos y superficiales, se ha dedicado a hacer porquerías de mal gusto. Pero como están a punto de presentarse, decido parar ahí y ver qué es lo que pasa; de repente tienen algo que mostrar. A lo que todo indica, es una de aquellas historias en las cualess ocurre alguna gran transformación por causa de música o danza y el protagonista -que al principio se mostró un canalla calculista y ambicioso- acaba rindiendose al encanto peculiar de la pequeña ciudad y sus habitantes, sobre todo al de aquellos que integran el coro. Hay viejos, jóvenes, presidiarios, negros, blancos, todos formando parte de la ecuménica grey de un pastor idealista y divertido que perpsigue al protagonista hasta convencerlo de dirigir el coro y participar de un concurso que, si ganan, hará posible que puedan invertir el dinero del premio para mejorar la iglesia -que, claro, ayuda a todo el mundo- y mantener el coro...
    "Bueno", pienso "Ya ví esta historia unas cien veces y sé perfectamente cuál es el final, pero vamos, de repente el número musical vale la pena"... Me acomodo en el sillón, arreglo los cojines y me preparo para disfrutar, hasta porque descubro que entre los integrantes del elenco está una cantora que hoy es muy famosa y canta divinamente, entonces, no puede ser tan malo así... Los presentadores anuncian el coro: "Fighting Temptation" (Resistiendo la Tentación) y las luces se encienden, pero ellos, envueltos en una discusión sobre usar un uniforme o no, no aparecen. Instantes de desconcierto y suspenso... Finalmente, el director les manda entrar así como están y ellos aparecen, tímidos y torpes, y van tomando sus lugares. El público, frío, ni los aplaude... Y entonces, la música empieza, con un solo masculino, y yo pienso: "Estos tipos son realmente cantores profesionales!"... Mientras la música transcurre, con un arreglo de erizar el cabello y voces estupendas y llenas de sentimiento; en la tela de la televisión aparece también la leyenda de los versos y yo, que al principio solamente quería escuchar una buena música, empiezo a prestar atención de verdad, pues parecen dirigidos especielmente a mí. (Cuántas veces ya no me ocurrió la misma cosa con escenas o diálogos en películas, canciones, fotografías o textos en libros y revistas? Dios no pierde una oportunidad!) La letra dice: "Yo no soy suficienitemente bueno, pero mismo así El me ama. Yo no soy una estrella brillante ni hago grandes cosas, vivio errando y todos se ríen de mí, pero mismo así, El me ama. Yo no valgo nada, y mismo así, Dios me ama"... En un instante, antes de que terminen el estribillo, se me llenan los ojos de lágrimas y siento el corazón latiendo con fuerza atrás de las costillas, lleno de emoción... "Ah!", pienso, respirando hondo "Por qué a Dios le gusta hacerme estos regalitos encantadores justo cuando estoy con el ánimo por el suelo?" Y en seguida respondo a mi propia pregunta: "Claro, porque El es mi padre! Qué padre no haría todo para alegrar  a su hijo cuando está triste y desanimado?"... Y llego a la conclusión -otra vez, pero siempre como si fuera la primera vez- de que El realmente está velando por mí todo el tiempo, colocando respuestas, pistas, personas y todo tipo de situaciones que hacen que yo lo escuche y aprenda, sepa como actuar y crezca para así cuplir más cabalmente mi papel en esta vida. Sin embargo, también estoy conciente de que si no estoy ligada y atenta, todos sus recados pasarán en blanco, por eso, y a pesar de que a veces estoy tomada por la angustia, el resentimiento o los problemas del trabajo o la familia, siempre trato de mantener una parte de mi mente y de mi espíritu abiertos, atentos a todo lo que sucede a mi alrededor, porque sé que allí mismo pueden estar las respuestas que estoy necesitando. Mis sentimientos personales no pueden estorbar esta comunicación, sino estaré perdida!...
    Como dije antes, cuántos de estos epísodios ya me sucedieron? Cuántas situaciones, personas y visiones fueron puestos en mi camino para enseñarme o responder mis dudas, para inspirarme y volverme una persona mejor?... Créo que perdí la cuenta (eso sin incluir aquellos que dejé pasar) pero puedo  afirmar que en todos eses episodios estaba contenida una lección vital para mi madurez y que traté de aprovecharla al máximo. Lo que  encuentro interesante de este "método" que Dios escogió para comunicarse, es que lo usa como si fuera una especie de juego, de desafio constante, pues para no perder los mensajes es necesario que yo esté siempre ligada y atenta, y que descubra la lección, la pista, la respuesta yo sola. Parece que a Dios no le gustan los "platos hechos" cuando se trata de enseñar -y créo que esto debe pasarle a todo el mundo- o de responder, y prefiere dejar en nuestra mano el trabajo de traducir y llevar a cabo sus mensajes, sin preocuparse  si de repente interpretamos las cosas equivocadamente y terminamos enrollandonos todos... Créo que es aqui que se aplica perfectamente la letra de la música de la película, porque mismo que erremos, que no  brillemos y seamos juzgados y condenandos por ser falibles, Dios continúa dándonos una oportunidad para acertar. Mismo que no consigamos entender o actuar de forma correcta, El continúa a nuestro lado, hablándonos, mostrandose de todas las maneras posibles para que creamos en su amor y en su presencia constante. Créo que para  cada uno de nosotros escogió una forma toda especial y personalizada de comunicarse, algo que tiene que ver con nuestra personalidad, nuestro trabajo, nuestros sueños, un estilo que respeta el nivel espiritual, cultural y afectivo en que  nos encontramos, para que así podamos comprender lo que nos dice y actuar de acuerdo... Nada de violencia o imposición, nada de enigmas o tabús. Dios está aquí, en este escenario, en aquella persona, en estas palabras, en un encuentro, una despedida. Basta creér en esto y mantenerse alerta y abierto, bien dispuesto, porque nuestra fé y nuestra disposición para los milagros es todo lo que El necesita para entrar en nuestra vida y transformarla por completo.