sábado, 10 de outubro de 2015

"De por vida"

    Bueno, y parece que, a pesar de lo que dicen, creo que podemos afirmar que la primavera decidió instalarse. Días de sol y agradables temperaturas, árboles llenándose de brotes verdes y el aire impregnado de aromas y el canto de los pájaros, que celebran con nosotros el fin del frío y las lluvias. Bueno, los meteorólogos afirman que hasta diciembre tendremos un clima medio raro, todavía con lluvias y algunas bajadas de temperatura por el fenómeno de El niño, pero de todas maneras, hay que celebrar estos días de sol y tranquilidad, no importa si de vez en cuando caen algunas gotas o el cielo se nubla, porque sabemos que el sol volverá. Y eso es lo que importa.
    Y aprovechando este día soleado y tibio, antes de salir por ahí para disfrutarlo, aquí va la crónica de la semana. Y ya les anticipo que la semana que viene habrá más cuentos... Después de todo, ¿quién no se siente inspirado con días así?...



    ¿Quién era más vieja? ¿La mujer o la perra?... Las dos pasaron por mi lado caminando despacito, con cuidado, esquivando lo mejor que podían a la multitud que venía en sentido contrario. La señora cargaba unas bolsas grandes, que conseguía sostener con bastante dificultad, en una de sus manos, y con la otra sostenía la cadena de la perra -totalmente desproporcionada para el tamaño del animal. Parecía más destinada a un rotweiller o un doberman- medio enredada en su falda. Ambas estaban ya completamente canosas y eran frágiles y pequeñas. La mujer vestía un poncho de lana, gorro, unos botines zurrados y una falda de polar. La perra una capa de fieltro y una especie de bufanda cerrada en el cuello. Caminaban medio que tanteando el suelo y el aire, y de vez en cuando, la anciana le dirigía unas palabras al animal, que entonces erguía la cabeza y la miraba, meneando la cola, lo que hacía sonreír a su dueña.
    Yo estaba parada en la puerta de la panadería, esperando a mi hija que había entrado a comprar empanadas, y aproveché para observarlas por un tiempo... Dio la luz verde y ambas atravesaron lentamente, un poco tambaleantes, creo que la mujer por el peso de las bolsas y la perra porque estaba casi ciega y con una evidente displasia. Pero llegaron al otro lado sanas y salvas y continuaron bravamente su camino, desapareciendo entre la gente... Al mirarlas me pregunté cuántas cosas habrían vivido juntas, qué tristezas y alegrías habrían compartido, cuántos encuentros y despedidas, cuántos platos de pobre comida, cuántas noches de frío o soledad, sólo ellas dos, y ahora, cuántas veces una socorrería a la otra en sus achaques y enfermedades. ¿Será que la mujer tenía a la perra desde cachorra? ¿O será que la había recogido de la calle, así como estaba ahora, porque vivía sola y quería compañía?... Para el animal eso no importaba. Ahora tenía a alguien que la cuidaba, que conversaba con ella, compartía su comida y su techo. Su amor y lealtad eran todos para la mujer -y viceversa- por poco o mucho tiempo. Ambas eran compañeras de por vida. ¿Les quedaban bastantes años todavía, o sólo algunos? ¿Serían días difíciles?... Bastaba mirarlas para saber la respuesta: Nada de eso importaba si estaban juntas.

Nenhum comentário:

Postar um comentário