sábado, 8 de novembro de 2014

"Apariencias que engañan"

    Y se va este mes y ya llega diciembre, la navidad, el año nuevo, las visitas tan largamente esperadas. Se empiezan a terminar proyectos y a hacerse nuevos, siempre con la esperanza de que se podrán realizar. También llega el sol, el viento perfumado, la sombra acogedora, los atardeceres dorados reflejados en los vidrios de los edificios. Se respira el anticipado descanso, la alegría de la fiesta, de los regalos, de las promesas, de la renovación... ¿Y qué se hace de la vida? Pues se vive, no importa dónde estemos, ni lo que hagamos, cuántos años tengamos, qué raza, credo, condición social, opción sexual, si estamos solos o acompañados. Lo importante es vivir, no dejar pasar ni un día en blanco, no despreciar las oportunidades, creer en ellas, en el futuro que nos aguarda a la vuelta de la esquina, lleno de sorpresas y descubrimientos, de las lecciones que tanto necesitamos para crecer y llegar al final libres, realizados, felices, serenos... ¿Qué más se puede querer para celebrar el fin de año?...

    Me estaba acordando de ese muchacho lleno de piercings, tatuajes, ojos delineados y cabello a lo mohicano que conocí en el parque y que recoge y ubica perros abandonados, y de la sorpresa que me llevé al saber de su dedicación a estos animales, lo que me hizo reflexionar sobre cómo las apariencias pueden engañarnos a veces... Pero hablo de aquella parte estética, no de la "primera impresión" psicológica que a veces tenemos al conocer a alguien. Porque puede ser una persona bonita y bien vestida, que hable con educación y tenga excelentes modales, pero que nos provoque escalofríos... No, esto se trata de la pura apariencia, que a veces nos juega unas malas pasadas, nos pone a prueba y nos hace meter las patas olímpicamente... Lo mismo me sucedió con aquel mendigo hediondo y cochino, con costras de mugre en los pies y los pantalones tiesos de orina, que registra los basureros del paseo para comer lo que los demás botan. Pero que comparte lo que encuentra con los pájaros y los perros, tiene largas y profundas conversaciones con hombres y mujeres de clase media, es compasivo con los otros mendigos menos afortunados y lee atentamente el periódico sentado en su banco -tan grasiento y apestoso como él mismo- ayuda a los transeúntes con informaciones y tiene una linda sonrisa y un pulido "buenos días" y "muy agradecido" para quien lo saluda o le da alguna cosa... Y también me llevé una enorme sorpresa con el vendedor de fruta que tiene el rostro lleno de horribles cicatrices -lo que le da un aspecto feroz, casi monstruoso- y un corte mohicano erizado y sucio, ropas de cuero negro, collares, anillos y pulseras de metal con púas, botas de plataforma y uñas largas e inmundas, pero que atiende a sus clientes con una gentileza totalmente inesperada y trabaja duro cada día empujando su enorme carro cargado de fruta fresca...
    Y así suman y siguen estos personajes feos, sucios, mal vestidos, a veces apestosos, de voz ronca y rostros endurecidos por la lucha de cada día. Estas personas extrañas, bizarras, a las que les tenemos tanto miedo, de todas las edades, sexos y clases sociales que consiguen engañarnos con una apariencia nada atrayente, pero que se revelan, si nos quedamos lo bastante como para desenmascararlos, venciendo nuestros recelos instintivos, seres humanos sensibles, decentes, trabajadores, honestos, sabios, con historias conmovedoras, de las cuales podemos aprender mucho.
    Por eso, tratemos siempre de darle a la gente una segunda chance, aunque nos demoremos para tomar el coraje porque, al final, puede valer la pena.

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