domingo, 25 de dezembro de 2016

"Un rayo de luz"

    Día perezoso, sobre todo después de aguantar una fiestecita en el edificio del frente que fue hasta las cinco y media de la mañana... ¡Imagínense el escándalo que tenían, para que nosotras pudiéramos escucharlo desde aquí!... Y ni siquiera era año nuevo, cuando uno se espera una cosa así. Ya nos estamos preparando para la celebración de esta gente sin noción en el año nuevo. Creo que, o nos compramos unos tapones para los oídos o llamamos a la policía para que acabe con el alboroto y la gritería, porque sinceramente no quiero empezar el año andando por ahí como una zombi, que es como estoy hoy día... ¡Me voy a pegar la mejor siesta del mundo después de almuerzo!
    En todo caso, y antes de que me duerma en cualquier parte, les deseo una feliz navidad y ya me pongo a publicar la crónica de la semana.



    Abrí los ojos y no podía creérlo: pleno verano y el cielo estaba cubierto de nubes grises, como si una lluvia se avecinara... ¡Puchas, "El niño" estaba realmente haciendo de las suyas!... Salir temprano de la cama ya no es fácil, ahora, sinceramente, con un cielo así, dan ganas de darse vuelta y seguir durmiendo... Me quedé tendida allí, desanimada, mirando por el ventanal con ojos tan turbios y grises como el cielo, pensando, irritada, que aquello era un verano que nadie merecía. ¿Dónde estaban los amaneceres radiantes, el firmamento limpio, el sol iluminando el paisaje?...
    Sin embargo, pocos minutos después, éste empezó  a aparecer detrás de la cordillera y, para sorpresa y deleite mío, su luz comenzó a clarear el cielo que, mismo lleno de nubes, fue tomando ese tono azul, pasando del gris a un reflejo diáfano que pareció encender la ciudad bajo él. Con una sonrisa de agrado, me senté en la cama y ya sentí un nuevo ánimo tomando cuenta de mí. ¡Entonces, no estaba tan gris y amenazador como parecía!... Fue sólo aparecer la luz del sol que todo se transformó, inclusive en mi corazón.
    Entonces, se me ocurrió que así también sucede en nuestras vidas. A veces todo parece obscuro y amenazante, sin salida, pero basta encontrar -o crear- un rayo de luz para que todo el paisaje se transforme y nos llene de coraje, esperanza y nuevas fuerzas. La luz puede venir de nosotros mismos, de otros, de nuestra fe o nuestra creatividad, no importa, lo que no podemos olvidar es que está allí, siempre. Basta buscarla, llamarla, difundirla, y ella se hará presente para mostrarnos la verdad y guiarnos en nuestra caminada.

domingo, 18 de dezembro de 2016

"Nada existe fuera de este instante"

    Todavía luchando para encontrar serenidad, tiempo e inspiración entre las correrías médicas y de las fiestas de fin de año para sentarme a escribir esos cuentos  -y créanme que yo misma soy la que más me cobro- aquí estoy, con un domingo bastante libre para ver si lo consigo. Mi hija hoy tomó la maravillosa iniciativa de hacer el almuerzo, entonces tengo bastante tiempo para tratar de hacer algo... Vamos a ver... En todo caso, ¡ideas no me faltan!...



    ¡Por Dios, cómo es difícil situarse concientemente en el presente, en el "aquí, ahora" de verdad!... La mente tiene esa compulsión casi incontrolable de escaparse hacia el pasado o el futuro, y nos roba sin compasión ni remordimiento el  goce único e irrepetible del presente y todos los tesoros y enseñanzas que contiene. Mantenerse en el presente es una lucha constante y con frecuencia perdida, porque parece que no somos capaces de evitar preocuparnos con un futuro que no llegó, planearlo mil veces, pesar todos los riesgos y desventajas, todas las posibilidades de fracaso o éxito, cuánto demorará, si les gustará a todos. Así como tampoco conseguimos dejar de estar recordando problemas y conflictos del pasado -y trayéndolos al presente- peleas, fracasos, remordimientos o épocas de felicidad y paz que ya se fueron... Pero cuando obtenemos una pequeña y breve victoria y nos situamos en el "aquí, agora", la conciencia, la libertad y la serenidad, el equilibrio que nos invaden delante de esta percepción del presente son impagables. No tenemos que controlar ni planear nada, pues nada existe fuera este instante, este segundo. Todo está aquí, ahora, no necesitamos nada más. Esta, y no otra, es la realidad. El resto se fue o no ha llegado, entonces carece de importancia, pues nuestra existencia se reduce a este "aquí, ahora"... No quiero decir que hay que vivir sin estructuras, sueños, planes o cuidados, pero tampoco podemos escapar del momento presente para existir solamente en el pasado o en el futuro.
    Por experiencia propia les digo: estado casi impensable para mí, que muero por controlar y planear todo. Pero les aseguro que las pocas veces que conseguí llegar a esta conciencia, me hicieron sentirme tan bien que estoy dispuesta a abrir mano de tanto control y trabajar para tener más de estos momentos, hasta poder llegar a vivir el mayor tiempo posible así, hasta que se vuelva natural.

domingo, 11 de dezembro de 2016

"No sé rezar"

    En realidad, no es muy bueno prometer cosas si no se tiene la certeza de que se pueden cumplir, pero uno es así, llena de buenos deseos y entusiasmo, sólo que a veces las circunstancias le salen al paso y la promesa queda para un poco después... Y eso fue lo que me pasó con los cuentos que había prometido para este fin de semana. Durante el viaje de mi hija a méjico -que acabó tornándose una verdadera odisea que me dejó muy estresada y sin ninguna inspiración- surgieron tantos imprevistos que mal paré en casa y, a pesar de que en realidad no necesitaría que ella fuera a viajar para sentarme a escribir porque, en realidad, cuando ella está aquí tampoco la veo durante el día, sino solamente en la mañana y en la noche y los fines de semana, entonces que ella esté o no esté en el país no tiene nada que ver con que yo escriba o no. Esto es un problema mío: el de estar a menudo buscando -y encontrando- disculpas para no hacer cosas que me dan placer... Pero ya estoy resolviéndolo con la ayuda de mi maravillosa psicóloga brasilera vía skype... Nada como alguien amigo e imparcial para ayudarte en estas encrucijadas y conflictos, mismo a 4 mil kilómetros de distancia. Es algo que, realmente, no tiene precio, porque ella es excepcional...
    Entonces, sin prometerles nada de nuevo, tal vez esta semana que viene -a pesar de los últimos tres días de tratamiento de kinesiología que tengo, y que hago justamente en mi hora más productiva: la mañana- realmente tenga cuentos nuevos. Mi hojita de anotaciones ya está más que llena, entonces creo que no puedo -ni debo- dejar escapar estas inspiraciones. Sería un pecado.



    Yo creo que no sé rezar. No consigo concentrarme cuando lo intento, ser coherente, inspirada, objetiva. Estoy hablando de una cosa y se me vienen mil más a la mente, inclusive las más domésticas y banales, se me enredan las palabras, se me confunden las intenciones. Creo que mi "estilo" para orar es más como una conversación informal con un amigo, pues no soy capaz de expresarme con frases elevadas o arranques de amor y gratitud, por más que me sienta invadida por estos sentimientos profundamente cada vez que siento la presencia de Dios en mi vida. Mi negocio es hablar directamente, escribir (que me ha resultado lo más efectivo) o simplemente dejar -y confiar en que El lo haga- que Dios lea mi corazón y me conceda lo que necesito... ¿Eso es ser demasiado confianzuda, floja, ingenua?... Porque es como si yo ya diera por sentado que en algún momento voy a ser atendida en aquello que realmente necesito, lo que significa que ni todo lo que pido me será dado, ya que muchas veces uno quiere algo pensando que lo necesita o que será bueno y en realidad no es así. Estas son las cosas que Dios sabe y uno no.
    Sé que El ve, escucha y siente todo respecto a nosotros y probablemente está enterado de lo que me sucede y actúa según su sabiduría y misericordia, siempre para nuestro bien, como lo ha hecho en estos últimos tiempos, en los cuales he sentido como nunca Su presencia en las pruebas y al mismo tiempo en el apoyo, el consuelo y el paulatino e persistente éxito... 
    Pero de todas maneras, a veces me gustaría poder rezar mejor...

sábado, 3 de dezembro de 2016

"Todo está en nuestras manos"

    Bueno, creo que la semana que viene van a haber más cuentos porque como voy a estar tres días sola en el apé -mi hija va a méjico hacer un reportaje sobre una película- creo que voy a tener mucho tiempo libre para sentarme a escribir...¡e ideas no me faltan! Tengo una hoja llena de ellas, entonces, con certeza habrá nuevos cuentos el próximo fin de semana... Ya hoy seré muy breve, pero creo que esta brevedad no le restará importancia al texto. A veces es bueno ser "corta y grosera", como se dice en Brasil, si no, el mensaje no llega y las personas no reaccionan.


    Llego a la conclusión de que, a pesar de la misericordia, el amor y la interferencia de Dios, somos nosotros los absolutos responsables de lo que nos sucede. Existen los milagros, es verdad, aquellos que nos dejan maravillados, pero en buena parte de los otros, esos más pequeños, los de cada día, buena parte ellos tiene que ver con nuestro comportamiento. Somos nosotros los que los hacemos posibles cuando estamos conectados con lo que Dios coloca a nuestro alrededor... Ciertamente, tenemos la libertad -pero desgraciadamente no siempre la sabiduría- para escoger entre la vida y la muerte, la felicidad y la desgracia, la prosperidad y el fracaso, la compasión y el odio. Todo está en nuestras manos. Y creo que no podemos usar la disculpa de no saber lo que es cierto o errado cada vez que nos va mal. Todos sabemos perfectamente, mismo dentro de su extensa diversidad, cuando estamos actuando equivocadamente (a no ser que estemos enfermos) y las consecuencias que esto podría llegar a tener. A veces reaccionamos y cambiamos, tomamos otro camino, conseguimos rectificar el error y llegar a buen término. Puede ser que nos demoremos o seamos algo resistentes -por orgullo o falta de fe- pero si somos capaces de darnos cuenta, aceptar y cambiar nuestro comportamiento hacia lo positivo y correcto, ese esfuerzo con certeza valdrá la pena.

domingo, 27 de novembro de 2016

"Es una vergüenza"


    Descubrí que todo el esquema del blogger dio una cambiada y estoy medio enredada con la novedad, pero aquí estoy, tratando de arreglármelas... Vamos a ver lo que sucede...  Imagínense, para mí ya es complicado manejar estas cosas de computador, entonces cuando cambia, justo cuando uno se acostumbró, ¡es un tropiezo y tanto!... ¡Pero vamos, que se puede! La cosa es que ustedes lo puedan leer...


    Es divertido cómo podemos ser tan contradictorios. Reclamamos hasta por los codos cuando tenemos que hacer algunas cosas como lavar ropa, ir al mercado, hacer aseo o dar una vuelta con las mascotas, sin darnos cuenta de que, sí, podemos hacer todo esto y mucho más, y de que esto no es un castigo o una maldición sino un privilegio. Porque, efectivamente, PODEMOS HACERLO... Es increíble, reclamamos porque podemos. ¿Y qué? ¿Acaso preferiríamos no poder? ¿Estar presos en una cama, en una silla de ruedas, víctimas de alguna enfermedad degenerativa y terminal?... No apreciamos ni nos sentimos agradecidos por el hecho de ser capaces de lavar ropa, ir al mercado o salir a pasear y disfrutar el paisaje con nuestras mascotas. Porque hay mucha gente que no puede. Y a pesar de esto se sienten mucho más contentas y gratas que nosotros, que a todas las ventajas y posibilidades les encontramos un problema.
    Tenemos que aprender a darnos cuenta, a tener consciencia de lo afortunados que somos, de las innumerables posibilidades que tenemos. Precisamos aprender a sentirnos felices por todo lo que podemos hacer, porque podemos hacerlo, porque tenemos la oportunidad de escoger. Podemos darnos ese lujo. Tenemos mucho. En realidad, lo tenemos todo y mismo así necesitamos el ejemplo de aquellos que lo han perdido casi todo para tragarnos nuestras quejas y empezar a agradecer y disfrutar lo que tenemos.
    Realmente, es una vergüenza.

domingo, 20 de novembro de 2016

"Mi camino"

    Hoy hay más cuentos, finalmente, porque junto con el control, la seguridad, la serenidad y el equilibrio que se afirman lentamente en mi vida, la inspiración vuelve, rápida y clara y, a pesar de que aún hay algunas batallas para ser libradas, creo que esta ya está ganada, gracias a Dios... Entonces, aprovechando que el departamento aún está silencioso (mi hija duerme hasta más tarde hoy) y el clima agradablemente fresco, ya me siento aquí antes de ponerme a hacer cualquier otra cosa como picar tomate y freír cebolla, y publico lo que prometí. ¡Espero que lo disfruten!... Vayan a pazaldunate-historias.blogspot.com y tengan algunos momentos de lectura agradable.




    Estaba acordándome del primer -y único- concurso de cuentos en el que obtuve un premio: (bueno, tal vez si participase más tendría más chances de ganar algo más) Mención honrosa con derecho a publicación en el libro del concurso. Y ahora veo que fue, realmente, una especie de crónica, o por lo menos un temprano ensayo de una. Se trataba de la historia del funeral de mi abuelo materno y del dolor callado, profundo y humilde de un hombre que había trabajado para él durante muchos años. No recuerdo si aquella fue la primera vez en que conseguí identificarme tan profundamente con alguien a mi alrededor, pero sí me acuerdo que todo lo demás del sepelio se desvaneció cuando lo vi a él y su expresión de inconsolable e inmensa pena cargando el ataúd a la salida de la iglesia de Melipilla... Entonces me pregunto: ¿será que fue allí el despertar de este don de identificarme con las personas y sus historias que tengo hasta hoy?... Y como es la única vez que he ganado algo escribiendo, ahora pienso: ¿sería eso una señal?... Lo escribí con tanto sentimiento, casi sin fantasear, y recuerdo haberme sentido profundamente realizada cuando lo terminé y envié. En aquella época yo era totalmente adepta a la creatividad alejada de la realidad, a la invención -sin saber que, mismo lo que se inventa contiene partes de nuestra verdad- porque pensaba que escribir para el público era eso. Otra cosa no les agradaría o interesaría... Y me veo hoy, sólo buscando y encontrando -recibiendo- material para mis cuentos y crónicas tan sólo de la vida real, de las personas y situaciones que descubro a mi alrededor. No me imagino inventando personajes e historias como lo hacía en mi adolescencia. Tal vez esto se deba a que estos encuentros con la realidad son los que me han traído las lecciones, experiencias y las recompensas que me han hecho madurar, me han dado respuestas, revelaciones, me han ayudado a tener más fe, optimismo y equilibrio. Han sido como una base para mi formación y por eso tal vez quiero tanto divulgarlas, ya que, si me sirvieron a mí, pueden servirle a otros.
    En ese momento percibí algo diferente con respecto al acto de escribir, de transmitir, pero me llevó un buen tiempo darme cuenta de verdad de cuál era mi camino en el mundo del papel y las palabras.

domingo, 13 de novembro de 2016

"Quedarse callado"

    Finalmente, los días de tempestad empiezan a ser menos frecuentes y más suaves, lo que significa que puedo empezar a concentrarme en otras cosas, como por ejemplo... ¡volver a escribir cuentos!... La felicidad, el equilibrio y el control van tomando cuenta y así, inmediatamente, la inspiración reaparece sabrosa, despierta, conectada, desbordada... ¡Y es una de las mejores sensaciones del mundo! No importa si hoy está frío y mañana nos vamos a asar, si me duele el brazo, si hay paro de los empleados públicos y la ciudad ya empieza a parecer un basural, si la plata está muy corta o me perdí el último capítulo de la novela y mi radio preferida está fuera del aire... Si tengo la inspiración para sentarme aquí y escribir lo que sea, para mí es suficiente. Gano cada día que consigo traducir a palabras lo que aparece en mi mente al mirar a mi alrededor, porque es así que interactúo con el mundo en el que vivo, descubriéndolo y llevándoselo a ustedes cada fin de semana. Es así que aprendo mis lecciones y me doy cuenta de lo maravillosa que es la vida en toda su diversidad trágica, alegre, valiente, milagrosa... Entonces, ¡la semana que viene hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!.



    Decir las cosas, poner para afuera, expresar con palabras -habladas o escritas, compartidas o para uno mismo- desahogarse, sacar de nuestro corazón y nuestra mente esos sentimientos y pensamientos que a veces pueden hacernos tan mal si viven en el silencio. No es saludable quedarse callado. Es bueno y puede aclararnos mucho un problema si lo escuchamos o leemos, si lo conversamos, porque es como tener otro punto de vista, una mirada más fresca, otras posibilidades. Al exponer lo más honestamente posible lo que nos aflige parece que nuestra percepción y capacidad de análisis mejoran y podemos terminar encontrando soluciones inesperadas o percibir algo que estaba justo a nuestra frente y no conseguíamos ver. Nuestra mente tiene mil subterfugios y pistas para apuntarnos nuestros conflictos, y a veces hasta se alía a nuestro cuerpo para hacerse escuchar y ser tendida. Por eso debemos prestar atención, tener coraje y admitir estos problemas, exponerlos y enfrentarlos para lidiar con ellos y así mejorar nuestra calidad de vida. Nada peor que un secreto negativo dando vueltas y asomándose sin aviso en nuestra vida.
    Yo no sé si algún día aún voy  a ganar algún dinero escribiendo, un premio o un empleo, pero de lo que sí tengo absoluta certeza es que escribir ha sido mi salvación psicológica, espiritual y hasta física en innumerables ocasiones, por lo que se ha convertido en mucho más que un hobby, un talento o la esperanza de reconocimiento. Es una necesidad, una rutina vital para mi equilibrio emocional y físico, para mantener mi conexión y empatía con el mundo y las personas. No puedo dejar de escribir, de desahogarme en palabras sobre un papel (porque yo escribo todos mis originales en cuadernos, por más jurásico que pueda parecer. La conexión entre la mano, el lápiz y la hoja en banco es casi mágica) porque solamente así me encuentro a mí misma y soy capaz de resolver -o por lo menos lidiar- mis conflictos, dudas, inseguridades, pérdidas y frustraciones, así como celebrar mis victorias y descubrimientos, las lecciones que aprendo y la presencia divina en cada paso que doy. Siempre que escribo sobre lo que me acongoja, acabo encontrando alguna respuesta, una salida o, por lo menos, algo de paz y consuelo hasta llegar a la solución del problema.
    Por eso, guardarse las cosas, para mí -y lo afirmo por experiencia propia- es casi un suicidio. Y supongo que esto debe valer para todos, pues hay miles de personas enfermas e infelices, que no viven ni prosperan por mantener calladas esas voces y esas imágenes que, quien sabe bajo la luz del exterior, se esfumarían como fantasmas. El secreto nos roba la energía, la paz, la creatividad, el equilibrio... Y realmente, por ese precio no vale la pena quedarse callado.

domingo, 6 de novembro de 2016

"Comida

    Bueno, y ahora sí que parece que el calor llegó para quedarse y vamos a poder guardar definitivamente las ropas de invierno y las frazadas y colchas... ¡Ya era hora!... Me encanta despertar con ese cielo azul y la cordillera lila dibujada en el horizonte de la ventana de mi cuarto. Me dan ganas de saltar de la cama y salir luego a las calles a respirar ese aire frío -mismo contaminado- que hay en las mañanas, esa frescura, ese aroma a renovación, a fuerza y optimismo. Nada como un amanecer soleado para levantar el espíritu de cualquiera, no importa si después hace mucho calor. Para eso tenemos abanicos, ventiladores, la sombra de los árboles, aire acondicionado, ropa liviana y muuuuucha agua... Y después, cuando el sol se esconde, la frescura vuelve y se duerme como un bebé. ¿Puedo desear algo mejor?...


    Sentada en la mesa de un restaurante o una fuente de soda, a veces sólo deteniéndose por algunos momentos delante de la vitrina de una sala -lujosa o modesta- llena de mesas con gente comiendo, se puede adivinar mucha cosa sobre esos comensales.
    Hay los que comen despacio, disfrutando cada bocado, concentrados en el sabor, la textura, los colores, la presentación. Otros se fijan en el local, en los garzones, los otros clientes, los transeúntes, el tráfico allá afuera, como si estuvieran a salvo de algo desagradable, como si fueran muy afortunados por estar allí dentro... Algunos comen aburridos, como que por obligación, otros con verdadero hambre, no pierden una migaja, una gota de salsa, un trago de jugo, ni una hilacha de carne pegada al hueso o al tenedor. Unos pocos comen inclinados sobre el plato, como protegiéndolo de la envidia o el deseo de los otros, lanzando miradas desconfiadas a su alrededor. No faltan los que casi usan el celular como plato o cuchara, tan absortos y distraídos están enviando o recibiendo mensajes, importantes o banales. También hay aquellos asquentos que examinan cien veces el plato, el mantel, los cubiertos y vasos, el pan y la mantequilla y sólo pellizcan un poco de comida, sólo para no ofender al que lo invitó o al dueño del local... Pero también hay gente que come feliz y agradecida, con una sonrisa en la cara. Hay otra que se lleva la cuchara a la boca con rabia, con resentimiento y despecho, porque preferirían estar comiendo otra cosa en otro lugar. También hay quien come angustiado, apurado, con culpa por no estar haciendo algo más "útil". Unos se tragan sus deudas, sus frustraciones, su soledad, mastican las injusticias, las despedidas, o entonces los proyectos, los encuentros, los éxitos y los fracasos...
    Así, la comida del plato no alimenta sólo el cuerpo, mas también revela el alma del que come. Lo que somos se refleja en todo, inclusive en la forma y en lo que comemos, sin duda. Por eso hay que sentarse a la mesa feliz, relajado, agradecido, optimista, para que junto con la cazuela, el asado, los porotos, los tallarines o la ensalada de fruta, el omelette de champiñones o el ciervo con salsa de ostiones, también nos comamos la esperanza, la alegría, la salud, el valor, la compasión y la generosidad que puede alimentar a este mundo y hacerlo mejor.

domingo, 30 de outubro de 2016

"Fraternidad"

    Y casi, casi se me pasa... Como tenemos este feriado tan largo -¡cuatro días enteros!- y tuve que cambiar el día de ir a la vega y al mercado, estaba convencida de que hoy era sábado y que sólo mañana iría a publicar la crónica. Menos mal que mi amiga radio me avisó que HOY es domingo, entonces vine corriendo a sentarme para escribir y postearla antes de que se haga más tarde... Realmente, tanto feriado puede despistarla a uno...


    Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que, en mis recorridos diarios por distintos lugares, acabo acompañando sin querer pequeñas historias, capítulos de las vidas de aquellos con quienes cruzo cada día. En cada encuentro o en las breves palabras que intercambiamos descubro otro pedazo de ellas y me envuelvo un poco más en sus experiencias, lo que hace mis salidas a la calle realmente una aventura fascinante... ¿Consiguió el empleo? ¿Se mejoró su mamá?... Compró zapatos nuevos. Le agregó una mejora a su local de trabajo... Nació su hijo. Está de novia. Le subieron el sueldo. Las deudas se acumulan... Y a veces ni es necesario hablar, porque al verlos todos los días se puede aventurar una historia...
     Parece que, prestando atención podríamos mismo adivinar el transcurso de los acontecimientos de todos aquellos que encontramos a diario. Y realmente no haría falta hablar, preguntar, bastaría con conectarse, aprender a observar e interpretar... Y es tan gratificante, tan cálido sentir que, de alguna forma, hacemos parte de la existencia de los otros, que verdaderamente existe un lazo, una especie de fraternidad universal, cosas comunes a todos, que podemos entender y compartir. Ponerse en el lugar del otro en todo tipo de situaciones es lo que nos volverá más compasivos y tolerantes, más sabios y humildes, más humanos.

domingo, 23 de outubro de 2016

"Tejados"

    Día de votación por aquí, entonces si los domingos ya son parados ¡hoy está simplemente muerto!... Nunca vi una ciudad cambiar tanto del viernes para el sábado y el domingo. Aquí no aprovechan que las personas están libres para mantener restaurantes, tiendas -a no ser los retails- heladerías o fuentes de soda y cafeterías abiertos y ganar una platita extra. No, aquí todos se van a casa y la ciudad queda desconcertantemente abandonada y silenciosa. No es que no me guste este cambio, porque se puede andar por las calles sin darse encontrones con un millón de personas y disfrutar de un inusual y agradable silencio. Se pueden ver mejor los edificios -y por aquí hay unos preciosos, históricos- los parques, las calles, se escucha el canto de los zorzales, chincoles  y tordos... Es otra ciudad, realmente. Pero me gusta este "descanso", esta parada casi total de los fines de semana porque sé que el lunes la furia, la prisa, el barullo ensordecedor y las multitudes volverán a adueñarse de todo, entonces hay que aprovechar esta especie de limbo en el cual quedamos los sábados, domingos y feriados para reponer fuerzas y enfrentar la semana que se avecina.
    Y aprovechando esta paz más profunda y el frescor del día que, infelizmente está empezando a nublarse, aquí va la crónica de esta semana. Mi hija tuvo que ir a trabajar (es reportera y TODOS los reporteros del país están trabajando hoy, sin hora de salida), entonces el silencio es total, a no ser por mi querida compañera de todas las horas: la radio...



    A veces, en las series de televisión nacionales muestran tomadas aéreas de las calles y barrios donde supuestamente viven los protagonistas, y entonces se pueden ver los tejados de las casas o los edificios... Yo nunca lo había notado, pero estos techos -de los más  variados colores, materiales y formas- pueden decirnos mucho acerca de los que viven bajo su amparo. Algunos son claro y ordenados, de tejas elegantes, limpios y alegres. Otros ostentan tejas antiguas, percudidas por la intemperie, cruzados por cables y llenos de hojas y ramas, nidos apelmazados y moho verde y resbaladizo. En las periferias y poblaciones los tejados son de zinc, de madera, a veces sólo una loza de concreto, llenos de parches y basura: pelotas desinfladas, zapatos, restos de volantines, juguetes, cajones, antenas quebradas, maceteros salvajes que cubren la mugre y se descuelgan por los aleros carcomidos. Mirado desde arriba, el patio desordenado y repleto de desperdicios se confunde con el tejado, como si no hubiera un plano vertical que los separara... Aguzando la percepción y la imaginación delante de estas imágenes, se puede elucubrar sobre la vida sosegada y próspera bajo los techos limpios y claros, y el tumulto, las privaciones y la violencia bajo esos otros de zinc, de cholguán, pedazos de madera, tejas casi podridas y a veces hasta lonas o plásticos negros. Son como los pensamientos y sentimientos de la propia casa, como si contara su historia a los cielos, no con muchas esperanza de ser escuchada...

domingo, 16 de outubro de 2016

"Historias interminables"

    Estaba viendo el otro día en la tele una película antigua llamada "El todopoderoso", en la cual un ejecutivo es llevado por el propio Dios, a través de incidentes y señales bastante divertidos, a construir una arca para salvar a los animales de un nuevo supuesto diluvio, y en una parte, cuando la familia está casi deshaciéndose por todos los cambios que el protagonista está sufriendo y por el ridículo que parece estar haciendo con la cuestión del arca, Dios -interpretado por el genial Morgan Freeman- disfrazado de empleado de una fuente de soda, se aproxima a la esposa y tiene una pequeña y iluminadora conversación con ella, que termina así: "Usted cree que si le pide a Dios que le dé paciencia, valor o creatividad El se la va a dar así? (chasquea los dedos) O será que lo que le va a dar es la oportunidad de practicar  la paciencia, el valor y la creatividad?..." Lo encontré genial, porque uno siempre pide milagros instantáneos, sin pensar que para obtener uno hay que participar, hay que aprender y crecer, volverse más sabio y equilibrado, si no, ¿de qué valen? Uno agradece, pero no les da todo su real valor... Entonces, ¡vamos a estar atentos a las oportunidades que Dios nos pone por delante y cooperar para que nuestros pedidos se hagan realidad!... Porque esos son los verdaderos milagros, pues hasta los casos desesperados requieren de nuestra participación y fe.
    ¡Bueno, esta casi fue otra crónica!... Es que está lloviendo y el frío volvió este fin de semana, entonces ando bastante inspirada. Todos pensábamos que la primavera ya se estaba instalando y de repente, nos cae un aguacero, nieva en la cordillera y hay que ponerse botas e chombas de nuevo... Bueno, ya dije que la primavera es como una novia rogada, ¿no?... Hay que tenerle paciencia hasta que se decida a dar el "sí" definitivo...


    A veces, cuando me cruzo con las personas en la calle, me pregunto en qué van pensando. Trato de adivinarlo por su expresión, por la forma de caminar, por sus ropas o los objetos que llevan: celular, bolsa, maletín, cartera zurrada o elegante, muleta, papeles, carrito, bicicleta, zapatos viejos y deslustrados... ¿Piensan en lo que salieron a hacer? ¿En la familia, el trabajo, dinero, romance, proyectos? ¡Algunos parecen realmente tan afligidos, tan cargados y desazonados! Ya otros se ven tensos, con la cabeza en otra parte, ausentes del mundo que los rodea. Muchos fuman o hablan al celular, mastican un chicle invisible que jamás consiguen tragarse... Pocos sonríen o se muestran relajados, caminan con calma y disfrutan el entorno... Me encantaría saber si lo que yo supongo que están pensando, sintiendo o viviendo -basado en mi percepción instantánea- está acertado. La diversidad de experiencias es absolutamente fascinante para mí. Las historias son interminables y siempre habrá algo que podamos aprender de ellas.
    Creo que es por eso que cada vez que me siento a escribir estos cuentos cortos -todos producto de mis observaciones y suposiciones, adornados con toques de fantasía- como que dejo de escribir en mi diario, porque ellos equivalen a una confidencia, una lección y una conclusión. Observar es aprender. Escribir es compartir este aprendizaje sin precio.

domingo, 9 de outubro de 2016

"Mis perritas"

    Todavía estoy con esa pila de ideas para escribir nuevos cuentos, pero así como mis intenciones de empezar cada lunes a hacer ejercicio de nuevo, salir a caminar y disfrutar de la mañana temprano, las tengo ahí, esperando... Ando con la cabeza demasiado -y negativamente- ocupada en cosas, síntomas y fantasías que sólo perjudican mi creatividad y mi iniciativa. Menos mal que tengo a mi psicóloga para ayudarme en estos trances tan inútiles como agotadores, entonces, no pierdo la esperanza de que voy a escribir finalmente esos cuentos y voy a volver a salir para caminar en las mañanas para disfrutar el paisaje, el aire fresco y descubrir nuevos personajes e historias para inspirarme, aprender y crecer y compartir todo eso con ustedes... Estas cosas no son fáciles, pero con un poco de rabia, persistencia y optimismo siempre llegamos donde queremos.
    Y confiando en mi fuerza de voluntad, mi inteligencia y coraje, me siento a escribir la crónica de hoy, que trata de alguien entrañable para mí.


    Unos vienen serios, otros conversando ,algunos en pareja, en grupos, otros están sentados en los bancos del paseo con sus teléfonos o tomando un helado, pensativos, soñolientos, esperando algo o a alguien. Son viejos, jóvenes, pobres, ricos, niños, barredores, oficinistas, vendedores... Los hay de todo tipo, a todas horas, todos los días, nada parecidos unos con otros, sin embargo, todos ellos tienen algo en común: se les abre una linda sonrisa cuando se cruzan con mis perritas, mis quiltritas blanco y negro, chiquititas y receptivas a todo y todos. Parece que ellas tienen algo especial que hace que las personas se fijen en ellas e inmediatamente sonrían. Cada cierto tramo de nuestro recorrido alguien es tocado por esta especie de magia y se detiene, hace un comentario, se agacha y las acaricia, las bendice, me pregunta por la raza, los nombres, por su historia. Unos son tímidos, otros amigables, pero todos se sienten súbitamente encantados por las perritas. Pueden estar totalmente concentrados en otra cosa, pero es sólo aproximarse  a nosotros que su actitud cambia súbita y radicalmente, mostrándose absolutamente derretidos por mis dos bellezas peludas.
    Es algo realmente sorprendente y divertido, porque veo un montón de otros perros paseando por la calle y ninguno de ellos produce este efecto en los transeúntes. Este "fenómeno" hace que el paseo de cada tarde termine durando más y me haga conocer un montón de gente interesante por todas las veces que debo detenerme para escuchar elogios y preguntas y para que les hagan cariño... Definitivamente, mis perritas son mi mejor tarjeta de presentación con una buena parte del mundo.

domingo, 2 de outubro de 2016

"Creer"

    Un pequeño problema técnico con mi computador me dejó fuera del aire el fin de semana pasada, pero hoy -y a pesar de este resfriado (¡otro!), que me tiene medianamente podrida- aquí estoy de vuelta, ya con una hoja llena de ideas para nuevos cuentos y con fe en que finalmente los días fríos se van a acabar para que dejemos de andar estornudando y tosiendo por ahí. Son esos cambios bruscos e inesperados de temperatura los que acaban con uno... Pero hoy, aquí, ahora, el sol brilla, el aire está templado y empezando a llenarse de perfumes y mi hija y yo vamos a almorzar afuera, en la terraza de un restaurante cerca del cerro... ¿Quieren algo mejor?... Bueno, tal vez que este resfriado se me pase luego...
    Y aquí va la crónica de la semana, aprovechando al cielo azul y los pájaros revoloteando por todas partes.


    Miro mi vida, me doy cuenta de dónde he llegado, de lo que he conseguido, de la persona en que me he convertido, y me digo que creer ha valido la pena. Sí, ¿por qué no creer?... Creer en ángeles, en encuentros, mensajes, señales, en la intervención divina. ¿Por qué no creer que podemos hablar con nuestro cuerpo, con los animales, con la naturaleza, y que ellos nos escuchan y nos entienden? Hay que creer en amigos, en "coincidencias", en lecciones, en que todo sucede para mejor. ¿Por qué no creer que podemos mover la energía del universo a nuestro favor -o contra nosotros-? ¿Que somos capaces de percibir y participar de lo sobrenatural, que podemos hacer y recibir milagros? Creer en la inocencia, en la pureza, en los planes de Dios. Creer que podemos -y debemos- ser felices, libres, que nuestros sueños pueden realizarse, que merecemos todo lo bueno y que lo "malo" no es un castigo, sino lecciones que necesitamos aprender para alcanzar y comprender la verdadera realización y felicidad.
    Pues creer en todo esto y vivenciarlo plenamente es lo que me ha traído hasta este momento de paz, dicha, realización, juventud (a pesar de los sesenta) y optimismo. Creer es parte de nuestra humanidad, y si no lo hacemos, no importa en qué o quien, nos estará faltando algo que nada podrá reemplazar.

domingo, 18 de setembro de 2016

"El bien hace bien"

    Cumpleaños de la patria y el sol le hace su regalo brillando y entibiando el ambiente desde temprano. ¡Imagino la felicidad de los fonderos y las familias que planearon pasar este día al aire libre compartiendo y divirtiéndose!... Definitivamente va a ser un día sensacional. Y espero que ahora la primavera se instale definitivamente, que nuestras banderas ondeen al viento perfumado y nuestros corazones se entibien y renueven.
    Y con el tentador perfume de las empanadas y la ensalada chilena, aquí va la crónica de esta semana, bien zapateada y llena de sonrisas.


    Tal vez acabé volviéndome "más de lo mismo" -como se dice en Brasil- para la Folha de Londrina (periódico de la región donde yo vivía) que publicaba mis crónicas y por eso no lo han hecho más. Pero, y a pesar de que no es comercial, me doy cuenta de que, en un mundo como el de hoy, breve, desechable y violento, las personas necesitan, justamente por eso mismo, oír, o leer, o ver con frecuencia sobre el bien, el amor, la compasión, la tolerancia, la fe, el perdón, la paz, la posibilidad real de construir un mundo mejor, porque no importa cuán gastados, repetidos, ingenuos o divulgados hayan sido estos conceptos, las personas se olvidan de ellos. El ritmo de vida que llevan no las deja tenerlos como prioridad, les hace difícil practicarlos, sentirlos una necesidad, un deber, algo vital para sus vidas. Todos corren, compiten, traman, se enfrentan y se sienten infelices e insatisfechos sin saber exactamente el motivo. Les falta algo. Les falta ser buenos, desinteresados, leales, caritativos, pacientes, pacíficos. Y sin esto, el ser humano no puede ser feliz, pues está incompleto... Y no es que no posean estas cualidades, es que el stress de la lucha diaria les impide recordarlas y practicarlas.
    Supongo que por esto existen personas como yo, que pueden ser llamadas de majaderas, ingenuas o poco realistas, pero que hacen parte de su vida el deber de recordarle a la gente  que el bien "hace bien", que está en nuestras manos tener una vida mejor, construir un mundo más amable y acogedor a través de pequeñas y poderosas iniciativas. Porque el bien es contagioso, es sólo abrirnos a su presencia, a sus efectos. Los resultados no tardan en aparecer.
    Por eso escribo, ni que sea para unos pocos, para recordarles que son buenos, que pueden ser felices y crecer, compartir, aprender -lo que, de paso, me sirve a mí misma también- Tal vez esa sea realmente la "misión" que siento que tengo como escritora, la necesidad de observar, de empatizar, de aprender y compartir mis experiencias. Esta es mi "buena acción" constante, uno de mis motivos para vivir.
    Hay que ser majadera, ingenua, optimista, hay que insistir, repetir, contar ejemplos, abrir posibilidades, ojos, corazones. Porque, en este caso, "más de los mismo" nunca es suficiente.

domingo, 11 de setembro de 2016

"Pérdidas inevitables"

    Bueno, creo que el invierno está dando sus últimos pataleos, porque ayer estábamos cocinando, con un sol radiante, las perras desparramadas en la terraza y las heladerías llenas y hoy amaneció lloviznando y muy frío... ¿Quién entiende? ¡Está pareciendo una novia rogada!... Yo ya había desligado la estufa y empezado a sacar la ropa de media estación y he aquí que hoy estoy de sweater, medias y guatero nuevamente... Bueno, y como a nadie le gusta irse, dejemos que el invierno se demore un poco más en despedirse y cuidémonos para no pescar un resfriado... Y a propósito de despedirse, aquí va la crónica de la semana.



    ¿Cuántas cosas, personas y lugares -a veces entrañables- debemos dejar atrás para seguir adelante y crecer?... Claro que nos gustaría conservarlo todo, pero desgraciadamente cuando estos cumplen su misión en nuestra existencia, somos obligados a despedirnos de ellos para continuar nuestro camino. Si no lo hiciéramos así, acabaríamos llevando una carga insoportable que terminaría por aplastarnos. Vi hace poco una película de dibujos animados ("Intensamente", da Disney-Pixar) de esas que más parecen haber sido hechas para adultos, como se usa últimamente, que en una parte trata de esto mismo. Se me cayeron las lágrimas al verla, pues me di cuenta de que es una gran y dolorosa verdad... ¿Pero cuándo - y a quiénes- más debemos abandonar para que nuestra vida continúe en movimiento y se vaya transformando y pasando por lo que necesita pasar para que nos volvamos personas mejores, más sabias y equilibradas? Sé que las pérdidas son inevitables y necesarias para fortalecernos y darnos libertad y madurez, pero a una cierta altura, y después de haber abandonado de una sola vez 30 años de mi vida, yo misma me pregunto si todavía está faltando algo más... ¿Qué visión debo tener ahora? ¿Cuál es la vida que me espera? ¿Con qué será llenada?... Supongo que no me resta más que esperar para ver.
    Pero siempre debemos mantenernos tranquilos y dispuestos a vivir cada día con todo lo que traiga, a seguir descubriendo y aprendiendo en estas condiciones -porque es un proceso natural, lógico e inevitable- y ser pacientes, realistas y honestos con los resultados.

domingo, 4 de setembro de 2016

"Nuestro cuerpo"

    Algunos cambios en nuestra rutina este fin de semana -inclusive en el aspecto, cambié mi color de cabello y el corte. Después de todo, no se cumplen 60 años todos los días, ¿no? Fue el 4 de agosto, pero sólo ahora tuve oportunidad para hacer esto- y sólo ahora tengo tiempo para sentarme a publicar la crónica de esta semana. Entonces, medio atrasadita, y bien cortita, pero contundente, como una buena empanada, aquí va:


    Paso al lado de las personas en las calles, plazas, tiendas, consultorios y estaciones del metro y no consigo no dejar de admirarme con la variedad de formas, rostros, colores, gestos, facciones, voces e inflexiones que poseen. ¡Son infinitas y tan fascinantes! ...Sé que cada una de ellas esconde una historia, entonces, invariablemente me pregunto: ¿Cómo fue que llegaron a ser así, como los veo hoy?... Entonces me doy cuenta de ha sido toda una vida modelándose, creando marcas, arrugas, canas, calvicie, barrigas, jorobas, callos, cojeras, gorduras, flaccideces, tics. A lo largo de los años y a través de lo que vivimos y las opciones que hacemos vamos moldeando no sólo nuestro carácter, sino también nuestro físico... ¿Qué comemos? ¿Cómo dormimos? ¿Cuánto trabajamos? ¿Estamos felices en ese trabajo? ¿Cuánta cultura tenemos? ¿Hacemos ejercicio? ¿Nuestra vida familiar es feliz? ¿Amamos? ¿Somos amados?... Entonces descubro que es todo esto lo que va modificando -para mejor o peor- nuestro cuerpo, la expresión más física y concreta de quien somos. Existen factores genéticos que intervienen, claro, pero definitivamente, la mayor parte de las transformaciones son obra nuestra.

domingo, 28 de agosto de 2016

"La recompensa"

        Bueno, parece que la primavera anduvo arrepintiéndose de llegar y los días fríos volvieron, para nuestra tristeza. Nubes, viento y algunos rayos de sol, pero con mucho frío... Bueno, tendremos que tener paciencia porque, a final de cuentas, todavía estamos en Agosto, entonces, técnicamente, es pleno invierno. Ya volví a ponerle el sweater a mis perritas, a llenar el guatero, encender la estufa y usar ropa gruesa... Pero esa previa de primavera valió la pena y ya me dejó muy animada y, a pesar del frío, mi inspiración continúa funcionando, entonces luego tendré nuevos cuentos.
    Y bien abrigada, porque hoy la cosa está fea, aquí va la crónica de esta semana:


    Primero me dio la tremenda lata cuando en el reglamento del condominio apareció repentinamente un ítem que prohibía que los perros fueran al patio -a pesar de que yo dejaba todo limpiecito y hasta recogía las heces de los otros perros y la basura que algunos indios tiraban por la ventana de sus departamentos- porque eso significaba que tendría que salir a la calle antes de que el sol apareciera (porque de ahora en adelante, a lo que parece, no vamos a cambiar más el horario, entonces, en invierno nos vamos a levantar a obscuras) toda despeinada, de cara lavada y ojos hinchados y tal vez con ganas de ir al baño -en el patio hay baño- para darme vueltas hasta que las  perritas hicieran sus cosas y regresar de nuevo para salir a hacer mi caminada diaria... Me pareció una injusticia y una estupidez (¿para qué sirven los patios entonces, además de que los niños jueguen ahí un rato?) pero como no quería pagar multa por desobedecer el reglamento ni llevarme un tirón de orejas en público en la próxima reunión de residentes, decidí acatar y resignarme a salir a la calle...
    Los primeros días fueron bien estresantes, porque no me sentía confortable y andaba a tirones con las perras, apurándolas, bostezando, con frío -porque las paredes altas del patio contienen bastante el viento helado de la calle- y pendiente de mi intestino, porque esa era justamente su hora de funcionar. Pero a medida que la semana fue transcurriendo, como que me fui relajando, me fui acostumbrando y hasta hallándole gracia. No había tanta gente como en el paseo de la tarde, el frío no era tanto, mi intestino se acomodó tranquilamente al cambio de ambiente y horario y, al final, me di cuenta de que cuando salía a caminar estaba en la misma facha que cuando paseaba con las perras. La única diferencia era que no estaba más de condoritos o pantuflas, sino de zapatillas.
    Entonces, bastante más serena -porque cualquier cambio de rutina me mata de stress- y animada, retomé mi costumbre de observar a las personas y el paisaje a mi alrededor, y me encontré con nuevos y fascinantes personajes e historias, otros colores y aromas, un pulso diferente, nuevos sonidos. La ciudad aparecía llena de matices desconocidos e intrigantes. Pero lo mejor fue que descubrí que puedo ser testigo de la salida del sol cada día -a no ser que esté nublado- y de la paulatina y hermosa transformación del escenario a mi alrededor con la llegada de la luz. Un espectáculo impagable.
    Cada día me convenzo más de que los cambios siempre suceden para nuestro bien - mismo que no sea inmediato o que no nos demos cuenta en ese momento- y que el aceptarlos y vivenciarlos con docilidad, optimismo y coraje siempre tiene su recompensa.

sábado, 20 de agosto de 2016

"Compañía"

    Parece que el invierno empieza a querer rendirse y los días se ponen soleados y más tibios -a pesar de que estamos en Agosto aún- buenos para paseos, encuentros e historias. Todo comienza a renovarse y el primer cerezo ya floreció en una calle cerca de aquí. Con días así, luminosos y azules, ¿quién puede resistirse?... Los virus también se marchan, dejando apenas algunas carrasperas y estornudos, pero definitivamente están en retirada. ¡Hasta a mis perritas ya les saqué los sweaters!... Es época de inspiración, de paz, de reencuentro consigo mismo, de recomienzos y nuevos horizontes. Todos volvemos a ser dueños de nuestra vida, porque la lluvia y el frío no nos amedrentan más, pues ellos desaparecen cuando el sol vuelve a brillar.
    Y antes de que se me olvide con tanto sol y luz: ¡mañana hay nuevos cuentos en pazaldunate-historias.blogspot.com!


 Compañía: Una de las cosas más importantes en la vida, que puede ser tanto un tesoro como una maldición, ya que puede hacer toda la diferencia entre la desgracia y la felicidad, el éxito o el fracaso, la salud o la enfermedad, la buena y a mala muerte... Una mala compañía puede, literalmente, destruírnos, y una buena salvarnos y curarnos el alma y el cuerpo. Un buen amigo nos apoya, nos incentiva, nos inspira, nos acompaña con fidelidad en las buenas y en las malas, nos aconseja con sabiduría y desinterés, y saber que podemos contar con alguien así a veces nos aliviana una buena parte de la carga.  La buena compañía construye, abre puertas, muestra nuevos horizontes... ¡Cuántas veces no somos testigos de situaciones trágicas ocasionadas por malas influencias y cuántas otras lo somos de verdaderos milagros gracias a verdaderos amigos!.
    Seamos, entonces, una buena compañía para los demás, seamos sabios y desprendidos, leales, valientes, y así también busquemos buenos amigos, aunque sean pocos, pues más vale un verdadero compañero en la vida que mil influencias negativas e interesadas, que se alejarán a la primera dificultad y buscarán más su propia conveniencia que nuestro bienestar. Somos únicos e insubstituibles, llenos de cualidades y defectos, pero con certeza, necesitamos la compañía unos de los otros para volvernos mejores. Pero tiene que ser de las personas ciertas.


    

domingo, 14 de agosto de 2016

"Cuando crecemos"

    Es increíble cómo este bicho se resiste a irse... Estoy al final de mi tercera semana de "gripe" y todavía no me siento cien por ciento. Tengo mareos y debilidad, y realmente no sé si esto es secuela de la enfermedad o los remedios tan fuertes, o si tiene algo que ver con mis neurosis particulares... Bueno, la mitad de Santiago anda más o menos así, entonces creo que debo suponer que sea debido al virus y que luego se me pasará... Porque es muy desagradable, realmente. Por eso les digo, ¡cuidense! Nada como estar saludable.
    Y aún con algunas toses y temblores y una agradable feriado largo con mi hija en casa, me siento aquí para publicar la crónica de esta semana.


    Me da risa ver como nos ponemos tan dignos y valientes al crecer. Aguantamos firmes y hieráticos cosas que cuando chicos nos provocaban llanto, pataletas, gritos de miedo, dolor de guata y furiosos intentos de fuga. Situaciones frente a las cuales hacíamos un tremendo escándalo y no teníamos la menor vergüenza de rechazar de las formas más indignas y espontáneas. No, cuando adultos nos vacunamos, vamos al dentista, nos sometemos a exámenes escalofriantes (como una endoscopía) aguantamos retos injustificados, jefes tiranos, dolor de estómago y frustración con un estoicismo digno del más valiente espartano... Y yo me pregunto: ¿es la madurez, la resignación o el miedo al ridículo lo que nos hace sufrir este cambio? ¿Deberíamos continuar demostrando lo que realmente sentimos delante de ciertas situaciones o deberíamos ser pulidos y dignos y tragarnos el temor, la rabia, la frustración, el dolor porque ya estamos grandes para tonterías? Porque con certeza continuamos teniendo las mismas sensaciones que cuando éramos niños. Pero ahora las racionalizamos, las negamos, las disfrazamos, sólo que siguen ahí porque son instintivas, y los niños son instintivos. Pero parece que nuestro sentido de supervivencia social se vuelve más fuerte que el de la supervivencia de la espontaneidad.... No digo que hay que andar por ahí teniendo berrinches por cualquier cosa, pero a veces esta supuesta dignidad social de adultos puede volverse una carga insoportable.

domingo, 7 de agosto de 2016

"En el límite"

    Sé que los he tenido abandonados por dos semanas, pero tengo una excelente disculpa... si es que puede llamársele de "excelente"... Me pesqué uno de esos rotavirus de invierno y he estado estas dos semanas tosiendo, con fiebre, dolores en el cuerpo, durmiendo pésimo y luchando para comer, tomando unos remedios tan fuertes que casi me dejan peor que el virus... Pero ya empiezo a recuperarme -dicen que esta cosa se demora unas tres semanas para salir completamente del organismo y yo voy en el final de la segunda- y puedo sentarme a escribir sin dormirme encima del teclado, quedar con dolor de cabeza y la espalda chueca, entonces, ya estoy de vuelta. Con la inspiración un poco perjudicada por los remedios, pero aún funcionando... ¡Hasta una de mis perras anduvo enferma! Y mi hija también está en vías de recuperación. El apé está con cara de hospital con tantos frascos de remedio, pero si son para mejorarse, no me importa...
    Y todavía un poco temblorosa y con los ojos hinchados, aquí va la crónica de la semana... ¡Y cuidense, porque nadie merece pasar dos semanas como yo pasé!...



    Es increíble cómo existe gente que vive en el límite, bordeando el precipicio insondable, y no cae en él. Continúa allí, resistiéndose, destruyéndose un poco más cada día, pero aún de pie. Me abisma esa resistencia sobrehumana que ostentan, esa inconsciencia insolente que su propia condición de riesgo les otorga. No se curan y no se mueren tampoco. Sólo deambulan por el mundo a tropezones, sobreviviendo por milagro, enfrentando cada día no se sabe cómo, desafiando a la muerte con sus interminables agonías, haciendo que el mundo se vea un poco más, cruel, más feo, más triste. No hay esperanza para estas personas, no hay salida, porque parece que no la quieren. No se sabe si desean morir o vivir, pero tan sólo sobreviven malamente, solos, perdidos, prostituidos, derrotados.
    Es siempre un maravillado espanto toparse con ellos, saber noticias suyas... ¿Se lo buscaron? ¿Fueron engañados? ¿Cayeron en una trampa sin darse cuenta y ya no consiguen salir? ¿O lo escogieron? ¿Es una forma de suicidio público y lento, como para echarnos en cara su desgracia? ¿No quieren ayuda, o es demasiado tarde para ellos? ¿Se lo merecen? ¿Qué es lo que están tratando de pagar o exorcizar?...
    Querría saber las respuestas...

segunda-feira, 18 de julho de 2016

"Llamados a la realidad"

    Dos emergencias médicas este fin de semana me dejaron sin ninguna posibilidad de publicar la crónica, pero como ya están a camino de una solución -la de mi perrita y la de mi hija- me siento hoy Lunes, como la semana pasada, para cumplir con mi compromiso... Entonces, aquí va:



    Me fascina, y por alguna razón me conmueve, observar cómo las personas se arreglan y arreglan sus casas. Me encanta ver la ropa, los zapatos, los adornos que escogen, cómo se maquillan y se peinan, no importa si se ven bien o no. El tema no es ese. Siento algo muy peculiar y cálido al ver sus casas y jardines, con los muebles, los colores, adornos, las cortinas y alfombras, las fotos, los recuerdos, ese desorden -a veces hacinamiento- y las cicatrices del uso y el paso del tiempo... ¿Será que veo en todo esto su esfuerzo diario, sus sueños, la satisfacción o la resignación?... Todo lo que las personas usan y el escenario en el cual transcurren sus vidas me habla, me descubre historias, a veces claras, a veces inciertas, y todo esto me fascina, me acicatea la curiosidad, me despierta la identificación, la compasión o el contentamiento, un tipo de conciencia (que ya tenía en Brasil, pero que acá se ha agudizado al máximo) que sinceramente no sé para qué me va a servir fuera provocarme toda esta emoción e inspirar estas crónicas. Es curioso e intrigante... Las personas a mi alrededor parecen de alguna forma actuar como un llamado a la realidad, a la gratitud, a la fe, y mismo no sabiendo si existe un objetivo más grande en esto, no deseo perder esta percepción, porque me hace muy bien... Y si es solamente para esto, ya me doy por satisfecha.

segunda-feira, 11 de julho de 2016

"¡Está bien!"

    Y después de algunos pequeños contratiempos con la internet, aquí estoy, un día atrasada, pero cumpliendo con nuestro encuentro semanal. Y quién sabe si esta crónica sea más útil hoy que ayer, entonces, aprovéchenla!...



    Dejar que las cosas sucedan, simplemente, sin tratar de desviarlas, evitarlas o detenerlas por nuestros miedos y prejuicios, es de veras un desafío... ¿ Pero por qué es tan difícil hacer esto?... Supongo que para la mayoría de nosotros es casi imposible, pues sería como perder el control -fuera la pérdida de este control que se generaliza en el mundo y ocasiona todo tipo de desgracias, tragedias y guerras, lo que deja a cualquiera amedrentado- como estar a merced de un destino que no conocemos y al que, generalmente, le tememos en nuestro pesimismo. El problema es que así gastamos (desperdiciamos, en verdad) una cantidad increíble de energía y creatividad luchando para impedir, atrasar o negar acontecimientos que, al final, pasarán de todas maneras, quien sabe de forma peor, o no tan positiva, debido a toda nuestra resistencia... ¡Cuánto nos cuesta decir: "¡Está bien", y creerlo, aceptarlo, vivirlo! ¡Somos tan porfiados, tan controladores, tan dados a mentirnos a nosotros mismos y a los otros! Queremos saberlo todo, manipularlo a nuestro antojo, no aceptamos que hay fuerzas mayores y más poderosas que, si lo deseáramos, si fuéramos más dóciles y sencillos, podríamos hacer trabajar a nuestro favor en vez de pasárnosla luchando contra ellas.
    Yo misma, que soy tan controladora y ansiosa, libro una batalla diaria para conseguir -y muy malamente- vivenciar este desprendimiento, esta confianza, esta entrega a lo que va a suceder, al aquí y ahora, a la creencia de que, de cualquier forma, todo está bien, todo va a acabar bien, porque nada acontece en vano. Supongo que esta desconfianza, esta ansiedad negativa es pura falta de fe -en Dios y en mí misma- pues a pesar de todas las demostraciones que he tenido de ambas cosas, todavía estoy recelosa, preocupada, irritada, todavía quiero controlar todo en vez de vivir y disfrutar la novedad, la sorpresa, la expectativa, los cambios, que son lo que le da sabor a la vida.
   Pero voy avanzando, esforzándome,  tratando de mantener el corazón y la mente abiertos, serenos, alertas, y así poder cumplir el mayor objetivo de mi vida, y que tengo certeza, es el de todos: ser feliz.

domingo, 3 de julho de 2016

"La llama del calor humano"

    Día de lluvia, cielos obscuros y frío, pero mi alma está tibia, acogedora, como un cuarto con flores y una chimenea encendida, con un sillón y una frazada, una taza de té, una buena compañía: amigo, perro, libro, película... Estar solo y triste no es una opción, aunque el día esté lluvioso, porque todo tiene su razón de ser y nos trae una lección.
    Y después de toda esta reflexión, aquí va la cónica de la semana, ¡y aprovecho para recordarles que hoy hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!



    Definitivamente me es imposible no establecer algún grado de intimidad con las personas con quienes me encuentro cada día: el médico, la cajera del mercado, el guardia del carro fuerte, el conserje, la secretaria, la funcionaria de la tienda, el farmacéutico... No importa quién sea ni por cuánto tiempo vamos a estar juntos (si es más, mayor la necesidad del contacto) yo tengo que crear un lazo, una conexión, un tipo de calor que nos haga sentir relajados, cordiales, comunicativos, confiados. No se puede estar cerca de alguien e ignorarlo... No es que haya que salir metiéndole conversación a todo el mundo, hasta porque ni todos están receptivos a un acercamiento, pero creo que hay que prestar atención a quienes nos rodean y aprender a leer en sus gestos y expresiones cuándo están dispuestos a la aproximación. ¡Es tan agradable saludar, preguntar, hacer una broma, comentar, sonreír!... La intimidad, por más breve o superficial que sea, nos recuerda que somos iguales, que podemos escuchar, consolar, apoyar, aconsejar. La llama del calor humano nos une, pero hay que mantenerla encendida.
    No concibo relaciones frías, distantes, indiferentes. Me siento incómoda, recelosa, y me voy entristecida. ¿Qué cuesta una sonrisa, una palabra, un gesto que sea? No nos va a matar, al contrario, probablemente creará poco a poco una red de apoyo a nuestro alrededor. Podremos contar con otros y otros podrán contar con nosotros.
    Creo que en esto soy igual a mi madre, que hacía amistades (mismo que ellas durasen tan sólo el tiempo que ella estaba en un lugar) adonde iba y siempre dejaba un recuerdo agradable y duradero. Lo aprendí de ella y pienso que esa es la forma cierta de comportarse. Valorar la intimidad, la cercanía, la empatía, y practicarlas, puede ciertamente cambiar para mejor nuestro mundo.

domingo, 26 de junho de 2016

"Patria"

    Este viaje a Brasil el mes pasado trajo muchas cosas a mi memoria, fue un reencuentro emocionante, extraño, con algunas pinceladas de angustia y despedida y al mismo tiempo de recomienzo. Nuevas perspectivas, nuevas formas de relacionarme, de contar mi nueva historia, de ver la realidad, el hoy y el ayer... Dos patrias, dos sentimientos, mucho aprendizaje, nostalgia, tesoros y personas que guardaré con un inmenso amor por el resto de mi vida. Por eso, la crónica de hoy habla de esto: finales, recomienzos, despedidas y llegadas... Y la semana que viene habrá nuevos cuentos.


    Me acuerdo que cuando vivía en Brasil solía observar mucho a las personas a mi alrededor, conocidas o desconocidas, y con frecuencia me sentía conmovida por sus rostros, sus historias -ya fuera que las conociera o me las imaginara- sus voces, los lugares donde vivían o trabajaban, sus familias, sus gestos y expresiones, y de todo aquello sacaba lecciones invaluables que escribía en mi diario y me servían de material para estas crónicas. Casi siempre estaba receptiva y conseguía ser empática, lo que me hacía sentirme un poco más cerca de esta gente, más incluida e identificada con su idiosincrasia, de la cual ahora yo hacía parte, ya que estaba viviendo en su país. Mismo sintiéndome bastante fuera de lugar -siempre una extranjera- era capaz de salir de ese contexto y encararlos solamente como a seres humanos, mis hermanos, a pesar de pertenecer a otra cultura bien diferente a aquella de la que yo venía. Me acostumbré a los negros, los japoneses tradicionalistas y cerrados, los mulatos y libaneses, los italianos y su manera tan peculiar de actuar, a sus acentos y costumbres que, pese a no asimilarlos y hacerlos míos, conseguía entender y aceptar... De todo esto sacaba mis enseñanzas, y así aprendí a crecer, a ser tolerante y grata, a identificarme, a aceptarlos como mis nuevos y definitivos compatriotas.
    En aquella época yo estaba convencida de que mi suerte estaba definitivamente echada y que jamás regresaría a Chile, a no ser en algún viaje de vacaciones... Y mal sospechaba que sería justamente en uno de esos (el primero sólo con mi hija) que tomaríamos la decisión de hacerlo. Y aquí estoy. Y vuelvo a estar pendiente de las personas a mi alrededor. Mis compatriotas de verdad... ¿Es esto lo que hace esta tremenda diferencia en mi grado de percepción, de empatía, de sensibilidad? Porque si los brasileros conseguían conmoverme mismo siendo totalmente extraños para mí, los chilenos lo hacen hasta calarme los huesos, el corazón, el alma... Los miro en las calles, plazas, tiendas, restaurantes, paraderos, vagones del metro, y los siento mis hermanos de sangre. Ricos, pobres, jóvenes y viejos, feos, bonitos, contentos o amargados, son parte de mí, de este país, de esta cultura que compartimos. Son personas en su mayoría comunes, como los brasileros, sin embargo, parece que delante de ellos mi corazón se agiganta para acogerlos a todos. La percepción es completa, constante, amorosa y compasiva como nunca lo fue antes.
   ¿Un país puede hacer tanta diferencia? ¿La patria es realmente otro tema?... Pues ahora estoy convencida de que sí.

domingo, 19 de junho de 2016

"Pequeñas y anónimas historias"

    Hoy, para todos los papás -inclusive el mío, que me cuida desde el cielo- un abrazo bien apretado, un beso y la promesa de todo el amor del mundo, porque se lo merecen. Con certeza, ellos no desean otro regalo que no sea este de nuestra parte. Nuestro cariño, respeto y la seguridad de una vejez digna y llena de amor... ¡Feliz día de los padres para todos!...
 Y con el recuerdo divertido, alegre y melódico de mi papá rodeándome con su fuerza y calor, escribo la crónica de hoy.



    Vi al mocoso desparramado en la escalinata de entrada del restaurante chino, jugando con una botella de plástico vacía. Tendría unos doce años, flacuchento y con el pelo parado, piel morena, rasgos indígenas... Inmediatamente pensé: "Está esperando a alguien". Podría ser a la madre, o al padre, tal vez a algún hermano. Había visto el letrero de "Se necesita garzona, ayudante de cocina y copero" pegado en la pared hacía algunos días y me imaginé que alguno de los parientes del chiquillo había venido a postular a uno de esos trabajos... Lo miré de pasada, con su cara de aburrido y el cuerpo delgado tratando de acomodarse en los peldaños. Parecía que llevaba un buen tiempo esperando. Continué mi camino, seguida por mis acezantes perritas, y silenciosamente deseé que la persona que estaba allí dentro con el niño obtuviera el empleo. Los pobres peruanos no lo están pasando muy bien y tal vez se trataba de una familia grande que estaba necesitando ese salario.
    Me demoré unos cuarenta minutos en volver a pasar por la puerta del restaurante y cuando lo hice, casi choqué con el chiquillo, que salía en ese instante de un alegre salto, seguido por una muchacha bajita y delgada, de pelo negro y lacio cogido en un moño, facciones parecidas a las del niño. Me detuve para dejarlos pasar y fui andando detrás de ellos, preguntándome cuál habría sido el resultado de la entrevista. Luego, noté que la muchacha llevaba en la mano algunos papeles y su pasaporte, que guardó en su pequeña y zurrada cartera mientras comentaba alguna cosa con el muchacho y sonreía, animada... Supuse que, si no la habían contratado, por lo menos le habían dado justificadas esperanzas, y eso era suficiente para dejarla feliz. No pude evitar sonreír y desear lo mejor para el futuro de la joven.
    Un par de días más tarde pasé nuevamente frente al restaurante y percibí que habían quitado el letrero que pedía una garzona. Dejando escapar un suspiro de satisfacción me imaginé a la muchacha con su uniforme paseando entre las mesas con una bandeja llena de humeantes y olorosos platos... Sonreí, sinceramente feliz y agradecida por haber podido ser testigo del final de esta pequeña y anónima historia de éxito.
    ¿Dónde más podría haberme sucedido algo así?... Definitivamente, los lugares donde vivimos esconden tesoros insospechados y gratificantes que nos hacen sentir unidos y esperar lo mejor para los otros y nosotros mismos. Y no necesitamos conocerlos a todos para desearlo y sentirnos felices cuando esto sucede.

domingo, 12 de junho de 2016

"Bajemos las barreras"

    El invierno nos rodea, pero el otoño todavía le opone resistencia. Ayer, un día esplendoroso, soleado y cálido, y hoy ya se avecinan nubes de lluvia, corre un viento helado y la cordillera empieza a esconderse... También hay algunas nubes negras aquí en casa, corazones pesados, cuerpos adoloridos, pensamientos tristes que, desgraciadamente, un guatero o una taza de té no alivian... Pero hay que seguir adelante, conservar la fe aunque no veamos una luz todavía, y no dejarnos abatir por las dificultades. A fin de cuentas, existe mucha gente bien peor que uno y están ahí, luchando ¿verdad?...
    Y para olvidar un poco esas nubes e poner un poquito de sol, aquí va la crónica de la semana.


    Me encanta salir a la calle y encontrarme con mis amigos: el carabinero en la entrada del garage de La Moneda, la señora que hace el aseo, el mendigo en la puerta del museo, el viejito que sale a caminar por Teatinos con su bastón, los guardias del carro fuerte, la vendedora de nueces y almendras, la cajera del mercado, la enfermera del laboratorio... La lista es enorme y me deja muy contenta. No es que seamos amigos íntimos y nos visitemos los fines de semana, pero ya son caras y voces -unidas a lugares- que pasaron a formar parte de mi rutina diaria y le dan esa dosis de calor y alegría a mis días. Parece que esta inmensa y apresurada urbe se vuelve más acogedora, más cercana. Parece que todavía hay gente abierta, confiable, empática y dispuesta a comunicarse, ni que sea con un cordial "Hola", "Buenos días", "Buenas tardes, ¿cómo le va?"... Se puede tener un amigo en cada esquina y sentirse amparada, acompañada, solidaria, segura... Pero no dejemos que los otros tomen la iniciativa. Mirémonos a los ojos y digamos la primera palabra, iniciemos la sonrisa, bajemos las barreras y acerquémonos. Vamos a darnos cuenta de que existe mucho más gente receptiva, que está allí aguardando nuestra aproximación, de lo que pensábamos.

sábado, 4 de junho de 2016

"A favor o en contra"

    Ya empiezo anunciando que este fin de semana -mañana- hay cuentos nuevos. ¡Sólo ayer escribí tres! La inspiración y la conexión con mi entorno regresa, felizmente, renovada y atenta, entonces, tendremos más historias para compartir... La crónica de hoy es muy corta y directa, algo que descubrí y he ido confirmando a través del tiempo y de las situaciones que se han presentado en mi vida, sobre todo últimamente. En todo caso, mañana compensan la cortedad de hoy con los cuentos. ¡Buena lectura y buen fin de semana!... Por aquí la lluvia empieza a parar y el sol muestra algunos rayos, lo que significa una caída de temperatura para mañana. Pero la vista de la cordillera toda nevada compensa el frío.



    Una vez más confirmo como es importante y hace una tremenda diferencia el estado de espíritu con que uno enfrenta las situaciones que la vida nos pone en el camino. Todo puede tener un resultado completamente diferente, dependiendo de nuestro estado psicológico y espiritual. Podemos enfermarnos, fracasar, desistir, actuar equivocadamente, tomar decisiones erradas. O podemos salir airosos, revitalizados, realizados, contentos, en paz. Todo depende del ánimo con que encaremos la vida y sus vicisitudes.  No podemos olvidarnos de que somos nosotros quienes ponemos en movimiento las energías dentro y fuera de nosotros y las hacemos trabajar a favor o en contra nuestra. No siempre es fácil -a veces es realmente difícil- pero tengo certeza de que es así que funciona.

domingo, 29 de maio de 2016

"Hijos"

    Día lluvioso y frío, bueno para quedarse en casa leyendo, viendo una película y comiendo sopaipillas. Día de lluvia es día de familia, de tibieza, de abrazos y reflexiones, de una buena siesta acunada por el murmullo de las gotas en el techo, la tierra y los vidrios. Es mirar para afuera y sentirse afortunada y agradecida por tener un lugar caliente y protegido del frío y la lluvia, por tener compañía, cariño y cuidado... El agua no sólo moja el suelo y las plantas, preparándolos para florecer cuando llegue la primavera, sino también nuestra mente y nuestro corazón, haciéndonos viajar hasta su centro para descubrir nuevos tesoros que compartir.
    Y hablando de compartir, aquí va la crónica de esta semana, para que la lean con la música de la lluvia de fondo...


    El otro día estaba conversando con mi hija sobre cosas de la familia, que a ella le encanta oír, y contándole algunas anécdotas de cuando yo era chica... Y de repente, mientras hablaba y me reía describiendo las costumbres, peculiaridades y episodios de la vida de mis padres, empecé a darme cuenta de un fenómeno bastante especial: mientras hablaba y traía a la memoria las peripecias de la familia, me sentía lentamente tomada por una sensación chispeante y clara, por algo que ya conocía y que de alguna manera me transportaba a un estado psicológico y espiritual que creía olvidado, jubilado, obsoleto: mi niñez. Pero no eran sólo los recuerdos o el hecho de estar hablando de ellos. No, era como una nueva realidad: la de que jamás dejamos de ser hijos -pequeños- cuando hablamos de nuestros padres.
    En cuanto contaba todo aquello podía sentirlos allí, vivos, y me sentía envuelta por su cariño, su protección, su seguridad. Todo en mí se volvía pequeño y respetuoso, lleno de ingenua admiración, de esperanza y fortaleza. Mi hija escuchaba y se divertía, encantada, sin sospechar que no conversaba con su madre, sino con otra hija.
    A lo que parece, somos hijos toda nuestra vida, no importa si nuestros padres continúan con nosotros. Ser hijo es algo vital -tal vez más que ser padre- porque es algo que no escogemos y que no desaparece ni cambia con el tiempo. Podemos escoger ser padres, pero una vez que nacemos, seremos hijos para siempre.
    Me pregunto si en verdad no será esto -y no la paternidad- lo que deseamos que nuestros hijos aprendan de nosotros, si nuestro legado no es la experiencia de ser padre, sino la de ser hijo. Tener hijos no para que sean padres, mas para que tengan hijos que pasen por esta experiencia... ¿Sería una teoría muy descabellada?

domingo, 22 de maio de 2016

"Abrir otra ventana"

    ¡Y ya estoy de regreso, recargada, inspirada, más liviana y con otra mirada!... El viaje, a pesar de sufrido y de los asientos torturadores del avión, valió totalmente la pena y me dejó más convencida aún de que las cosas hay que enfrentarlas, darles pelea, pelarlas hasta llegar al hueso para que así podamos seguir adelante sin fantasmas que nos perturben y nos roben el placer de vivir... Todavía me recupero de esas cuatro horas infernales en el avión, pero todo lo demás está en sus debidos lugares. Ahora hay que continuar, celebrar, crecer, aprender, descubrir y sanar todo lo que necesite ser sanado para que la felicidad y la realización sean completas y duren para siempre.
    Y para empezar la celebración, aquí va la de la semana:


    Es curioso cómo cuando uno es cabro chico o adolescente, hay ciertas cosas que le cargan, le aburren, le parecen innecesarias, ridículas, anticuadas y, cuando crecemos y nos vamos poniendo viejos, resulta que se vuelven recuerdos preciosos y llenos de significados: el izamiento  de la bandera y el himno nacional todos los lunes en el colegio, la ida a misa cada Domingo, los almuerzos familiares en la casa de los abuelos, las fiestas folclóricas, el aseo, hacer la cama, lavar la loza con la mamá, poner la mesa... Parece que cuando crecemos y todo eso se vuelve pasado se despierta en nosotros una sensibilidad, una percepción que nos muestra detalles y sentimientos que en ese entonces y con nuestra falta de madurez no percibimos. Es como abrir otra ventana y contemplar esos acontecimientos con nuevos ojos, es darnos cuenta de que todos ellos crearon profundas raíces en nosotros y nos definieron, nos enseñaron a vivir y compartir. ¿Es el principio o la continuación de la tradición? ¿Un pedazo de la herencia no material que nos tocaba? ¿Son capítulos de nuestra historia que -hoy descubrimos- poseen mucha más importancia de lo que creíamos?... Es pasmoso, y a veces desconcertante, comprobar cómo el paso del tiempo puede transformar nuestra percepción y opinión sobre algo o alguien, cómo las experiencias nos hacen crecer y comprender tantas cosas, darles valor, perdonar, aprovecharlas como lecciones para nosotros  mismos y nuestros hijos. Los hechos en sí son inmutables, sin embargo, parece que al alejarnos de ellos nos volvemos capaces de mirarlos con nuevos ojos, de sentirlos con un nuevo corazón y así transformarlos en pequeños tesoros que alimentan nuestra vejez y que podemos compartir con los demás en forma positiva.

domingo, 1 de maio de 2016

"Hora de la zona muerta"

    Bueno, ya empiezo avisándoles que durante las próximas dos semanas no voy a publicar nada, pero no se preocupen que luego continuaré con nuestro encuentro semanal. Es que voy a estar reconstruyendome, buscando nueva inspiración, dejando mi espíritu pasear por ahí para llenarse e nuevas ideas y fuerzas. Entonces, no se extrañen ni se preocupen porque va a ser para mejor.
    Y sin más demoras, aquí va la última crónica antes de este "viaje" a mi centro.



    ¿Qué es esa hora-limbo de las dos y media o tres de la tarde?... Yo la llamo "la hora de la zona muerta", como la película, porque realmente es un tiempo muerto -mismo que estés en tu trabajo- parado, un puente entre dos jornadas activas y definidas. Yo duermo siesta religiosamente todos los días -como Pablo Neruda, que era capaz de dejar al presidente de la república hablando solo para irse a dormir- y no es de aquellas recomendadas de 20 minutos a media hora. No, ¡la mía empieza a la una y media y va hasta las tres o tres y media de la tarde!... Bueno, en verdad yo me despierto más o menos a las dos, pero luego soy invadida por esa sensación de entretiempo, de algo indefinido y perezoso que toma cuenta de todo, entonces me quedo tendida en la cama, dormitando, escuchando el ruido de la ciudad, divagando, sintiendo los minutos pasar... ¿Qué se hace a las dos de la tarde, a final de cuentas, mismo atrás de un escritorio?... Uno como que no tiene ganas de nada. Está soñolienta, en plena digestión, como aturdida y lacia, la mente medio vacía, un extraño aburrimiento que lo inmoviliza. Todo está lejos. Nada tiene importancia. Cuesta encontrar un motivo para despegarse de la cama y continuar la jornada...
    Una de mis perras, fielmente tendida en el suelo a los pies de la cama, cual reloj se a cerca y sube las patas para despertarme. Yo estiro la mano y le hago unos cariños medio torpes. Le doy una mirada al reloj: las dos y media... Me doy media vuelta y cierro los ojos otro poco.

domingo, 24 de abril de 2016

"No, a mí no me va a pasar"

    La semana pasada dejé para publicar la crónica el domingo, pero resulta que se nos vino un frente de mal tiempo que terminó inundando medio Santiago y nos quedamos sin agua y sin luz, entonces no pude postear nada... Pero hoy -a pesar de que está lloviendo- las cosas están más controladas, entonces aquí va la de la semana.



    Y ahí está él, como si nada, a pesar de todas las campañas, los testimonios, las multas y la conciencia del riesgo que significa, hablando al celular mientras maneja... Más allá, un señor de boina y bermudas disfruta de su cigarro echado para atrás en el banco de la plaza, flaco y de labios arrugados,con los dientes y el bigote amarillentos. A su lado, una muleta. De repente tose con violencia, respira hondo, con alguna dificultad, el rostro enrojecido, y en seguida le da otra piteada al cigarro... Veo personas atravesando con luz roja, comiendo comida chatarra, sentadas el día entero delante de la televisión, tomando litros de alcohol, haciendo sexo sin protección, desafiando a la diabetes, al colesterol y la presión alta, y sé que todas piensan lo mismo: "No, a mí no me va a pasar".
    No sé por qué uno tiende a dejarse llevar por esta ilusión peligrosa, como si hubiera algún poder sobrenatural que nos protegiera de las desgracias que sólo a los otros les suceden... ¡Andar en moto con casco?... No, si nunca me ha pasado nada. ¡Estoy acostumbrado!... Y esa famosa costumbre nos va haciendo cada vez más descuidados, despectivos con la vida -la nuestra y la de los otros, comenzando por nuestra propia familia- relajados y confianzudos. Empezamos a perder el instinto de sobrevivencia, alentados por el número de veces en que nos arriesgamos y no nos ocurre nada. Ahí, nos convencemos definitivamente de que tenemos algo que nos diferencia de aquellos que pagaron las consecuencias por arriesgarse. Tenemos infinitas disculpas: "Sólo hoy", "Estoy atento", "sólo una vez", "Soy joven todavía, tengo tiempo para portarme mal", "Ya estoy viejo, entonces hay que aprovechar lo que me queda", "Sólo un poquito", "¡Ah, todo el mundo lo hace!"... Y así vamos cavando nuestra tumba sin darnos cuenta, sin aceptarlo, hasta que un día nos tropezamos con la realidad e caemos dentro de ella.