sábado, 12 de dezembro de 2009

La grande performance

Bueno, y para empezar a recuperar el tiempo perdido por causa de virosis, presentaciones, ensayos y reuniones de todo tipo, visitas al médico y al departamento técnico de la tienda de computadores, aquí vá la primera crónica de las dos que les estoy debiendo. Hoy día, mañana y hasta el jueves de la próxima semana todavía voy a estar bastante ocupada porque en vez de salir de vacaciones (pero pueden continuar con caritas de envidia porque salgo el próximo viernes) como yo pensaba, voy a tener que presentar una pieza para recaudar dinero y pagar unas cuentas de la fundación porque la plata no alcanzó este año -cosas de la oposición, dicen ellos- y sobramos solamente nosotros para dar cuenta de esta misión. En todo caso, en vez de esto ser alguna espécie de castigo extra, en realidad, más está pareciendo un tremendo regalo de navidad porque, finalmente, estoy haciendo lo que más me gusta: teatro adulto. Estoy bien cansada (ando por ahí durmiendo en pié) con la glicemia disparada y una anemia medio seria, pero estoy completa y absurdamente feliz por esta oportunidad justo al final de lo que pensaba -y todavía pienso- ser el peor año que ya viví en la fundación. Todo parece estar recomponiendose, volviendo a sus ejes, retomando el rumbo lógico... Sólo espero que la cosa continúe así el año que viene y que todo este esfuerzo valga la pena. En todo caso, de cualquier forma tendré mi grupo de teatro de nuevo, lo que va a compensar cualquier disgusto que pueda aparecer... Entonces, como pueden percibir, mi año nuevo ya comenzó, y de la mejor forma posible!...
Y aquí vá la primera crónica, que fué publicada en el diário esta semana.

Observo a mi alrededor y me doy cuenta -supongo que como artista que soy- de que todo es una gran, interminable y perfecta performance. Escenarios, personajes e historias transcurren sin cesar; algunos son protagonistas, otros co-ayudantes, iluminadores, escenógrafos, maquilladores. Algunas veces somos público, otras actores; otras pocas nos aventuramos a escribir guiones, a crear textos y a vivir personajes e ilusiones que ni siempre acaban en aplausos o elogios, ni nos vuelven ricos o famosos. A veces nos perdemos entre los escenarios, las máscaras y el maquillaje, nos engañamos -y tratamos de engañar a los demás- con palabras y marcaciones que no sentimos, nos olvidamos del diálogo. Nos dejamos seducir por la luz de los reflectores, por el ruido ensordecedor de los aplausos, nos envolvemos en una historia que no es la nuestra.
Casi siempre nos olvidamos de que el actor necesita ser dirigido por alguien más sabio, tiene que aprender, tiene que adquirir técnica, desenvoltura, dominio, equilibrio, tiene que desarrollar su creatividad, su humanidad, tiene que trabajar su talento con ahínco y perseverancia, pues un diamante sin lapidar es tan sólo una piedra y un actor que solamente memoriza y repite palabras y gestos no pasa de un papagayo. La tierra es un teatro de infinitos escenarios por los cuales vamos pasando, como los personajes de un guión, en los cuales interactuamos, crecemos y tenemos la oportunidad de agregar preciosos detalles a la trama. Encontramos en esta historia incontables ayudantes, protagonistas, héroes y bandidos, princesas en peligro, ladrones buenos y reinas malas, nos encontramos con santos y traidores, con sabios e idiotas, somos envueltos por el amor y por el odio, por la codicia, por la compasión, por las mentiras que nos confunden y obscurecen nuestro camino, y por la verdad que todo revela y todo liberta, mismo delante de los mayores desafíos.
Observo a mi alrededor y me siento parte viva y real de esta pieza fantástica que es la existencia, con todos sus altos y bajos, sus incontables finales y recomienzos, sus mil caras y voces, los encuentros y desencuentros, los fracasos y las victorias, la gloria y la miseria, y una inmensa onda de gratitud me arrastra hacia el seno infinito y cálido de Dios que, a pesar de ser el creador y el director, siempre nos brinda la posibilidad de escoger nuestro papel y de improvisar.

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