segunda-feira, 3 de agosto de 2009

Recados

Este fin de semana fuí atacada por el virus del: "Y para qué todo esto?", lo que me hizo quedarme durante mis tres días libres desparramada en el sofá viendo televisión y comiendo en vez de tratar de producir alguna cosa útil y decente, como lo hago todos los finales de semana. Pero es que de vez en cuando -y créo que esto debe pasarle a todo el mundo- soy víctima de estas crisis de desánimo y dudas respecto a lo que considero ser mi misión en este planeta, y ahí se me quitan todas las ganas de continuar escribiendo, dando aulas o enviando mis crónicas para el diario... Será cosa de la edad? (mañana cumplo 53 años!) Tal vez de la vanidad? Será falta de los hijos en la casa? Será nostalgia de una pasión? O será algo común en la raza de los artistas, que de vez en cuando se ven asaltados por las dudas y la total falta de entusiasmo y fé por su propia obra y el mensaje que ella debería pasar para el mundo?. Sé que todos necesitamos vivir nuestro Getsemaní particular de vez en cuando, para despertar y percibir la riqueza de la vida, para sentirnos agradecidos por ella y aprovecharla de la mejor manera posible, pero a veces la noche se pone realmente obscura y, a no ser que seamos dueños de una tremenda fé y optimismo, de una fuerza de voluntad y persistencia capaces de derribar las apariencias negativas que están siempre al acecho, corremos el riesgo de quedarnos presos en ella para siempre... Menos mal que, en mi caso, estos episodios no duran mucho y la prueba de esto es que ya estoy acá, mismo atrasada y con una bruta resaca espiritual (e inspirada por un día de clima y paisajes perfectos, casi mágicos, después de un final de semana lluvioso y gris) digitando la crónica de esta semana, bastante adolorida porque inventé volver a hacer ejercicios, pero llena de nuevos bríos e inspiración, lista para enfrentar los desafíos que me esperan, pues sé que no son castigos sino lecciones que necesito aprender para volverme más madura y sábia, y así poder hacer alguna diferencia en el mundo y en la vida de las personas, sin importar cuántas ni dónde. Lo importante es que esto suceda, pues es para eso que estamos aquí.

"Eli Stone"... Es el nombre de un personaje cuya serie -que véo religiosamente todos los domingos- lleva este título y que, a despecho de esta onda de violencia, sexo, rivalidad descontrolada, belleza tiránica y glamour fabricado, desprecio por los valores y las personas que ha ido instalandose poco a poco en la programación de la televisión, muestra historias llenas de idealismo y honestidad, personajes con carácter y fé en la verdad y en el bien (a pesar de que el protagonista afirma que no crée en Dios)... Es algo por lo que vale la pena dejar el pollo asado enfriar o la ensalada sin picar para ir a sentarse al sofá y prestar mucha atención, pues con certeza, cuando estén pasando los créditos, nuestro corazón habrá sido tocado por la bondad, algunas lágrimas y una inmensa sensación de esperanza y gratitud por quien tuvo la idea de lanzar una serie así. Sin duda, seremos tomados por la emoción de percibir lo que somos capaces de realizar en favor de los otros, a pesar de todos nuestros defectos, pues Eli no es ningún super héroe y está bien lejos de ser perfecto. Su mérito es, en verdad, el hecho de creér y actuar según le dicta su corazón, mismo que esto contradiga todo lo que fué como persona y abogado hasta el momento en que descubrió que era portador de un aneurisma cerebral que puede matarlo en cualquier momento o dejarlo incapacitado como un vegetal. La enfermedad le hace tener visiones reveladoras -que acaba descubriendo ser recados de Dios- casi siempre extremadamente desconcertantes y divertidas- sobre las personas y los casos en los cuales trabaja y sobre problemas de su vida particular, lo que a veces lo hace tener actitudes que dejan a todos en la firma de abogacía totalmente desconcertados o irritados, eso sin mencionar los comentarios maldadosos, las miradas de burla o escepticismo y las amonestaciones que debe soportar por cuenta de estas visiones suyas. Su jefe, un hombre ganancioso, lleno de vanidad y sediento de poder y prestigio, está, poco a poco, siendo conquistado por las actitudes tan "sui géneris" de su empleado que, de un día para otro, abandonó a los clientes ricos y las jugadas desleales y prefirió dedicarse a ayudar a aquellos que no tienen a quién recurrir, sin inquietarse con lo que podría sucederle después de esta decisión, lo que dejó a su jefe totalmente desconcertado y muy curioso. Mantuvo a Eli en la firma, pero bajo condiciones humillantes, sin sala ni secretaria, ni siquiera un teléfono, como castigo por su mudanza drástica e repentina, que él temía causase una mala impresión y terminara desprestigiando su negocio, tal vez para tratar de hacerlo desistir por la falta de condiciones decentes para desarrollar su trabajo. Pero con el pasar del tiempo y delante de las actitudes extremadamente honestas e idealistas de Eli, de su fidelidad y sinceridad con el modo de vida que decidió seguir, está empezando a admirarlo y a defenderlo delante de los otros socios, que sólo se ríen de él y de sus visiones y crisis de caridad con clientes que no tienen nada que ofrecer a cambio de sus servicios...
En fin, la cosa es que hace muchos años que no me sentaba para ver una serie con tanto placer y esperanza, porque en cada capítulo, invariablemente, recibo una lección, una pequeña pista sobre la bondad de que somos capaces a pesar de todos nuestros defectos, una frase que se queda martilleando en mi cabeza y me hace reflexionar sobre cuánto estamos dispuestos a sacrificar para seguir un ideal en el cual realmente creémos. Hay siempre algo sobre la importancia de los valores básicos, de la verdad, la justicia, la fé y no es raro que yo acabe con los ojos llenos de lágrimas por causa de escenas o diálogos que parecen dirigidos especialmente a mí.... Estoy conciente de que, en realidad, el responsable por estas pequeñas obras de arte de una hora sobre espiritualidad y rectitud no es precisamente el actor que representa el personaje, sino el guionista que redacta la historia cada semana. Sé que el actor fué cuidadosamente escogido por su figura, su voz y su carisma, así como sus coayudantes, escenários y todo lo demás que implica montar una serie que busca llegar al público y transformarse en un éxito de audiencia.. Sé que tal vez séa todo friamente calculado para producir este efecto, pero de todas maneras, me gustaría mucho encontrar a la persona que escribe los guiones para decirle que, créalo o no, Dios actúa de las formas más misteriosas y originales -y muchas veces divertidas, tal como le sucede al protoagonista de su serie- para acercarse a nosotros y mandarnos sus recados.

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