sábado, 2 de agosto de 2014

"Historias en el suelo"

    A dos días de mi cumpleaños, supongo que estoy pasando por mi pequeño "infierno astral", típico de esta fecha, entonces ando toda saltona con ese negocio de envejecer, de la salud, de la dependencia, de cualquier síntoma diferente (lo que, claro, sólo me estorba y me arruina el día, pero yo soy así, demasiado aprensiva y ansiosa. ¿Qué le voy a hacer?) de la comida que me cayó mal de repente, etc, etc... Bueno, imagino que a la mayoría de las personas debe pasarles algo parecido y el secreto para sobrellevar este proceso inevitable (porque no importa cuántas cirugías nos hagamos o cuántas vitaminas tomemos, la cosa no va a retroceder y mucho menos parar) debe ser, creo yo, hacerlo con gracia, con dignidad -dentro de lo posible- con buen humor y optimismo. También, en una época como esta, tener 58 años, o 60, y hasta 70, no es una cosa tan deprimente y aislante como era antiguamente, entonces, hay que tomárselo con panimávida, como se decía antes, y seguir adelante adaptándose a los cambios y achaques, pero sin dejar de crear, de ser útil, alegre y positiva hasta el último instante. ¿Qué más nos queda por hacer? ¿Sentarnos a esperar la muerte?... ¡Jamás! ¿Para qué morirse antes de tiempo?...
    Entonces, después de esta declaración contra los "infiernos astrales" de los que cumplimos más años de los que nos gustaría, aquí va la crónica de la semana.


    Aquí se juntó un grupo de personas a conversar y tomarse un café, a mirar el paisaje y el cielo sin nubes para huir de la rutina y la presión de la oficina: docenas de colillas de cigarro desparramadas en la vereda... En este banco se sentó alguien a hacer una colación, y debe tener sobrepeso y ser sedentario, porque dejó todo tirado en el banco y a su alrededor: envase de coca-cola vacío, cartucho de papas fritas, de galletas rellenas, una caja de plástico con restos de un sandwich... Por acá hubo una pelea y a alguien se le pasó la mano en la reacción: una botella quebrada en el pasto, unas gotas de sangre en el cantero... Vienen unas hojas de cuaderno rodando por la vereda, sucias y arrugadas, y se juntan a una escuadra verde despedazada: un alumno rebelde, impaciente, que no aguanta más las exigencias de los profesores y el tiempo que pierde en la sala de clases cuando podría estar haciendo algo mucho más entretenido en otro lugar. ¿El futuro? ¿A quién le interesa? Ese tema está súper valorado, lo que importa es el presente y lo bien que se puede pasarlo en él... Allí, una mancha de sangre en el pavimento, un sweater sucio y rasgado apelotonado al pie del poste como un  animal avergonzado bajo su sombra: los muchachos que se creen vigilantes, fuegos purificadores de una raza que ellos mismos inventaron y su moral prejuiciosa, y salen por la noche para atacar a los mendigos y alcohólicos que duermen en el parque. Ni los perros se salvan de su furia y descaro... La caja de remedio vacía, el nido despanzurrado en el pasto, el guante o el zapato huacho en la cuneta, la monedita de un peso, la peineta, unos restos de globos coloridos... Definitivamente, también se pueden descubrir historias en el suelo. 
    Siempre he dicho que hay que levantar la vista para encontrar y conocer a las personas y sus escenarios, para enterarse de lo que está sucediendo a nuestro alrededor y tener la chance de participar, sin embargo, debo admitir que también encontramos y conocemos capítulos de sus vidas cuando bajamos los ojos.

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