terça-feira, 15 de setembro de 2009

Pero yo no créo en Dios!

Y aquí está la última crónica. Ojalá no tengan una indigestión!...

"Pero yo no creo en Dios!", exclama el abogado sentado delante del sabio chino. Y el sabio, sonriendo gentilmente, como todos los sabios, le responde: "Usted cree en la justicia? Cree en la compasión, en la bondad, en la alegría de vivir? Cree en la solidaridad, el perdón, la honestidad?"... Y el abogado, un poco desconcertado, exclama: "Pero claro que creo!". El sabio, entonces, agrega: "Usted cree en el amor?" Y el abogado, sonriendo, contesta: "En eso creo sobre todo." El sabio, poniendo una mano en el hombro del abogado dice, con los ojos brillando y una sonrisa medio traviesa en sus labios arrugados: "Entonces, hijo mío, usted cree en Dios, porque El es todo eso."
"Realmente es así..." pensé, cuando la cámara hizo un close up en el rostro sorprendido e iluminado del abogado, protagonista un tanto cuanto "sui géneris" de la serie que lleva su nombre. "Realmente, Dios es todo eso, esos son sus mil nombres y rostros, sus inumerables voces y movimientos." No es necesario frecuentar una iglesia o seguir una religión, vestir un hábito o trancarse en un monastério -mismo si esas opciones son tan válidas cuanto las de aquellos que se dicen atéos pero practican el bien y llevan una vida digna y honesta- para proclamar que se cree en Dios o en cualquier otra fuerza divina superior. Levante una piedra y encontrará a Dios, tenga él un nombre o no! Pues lo divino impregna cada segundo de nuestra historia, ya séa que nos demos cuenta o no, cada uno de nuestros impulsos generados por el amor, grandes o pequeños, divulgados o no.
El bien nunca pasa desapercibido, nunca acontece sin dejar alguna consecuencia. Su semilla, mismo microscópica, siempre creará raíces, no importa cuánto tiempo demore, y acabará por dar frutos que serán capaces de saciar el hambre del mundo. Dios no tiene nombre, no tiene rostro, no tiene voz, porque El es todos los nombres, todos los rostros y voces a nuestro alrededor, ahora y siempre, y quien elige el bien en cualquiera de sus manifestaciones, estará eligiendo y testimoniando a Dios, no importa si jamás puso los pies en una iglesia.

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