domingo, 7 de maio de 2017

"¿Cómo es un ángel?"

    Días de luz, días de sombra, todos tenemos algunos así, pero no debemos desanimarnos con las sombras, pues nos hacen buscar con más ahínco la luz y cuando la encontramos, es una verdadera y duradera bendición... Entonces, no paremos de luchar sólo porque el sol se esconde o llega la noche. Depende de nosotros que la luz vuelva a brillar y nos inunde con sus destellos y su calor.
    Da para notar que no fue una semana fácil, ¿no?... Pero la luz continúa a brillar, uno puede sentirla allí en el fondo, y eso nos da el coraje y la fuerza, la fe para continuar, porque ella nunca se apaga. Dios no lo permite. Basta creer y estar atenta y dispuesta para recibir todos los mensajes, las señales y a los ángeles. Sé que he escrito sobre este tema antes, pero es que es demasiado obvio como para ignorarlo y no repetirlo para que todos se den cuenta.



    ¿Cómo es un ángel?... ¿Un ser alado, brillante, bello, que trae mensajes divinos a personas especiales?... A veces son así mismo, pero estoy convencida -por experiencia propia- de que la mayor parte del tiempo se nos aparecen a todos nosotros, todos los días, sin importar si somos santos o pecadores, sabios o ignorantes, ricos o pobres, creyentes o ateos. Y estos ángeles, normalmente, no saben que lo son, pero mismo así se nos acercan y nos entregan su mensaje, intervienen en nuestra vida y hasta pueden transformarla de formas inesperadas y maravillosas... Pero tenemos que prestar atención, porque pueden perfectamente pasar desapercibidos, ya que no tienen alas, vestiduras resplandecientes o aureolas doradas. No, la mayor parte de las veces están vestidos como nosotros y no son bellos ni poseen voces embriagadoras. Son de carne y hueso, llenos de problemas y defectos, como nosotros, pero con la misión, el brillo y la calidez de entregarnos el mensaje cierto en el momento cierto, mismo que no tengan consciencia de ello. Y así también, sin saberlo, nosotros podemos volvernos ángeles por algunos instantes, todas las veces en que ayudamos, apoyamos, nos donamos, aconsejamos, compartimos. Un solo acto de bondad desinteresado, por más simple y banal que sea, puede transformarnos en mensajeros de Dios...
    Prestemos atención a los otros, a lo que tienen que decirnos, sin dejarnos engañar por su apariencia, y también pongamos atención a lo que nuestro corazón -con ese lado puro que casi siempre ignoramos- nos inspira, porque sin darnos cuenta, podemos salvar una vida dejándonos llevar por sus susurros.

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