sábado, 14 de novembro de 2015

"Cicatrices"

    ¡Mañana cuentos nuevos! Me tomó un tiempo, pero finalmente quedaron de mi agrado, entonces ahora van al aire para que los disfruten. Y ya estoy preparando otros, porque aquí la inspiración no cesa. Hay demasiadas historias, demasiados personajes y no da para detenerse por mucho tiempo. Pero eso es bueno porque así uno se mantiene conectada, involucrada, viva y siempre aprendiendo y compartiendo.
    Y aquí va la crónica de esta semana, huyendo del repentino calor... pero que sólo durará el fin de semana... Bueno, a final de cuentas, estamos en primavera todavía y ella es muy cambiante y caprichosa, le gusta engañarnos y reírse de nosotros. Pero esa es su gracia: el suspenso.


    Encuentro increíble cómo el ser humano tiene esta cualidad de ser tan destructivo, mismo sin querer. Todo lo ensucia, lo quiebra, lo echa a perder, lo deteriora... Pero no hablo con amargura, sino más bien con un sentimiento como de incredulidad y resignación, porque es la verdad y es ineludible. A no ser que sea un limpiador compulsivo, todo lo que toque terminará indefectiblemente destruido... Lo digo mirando nuestro propio departamento, que estaba impecable cuando nos lo entregaron y apenas siete meses después ya está lleno de "cicatrices" provocadas por nosotras mismas. Manchas, astillas, rayaduras, descascarados... No hay caso, el deterioro parece inevitable, por más amor y cuidado que se tenga. Definitivamente, esas casas que aparecen en las revistas de decoración son irreales, nadie vive en ellas, pero nos dan el deseo y la presión de querer copiarlas, de querer vivir en un ambiente perfecto, impoluto. Me recuerdan los hoteles y sus habitaciones perfumadas e idénticas, calculadamente agradables y perfectas. Claro, no dejan de tener su encanto -sobre todo porque son otros los que se encargan de mantenerlas así- pero yo creo que no conseguiría vivir el tiempo entero en un lugar así. Las "cicatrices" de nuestro hogar cuentan historias, nos traen recuerdos, nos enseñan, nos acogen, parecen comprender nuestras debilidades y defectos, pues son un espejo de ellos. Sin embargo, este espejo no nos juzga, sólo nos acompaña en nuestro recorrido... La habitación del hotel nos entrega su idílica perfección durante algún tiempo, pero nada queda de nosotros cuando nos vamos y nada de ella nos llevamos (a no ser unos jabones y champús). Nuestra casa aguanta la rutina diaria, nos conoce, nos perdona... Podemos destruirla con el paso del tiempo y nuestro modo de vivir, pero ella es nuestra y se entrega a nosotros y nuestras consecuencias sin reservas.

Nenhum comentário:

Postar um comentário