domingo, 11 de dezembro de 2016

"No sé rezar"

    En realidad, no es muy bueno prometer cosas si no se tiene la certeza de que se pueden cumplir, pero uno es así, llena de buenos deseos y entusiasmo, sólo que a veces las circunstancias le salen al paso y la promesa queda para un poco después... Y eso fue lo que me pasó con los cuentos que había prometido para este fin de semana. Durante el viaje de mi hija a méjico -que acabó tornándose una verdadera odisea que me dejó muy estresada y sin ninguna inspiración- surgieron tantos imprevistos que mal paré en casa y, a pesar de que en realidad no necesitaría que ella fuera a viajar para sentarme a escribir porque, en realidad, cuando ella está aquí tampoco la veo durante el día, sino solamente en la mañana y en la noche y los fines de semana, entonces que ella esté o no esté en el país no tiene nada que ver con que yo escriba o no. Esto es un problema mío: el de estar a menudo buscando -y encontrando- disculpas para no hacer cosas que me dan placer... Pero ya estoy resolviéndolo con la ayuda de mi maravillosa psicóloga brasilera vía skype... Nada como alguien amigo e imparcial para ayudarte en estas encrucijadas y conflictos, mismo a 4 mil kilómetros de distancia. Es algo que, realmente, no tiene precio, porque ella es excepcional...
    Entonces, sin prometerles nada de nuevo, tal vez esta semana que viene -a pesar de los últimos tres días de tratamiento de kinesiología que tengo, y que hago justamente en mi hora más productiva: la mañana- realmente tenga cuentos nuevos. Mi hojita de anotaciones ya está más que llena, entonces creo que no puedo -ni debo- dejar escapar estas inspiraciones. Sería un pecado.



    Yo creo que no sé rezar. No consigo concentrarme cuando lo intento, ser coherente, inspirada, objetiva. Estoy hablando de una cosa y se me vienen mil más a la mente, inclusive las más domésticas y banales, se me enredan las palabras, se me confunden las intenciones. Creo que mi "estilo" para orar es más como una conversación informal con un amigo, pues no soy capaz de expresarme con frases elevadas o arranques de amor y gratitud, por más que me sienta invadida por estos sentimientos profundamente cada vez que siento la presencia de Dios en mi vida. Mi negocio es hablar directamente, escribir (que me ha resultado lo más efectivo) o simplemente dejar -y confiar en que El lo haga- que Dios lea mi corazón y me conceda lo que necesito... ¿Eso es ser demasiado confianzuda, floja, ingenua?... Porque es como si yo ya diera por sentado que en algún momento voy a ser atendida en aquello que realmente necesito, lo que significa que ni todo lo que pido me será dado, ya que muchas veces uno quiere algo pensando que lo necesita o que será bueno y en realidad no es así. Estas son las cosas que Dios sabe y uno no.
    Sé que El ve, escucha y siente todo respecto a nosotros y probablemente está enterado de lo que me sucede y actúa según su sabiduría y misericordia, siempre para nuestro bien, como lo ha hecho en estos últimos tiempos, en los cuales he sentido como nunca Su presencia en las pruebas y al mismo tiempo en el apoyo, el consuelo y el paulatino e persistente éxito... 
    Pero de todas maneras, a veces me gustaría poder rezar mejor...

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