sexta-feira, 23 de outubro de 2009

La certeza de cada momento

Bueno, por el momento parece que san Isidro está de buen humor y deja que el sol brille sobre nuestras cabezas. El cielo está de un azul radiante, sin ni una nube en el horizonte y ni olor de lluvia. El techo de mi cuarto continúa goteando -una gota cada media hora- pues el entretecho está completamente inflitrado y voy a tener que esperar algunos días más de sol para que se seque y pueda volver a poner los muebles en su lugar. Por el momento, la extraña sensación de que hay algo totalmente errado en la decoración de la pieza -la cama, el velador y la cajonera estám fuera de centro- me invade todas las veces que entro allí, pero créo que esto no vá a durar mucho, espero...
Y con la esperanza de algunos días de sol y calor y el fin de las goteras en cámara lenta, aquí vá la crónica de esta semana.

Había acabado de llover. Final de tarde, aquella hora en que el sol, para despedirse, lanza sus colores más bellos, dándole al paisaje una luminosidad única, dulce y serena. El aire fresco parecía brillar a mi alrededor, vibrando como una suave sinfonía... Volvía para mi casa después del trabajo, respirando hondo esa frescura que habia disipado el tremendo calor del día. El cielo sembrado de blanquísimas nubes reflejado en las pozas de água. Gotas brillando entre el follaje de los árboles. Tierra obscura y olorosa, en beatífico reposo... Empecé a caminar más despacio, a pesar del cansancio y de las ganas de llegar a mi casa, tomar un baño y beber un vaso de té helado. Y me fuí dando cuenta poco a poco, en lentas y profundas oleadas, que había alguna cosa en aquel paisaje que me llenaba el alma de alegría y paz. Pero, qué es lo que era?... La calle, las casas, los árboles, los autos, las personas regresando a sus casas, como yo: esa era una escena banal, que veía todos los días. Entonces, qué felicidad inesperada era aquella?... Me pillé sonriendo, tomada por una íntima satisfacción que me desconcertó, pues nada diferente había ocurrido ese día como para despertar tales sensaciones dentro de mí. E de pronto, la pregunta surgió en mi mente, así, de la nada, nacida del último suspiro, de la sonrisa sin razón, del aroma en el aire: "Qué es lo que me basta para ser feliz?"... Y la respuesta vino inmediatamente, como si hubiera estado esperando hacía mucho tiempo: "Pues me basta saber que después de la lluvia el paisaje lucirá así, limpio y claro, el aire fresco y transparente, suavemente perfumado."... Me quedé tan sorprendida y admirada con estas palabras que me detuve, deslumbrada, y miré a mi alrededor como si fuera una primera vez, pues eran la más pura verdad! En aquel preciso momento de mi existencia saber aquello, tener conciencia y vivenciarlo era bastante para sentirme completamente feliz, viva, plena, santificada. Amada. No existía nada mejor, nada más importante, nada que deseara fuera aquello. No existían las angustias ni las expectativas del pasado y del futuro. La certeza del acontecer de ese instante era suficiente para entender el universo entero y sentirme parte vital de él!... "Esta certeza me basta!", pensé, estupefacta, "La certeza de cada momento y de lo que ocurre en él es lo suficiente, no necesito nada más!"... Y me dí cuenta, más admirada todavía, de que todas las certezas son simples y directas, visibles, suceden a cada momento. No es cuánto voy a ganar, cuánto voy a gastar, qué es lo que voy a vestir, qué es lo que voy a comer, con quién voy a estar. La certeza es lo que de hecho sucede, es la realidad que nos rodea y nos habla, nos toca, interactúa con nosotros... "A lo mejor, al final de cuentas, no hallan preguntas!", me dije a mí misma, sonriendo, "Tal vez no necesitaríamos preguntar sino tan sólo escuchar las respuestas!".
Es algo extremadamente simple: lo que debe ser hecho debe ser hecho pues es necesario, hace parte de un plan, de la sustentación de la existencia. Nada es inútil, pérdida de tiempo o substitución. Hay tiempo para todo. Vivir "ahora" significa hacer justamente lo que estamos haciendo en este momento, porque tiene que ser hecho ahora y no después. Cada acontecimiento tiene su momento exacto. Por qué angustiarse porque estamos haciendo esto y no aquello, que parece más importante?. Esto es negar la realidad. En ella hay espacio y tiempo para todo lo que es necesario para nuestro crecimiento. Lo que sucede es que, usualmente, nuestra vanidad agiganta nuestras expectativas y nos desvía de nuestro verdadero camino, volviéndonos entonces intransigentes e irritados, impacientes y amargos, pues pasamos a creér que estaríamos mejor realizando grandes cosas por la humanidad en vez de hacer y disfrutar con perfección las pequeñas que, en el fondo, son la base de las grandes. La trampa del inconformismo está siempre al acecho, haciéndonos desear siempre otras cosas, otros lugares, otras personas, a veces totalmente incompatibles con lo que somos; desviandonos del presente y su importancia. Pero lo que tiene que ser hecho -barrer, cocinar, ir al mercado, ver una película, lavar la terraza, digitar una carta- forma parte de lo que somos, de lo que vinimos a hacer, y nadie hará jamás estas cosas como nosotros mismos, así como nosotros nunca seremos capaces de realizar cosas que no son de nuestra competencia. Pues todo es parte de la inmensa y perfecta iluminación que es nuestra existencia. Las monjas también lavan ropa, trabajan en la huerta, pelan papas, y dan clases! Los santos siempre nos hablan acerca de la sobrenaturalidad que existe en nuestra rutina. Y, de hecho, es un desafío fascinante permanecer en unión con lo divino durante los quehaceres cotidianos. Los hermitaños rusos abandonan prestamente sus retiros siempre que son llamados para ayudar en los campos o para recibir a las personas que necesitan sus consejos. Esto es una buena muestra de la docilidad con el acontecer de la existencia, pues ellos no se rebelan por tener que abandonar su misión de oración, ayuno y soledad por el mundo y su salvación para arremangarse la camisa y andar el día entero atrás de un arado bajo el sol. Y es de esto mismo que se trata: no despreciar ni dejar de cumplir ninguna ninguna acción, ningún momento, ningún encuentro que por ventura surja en nuestro camino. Porque todo es enseñanza, todo es crecimiento, es iluminación.
Quién sabe la revelación de nuestra existencia no nos asalte lavando una pila de ropa sucia en vez de en una profunda meditación!...

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