terça-feira, 1 de dezembro de 2009

Nuestra expresión

Bueno, dicen que las desgracias nunca vienen solas, y es justamente por esto que esta semana estoy taaaaan atrasada para postear mi crónica. Resulta que el jueves pasado me robaron la cartera, con todos los documentos, dinero, tarjetas, medidor de glicemia, llaves y agenda y mi precioso celular nuevo, que ni comencé a pagar todavía!... Imagínense cómo me quedé!... Totalmente desesperada, porque para sacar una segunda vía de mi identidad de extranjera residente es un rollo tremendo y cuesta super caro; y furiosa por la impotencia absurda delante de alguien que se encuentra en el derecho de tomar mis cosas, escoger lo que le gusta o le sirve, y botar el resto por ahí... Confieso que aún tengo la esperanza de haberme topado con un ladrón gentil -si es que eles existen- que se compadezca de mí y me devuelva, por lo menos, los documentos para evitarme un poco de transtorno... Vamos a ver si santa Rita de Cassia me dá una mano en este problema...
La segunda desgracia es un vírus que me pesqué, por causa del calor tremendo que anda haciendo, y que me tiene igual a un pollo mojado, mústio y soñoliento. Como tuve que presentar dos espectáculos para cerrar mi año de trabajo en la fundación, no pude cuidarme bien y acabé deshidratándome y debilitandome, entonces estoy de reposo pos dos días completos... que pretendo aprovechar poniendo al día mis blogs (que ya pasaron de las mil visitas, vieron?) y mis otros escritos... Bueno, y aprovechando el poco de frescor que todavía reina antes de que el sol empiece a derretir nuestras cabezas -con sombrilla o no- aquí vá la crónica de la semana pasada... El viernes postéo la de esta semana, así tienen más para leér. Y gracias por las más de mil visitas!...
Cabecitas agachadas, mirada compenetrada, pinceles o lápices en la mano, espaldas curvadas sobre la mesa... A veces paran, se enderezan, mano en el aire, y ladeando la cabeza permanecen durante algunos instantes apreciando su trabajo. Unos sonríen, otros fruncen el entrecejo, no muy contentos con lo que ven; ya otros se quedan pensativos, buscando el próximo trazo, el color perfecto, la forma que revolotéa en sus cabezas. Unos pocos están tan compenetrados que no prestan atención en nada más. Ya otros garrapatéan distraidamente la hoja blanca del block, sin ganas, o le dan una espiada a los trabajos de los otros para ver cuál es más fácil de copiar o aprovechar como idéa básica (Estos, me pregunto yo, una y otra vez, qué es lo que están haciendo aquí, pero tengo certeza de que su presencia en mi sala debe ser culpa de los padres que quieren un poco de descanso de sus travesuras)...
A cada cierto tiempo, se vuelven y me muestran el trabajo, preguntan mi opinión, me piden que corrija algunos trazos o que pase una línea negra alrededor del dibujo, que les haga el margen, o mezcle un color... Nos reímos, conversamos, escuchamos músicas, chismorreamos, creamos, analizamos. La hora y media de aula pasa a veces rápido, a veces con una lentitud desesperante, y me deja invariablemente muy cansada, pero contenta y satisfecha, pues los resultados están siendo excelentes y elogiados por quienes ven los trabajos. Sin embargo, no es solamente por esto por lo que me siento realizada, sino principalmente por la experiencia sobre la expresión del alma, del lenguaje peculiar de cada uno, que estos alumnos están vivenciando. Esto es lo que realmente tiene valor para mí: la libertad y el auto-conocimiento, el despertar de la consciencia del universo interno y externo en el cual existimos y la expresión de las imágenes y conclusiones a que esto nos lleva. La búsqueda de un lenguaje personal, único, la experimentación sin compromiso, el placer del acto creador, el descubrimiento y desarrollo de las propias capacidades de expresión y la aceptación de la diversidad que existe entre las personas son las matérias más importantes en mi clase. Estas experiencias y sus resultados son lo que hacen que todo valga la pena. Imagino lo que estos alumnos sienten cuando contemplan su obra terminada: son sus proprios trazos allí en el papel, los colores que ellos mismos escogieron, las formas y texturas, la interpretación que le dieron al tema o la libre opción del él... Yo las véo colgadas en la pared o encima de los estantes y me parecen maravillosas, a despecho de cualquier "defecto técnico", pues tengo certeza de que son el fiel reflejo de una experiencia única y verdadera. Son brillantes, espontáneas, graciosas, originales, osadas, puras. Poséen una belleza intrínsica que desafía cualquier patrón establecido o crítica, porque fueron creadas con amor, con cuidado, sin miedo, siempre atrás de la expresión más íntima. Así, son tan valiosas cuanto aquellas que están expuestas en las paredes de los grandes museos, protegidas por vidrios, rejas, lazers y alarmas, valoradas por una iluminación especial y con confortables poltronas o bancos en frente para que el público pueda tomar su tiempo en contemplarlas, copiarlas o analizarlas.
Sin embargo, lo más importante en la producción de estas obras es la adquisición de la conciencia de que cada cosa que producimos é una parte vital de nuestra existencia, inclusive la más banal y breve, pues expresa lo que somos y lo que queremos decir, lo que soñamos, lo que deseamos compartir con el mundo. Comida, ropa, decoración, jardines, objetos, textos, cuadros, músicas, poesias, palabras, gestos, todo es parte de lo que somos, todo lo que producimos nos revela delante de los otros, por eso todo acto de expresión es tan valioso y debe ser llevado en cuenta, no interesa si viene de un niño, de una dueña de casa, de un viejo, de un mendigo o de un príncipe... Estos alumnos en mi sala están dando los primeros passos no sólo en el camino del arte, del dibujo, sino también de la expresión personal, y no importa si van a tornarse grandes artistas o simples albañiles, ejecutivos, vendedores o dueñas de casa. Lo importante es que tengan esta experiencia y se vuelvan capaces de llevarla adelante en sus vidas, enriqueciendo la historia de la humanidad de la cual forman parte.

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