sexta-feira, 6 de novembro de 2009

Perlas

Bueno, al contrario de la última vez en que me senté a escribir, hoy día no está cayendo el segundo dilúvio; en vez de eso estamos, simplemente, friendo, derritiendo, cocinando. El calor de 38 grados nos deja a todos afligidos, desanimados, irritados, casi enfermos, cobre todo si empezamos a imaginar cómo será el verano llevando en cuenta estas temperaturas absurdas para la primavera. Definitivamente, este es un país de extremos. O será que el planeta entero está transformandose en un lugar de extremos?... Estamos pagando el pato por nuestro descuido y abuso con él?... Con certeza, y ahora vamos a tener que aguantar las consecuencias de boca cerrada o salir por ahí inventando aire acondicionado portátil, ventiladores portátiles o ropa con refrigeración incluida en las fibras del género, zapatos con zuelas aislantes y ventilación extra y guardasoles que críen un agradable clima templado debajo de ellas cuando séan abiertas, mismo en medio del más calcinante día de verano... Parece absurdo, no es verdad? Pura ficción científica, exageración, fatalismo, pero, sinceramente, créo que es lo único que nos vá quedando por hacer, ya que echamos a perder todo lo demás.
Como pueden ver, hoy estoy medio fúnebre, pero créo que ya se me pasa. Es que la situación en mi trabajo continúa saboteando todos mis intentos de coraje y optimismo... Pero a lo mejor escribir esta crónica me devuelve un poco la fé y la alegría que necesito para seguir adelante y hasta dejar de insultar a mi pobre ángel de la guarda. Menos mal que es muy paciente y comprensivo, mismo que yo esté dejándole las alas chamuscadas de tanto disgusto... Hasta el propio Dios anduvo llevando unas miradas mías rencorosas este último tiempo!... Pero luego, luego hacemos las paces, no se preocupen.
Y aquí vá la crónica de esta semana. No estoy muy segura de si ya la publiqué, porque mis textos están en total desorden y y no consigo terminar de corregir los diarios antiguos para poder arreglarlos en orden cronológica, entonces pesco de aquí y de allá y, como no anoto cuáles textos ya mandé al diario o posteé en los blogs, puedo acabar publicando el mismo dos veces... En fin, a quien no lo leyó, le vá a gustar. Y a quien lo leyó, puede gustarle de nuevo.

Sentada sola en la sala pequeña y calurosa donde doy mis clases de dibujo, me inclinaba sobre un plato de cerámica pintado por uno de los alumnos en aquella misma tarde, pasando cuidadosamente una fina línea negra alrededor del dibujo -cosa que solamente yo consigo hacer porque la mayoría de ellos no posée todavía la coordenación motora suficiente como para ejecutar esta taréa- ventilador prendido, ruidoso y casi inútil, luz prendida, olor a tinta y greda en el aire... Estaba totalmente concentrada y muy satisfecha al percibir cómo algunos detalles o pequeñas correcciones que había hecho en los trabajos los habían mejorado bastante, dándoles más definición y calidad. Había varias piezas encima de la mesa, de diferentes formas y tamaños, con los más diversos dibujos y colores, que todavía necesitaban algunos retoques. La cosa iba a prolongarse, ciertamente, pero los propios alumnos me habían pedido que hiciera aquellos retoques usando mi creatividad y habilidad motora, para que así quedaran más bonitos en vista de la exposición que montaríamos brevemente... Algunos casi no necesitaban mejoras, ya otros, eran un verdadero desafío. En éstos, mi empeño y mi cariño eran mayores, mismo si mi creatividad era duramente puesta a prueba, pues debía buscar formas y colores que dieran la harmonia que faltaba a los trazos originales, pero sin desvirtuarlos, de lo contrario, dejarían de ser obra del alumno... Ambiente sofocante, dolor de espalda, banquillo incómodo, dedos sucios, ojos comenzando a lagrimear, nadie más en el edificio... Y yo ahí, sin que nada de esto me importara, fascinada, tomada por aquella emoción que me hacía olvidar todo lo demás, feliz.
Entonces, de repente me detuve, con el pincel en el aire, y me quedé mirando fijo el trazo incompleto, negro y brillante, en el fondo del plato que sostenía. Por qué estaba sintiendome así, tan contenta? Muchos estarían irritados por tener que quedarse después del horario de trabajo para corregir trabajos -a veces francamente catastróficos- en vez de irse a sua casas, tomar una buena y refrescante ducha, ver la novela y sentarse a la mesa con la familia para disfrutar una deliciosa comida. A pesar de eso, allí estaba yo, sola y con un tremendo dolor de espalda anunciándose, tomada completamente por esa sensación de paz y alegría, de realización, hasta de triunfo, a pesar de saber que, al llegar a mi casa, tendría que lidiar con los pavores, inseguridades, el desánimo y la autocompasión que, día tras dia, minaban el cuerpo y el espíritu de mi esposo y que me dolían tanto... Entonces, cuál era el motivo de esta alegría, de esta tranquilidad, de esta sonrisa que se estampaba en mi rostro como un vientecito juguetón?... Deposité lentamente el pincel sobre la mesa cubierta con el mantel plástico, mientras sentía alguna cosa formandose em mi mente, abriendo una puerta, balbuceando palabras todavía inconexas, y contemplé por un instante el plato en que estaba trabajando, percibiendo de una forma totalmente conciente los cambios que estaba provocando en él solamente con algunas pinceladas... Entonces, me dí cuenta de que todo mi sentimiento, toda la revelación que se abría delante de mí en ese instante, estaba ligada al término "transformación" y a mi capacidad instintiva e incontenible de mejorar las cosas, de buscar y encontrar la belleza que en ellas se esconde para hacerla transparecer, manifestarse hasta en los trabajos más comprometidos. Y esta sensación se transformó, poco a poco, en una espécie de confirmación, en la certeza incontestable de que siempre existe un medio de encontrarla y ponerla en evidencia, de que séa percibida y apreciada por todos. Y como consecuencia de esta conclusión, me quedó todavía más claro que aquella era mi taréa: la búsqueda, la enseñanza, la revelación y la partija de la belleza, la demostración de que ella siempre existe, no importa cuán contrarias puedan ser las apariencias, y que posée una diversidad infinita de expresiones, sin reglas o patrones establecidos. Entendí en ese momento que el alumno, al verla surgir en su trabajo -que antes podía parecer féo, y sin gracia, indefinido, mal acabado o sucio- al constatar que estaba efectivamente allí y que era necesario tan sólo un poco más de trabajo y buena voluntad para hacerla aparecer, se sentiría incentivado a practicar este ejercicio -que tiene un gratificante e inspirador retorno espiritual- esta búsqueda de la belleza en todo lo que existe, a desenvolver la habilidad de revelarla y disfrutarla no sólo en sus obras, sino también en su vida personal.
Nunca me voy a olvidar de una historieta que leí un día en alguna revista y que trataba justamente sobre esto: Iban Jesús y sus discípulos por un camino, riendose y comentando los acontecimientos del día cuando, al doblar una curva, se encontraron con un perro muerto, ya en avanzado estado de descomposición, tirado entre unas piedras. Inmediatamente, todos se apartaron, cubriendose la nariz y maldiciendo al can y su hedor. Jesús, sin embargo, en vez de reaccionar como ellos, permaneció parado delante del cadáver, contemplandolo con una sonrisa en el rostro. Escandalizados, los discípulos se acercaron, exclamando: "Maestro, cómo te quedas parado ahí, delante de ese animal muerto, ya hinchado y apestando, sin sentir náuseas?" Y otro agregó: "Los cuervos ya le arrancaron los ojos y las fieras le devoraron casi todas las tripas, cómo te quedas ahí mirando esa carniza?"... Entonces, Jesús se volvió hacia ellos, sonriendo todavía, y apuntando los restos del perro dijo: "Ustedes ya le observaron los dientes? Juro que nunca ví perlas tan blancas!".
Encontrar la belleza es un don, una vocación, una cualidad que todos poseémos y necesitamos cultivar y practicar. Tenemos la misión de desenterrarla, no importa cuán escondida se encuentre, de despertarla no importa por cuántos haya estado adormecida, de colocarla delante de los ojos del mundo, no importa si tan solamente unos pocos consiguen percibirla o comprenderla. Hacer que las personas créan que está siempre allí, y que es real y poderosa es algo que puede conseguir que la humanidad séa capaz de dar un paso un poco mayor, escalar un peldaño más alto, acercarse más de prisa a la felicidad... Entonces pensé, respirando hondo mientras extendía los ojos sobre los trabajos de mis alumnos diseminados encima de la mesa: "Pues mientras yo séa capaz de encontrar la belleza hasta en las menores cosas, seré también capaz de encarar todos los desafíos de la vida, pues la belleza tráe felicidad cuando es descubierta y manifestada en nosotros mismos, en nuestros pensamientos y acciones (porque ella no es solamente física, sino también espiritual) y la felicidad es una de las mayores fuerzas de la vida.
Mal sabía yo que en las sencillas obras de mis alumnos se escondía semejante revelación!.

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