sábado, 1 de novembro de 2014

"El bien que nos gustaría entregar"

    El año ya se acaba y pasaremos otra navidad -nuestra segunda aquí- en compañía de mi hijo y su polola, lo que será el mejor regalo que podría recibir. A mi edad ya no me interesan mucho las cosas materiales. Lo que me hace realmente feliz es la compañía, la música, los paseos, compartir experiencias, cuidar la salud, conversar, escribir... Son los momentos y las personas, las acciones, las lecciones, las sensaciones. Eso es lo que se ha transformado en un regalo para mí ahora que volví. No es que no aprecie un vestido bonito o un restaurante de calidad, unos zapatos nuevos o unas vacaciones en un buen hotel, pero si no tuviera eso no sentiría que me falta algo. Ahora, si no tuviera esperanza, optimismo, creatividad, buena compañía, cariño, respeto, inspiración, salud, ahí sí que me  sentiría muy infeliz y deprimida... Me siento aquí y contemplo el paisaje deslumbrante de la ciudad y la cordillera por la ventana y me digo, admirada y sonriente: ¡Cómo cambian las cosas con el paso del tiempo! ¡Cómo cambiamos nosotros, y para mejor!...


    ¿Qué cuesta sonreír?... Es increíble cómo las personas responden positivamente a una sonrisa, a un gesto amable, a un elogio sincero. Parece que tienen hambre de gentileza, de alabanza -por más simple que sea- de reconocimiento. ¿Y por qué somos tan reacios a hacer esto, si parece tan fácil? ¿Será porque siempre esperamos que los demás lo hagan primero? ¿Pero no nos damos cuenta de que si nosotros tomamos la iniciativa tendremos de vuelta inmediatamente aquello que esperamos?... Las personas anhelan nuestra sonrisa, nuestro apoyo, nuestro consuelo y consideración, nuestra buena voluntad y amabilidad, nuestra comprensión y compasión allí mismo, en la fila del banco, en el metro, en el consultorio, la tienda, el mercado, la vereda. No hay un lugar ni un momento específicos para sonreír o tener un gesto desinteresado y gentileza. Eso debe suceder siempre, porque esa es la forma correcta de vivir. He visto algunos vídeos en los cuales un primer gesto de consideración crea una verdadera cadena de buenas acciones, todas simples necesarias y efectivas en el momento en que son realizadas, y siempre termino con los ojos llenos de lágrimas, pues me doy cuenta de lo que somos capaces si nos esforzamos, si salimos un poco de nuestras conchas de desconfianza y pereza, si prestamos un poco más de atención a lo que nos acontece, con quiénes nos encontramos, a lo que vemos y sentimos. Sí, porque todos tenemos dentro de nosotros esas ganas, ese bien que nos gustaría entregar, esa vocación para ayudar de cualquier forma. Todos queremos ver a los otros felices, prósperos, tranquilos. Esa sonrisa está siempre en nuestros labios, lista para florecer, pero buena parte de las veces en que podría hacerlo, nosotros apretamos la boca y nos decimos que no tenemos tiempo, que no vale la pena, que otro lo hará, que es ingenuo e inútil, que no hace fata, que al otro le va a dar lo mismo... Y en el fondo nos damos cuenta de que eso es una gran mentira, porque sabemos perfectamente lo que sucede cuando sonreímos.

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