sábado, 16 de agosto de 2014

"Alguien se arrepiente de una buena acción?"

    Parece que el verano está con prisa este año. ¡En pleno Agosto tendremos 30 grados mañana!... Claro, son 30 grados de invierno, pero la gente ya salió a comprarse poleras, sandalias y shorts, las heladerías están llenas y todos andan por ahí de anteojos obscuros y bermuda. Se les olvida que esta es una situación pasajera y que todavía tenemos un mes de invierno, pero no se puede negar que es muy agradable sacarse las chombas, medias y abrigos un poco y sentirse más liviana y acariciada por el sol (A pesar del smog. Francamente, no sé cómo los rayos del sol consiguen atravesar esta capa gris y parada sobre la ciudad que todos nosotros, desgraciadamente, respiramos cada día)... Mas ya falta poco para la primavera, entonces hay que tener paciencia y sacarle el mejor partido al frío que aún nos queda.
    Y con este optimismo todo y añorando el calorcito y los helados (diet, claro) aqui va la de la semana:

    El joven le abre la puerta al hombre cargado de cajas. La muchacha le cede el asiento a la mujer con el bebé. El señor ayuda a la anciana ciega a atravesar la calle. La señora con el carrito lleno le da su lugar en la fila del mercado al hombre que compró solamente un kilo de pan. El conserje sale de su fortaleza para ayudar a la inquilina con los paquetes... Gestos breves, simples, espontáneas muestras de la bondad que anida en nuestro corazón. ¡Y nos sentimos tan bien cada vez que lo hacemos!... Es como sembrar, iluminar, como contagiar, pues ciertamente quien recibe nuestro gesto de amabilidad se sentirá tentado a repetirlo con otros que crucen su camino. Y así, como un abanico, la gentileza, la compasión, la generosidad y el desprendimiento pueden ir tomando cuenta de  cada espacio, demostrando que somos intrínsecamente buenos.
    Sé que he escrito mucho sobre esto, pero es que no puedo dejar de darme cuenta de que es una actitud que realmente funciona y que podría cambiar el mundo... Yo mismo, el otro día, me sentí una mezcla de heroína, Viejito Pascuero, discípulo, adolescente y profundamente feliz cuando el joven exclamó, sonriendo:
    -¡Qué bueno poder empezar el día así!- sólo porque yo le había cedido mi lugar en la fila del mercado.
    ¡Caramba!, ¿cómo puede ser que algo tan simple, tan fácil y banal le provoque a uno y al otro sensaciones tan buenas, profundas y verdaderas? ¡Y realmente, no cuesta nada!... Practíquenlo y se van a dar cuenta de que lo que digo es la más pura verdad: poseemos la chispa de la bondad espontánea y desinteresada, del deseo de ver bien al otro, de ser caritativo y útil, pero gran parte de las veces nos negamos a encenderla por los motivos más fútiles y porque parece ser más fácil ignorar las necesidades de los demás. Pero, sinceramente, no creo que nadie se sienta mal o se arrepienta de una buena acción. Entonces, si nos hace tan bien, ¿por qué a veces somos tan mezquinos para regalarla?... Puede que al principio nos cueste un poco, que nos demoremos en darnos cuenta de lo que debemos hacer y cuándo hacerlo, pero cuando esto se convierta en un hábito, será deliciosamente compensador.
    Entonces, nosotros, que tenemos esta consciencia, podemos empezar dando el ejemplo. ¡Es demasiado bueno como para ignorarlo!...

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