domingo, 17 de maio de 2015

"¡Qué pena que tengamos que esperar!"

    Ya sé que les prometí una nueva serie de cuentos cortos, pero esta semana ha sido medio rara. De repente me siento animada y dispuesta, disfrutando esta nueva soledad y el tiempo extra, y de repente me siento desanimada y medio aburrida. Me volví adicta a las palabras cruzadas y a la sopa de letras (que según dicen, son excelentes ejercicios para la memoria y la actividad cerebral en general) y me lo paso horas sentada en el sofá de la sala resolviéndolas o viendo televisión. Hay unas que son realmente un desafío... Pero de todas maneras, parece que todavía como que no me acostumbro a este "ocio", a esta rutina solamente doméstica y sin sobresaltos, horarios, metas y todo lo que implica un trabajo con horarios, jefes y alumnos, proyectos, montajes, ensayos y toda esa locura que fue mi trabajo en la fundación cultural durante 26 años... Es realmente extraño estar aquí ahora, libre de todo eso -que era fascinante pero demasiado estresante. Mi glucemia que lo diga- y no tener ninguna obligación ni nadie a quien rendirle cuentas... Pero con el tiempo me acostumbro, no se preocupen. También estoy medio preocupada y desanimada porque ya hace 5 meses que no me publican ninguna crónica en el periódico de Brasil. ¿Será que se cansaron? ¿O que hay demasiada gente mandando textos? ¿Será que me volví "mucho de lo mismo"?... No lo sé, pero eso me deja bastante triste. Juntamos a esto el hecho de que entré en contacto con una agencia literaria, envié un cuento y hasta ahora no recibí ninguna respuesta y algunos proyectos en Brasil que parece que no van a funcionar y de repente me siento bien desalentada con esto de escribir y publicar...
    En todo caso, si de publicar se trata, tengo estos blogs para hacerlo cuando quiera, sabiendo que hay gente que los lee y disfruta mi trabajo. Eso es un tremendo consuelo y un aliento extra para continuar escribiendo. Además, el sol está empezando a brillar y eso siempre es un motivo de alegría, inspiración y buenas vibraciones, entonces... ¡Aquí vamos de nuevo!... Juro que esta semana escribo esos cuentos y los publico.


   Creo que ya he hablado alguna vez sobre esto, pero es que es algo bien especial: me encanta observar a los viejos en sus quehaceres y actividades rutinarias como cocinar, comer, comprar, hacer aseo... Tienen un qué de experiencia, de cansancio, de esfuerzo consciente que me conmueve profundamente. Saben de sus limitaciones, pero se esfuerzan por continuar arreglándoselas, siendo independientes y activos. Sus actitudes no tienen disfraces, son ingenuos y transparentes como niños, algo torpes y muy sinceros. Se mueven despacio, sorteando sus achaques, y no hacen cosas innecesarias. Ahorran su energía para vivir lúcidos y activos el mayor tiempo posible... Son  sabios sobrevivientes.
    Curiosamente, todos ostentan el mismo brillo en los ojos, incluso aquellos más enfermos o alienados. Es un algo como líquido e infantil, que parece esperar alguna cosa o ver más allá.. ¿Es la muerte que contemplan y no nos lo cuentan? ¿O será tal vez el paraíso, los santos y los ángeles? ¿O vislumbran al propio Dios?... Son tan frágiles y tan firmes al mismo tiempo, tan precisos mismo dentro de la inseguridad de su condición. Saben tan bien y olvidan tan serenamente. Viven hoy día, comen con la cuchara medio temblorosa, se acuestan y se levantan en silencio, porque ya dijeron todo lo que tenían que decir. Agradecen este tiempo de descanso -o de esfuerzo, en muchos casos, porque la pensión es demasiado mezquina- de falta de consumismo y vanidad superficial, de apuro, de ambición, la sensación de deber cumplido.
    Creo que es un poco de todo esto lo que se refleja en su forma de ser, de moverse, de hablar, de mirar... ¡Qué pena que tengamos que esperar hasta estar viejos para ser y sentir todo esto!... Pero también supongo que si no pasáramos por la juventud y la madurez con toda la carga de experiencia que nos entregan, nuestra vejez no tendría este encanto, este clima especial que yo le veo. Y no lo hago como una forma de consuelo porque yo misma voy hacia allá, pero confieso que me gustaría llegar a mi vejez y sentirme de la forma en que veo a los viejos en este momento.

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