domingo, 6 de dezembro de 2015

"¡Cómo es fácil!"

    Fin de semana ajetreado guardando definitivamente las ropas y zapatos de invierno, las frazadas y colchas y desempolvando las sandalias, camisetas y shorts, vestidos y pijamas de manga corta porque definitivamente el verano está llegando. Los chilenos ya se tiran a la piscina y se atiborran de helado con 31 grados, pero yo todavía me río, porque en Brasil uno aguanta hasta 34 grados a la sombra sin derecho a reclamar... Fuera eso, con esas temperaturas el helado se derrite antes de la primera lamida y el agua de la piscina ya está tibia antes del medio día, entonces... Por eso estoy tranquila y bien fresca por el momento. Aquí pueden hacer hasta 34 grados, pero si uno se pone a la sombra ya se pasa y no hay humedad, que es la peor cosa cuando hace calor. Aquí se transpira. ¡En Brasil, se derrite, literalmente!...
   Y aprovechando el frescor de la mañana y que todavía no tenemos que bajar a la bodega a dejar las cosas de invierno y buscar las de navidad, aquí va la de esta semana.


    Puedo darme cuenta de lo fácil que es empezar una pelea, ser desagradable, hacer críticas destructivas, tornar los defectos o las fallas humillantes; cómo no cuesta nada ofender, rebajar, ser sarcástico, irritarse y perder la compostura... Convivir íntimamente con otras personas me ha enseñado que si uno no se cuida y no practica la compasión, la caridad y la paciencia, la buena voluntad y la tolerancia, una relación puede volverse un verdadero infierno. Ahora, ciertamente, esta actitud tiene que ser practicada por todos los involucrados. Imagino que las personas que conviven conmigo también se esfuerzan por tolerar, perdonar y sobrellevar todos mis defectos y fallas, que no son pocos.
    Realmente, vivir con alguien cada día -sobre todo cuando no se tiene a nadie con quien desahogarse (lo que a fin de cuentas tal vez sea mejor)- es un verdadero desafío para una persona como yo y mis manías, neurosis, ansiedades e inseguridades. Pero tengo certeza de que a los otros les ocurre otro tanto. Gracias a Dios, he conseguido superar todas las aristas y las diferencias sin grandes dramas, lo que me ha enseñado a tener la misma actitud hacia los demás.
    Ahora que he pasado -y continúo pasando- por esta reveladora experiencia, me doy cuenta, por ejemplo, de que si mi madre y mi hermana hubieran tenido un comportamiento parecido, tal vez no se habrían hecho tanto daño mutuamente. Creo que hay otras formas de hacer que alguien se de cuenta y acepte que necesita cambiar sin tener que humillarla, castigarla o descalificarla constantemente. Puede ser que la persona sea problemática, pero pienso que se pueden escoger otros métodos menos traumáticos y más "ingeniosos" para tratar de hacer que ésta reaccione. El problema es cuando quien exige no es un gran ejemplo y no tiene mucha moral para andar dando sermones y corrigiendo a cada rato por todo, pues lo que sucede entonces es que el otro se rebela violentamente cada vez que se le llama la atención. Lo único que se consigue en ese caso es que se vuelva más porfiado y haga exactamente lo contrario, cosa que deja al otro con los pelos de punta, ya que puede ser que, con tanta crítica negativa y castigo, se vuelva paulatinamente más parecido a lo que no se quiere.
    ¡Cuántas equivocaciones! ¡Cuánta falta de comunicación! ¡Cuánta desinformación!... ¡Cuánto mal, trauma, frustración y resentimiento puede nacer de todo ello! Realmente, creo que podemos sentirnos felices de que nuestros hijos hayan nacido en esta época y que nosotros podamos educarlos sin cometer los mismos errores de nuestros padres. No soy a favor de esta nueva permisividad, de este "miedo" que tienen hoy los padres de disciplinar a sus hijos cuando es necesario, pero tampoco me gusta que la relación padre-hijo sea una especie de tiranía, de abuso de poder y descontrol. Tenemos que encontrar el equilibrio para poder criar personas saludables, creativas, positivas, luchadoras y valientes, que lleven por la vida una herencia no material, sino de nuestros ejemplos de compasión, tolerancia, optimismo y decencia.

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