domingo, 30 de abril de 2017

"Silencio y sonido"

    Va y viene, parece que se queda, pero después cambia de idea y desaparece, como una novia rogada, y vuelve el frío... Así es el otoño, primo de la primavera, cambiante y caprichoso como mujer enamorada y mimada. Pero mismo así, nos está dando unos días excepcionales, un poco fríos en las mañanas, pero deliciosos en las tardes. Noches templadas, serenas, estrelladas, amaneceres luminosos, inspiradores... Y por eso -y también aprovechando que mañana es feriado y no hay realmente nada que hacer porque es el día del trabajo y estará todo cerrado y las calles maravillosamente vacías y calladas, voy a aprovechar para publicar uno o dos cuentos nuevos antes de salir a dar una vuelta para bailar y asombrarme con los remolinos de hojas secas y sus coreografías.
    Entonces, aquí va la crónica del fin de semana, pero no se olviden que mañana habrá un par de cuentos nuevos en pazaldunate-historias.blogspot.com!



    El fin de semana pasado tuvimos un frente de mal tiempo que casi dejó a la ciudad bajo el agua (bueno, en realidad, una parte quedó) y por algunas horas aquí en el centro, donde vivimos, nos quedamos sin electricidad... Y fue una situación bastante curiosa y sorprendente. De pronto no podía más ver televisión ni escuchar radio o usar el computador.Todo estaba en silencio, como parado en el tiempo, quieto, medio irreal... ¿Qué hacer?... Pues nada a no ser esperar que la energía volviera. Me senté en la sala y miré a mi alrededor, sintiendo ese cambio, esa especie de nada en la cual podía escuchar claramente cada sonido, cada crujido o corriente de aire, mi respiración, los pequeños movimientos externos e internos de mi cuerpo sentado en el sofá. Podía oír todo, adentro y afuera, pero lo más sorprendente e inquietantemente agradable era que era capaz, en mucho tiempo, de escuchar mis pensamientos, de percibir mis sentimientos, de acompañar las evoluciones de mis ideas y sensaciones. ¡Cómo mis percepciones se volvían claras y profundas! Todo parecía adquirir nuevas dimensiones y significados. Había una quietud que sobrepasaba el silencio físico y alcanzaba algo muy dentro de mí, algo que parecía querer manifestarse hacía mucho tiempo, una realidad diferente, más pura y cercana, menos invasiva, más clara y personal... La falta de luz me hacía tener un inesperado y profundo encuentro conmigo misma. Era solamente yo en esa sala silenciosa, si radio, sin tv, sin computador... De repente podía entender el valor de un claustro, de la vocación para el silencio, de la ausencia de toda esta contaminación visual y sonora que nos rodea, nos aturde y embrutece, nos marea, nos roba la esencia, la capacidad -el don, la gracia- de percibirnos a nosotros mismos y a los otros, de escuchar, de sentir más profunda y detenidamente, de entrar dentro de nosotros mismos y encararnos, descubrirnos, descifrarnos, entendernos, perdonarnos y amarnos. De ser lo que realmente somos.
    Cuando escuché el pito del refrigerador me di cuenta de que la electricidad había vuelto. Fue como salir de un trance, un episodio que difícilmente olvidaré.
    Prendí la televisión, ligué el computador y la música volvió a invadir el ambiente con sus canciones soft... Los cortes de luz son raros aquí en el centro, pero esas cuatro horas de silencio dejaron una marca que ahora me hace apreciar y administrar mucho mejor el silencio y el sonido, porque ambos son importantes, pero no podemos dejar que uno robe el lugar del otro.
    Silencio y sonido, un equilibrio indispensable para nuestro propio equilibrio.

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