domingo, 25 de dezembro de 2016

"Un rayo de luz"

    Día perezoso, sobre todo después de aguantar una fiestecita en el edificio del frente que fue hasta las cinco y media de la mañana... ¡Imagínense el escándalo que tenían, para que nosotras pudiéramos escucharlo desde aquí!... Y ni siquiera era año nuevo, cuando uno se espera una cosa así. Ya nos estamos preparando para la celebración de esta gente sin noción en el año nuevo. Creo que, o nos compramos unos tapones para los oídos o llamamos a la policía para que acabe con el alboroto y la gritería, porque sinceramente no quiero empezar el año andando por ahí como una zombi, que es como estoy hoy día... ¡Me voy a pegar la mejor siesta del mundo después de almuerzo!
    En todo caso, y antes de que me duerma en cualquier parte, les deseo una feliz navidad y ya me pongo a publicar la crónica de la semana.



    Abrí los ojos y no podía creérlo: pleno verano y el cielo estaba cubierto de nubes grises, como si una lluvia se avecinara... ¡Puchas, "El niño" estaba realmente haciendo de las suyas!... Salir temprano de la cama ya no es fácil, ahora, sinceramente, con un cielo así, dan ganas de darse vuelta y seguir durmiendo... Me quedé tendida allí, desanimada, mirando por el ventanal con ojos tan turbios y grises como el cielo, pensando, irritada, que aquello era un verano que nadie merecía. ¿Dónde estaban los amaneceres radiantes, el firmamento limpio, el sol iluminando el paisaje?...
    Sin embargo, pocos minutos después, éste empezó  a aparecer detrás de la cordillera y, para sorpresa y deleite mío, su luz comenzó a clarear el cielo que, mismo lleno de nubes, fue tomando ese tono azul, pasando del gris a un reflejo diáfano que pareció encender la ciudad bajo él. Con una sonrisa de agrado, me senté en la cama y ya sentí un nuevo ánimo tomando cuenta de mí. ¡Entonces, no estaba tan gris y amenazador como parecía!... Fue sólo aparecer la luz del sol que todo se transformó, inclusive en mi corazón.
    Entonces, se me ocurrió que así también sucede en nuestras vidas. A veces todo parece obscuro y amenazante, sin salida, pero basta encontrar -o crear- un rayo de luz para que todo el paisaje se transforme y nos llene de coraje, esperanza y nuevas fuerzas. La luz puede venir de nosotros mismos, de otros, de nuestra fe o nuestra creatividad, no importa, lo que no podemos olvidar es que está allí, siempre. Basta buscarla, llamarla, difundirla, y ella se hará presente para mostrarnos la verdad y guiarnos en nuestra caminada.

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