domingo, 20 de julho de 2014

"¡Por Dios, cómo el tiempo vuela!"

    Parece que definitivamente nuestro "Veranillo de san Juan" se terminó. Después de una semana de sol esplendoroso y temperaturas primaverales, hoy amaneció frío y con una niebla espesa que no sé de dónde vino, porque ayer estaba completamente despejado. ¡No da para ver ni el San Cristóbal y mal se distinguen los edificios de la vereda del frente!... Sólo espero que más tarde esto se disipe, porque si no es capaz que me pierda cuando salga a pasear con mis perritas... Es muy raro mirar por la ventana y no ver nada fuera una cortina blanca. Parece que uno está soñando. Es la misma sensación que tenía cuando era chica e iba al colegio en un día así. Para llegar al liceo tenía que atravesar un sitio vacío rodeada por esta niebla, y siempre tenía esa sensación de que nunca iba a conseguirlo, de que iba a ser engullida por aquella nube espesa... Menos mal que, efectivamente, estaba despierta y, al poco de caminar, un poco vacilante, tengo que admitirlo, divisaba los edificios y las rejas del liceo... Pero el susto y la sensación extraña me los pasaba igual.
    Y como hoy ya no tengo que ir al colegio -hasta porque es domingo- puedo sentarme tranquilamente aquí y postear mi crónica de la semana sin preocuparme de ser devorada por esta neblina londrina que toma cuenta de la ciudad.


    Realmente me siento fascinada por esta cuestión del tiempo, de vivir en el presente, de ser como los perros, que disfrutan el aquí y el ahora sin problemas. Porque, si paramos para pensar, eso es todo lo que realmente tenemos. Ni siquiera podemos prever el siguiente minuto de nuestra vida, a no ser que tengamos un don sobrenatural. Toda ella está hecha de un constante presente y nada más. Entonces, se supone que esta consciencia debería preservarnos de toda ansiedad y temor, pero desgraciadamente no es así. No se si se debe a que estamos siempre trazando planes y preparando nuestro futuro -y a veces el de los demás- y la expectativa de que nuestros proyectos tengan éxito nos impide percibir que la única realidad es la que sucede en este momento, entonces nos afligimos por acontecimientos que no existen y vivimos con la cabeza en el mañana, dejando pasar el presente como si no tuviera ningún valor.
    Yo sé que uno necesita tener objetivos y planear las estrategias y caminos para alcanzarlos, pero a veces este trabajo nos consume de tal manera que no nos damos cuenta de que no estamos viviendo el presente, que es la verdadera realidad. Creo que de ahí viene la sorpresa que nos invade cuando un día nos miramos al espejo y exclamamos, asustados: "¡Por Dios, cómo el tiempo vuela!", y nos sentimos perjudicados por su prisa y su falta de consideración... Sin embargo, si hubiéramos vivido nuestro presente al mismo tiempo en que planeábamos el futuro, a lo mejor no nos llevaríamos una sorpresa tan desagradable.
    ¿Pero será que esta combinación es posible? ¿Será que podríamos conseguir el equilibrio entre estos dos estados de consciencia?... Se cree que vivir sólo el hoy puede ser una actitud irresponsable. Pero vivir sólo enfocado en el futuro también lo es. Entonces, ¿qué hacer?... Tal vez planear el mañana y construirlo día a día, sin adelantarse, haciendo que nuestro presente bien vivido sea como un grano de arena -colocado uno de cada vez- en la construcción del edificio de nuestra existencia.
    ¿Será que consigo vivir así?...

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