Reencuentros, familia, recuerdos, amor que nunca
disminuye ni cambia. Cariño sincero y profundo, sin prejuicios ni sentencias...
Son lazos indestructibles, que pasan de generación en generación, y somos nosotros
quienes tenemos el deber, la misión de pasarlos adelante, de enseñarlos, de vivenciarlos
y compartirlos con quienes nos rodean... Y fue todo eso que reaprendí este
final de semana, en el casamiento de la hija de mi primo hermano, Cristián
Labbé, a quien no veía hacía algunos años... Benditas sean todas las familias
que permanecen unidas a través de las generaciones...
Veo los árboles balanceando suavemente, las
ramas de las enredaderas, la maleza em los terrenos vacíos, las ropas coloridas
em el tendedero. Las campanas cantan, danzando bajo el impulso del viento
invisible. Las hojas secas ruedan por las veredas, los volantines piruetean en
cielo, las nubes mudan de forma. Esa energía sin cuerpo, y sin embargo tan
poderosa, viene y toca mi rostro, desordena mis cabellos, hace mi falda
ondular... El lleva y trae, con sus mil sonidos y ritmos. Viento que barre océanos,
valles e montañas que yo nunca vi y continúa en movimiento, siempre, como el tiempo,
que también transcurre para personas que no conozco, para acontecimientos de
los que no soy testigo. Tiempo y viento, omniscientes, inmutables. Ambos traen mensajes, visiones. No se sabe de dónde vienen ni para dónde van, invisibles,
poderosos, compañeros, enemigos. Imagino al viento trayendo al tiempo, transcurriendo
juntos, revelándonos el futuro inmediato, el movimiento perenne de la vida, sus
constantes transformaciones.
El viento y el tiempo pasan por mí en cuanto
estoy sentada aquí, escribiendo.
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