sexta-feira, 13 de novembro de 2009

El corazón de los hombres

Bueno, a no ser por algunas mañanas brevemente frescas y nubladas, por aquí continuamos cocinando sin piedad, mismo bajo guardasoles, con los ventiladores y el aire condicionado prendidos, muchos duchazos, litros de água, jugo, té helado y refrigerante, toneladas de helado y ropas leves y casi escandalosas... Estoy realmente preocupada con lo que va a ser de nosotros cuando llegue el verano. Créo que me vá a dar miedo salir a la calle y transformarme en una mancha en el asfalto hirviente, incapaz de resistir el calor calcinante de los rayos solares... A no ser, claro, que ocurra algún tipo de desarreglo climático (otro!) y el verano se convierta en un otoño o un seudo-invierno de temperaturas más agradables. Eso sería extraño, pero también un punto favorable en este apocalipsis climático que estamos viviendo.
Y aprovechando antes de que las cosas se pongan más calientes aquí -porque el computador prendido emite un calor desgraciado- vou a postear la crónica de esta semana. Después puedo derretirme tranquilamente en algún rincón de la casa junto com mi perra y mis plantas...

El corazón de los hombres puede, a veces, parecer seco, endurecido y obscuro y llenarnos de desánimo y pesimismo, tentandonos a desistir de amarlo y luchar por él y su redención... Sin embargo, todas las veces que esto suceda, lo que tenemos que hacer es dar una ojeada a nuestro alrededor y percibir las infinitas manifestaciones de amor, de renacimiento, de perdón y fé que Dios coloca delante de nosotros, demostrándonos de esta forma que El mismo todavía crée y espera de nosotros una señal, una palabra, un pensamiento, la mera intención del bien. Es como si El supiera que somos capaces de esto y por ello estuviese a todo instante ofreciéndonos esta oportunidad... Yo créo que nos envía estas muestras de su fé en nosotros imaginando que, ciertamente, en algún momento de nuestras vidas, encontraremos en ellas las respuestas y el coraje para continuar creyendo en el hombre y su corazón potencialmente perfecto, a pesar de tantas pruebas en contra... Pero yo pienso: si hasta en el medio de las rocas crece musgo y de las grietas del asfalto se yerguen pequeñas flores, si el desierto de Atacama guarda en sus entrañas resecadas el milagro del florecimiento, por qué no puede ocurrir lo mismo en el corazón del hombre? No es para esto que él existe, para transformarse y florecer, para dar frutos que pueden alimentar a todos?... Observando la historia de la humanidad podemos comprobar que el corazón del hombre es la raíz de todos los milagros, de todas las mudanzas, de todas las conquistas, de toda la felicidad, mismo que a veces esté recubierto por la amargura y la codícia, por la ignorancia y el miedo, por la vanidad, por el ódio... Entonces, por qué él es un tesoro tan grande, un bien tan inestimable, un don tan precioso? Pues, simplemente, porque es en él que está plantada la semilla de Dios. Y si la raíz sobrevive, de cualquier tronco mutilado nacerán, con el tiempo, nuevos brotes, ramas y hojas que tal vez crezcan en otras direcciones, con otras formas y tamaños, pero que serán siempre más fuertes, más resistentes y bellos, pues fueron generados contra todas las expectativas. Así también, de la aparente maldad que domina el corazón de tantos, puede surgir el milagro de la transformación, de la redención, de un amor aún más fuerte y fiel porque emergido del dolor y de la obscuridad. Nuestra raíz es el amor y ella es eterna, nunca nos abandona, ni permite que la olvidemos, por más relegada que esté. Es a ella a quien tenemos que acudir cuando nos sintamos secos y exhaustos, vacíos, abandonados bajo el sol de tantas probaciones. Ella nos ayudará a producir el perenne milagro de la renovación, del recomienzo.
En la naturaleza y en la vida del hombre es la manifestación del amor divino lo que vuelve posible la existencia.

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