sábado, 28 de março de 2015

"Acción, reacción"

    El otro día, mientras esperaba en el consultorio de mi dentista, empecé a conversar con la secretaria y el señor que estaba en el computador viendo las consultas, y en medio de esta conversación salió el tema de mi regreso a Chile, decisión que los dejó bastante impresionados, porque les parecía difícil creer que alguien pudiera tomar una decisión tan radical así, pero yo les respondí que ya no era más feliz en Brasil, entonces tenía que hacer algo para recuperar esta felicidad, y esto era volver a mi patria... A final de cuentas, ¿de qué vale la plata, la fama, el dinero, el poder, si no se es feliz? Para mí, lo principal en la vida es sentirse feliz, porque si no, nada funciona. Si uno no está feliz, todos a nuestro alrededor tampoco lo están y todos nuestros planes no resultan, vivimos malhumorados, tristes, desanimados, nos volvemos pesimistas y amargados, nos enfermamos, perdemos el brillo y la fe, la fuerza, el coraje... La secretaria y el señor del computador se quedaron mirándome con los ojos muy abiertos y una tremenda expresión de sorpresa en sus caras. ¡Parecía que era la primera ve que escuchaban algo así!... Y de inmediato concordaron con mi colocación, agregando que les había hecho una auténtica revelación en la cual se quedarían pensando mucho. ¡Tal vez hasta les cambiara la vida!... Imagínense mi sorpresa delante de su reacción, porque para mí, querer ser feliz antes que nada es algo completamente obvio y natural, tanto que cuando era chica me preguntaban lo que quería ser cuando grande y lo primero que yo respondía era: "ser feliz"...
   Me quedé muy contenta por haber hecho que estas dos personas se dieran cuenta de la importancia de esto y más todavía porque dijeron que iban a ponerse a trabajar en el tema. Pero al mismo tiempo me entristecí al darme cuenta de cómo la gente está acostumbrada a la infelicidad, como si no merecieran ser felices, como si eso no fuera importante... No es que yo ande por ahí riéndome sola todo el tiempo, pero todos mis esfuerzos -ni siempre exitosos- están dirigidos a ser feliz porque realmente pienso que si uno no está feliz, nada vale la pena.
    ¡Bueno, esto está pareciendo una crónica aparte!... Entonces, voy a parar por aquí y postar la crónica de esta semana... Pero, de todas maneras, piensen en eso...


    Una frente a la otra, en la misma estrecha vereda abarrotada de apresurados transeúntes, haciendo lo mismo: ofreciendo volantes de oficinas de abogados ("¡primera consulta gratis!") Y a pesar de esto, con actitudes diametralmente opuestas. La primera, encima del peldaño frente al ventanal del edificio, semi sentada en el parapeto, con el brazo desanimadamente extendido, sosteniendo la papeleta con evidente desgano, rostro inexpresivo, ojos apagados, ofreciendo su servicio con voz aburrida y baja, de manera que si uno no tomaba el papel  y lo leía, no sabía lo que estaba diciendo... La otra, de grandes y expresivos ojos obscuros, espalda derecha y gestos vigorosos, deseaba buenos días a todos con una sonrisa atenta y relajada, que transmitía una chispa de felicidad interior que parecía tocar a quien cruzaba con ella, y extendía la mano con energía y clareza. Su voz era alegre, amable, y lo miraba a uno a los ojos mientras hablaba... ¿Resultado? Mucho antes que los de su vecina y competidora, sus volantes acabaron, tanto era el encanto que su actitud positiva y animada producía en las personas. ¡Si hasta yo, que no necesito un abogado para nada, le recibí uno de sus papeles!... Y tal vez esto le sucedió a mucha gente que, contagiada por su amabilidad, a su vez quiso ser amable también y ayudarla con su divulgación. Estas cosas son definitivamente contagiosas.
    Me guardé la propaganda en el bolsillo y me fui a casa reflexionando sobre esa famosa frase: "Acción: reacción", comprobando que ella se aplica también a nuestras actitudes y sentimientos.

domingo, 22 de março de 2015

"Ser bueno, sentirse bueno y actuar como tal"

    Definitivamente, este verano no está con ganas de marcharse y casi a finales de Marzo estamos cocinándonos todavía, cuando deberíamos estar usando chalecos y pantalones largos. Todo el mundo anda de camiseta, bermuda y sandalias, llenando las heladerías y tirándose piqueros en las piscinas... ¿Quién entiende el clima?... Pero hay que aprovecharlo mientras dure, porque más adelante vamos a penar con el frío y la lluvia... Después, cuando hay sol es más fácil salir a la calle para buscar inspiración para mi proyecto de los cuentos cortos... ¡Aguarden, en breve tendré más una serie para publicar!
    Y mientras esperan, aquí va la crónica de la semana. Ayer anduve medio ocupada y no tuve tiempo de postarla, entonces va hoy día. ¡Vale igual!


    El vídeo ya es de emocionar a cualquiera. Las palabras, entonces... "¿Qué gana este hombre por ayudar a los demás? Ciertamente no se hará famoso, no ganará dinero ni se volverá poderoso. ¿Por qué lo hace, entonces? ¿Qué es lo que recibe a cambio?... Recibe emociones, las expresiones del amor"... Y las imágenes de las personas sonriendo, abrazando al hombre, del perro siguiéndolo, de la planta seca floreciendo y, principalmente, la de la niñita con el uniforme escolar, nos dejan con la garganta apretada y una inmensa sensación de Dios. El protagonista de esta pequeña historia -propaganda fantástica de una compañía de seguros tailandesa, que aún tiene otros vídeos del mismo estilo- es un hombre común, de baja condición, que vive en una casa pequeña y obscura (pero con un minúsculo patio lleno de macetas floridas) hacinada, que no tiene lujos ni vida social, pero que escoge preocuparse y ayudar a los demás (inclusive a un perro que al fin se va a vivir con él) sin esperar nada, pues aquellos a quienes ayuda son igualmente o más necesitados que él, y termina siendo divinamente recompensado por emociones, por el cariño de éstos, a los cuales no sólo ayuda sino que también inspira con su ejemplo.
    Cuando terminé de ver el vídeo -que mi hija descubrió en Youtube- estaba con los ojos llenos de lágrimas y el corazón tan repleto de una indescriptible certeza, de una alegría y una total sensación de la presencia de Dios no sólo en mi propia vida sino en la de todo y todos, que mal conseguí pronunciar palabra... Porque es así que se debe actuar, es esa la verdadera recompensa, la real y duradera felicidad y paz. Eso es cumplir nuestra misión. Es de esta manera que el mundo realmente puede transformarse en algo mejor. Me vi fielmente reflejada en aquel hombre y me di cuenta de que no estoy sola en mi cruzada, que no estoy equivocada, que no es ingenuo ni inútil, que es lo correcto y, sobre todo, que funciona.
   Desde lo más profundo de mi corazón impactado le agradecí a Dios esta señal, este delicado mensaje que me confirmaba que lo que trato de vivir cada día está bien, que vale la pena y que da frutos, mismo que yo no los vea. Es vital ser bueno, sentirse bueno y actuar como tal, no importa lo que los demás piensen o hagan. Es saludable no sólo para aquellos a quienes ayudamos, sino para nosotros mismos, pues las expresiones de amor que recibimos de vuelta son mejores que cualquier premio, prestigio, fama o poder, porque ellas no se agotan, no se gastan y sólo aumentan nuestro bienestar físico, psicológico y espiritual.
    Si pudiera, enviaría una carta a esta empresa de seguros y a la agencia que hizo estas propagandas excepcionales para contarles cómo tocaron mi corazón, iluminaron mi vida con la certeza de la bondad desinteresada y agradecerles por promover todo esto y mostrar que en todas partes cualquier persona puede hacer el bien y empezar a cambiar el mundo.
    Ahora estoy más convencida todavía de que existe mucha gente idealista y con buenas intenciones en este mundo. Inclusive en las agencias de publicidad. ¿Me van a replicar que es sólo marketing?... No importa, lo que vale es el mensaje que están entregando, entonces, ¡Felicitaciones!

sábado, 14 de março de 2015

"¡Por favor, mírennos a los ojos!"

    Antes de que se me olvide, mañana voy a postar los cuentos cortos que envié para el concurso "Santiago en 100 palabras". No sé si voy a conseguir siquiera una mención honrosa, pero es un buen entrenamiento y lo deja a uno con un qué de suspenso y expectativa positiva durante algún tiempo. Creo que es una buena época para empezar a buscar concursos de cuento y mandar los que ya tengo para ver cómo me va. La mayoría ya los he publicado aquí, en pazaldunate-historias.blogspot.com, pero pretendo ponerme a trabajar para crear nuevos y así tener más material para enviar a la mayor cantidad de concursos que pueda. Voy a empezar por Santiago, después, por las provincias y después, quién sabe, en el exterior, pues sé que hay concursos en otros países que piden textos en español... No pierdo nada con tratar, ¿no es verdad?... No es cosa de vida o muerte -porque mi hija me hizo entender que no tengo que ponerme a producir cualquier cosa como loca sólo porque me siento culpable de no estar "haciendo nada" profesionalmente. A final de cuentas, trabajé mucho por 23 años en una fundación cultural que demandaba un esfuerzo creativo constante y me merezco estas "vacaciones". Pero ya saben, cuando uno está muy acostumbrada a trabajar en exceso, se demora un poco para adaptarse al "ocio" rsrsrs- entonces pretendo tomármelo con calma, porque no quiero que escribir pase a ser algo estresante... Y así que tenga alguno nuevo, lo publico aquí primero.
    Y aquí va la crónica de la semana, con mucha calma y placer, como debe ser.

    Médico de ciudad grande parece que sufre de un mal endémico: le importan un pepino sus pacientes. Puede ser porque atiende a demasiada gente, porque gana mal, porque prefiere su consultorio privado o porque, realmente, le da lo mismo. No crea lazos, no da confianza, no tiene tiempo ni paciencia para escuchar al enfermo, no comparte nada con él a no ser la receta, la medida de presión y el resultado de los exámenes. Mantiene siempre una amable distancia -y a veces ni tan amable- durante la consulta, sonríe poco, no te mira a la cara, su hablar es distraído y lejano, y si la cosa no tiene que ver con su especialidad, entonces la indiferencia es peor. ¡Parece que uno está hablando con la pared!... ¡Ay, qué nostalgia de aquellos doctores de antes, que venían a tu casa y conocían a toda la familia! (médicos de cabecera, se les llamaba) O entonces de esos otros de ciudad pequeña, que son amigos de todo el mundo y se disponen a escuchar y a aconsejar de verdad... En las capitales construyen centros de atención médica demasiado grandes, pensando que atender a una mayor cantidad de personas en un mismo lugar hará que las cosas funcionaran de manera más eficiente, pero en realidad lo único que consiguen es sobrecargar a los médicos y obligarlos a marcar el tiempo de atención para cada paciente como si se tratara de la cola del banco. Ahí, uno ya llega amedrentado, disminuido, porque sabe que el doctor sólo va a tener algunos minutos para ocuparse sólo de lo que aflige al cuerpo. Todo el resto tendrá que ser dejado de lado, sacrificado en nombre de unas estadísticas que hay que cumplir. Mas el paciente tiene un corazón, una historia que a veces necesita ser contada porque forma parte de su enfermedad.
    Yo sufro con este tipo de esquema porque soy una persona extremadamente empática y necesito entrar en contacto, en algún tipo de intimidad para sentirme segura y relajada, bien recibida, y me quedo generalmente muy choqueada con este nuevo comportamiento de estos nuevos doctores...
    Por eso les pido: ¡Por favor, doctores, mírennos a los ojos, sonríannos, tómennos de la mano y dígannos que estarán allí cuando los necesitemos! ¡Dennos a entender que no somos solamente una ficha con un número y que se acuerdan de nuestra cara!... Vayan un poco más allá en el tiempo y el diagnóstico y verán cómo sus pacientes se mejoran mucho más rápido.

sábado, 7 de março de 2015

"Distraído"

    Bueno, si las cosas salen como esperamos y a mi hija la pasan para que trabaje durante la semana en el canal de televisión y no más solamente los fines de semana y feriados voy a tener que acostumbrarme a pasar mucho tiempo sola en el departamento, acompañada solamente por las perritas... ¿Es algún tipo de entrenamiento para el futuro?... Tal vez, porque los hijos se van y uno tiene que aceptarlo y empezar a llevar un nuevo tipo de vida. Bueno, es positivo que acontezcan cambios en nuestra existencia, sino sería una completa lata, ¿no es verdad?... Menos mal que tengo un mundo propio e independiente en el cual realizar cosas, no estoy pegada a las faldas de mi hija, entonces creo que no será tan malo. La cosa es acostumbrarse y no parar porque los hijos se van. ¡La vida continúa, siempre, y hay que celebrarla!

    Es divertido darse cuenta de cómo uno vive distraído. Generalmente anda por la calle acelerado, medio volado, como si la prisa y la indiferencia de los demás fuera contagiosa, como si fuera algún tipo de obligación que anduviéramos por ahí como zombies o robots, sin darnos cuenta de nada. Podemos pasar mil veces por un lugar y nunca darnos cuenta de sus detalles (de qué color está pintado, cómo es la puerta, si tiene escalera o plantas, cortinas, balcones...) porque estamos avocados a nuestro propósito primario, el que nos lleva a salir y desplazarnos hacia otro lugar, y parece que no tenemos espacio ni tiempo para nada más... Y hablo de esto porque acabó de pasarme.
    Vivo aquí hace un año meses y ya me conozco el barrio y todos sus encantos bastante bien. Me encanta salir por ahí y disfrutar de su arquitectura patrimonial al lado de la moderna, de su gente, sus plazas, su movimiento, sus rutinas. Conozco sus rincones y características, sus sonidos y olores... Bueno, eso creía yo. Porque el otro día, ya al final del paseo con las perritas, bastante cansadas, pasamos delante de la puerta de entrada de un edificio que en el primer piso está lleno de tiendas de máquinas de coser y bazares y cuya entrada es una modesta puerta de madera trabajada con dibujos presuntamente orientales, a través de la cual se divisa el pequeño mesón del conserje y una alfombra con un par de sillones viejos... En ese momento, la bonita y algo exótica puerta se abrió y salieron dos personas -a quienes ya había visto antes- al mismo tiempo en que escuché el chirrido de una ventana abriéndose encima de mí. Levanté la cabeza y me encontré con el torso de un joven que se asomaba a la calle mientras fumaba. Una cortina color salmón ondeaba a su espalda y las hojas de una planta se asomaban en una esquina de la ventana. Admito que en el primer momento me sorprendió mucho verlo allí encima, pues mi consciencia de ese edificio sólo llegaba hasta hasta la entrada y su puerta exótica y las tiendas de máquinas de coser, pero de repente me di cuenta de que aquellas personas que salían de él y el joven en la ventana efectivamente vivían allí. Había un segundo, tercer, cuarto y quinto pisos con departamentos en los cuales residían familias, jubilados, estudiantes, solteros, extranjeros... ¡Vivía gente allá arriba!... Levanté la vista, alejándome un tanto, y entonces empecé a ver cortinas, maceteros, cuadros, estantes y lámparas a través de las ventanas abiertas; cada una de ellas con su personalidad: vidrios sucios, parchados, limpios, con auto adhesivos, persianas, móviles. Paré (y las perras lo agradecieron, ciertamente) y me quedé un largo rato mirando hacia arriba, tomando consciencia de ese nuevo universo que hasta entonces ignorara, mismo corriendo riesgo de ser acusada de acosadora o de provocar algún pequeño tumulto debido a la curiosidad que podrían sentir los que pasaban con respecto a qué era lo que yo tanto miraba. Pero es que me sentía totalmente fascinada, pues estaba dándome cuenta de que siempre existe un entorno alrededor de nuestros lugares conocidos (panadería, farmacia, mercado, consultorio) y nuestras acciones. En todo existe un "todo" que no podemos ignorar, pues forma parte de la historia que estamos viviendo y presenciando. Por más individualistas que queramos o pretendamos ser, construimos las cosas  de tal forma que terminamos todos conectados y nos tornamos inseparables.
    Irónico, ¿no?...