sábado, 15 de novembro de 2014

"El globo y la bolsa plástica"

    A veces me espanta la facilidad que tenemos para ser desagradecidos y tener una auto compasión desmesurada que nos impide ver las cosas buenas que tenemos. ¡Hay tanta gente que no puede ir al médico, no tiene cómo comprar remedios, hacerse exámenes, pagar el arriendo! Gente que, enferma, adolorida, deprimida o asustada, sale todos los días de la cama y enfrenta el mundo porque, simplemente, no puede hacer otra cosa. Gente que vive hacinada, en casuchas de tablas y cartón, que no sabe qué va a comer ese día, que no tiene agua ni luz, que cocina lo que encuentra encima de cuatro ladrillos. Gente que duerme en las calles, en los bancos de las plazas, en los containers, que registra la basura e devora las sobras de los demás, que anda descalzo y con la ropa sucia, rasgada, hedionda... Y nosotros, que ni conseguimos imaginarnos cómo sería vivir así, tenemos el coraje de reclamar, de sentirnos perjudicados, olvidados por Dios. Nosotros, que tenemos agua caliente y la despensa bien abastecida, ropa en el closet y computador, televisión HD, una cama, una estufa... Nosotros, que siempre queremos más y dejamos pasar tantos milagros, que no le damos valor a lo que tenemos, a lo que recibimos, que no aprendemos ni compartimos... Realmente, la raza humana tiene unas cosas maravillosas, pero cuando se trata de su lado obscuro, pocos le ganan en negrura e inconsciencia.
    Y aprovechando esta tirada de orejas, que empieza por mí misma, aquí va la crónica de la semana.

 "El globo y la bolsa plástica".. Parece el nombre de un cuento infantil, de alguna fábula con moraleja, o de una película de Disney. Pero en realidad fue una escena con la que me topé el otro día cuando iba al mercado... Domingo soleado y fresco, ráfagas de viento perfumado barrían la calle casi desierta y yo iba paseando, canturreando alguna cosa mientras me deleitaba por anticipación con el pollo asado que iba a comprar en el mercado, oloroso, dorado, crujiente, bien aliñado con merquén... De pronto, surgiendo no sé de dónde, veo un globo rojo que se acerca danzando graciosamente entre la calle y la vereda. Brillaba y giraba, lanzando destellos, liviano y gracioso. Me detuve un momento para observarlo, preguntándome de dónde vendría. ¿Una fiesta? ¿Un parque? ¿Una tienda? Con certeza debía haber algún chiquillo desconsolado por ahí.. Pensé pescarlo y ver si encontraba a su dueño por allí cerca, pero el viento estaba demasiado antojadizo y yo habría tenido que hacer unas cuantas piruetas ridículas para poder alcanzarlo. Había poca gente en la calle, es verdad, pero mi sentido de la dignidad y de supervivencia pesaron más, entonces decidí continuar mi camino. Ciertamente, la mamá le compraría otro globo al niño, y yo no quería quedarme sin almuerzo. Le sonreí al globo rojo y me dispuse a seguir... Y fue entonces que ella apareció. Tampoco sé de dónde, pero de repente se elevó en el aire esta bolsa de plástico negro, del tipo más ordinario, de esas que ni siquiera tienen brillo, e inflada por el viento, empezó una danza llena de subes y bajas, hinchándose, contorciéndose y arrugándose, y de a poco se fue acercando al globo rojo que, por su parte, continuaba flotando graciosamente... Yo me quedé inmóvil, absolutamente asombrada por el espectáculo con el que estaba siendo agraciada. ¿Era un duelo? ¿Una casualidad? ¿Quizás una lección? ¿Era el viento quien comandaba las coreografías, o el globo y la bolsa se aprovechaban de su paso para exhibirse a los transeúntes? ¿Yo era la única que estaba viendo esto?...
    El show duró unos diez minutos, sin que la fuerza del viento, curiosamente, arrastrara a los bailarines hacia otro lugar ni ellos se enredaran en algún objeto, un kiosko o el entablado de una construcción. Yo me sentía totalmente hipnotizada y poco a poco tomada por una gran emoción. El globo lindo y gracioso, la bolsa fea y vulgar, ambos aprovechando el mismo viento - que era para todos, incluyéndome a mí- para hacer algo igualmente bello... Pensé: "Todos podemos. Todos tenemos la oportunidad, sólo hay que percibirla y aprovecharla". El globo, con su forma perfecta, y la bolsa, descoyuntada y banal, danzaron son idéntica perfección, cada uno aprovechando sus cualidades, sus posibilidades, su individualidad. La diferencia entre ambos no fue un obstáculo, sino una oportunidad de mostrar creatividad y coraje, una diversidad bien aprovechada.
    ¿Será que nosotros podemos hacer lo mismo?...

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