domingo, 20 de dezembro de 2009

Mañana, tarde y noche

Finalmente de vacaciones (ahora sí que pueden hacer carita de envidia!) y créo que voy a poder empezar a cuidar un poco más de mí misma, que lo estoy necesitando de veras. Para esto pretendo volver a mis caminadas matinales, a la dieta cierta y a la producción literaria, que anda bastante perjudicada con tanto disgusto, tanto trabajo y tanta enfermedad. No voy a esperar el dia de año nuevo para hacer mis promesas, voy a empezar a cumplirlas a partir de ahora mismo!... A final de cuentas, fin de año no es solamente para evaluaciones, cobranzas, arrepentimientos o críticas, sino también -y principalmente, pienso yo- para nuevos comienzos, reciclaje, para una renovación física y espiritual, para una limpieza y la renovación de la fé y del optimismo. Y si puedo comenzar ahora, por qué esperar hasta el día 31?... Mi año nuevo ya está coriendo!...

Es tan diferente sentarse aqui afuera al atardecer para escribir!... Es increíble cómo el escenario cambia desde la mañana hasta esta hora! Al final del día viene la penumbra, rápida y bella, dramática, y en seguida la obscuridad, poblada de sombras, misterios e insectos que sueñan en besar la luz de los postes y los garages y, cual Romeos desengañados, acaban muriendo en el instante en que lo consiguen. En la noche, la ciudad se llena de luces artificiales, de una expectativa sin respuestas, de aquella languidez que llama a la cena, a la ducha, a la novela, a la cama... Los sonidos y los movimientos son otros. Los pájaros, veloces y vibrantes en la mañana, desaparecen, confundiendose con el follaje obscuro y silencioso de los árboles; la frescura es diferente, cansado y denso, impregnado de perfumes y sudor; el paisaje se muestra menos nítido, algo morbosa, sin definiciones... Este no es, definitivamente, el mejor período para que yo produzca cualquier cosa, mismo si, raramente, existen algunas buenas excepciones. Soy una persona totalmente diurna, Me encanta el amanecer, la mañana, el sol, los pájaros y su algarabía, la energía del nuevo día y su frescura -mismo en nuestro verano recalcitrante- la expectativa, los desafíos que nos esperan, esa incomparable sensación de renacimiento constante, de posibilidades creativas, de estar despierta y viva... Ya el atardecer me lleva al reposo, a una cierta letargia, a un qué de inquietud, de evaluación -casi siempre positiva, gracias a Dios- de término. Es un apagarse, desvanecerse, un diluirse en el sueño que empieza a rondar nuestros gestos, palabras y pensamientos, nuestras miradas e intenciones. Es esa flojera deliciosa y llena de remilgos que no quiere saber de nada más. Luego después de almuerzo empiezo a ser tomada por esta sensación de que todo vá parando -pues mi mente ya está llena de imágenes, voces, personajes, acontecimientos, revelaciones y conclusiones, lo que significa que es hora de parar y meditar- adormeciendo, de que el período de actividad fué concluído una vez que la última cucharada de comida cayó en el estómago. Duermo mi antológica siesta y después voy al trabajo, donde soy obligada a producir, a moverme, conversar, tomar decisiones y enfrentar grupos de alumnos inquietos y ruidosos, ansiosos para aprender. Pero estoy convencida de que si me quedara en la casa y tratara de crear alguna cosa, mi cerebro simplemente se negaría a funcionar. necesitaría hacer un esfuerzo enorme para programar mi cuerpo y mi mente para que se acostumbraran a producir en las tardes... En realidad, estoy siempre intentándolo, pero hasta ahora no tuve éxito en mi empresa...
Me gusta la noche para desvestirme de todo y prepararme para el nuevo y constante mañana, para sus desafíos y descubrimientos, sus encuentros y lecciones; para el diario renacer y rehacer. La luz se vá, las imágenes se zambullen en la obscuridad inmóvil del cielo, la definición se desvanece, los contornos se vuelven dudosos... En el aire, olor a cena, duchas abiertas, coches volviendo para casa, música y voces de noticiero, de novela... El mundo se recoje, entra en el silencio de su cansancio y, finalmente, adormece. Todo termina, de nuevo... para recomenzar mañana, y mañana, y mañana de nuevo. Mañana para siempre, ya séa que estemos todavía aqui o no.

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