Día de votación por aquí, entonces si los domingos ya son parados ¡hoy está simplemente muerto!... Nunca vi una ciudad cambiar tanto del viernes para el sábado y el domingo. Aquí no aprovechan que las personas están libres para mantener restaurantes, tiendas -a no ser los retails- heladerías o fuentes de soda y cafeterías abiertos y ganar una platita extra. No, aquí todos se van a casa y la ciudad queda desconcertantemente abandonada y silenciosa. No es que no me guste este cambio, porque se puede andar por las calles sin darse encontrones con un millón de personas y disfrutar de un inusual y agradable silencio. Se pueden ver mejor los edificios -y por aquí hay unos preciosos, históricos- los parques, las calles, se escucha el canto de los zorzales, chincoles y tordos... Es otra ciudad, realmente. Pero me gusta este "descanso", esta parada casi total de los fines de semana porque sé que el lunes la furia, la prisa, el barullo ensordecedor y las multitudes volverán a adueñarse de todo, entonces hay que aprovechar esta especie de limbo en el cual quedamos los sábados, domingos y feriados para reponer fuerzas y enfrentar la semana que se avecina.
Y aprovechando esta paz más profunda y el frescor del día que, infelizmente está empezando a nublarse, aquí va la crónica de esta semana. Mi hija tuvo que ir a trabajar (es reportera y TODOS los reporteros del país están trabajando hoy, sin hora de salida), entonces el silencio es total, a no ser por mi querida compañera de todas las horas: la radio...
A veces, en las series de televisión nacionales muestran tomadas aéreas de las calles y barrios donde supuestamente viven los protagonistas, y entonces se pueden ver los tejados de las casas o los edificios... Yo nunca lo había notado, pero estos techos -de los más variados colores, materiales y formas- pueden decirnos mucho acerca de los que viven bajo su amparo. Algunos son claro y ordenados, de tejas elegantes, limpios y alegres. Otros ostentan tejas antiguas, percudidas por la intemperie, cruzados por cables y llenos de hojas y ramas, nidos apelmazados y moho verde y resbaladizo. En las periferias y poblaciones los tejados son de zinc, de madera, a veces sólo una loza de concreto, llenos de parches y basura: pelotas desinfladas, zapatos, restos de volantines, juguetes, cajones, antenas quebradas, maceteros salvajes que cubren la mugre y se descuelgan por los aleros carcomidos. Mirado desde arriba, el patio desordenado y repleto de desperdicios se confunde con el tejado, como si no hubiera un plano vertical que los separara... Aguzando la percepción y la imaginación delante de estas imágenes, se puede elucubrar sobre la vida sosegada y próspera bajo los techos limpios y claros, y el tumulto, las privaciones y la violencia bajo esos otros de zinc, de cholguán, pedazos de madera, tejas casi podridas y a veces hasta lonas o plásticos negros. Son como los pensamientos y sentimientos de la propia casa, como si contara su historia a los cielos, no con muchas esperanza de ser escuchada...
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