quinta-feira, 21 de maio de 2009

El corazón de la rosa

Bueno, y al contrario de la semana pasada, hoy estoy absolutamente animada, lo que prueba que las situaciones negativas no duran para siempre. Solamente es necesario tener el valor de pasar por ellas en vez de huír, pues el dolor aceptado y vivido en la certeza de una mudanza positiva siempre nos enseña algo... Y tan animada estoy, que créo que voy a postear más que una crónica (inclusive porque la de hoy es bien corta) y así aprovecho también para terminar con ese negocio de las crónicas publicadas en el diario... Tengo el día entero para escribir, escuchar música, sentarme en el patio a disfrutar del sol y de la brisa, conversar con mi vieja perra, observar y escuchar este mundo que me rodea y meditar sobre todo un poco. En realidad, tengo hoy, mañana, después de mañana y el domingo para hacer esto, ya que mi semana de trabajo termina los miércoles (muéranse de envidia!), entonces dispongo de cuatro preciosos días para dedicarme exclusivamente a lo que más me gusta. Así compenso los tres primeros días que son medio agitados, razón por la cual no me sobra mucho aliento ni inspiración para sentarme aquí a escribir. Realmente, cada día que pasa me convenzo más de que mi actual situación en la Fundación es mucho más llena de cosas positivas de lo que imaginaba!... Bueno, Dios sabe lo que hace, no es verdad?...

Casa vieja, pobre, de muros descascarados y ennegrecidos por las cascadas de incontables lluvias e recalcitrantes días de sol, rejas enmohecidas, vidrios quebrados, jardín mezquino y sin paredes ostentando una triste huerta , rala y amarillenta, más hierba y piedras que lechuga o repollo. Latas retorcidas y resecadas con algunos raquíticos piés de cebollínes y perejil de hojas mústias y escasas... Ladrillos viejos, pedazos de metal, botellas plásticas, bolsas con basura, tablas, ramas secas, una pelota desinflada, que ya conoció días gloriosos de pichangas en algun campo de la vecindad, junto a un pote de yoghourt, hojas de diario con fotos descoloradas... No dan ganas ni de pasar delante de ella... Y de repente, sin aviso, así de la nada, una sorpresa: al recorrer el corto espacio ocupado por su muro arruinado y solitario, una ráfaga de perfume conocido me envuelve como una caricia.
Disminuyo el paso y miro a mi alrededor, curiosa, pues no imagino de dónde puede provenir aquel aroma. Entonces, mis ojos se topam con un botón de rosa que se yergue, firme y recto, junto a la reja carcomida. Paro bruscamente, totalmente sorprendida, pues ayer él no estaba allí, y me quedo mirando el rosal que despunta atrás de los ladrillos. En otra rama, una flor abierta, de un rosa intenso, fresco, nuevo, con aquella inocencia de quien todavía no vió lo que el mundo tiene de féo y triste. Pétalos de terciopelo, porte imperial, lleno de orgullo y coraje. La reina de las flores adorna gallardamente el jardín pobre y maltratado, cubierto de hierba y basura...
La brisa fresca trae de nuevo el perfume a mi nariz y mis ojos se maravillan con aquella imagen, incrédulos. Permanezco parada allí por un largo tiempo contemplando a esta reina misericordiosa y sin preconceptos, y me emociono con la magnanimidad de su belleza, con su majestuosa indiferencia delante de la fealdad que la circunda, pues pienso: " Y no es así mismo con las personas? Lo divino no reina en todos nosotros, dentro de nosotros, y nos embelleza a pesar de toda nuestra imperfección y miseria? Lo divino no está siempre escondido en cualquier lugar, aguardando para manifestarse y trasformar todo?"...
Podemos ser imperfectos la mayor parte del tiempo, pero esto no afecta nuestra divinidad interior. Ella continúa ahí, siempre, pues es nuestra. Basta tener un corazón como el de la rosa, magnánimo y sin preconcepto -especialmente contra nosotros mismos- que ella florecerá y embellezará hasta el más arruinado de los jardines.

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