domingo, 13 de novembro de 2016

"Quedarse callado"

    Finalmente, los días de tempestad empiezan a ser menos frecuentes y más suaves, lo que significa que puedo empezar a concentrarme en otras cosas, como por ejemplo... ¡volver a escribir cuentos!... La felicidad, el equilibrio y el control van tomando cuenta y así, inmediatamente, la inspiración reaparece sabrosa, despierta, conectada, desbordada... ¡Y es una de las mejores sensaciones del mundo! No importa si hoy está frío y mañana nos vamos a asar, si me duele el brazo, si hay paro de los empleados públicos y la ciudad ya empieza a parecer un basural, si la plata está muy corta o me perdí el último capítulo de la novela y mi radio preferida está fuera del aire... Si tengo la inspiración para sentarme aquí y escribir lo que sea, para mí es suficiente. Gano cada día que consigo traducir a palabras lo que aparece en mi mente al mirar a mi alrededor, porque es así que interactúo con el mundo en el que vivo, descubriéndolo y llevándoselo a ustedes cada fin de semana. Es así que aprendo mis lecciones y me doy cuenta de lo maravillosa que es la vida en toda su diversidad trágica, alegre, valiente, milagrosa... Entonces, ¡la semana que viene hay cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!.



    Decir las cosas, poner para afuera, expresar con palabras -habladas o escritas, compartidas o para uno mismo- desahogarse, sacar de nuestro corazón y nuestra mente esos sentimientos y pensamientos que a veces pueden hacernos tan mal si viven en el silencio. No es saludable quedarse callado. Es bueno y puede aclararnos mucho un problema si lo escuchamos o leemos, si lo conversamos, porque es como tener otro punto de vista, una mirada más fresca, otras posibilidades. Al exponer lo más honestamente posible lo que nos aflige parece que nuestra percepción y capacidad de análisis mejoran y podemos terminar encontrando soluciones inesperadas o percibir algo que estaba justo a nuestra frente y no conseguíamos ver. Nuestra mente tiene mil subterfugios y pistas para apuntarnos nuestros conflictos, y a veces hasta se alía a nuestro cuerpo para hacerse escuchar y ser tendida. Por eso debemos prestar atención, tener coraje y admitir estos problemas, exponerlos y enfrentarlos para lidiar con ellos y así mejorar nuestra calidad de vida. Nada peor que un secreto negativo dando vueltas y asomándose sin aviso en nuestra vida.
    Yo no sé si algún día aún voy  a ganar algún dinero escribiendo, un premio o un empleo, pero de lo que sí tengo absoluta certeza es que escribir ha sido mi salvación psicológica, espiritual y hasta física en innumerables ocasiones, por lo que se ha convertido en mucho más que un hobby, un talento o la esperanza de reconocimiento. Es una necesidad, una rutina vital para mi equilibrio emocional y físico, para mantener mi conexión y empatía con el mundo y las personas. No puedo dejar de escribir, de desahogarme en palabras sobre un papel (porque yo escribo todos mis originales en cuadernos, por más jurásico que pueda parecer. La conexión entre la mano, el lápiz y la hoja en banco es casi mágica) porque solamente así me encuentro a mí misma y soy capaz de resolver -o por lo menos lidiar- mis conflictos, dudas, inseguridades, pérdidas y frustraciones, así como celebrar mis victorias y descubrimientos, las lecciones que aprendo y la presencia divina en cada paso que doy. Siempre que escribo sobre lo que me acongoja, acabo encontrando alguna respuesta, una salida o, por lo menos, algo de paz y consuelo hasta llegar a la solución del problema.
    Por eso, guardarse las cosas, para mí -y lo afirmo por experiencia propia- es casi un suicidio. Y supongo que esto debe valer para todos, pues hay miles de personas enfermas e infelices, que no viven ni prosperan por mantener calladas esas voces y esas imágenes que, quien sabe bajo la luz del exterior, se esfumarían como fantasmas. El secreto nos roba la energía, la paz, la creatividad, el equilibrio... Y realmente, por ese precio no vale la pena quedarse callado.

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